La principal fuente de la verdadera felicidad es procurar hacer todo por amor.

Si como creyentes cristianos creemos que el Dios Todopoderoso es el autor y el dueño absoluto de la verdad, debemos entonces reconocer y creer que la Palabra de Dios plasmada en la Biblia es la VERDAD DIVINA, la cual fue escrita por individuos escogidos e inspirados por Dios, con el fin de ser revelada y predicada a la humanidad durante su vida terrenal, para dar a conocer la voluntad de Dios y el plan de salvación eterna para todos aquellos que creen en la obra redentora del Señor Jesucristo..
El señor Jesucristo, como Hijo de Dios, fue quien afirmó por primera vez la suprema importancia del amor espiritual en la vida humana: 

Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22, 37-40

El apóstol Pablo posteriormente, explicó magistralmente la relevancia el amor espiritual para la vida humana en su Carta a los Corintios capítulo 13:

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

El patriarca de la iglesia cristiana Agustín de Hipona, describe el inigualable y maravilloso efecto del amor espiritual en el ser humano, recomendándo hacerlo de la siguiente manera práctica y sencilla:

Ama y haz lo que quieras. Si callas, hazlo por amor; si gritas hazlo por amor; si corriges, corrige por amor; si te abstienes, abstente por amor. Si tienes el amor arraigado en tí, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos.”

Esta recomendación de San Agustin no es en absoluto una “misión imposible” para nosotros, si lo creemos y estamos convencidos de que efectivamente es posible, lo lograremos sin ninguna dificultad.

Si nos detenemos a pensar y analizar el exagerado afán de lucro y de acumular dinero, que ha sido creado artificialmente en la sociedad de consumo por la publicidad y los medios de comunicación, se llega a la sensata e inteligente conclusión, de que es mucho más fàcil y mejor ser un MILLONARIO EN AMOR, que un millonario en dinero.

Si recordamos el éxito económico de la industria del cine de Hollywood en el mundo del espectàculo, se puede afirmar que logró generar ganancias de dinero astronòmicas y en consecuencia, tambien produjo muchos actores y actrices millonarios en muy pocos años. Los actores más exitosos fueron llamados “Estrellas del cine” por los medios de comunicaciòn, a quienes les hacìan mucha publicidad, mostrando cómo vivian en sus lujosas mansiones valoradas en millones de dólares y cómo viajaban volando en sus propios aviones jet, sin embargo, sobre su vida privada se mencionaba muy poco o nada. Ese hermético silencio sobre su vida privada tenía una buena justificación: sus verdaderas vidas privadas no eran tan ejemplares como para darlas a conocer al público. La gran mayoría de esas “Estrellas” en sus vidas privadas terminaron literalmente “estrelladas” y arruinadas, caracterizadas ellas por: vidas conyugales turbulentas de hasta 8 o más divorcios, consumo abusivo del alcohol, adicción a drogas estupefacientes y a juegos de azar, suicidios, ruinas financieras, soledad, etc.

Sobre los reyes, los nobles de la sociedad y los ricos en el mundo, ha existido siempre desde el inicio de la historia, la muy conocida creencia o leyenda de que los poderosos, ricos, opulentos y millonarios, viven mucho más felices y mejor que la gente humilde y ordinaria. En la Palabra de Dios no se encuentra ningún texto o referencia en que se elogie las riquezas materiales, sino todo lo contrario, se censuran, por ser un gran obstáculo para la fe en Cristo y para alcanzar la vida eterna. Así lo afirmó Jesús según el evangelio del apóstol Marcos:

Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Marcos 10, 25

Por lo tanto, esa creencia de que los ricos padecen menos sufrimientos y aflicciones que los demás, es totalmente falsa e imaginaria, debido a que por ser el Señor un Dios amoroso, misericordioso y justo, la aflicción en esta vida terrenal es universal para toda la humanidad sin exepciones, independientemente de su condición económica y social.

En las sociedades de consumo occidentales, la aspiraciòn general de cada individuo ya no es el ganar suficiente dinero, para poder vivir una vida cómoda de clase media alta, sino es la de alcanzar a ser un millonario, o mejor aún, ser un multimillonario.

Está comprobado que los medios de comunicación, especialmente los privados, tienen un impacto significativo en nuestra percepción de la realidad. Pues su objetivo es influir en la opinión pública y, en última instancia, crear en la población nuevos estímulos y deseos que persuadan a los consumidores a comprar aquellos  productos y servicios anunciados en su publicidad, generando asi una realidad virtual e ilusoria a travez de las pantallas de los teléfonos inteligentes, la televisión, los computadores y los cines, que durante tanto tiempo estamos mirando cada día.
Como consumidores que estamos siendo adoctrinados por los medios, debemos estar muy atentos y ser desconfiados y críticos de los anuncios comerciales que nos ofrecen.

El gozo, la dicha y la verdadera felicidad son sentimientos que por lo general se viven y se disfrutan en secreto, en nuestra alma o corazón, generando en el individuo una satisfacción placentera y muy íntima, de la que nadie más puede percibir ni percatarse en absoluto. En conclusión, los momentos de gozo, dicha y felicidad verdadera no son manifestados por el cuerpo, ni siquiera hacia nuestros seres más amados y cercanos, cada persona los siente de manera exclusiva en su vida interior espiritual y secreta.

Es por esa razón, que en todas las expresiones artísticas como el teatro, el canto, el baile, la comedia, la ópera, el cine y sobre todo en las escenas de los avisos publicitarios de los medios, se hace uso de la actuación y la interpretación de papeles o roles fingidos, que son desempeñados por actores y actrices.
¿Cómo es posible entonces, que nos dejemos engañar por una sonrisa fingida o un gesto fingido de satisfacción de una actriz, y aceptemos dicha escena como una manifestación de “verdadera felicidad” en un aviso publicitario?

Nosotros como creyentes cristianos, quienes conocemos la verdad escrita en las Santas Escrituras, debemos de estar muy conscientes de que TODO lo que nos muestran los medios de comunicación en las pantallas, es una ilusión, un engaño virtual que nos invita a soñar y a imaginarnos un futuro irreal, el cual existe solamente en las pantallas, y que como consecuencia negativa, nos aparta del camino de fe y esperanza de vida eterna, enseñado por nuestro Señor Jesucristo.

La realidad común y corriente que se puede constatar en todas partes del mundo y en todas las épocas de la humanidad, y que sin embargo, no quiere ser aceptada por demasiada gente, es la siguiente: Para ser verdaderamente feliz no hace falta mucho dinero.

EL FALSO CONCEPTO DEL AMOR QUE DIFUNDEN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

En nuestra era moderna en la que todo gira alrededor del dinero y del consumo desenfrenado de productos, las pasiones humanas que han sido más estimuladas y enaltecidas en la sociedad por los medios de comunicación son: el egoísmo, la ambición, la envidia y el orgullo.

Los medios de comunicación audiovisuales, particularmente el cine y la televisión, han sido utilizados como un poderoso vehículo para crear nuevas necesidades y opiniones en la sociedad por medio de la publicidad, con informaciones deliberadamente manipuladas y a través de videos y películas con imágenes hechas en una forma muy refinada, con el único propósito de aumentar los volúmenes de venta de productos de la industria, es decir, para ganar más dinero.

Desafortunadamente el bello y maravilloso tema del amor y de las relaciones amorosas entre parejas, ha caído también en las garras del lucro corruptor como otros tantos valores espirituales y ha sido degradado a una mercancía, como es el sexo. Lo que se conoce en los medios como amor romántico entre parejas, es un simple lema publicitario de una estrategia comercial de grandes empresas, las cuales solo están interesadas en incrementar sus ganancias.

¿QUÉ ES EL AMOR VERDADERO Y CUALES SON SUS FRUTOS?

El amor espiritual que surge del alma, tal como brota el agua de un manantial, es expresado y manifestado a los demás a través del cuerpo. La manifestación pública de los sentimientos del alma por el cuerpo, se podría comparar con la manifestación sonora del aire cuando es soplado en una flauta. La flauta como instrumento de madera transforma el soplo de aire en sonidos. Así como la flauta, el cuerpo es el instrumento que transforma y manifiesta los sentimientos del alma en actos visibles y en palabras que perciben los demás.
¡Pero mucho cuidado con los gestos aparentemente amorosos!, porque el cuerpo también hace el papel de una máscara y esconde al alma, y además porque el ser humano es el único ser vivo, capaz de fingir y simular fácilmente gestos que no siente de verdad.

No creo que exista en la literatura mundial, una descripción más acertada y más instructiva sobre el amor espiritual y verdadero, que la que hizo San Pablo en su primera carta a los Corintios en la Biblia. En realidad Pablo escribió un poema en honor al amor, que él consideraba como la virtud espiritual humana más excelente. Les recomiendo de corazón que lo lean en su totalidad en 1. Corintios 13, 1-13.
Dicho poema contiene la descripción de las cualidades y atributos más importantes del amor auténtico e incondicional, que Pablo dio a conocer a la humanidad hace miles de años y en la que expone lo que realmente es el amor espiritual verdadero y lo que no es:

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal; no se goza en la injusticia, mas se goza en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1. Corintios 13, 4-7

Si leemos y analizamos con detenimiento estos frutos del amor, notaremos que todas las características mencionadas sin excepción, son actitudes y formas de comportamiento que adopta el amante hacia la persona amada como resultado del estado de enamoramiento. Fíjense, que en esa descripcón no se trata, de los conocidos gestos y expresiones de afecto ocasionales como abrazos, besos, tomarse de las manos, regalos, flores y palabras halagadoras; que siempre hacen las parejas en público. Estas muestras de afecto que vemos son simplemente apariencias, que nosotros como observadores no podemos saber si son sinceras o si son fingidas. Además, esos gestos afectuosos los puede hacer cualquiera sin sentir amor, incluso, existen personas hipócritas que sintiendo odio por alguien, le hacen gestos de cariño. Recuerden el beso traicionero que le dió Judas Iscariote a Jesús antes de su crucifixión.
Mientras que la actitud es una manifestación de la inclinación de la persona, que conduce a un comportamiento particular constante, como por ejemplo: engañar, faltar respeto, ser interesado, ser sincero, ser considerado, ser generoso, ser respetuoso, etc.
Los actos de las personas se refieren a su conducta diaria, a lo que hacen regularmente y a su comportamiento.

Recordemos siempre que el amor verdadero como sentimiento y como vínculo de cariño, se siente interiormente y se goza en secreto. Esas nuevas formas de comportamiento y actitudes que surgen de repente en el enamorado hacia la persona amada, las definió y las agrupó el filósofo español Joaquín Xirau bajo el original concepto de la «conciencia amorosa».
La conciencia amorosa es la nueva facultad de los recién enamorados, que determina y conduce la relación amorosa de la pareja a partir de ese momento.

La descripción de San Pablo de lo que es el amor verdadero, puede servir muy bien como orientación fidedigna y práctica para poder distinguir el amor auténtico del amor fingido. Sobre todo son muy útiles los casos de aquellas actitudes y actos incongruentes o impropios del amor, que allí se mencionan, como por ejemplo: la envidia, el egoísmo, la mentira, la intolerancia, el maltrato y la soberbia.

El amor es el don espiritual más importante y maravilloso con que Dios ha dotado al ser humano, por ser la facultad por excelencia que como energía adhesiva universal permite en toda la humanidad, que hombres, mujeres y niños seamos capaces de convivir en comunidades y de establecer relaciones personales permanentes en armonía. El amor es una virtud espiritual del alma, que nos inspira, nos eleva, nos llena de bellos pensamientos y sentimientos, nos hace capaces de amar y unirnos con potentes lazos invisibles. Como fuerza espiritual que es, el amor nos impulsa a expresarlo exteriormente con ciertos gestos y comportamientos en nuestras relaciones amorosas. 

Por ser el amor una fuerza mayor que está fuera del control de la persona, ha estado rodeado de un indescifrable misterio a lo largo de la historia de la humanidad, permaneciendo así hasta la actualidad, como un fenómeno incomprensible para la razón humana y la ciencia.
El escritor francés François de la Rochefoucauld (1613 -1680) escribió la famosa cita: « El amor verdadero es como los espíritus, todo el mundo habla de él pero nadie lo ha visto. »
Nadie ha visto al amor ni nadie lo podrá ver jamás, porque el amor es invisible como los espíritus.

De nuestras cualidades espirituales, el amor es la más excelente y la más importante para poder vivir una vida plena y feliz. De allí deriva la gran relevancia que posee el amor para todo ser humano, desde su nacimiento hasta su muerte física y más allá.

Muchos se preguntan hoy, pero si el amor espiritual es tan importante en la vida, ¿por qué entonces no se habla y se escribe sobre el amor verdadero todos los días, así como se habla y se escribe sobre otros temas como: la salud, la política, los precios, el sexo, la belleza del cuerpo, la ropa de moda, los viajes de vacaciones, las ofertas en el supermercado, los cosméticos, los medicamentos, etc, etc?
La respuesta es muy sencilla, y sin embargo, no deja de sorprender:
El amor es una facultad espiritual que solo la podemos percibir íntimamente en nuestra interioridad. Debido a que el amor es algo inmaterial, no se puede comprar ni vender, y por no ser comerciable, el amor espiritual es simplemente ignorado por los medios de comunicación y por la sociedad de consumo.

El amor desinteresado e incondicional de la madre hacia sus hijos es el mejor ejemplo del amor verdadero. El amor de madre que supera con creces al amor entre parejas y que es tan esencial para el desarrollo integral de cada ser humano, igualmente es ignorado por los medios, por no ser lucrativo.
Existen importantes y variados tipos de amor, que por cierto son los más comunes y conocidos, como por ejemplo: el amor entre amigos, el amor entre hermanos, el amor entre abuelos y nietos, el amor entre primos, el amor entre compañeros de clases y de trabajo, etc, etc. Pero como cosa curiosa, esos otros tipos de amores a pesar de ser tan necesarios en la vida de cualquier persona, tampoco son mencionados en los medios de comunicación, por no ser rentables.

Sin duda alguna, el amor erótico entre parejas es el tema favorito de los medios porque provoca en el público efectos excitantes y sensuales, los cuales le proporcionan una fuerte actractividad, y además, porque permite ser narrado con un lenguaje seductor en novelas románticas o representado fácilmente en películas con escenas eróticas.

Por supuesto, en el amor entre parejas está también presente el amor verdadero espiritual, pero muy mezclado y asociado con la atracción sexual natural y necesaria. En la fase del enamoramiento de la pareja, es prácticamente imposible poder distinguir uno del otro. Si la relación amorosa cuaja, será entonces cuando los integrantes de la pareja aprenderán mutuamente a conocerse bien y a amarse.

Dejar de amar es como vaciarse de vigor y de sentido de la vida

“Al final, sólo morirán eternamente los que ya estén muertos en vida. Es decir, aquellos que estaban muertos por dentro, porque habían dejado de amar. Así que piensa bien: La verdadera muerte no es morir, sino dejar de amar.”  Louis Evely

Digo yo: si amar es un don espiritual excelente y maravilloso de Dios para el ser humano, y es además el bien eterno más real que existe, entonces, el amor debería ser el gran tesoro por el que tendríamos que desvivirnos mientras estemos viviendo aquí y ahora en este mundo, pero como es algo invisible, demasiado común y que sólo da gozo interior al que lo encuentra, son relativamente pocos hombres y mujeres los que se esmeran conscientemente en practicarlo.

Se escucha decir por doquier, que debido a que con el amor no se puede pagar los alimentos, la vestimenta, el alquiler de la casa, ni tampoco le proporciona a uno un buen empleo para poder ganarse la vida, no es tan importante como el dinero y la formación profesional, y por lo tanto, es algo secundario e innecesario. Ese argumento es muy cierto, pero la conclusión que se deduce del argumento es absolutamente equivocada.

Sabemos muy bien que el mundo está lleno de falsas creencias, y la idea de que el amar verdaderamente de corazón no es tan importante como el dinero, el prestigio, el poder y la gloria, es lamentablemente una más del montón. Ésta convicción errónea no es solamente la excusa más común que se escucha para no amar lo que se siente intensamente en el corazón, y sino que también es la más ignorada causa de descontento e infelicidad humana.

Por ser precísamente el amor puro, un sentimiento tan natural en el ser humano, es considerado por muchos banal y sin importancia.

A veces me pregunto con cierto asombro: ¿Será posible que por su manifiesta simplicidad y abundancia, algo tan esencial  y necesario para una vida plena y llena de sentido como es el amar a alguien y ser amado, sea menospreciado con tanta ligereza?

Para ilustrar ese estado de inconsciencia en relación a la necesidad profunda de  amar que tenemos los seres humanos, se me ocurre comparar al amor con el aire que respiramos y con el tiempo que transcurre silenciosamente todos los días. He aquí dos factores vitales, imprescindibles e insustituibles para nosotros, y a los que tampoco se les brinda la importancia que merecen.

De esa falta de conciencia de los hombres, ya se lamentaba hace miles de años el profeta Ezequiel cuando escribió: “…tienen ojos para ver, y no ven, tienen oídos para oir, y no oyen; porque son casa rebelde”.

El amor puro es el bien eterno más excelente, más sentido y más notorio que los seres humanos, como privilegio divino, podemos llegar a disfrutar si así lo deseamos.  
Esa es una realidad, que primero tenemos que reconocerla como tal, para después ser capaces de creer que es así, y entonces después actuar en consecuencia.

Si existe una manera práctica de aprender a percibir y sentir conscientemente nuestra propia alma, es por medio de dos grandes experiencias en la vida: amando y sufriendo profundamente.

Una de las citas sobre la dimensión del tiempo más sencilla e instructiva que leído, es la de William Shakespeare, que dice:
«El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que temen, muy largo para los que sufren, muy corto para los que gozan; pero para quienes aman, el tiempo es eternidad»

Estoy convencido de que el objetivo más universal y trascendental en la vida y el que más sentido le da a nuestra existencia es: amar profundamente y ser amado.
Dios creador y autor del amor nos amó desde siempre, y sólo por nuestro propio bien y beneficio, exigió que nos amaramos unos a otros. Asi será de importante para los seres humanos el amor, que cuando uno de los escribas de la ley judaica interpeló a Jesucristo, él le dijo:

“Al ver que Jesús les había contestado bien, uno de los maestros de la ley, que los había oído discutir, se acercó a él y le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

Jesús le contestó:
El primer mandamiento de todos es: “Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” Pero hay un segundo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Ningún mandamiento es más importante que éstos.” Marcos 12, 28-31

Desde el inicio de la humanidad, todo ser humano que ha existido, ha amado y ha sido amado en algún perídodo de su vida, y por naturaleza, cada persona es capaz de amar con absoluta libertad e independientemente de sus condiciones de vida, lo cual es un claro testimonio de la universalidad de la Misericordia y Justicia de Dios para con los hombres y mujeres de todos los tiempos.

Sin embargo, la senda del amor verdadero no es fácil, puesto que al igual que nuestra propia existencia, está llena de luchas, dificultades y sacrificios. Por esa razón, el tenerle temor al amor verdadero y apasionado es temer a la vida misma, es abstenerse voluntariamente de vivir una vida vigorosa y plena de sentido.

Amar es fundamentalmente dar de sí y no recibir. El dar genera más felicidad que el recibir, ya que el simple acto de dar constituye en sí una expresión de nuestro vigor natural y del sentido de nuestra existencia.
Erich Fromm en su libro “El arte de amar” afirma: el amor es una acción, la practica de un poder humano, es una actividad, no un afecto pasivo; es un “estar continuado”, no un “súbito arranque”.
Para Fromm el amor es un arte y no algo con lo que uno tropieza en su vida. Y como arte, es necesario entonces aprenderlo. El primer paso es tomar conciencia de su importancia en la vida, para así lograr despertar nuestra conciencia amorosa y el constante deseo de amar, y el segundo, es ponerlo en práctica.

Así como nuestro cuerpo de carne y huesos necesita alimentarse para nutrirse, nuestro espíritu necesita amar para fortalecerse.

LA UNIÓN POR AMOR DE UNA PAREJA PARA TODA LA VIDA, SOLO PUEDE SER OBRA DE DIOS.

Aunque muchos no lo crean, existen acontecimientos sobrenaturales inexplicables que la ciencia moderna no ha podido descifrar ni la causas que los originan, ni mucho menos predecir el instante de su manifestación y de su desvanecimiento.
El acontecimiento sobrenatural más conocido por la gente en el mundo entero es: el enamoramiento.

Todos los que se han enamorado hablan de su enamoramiento, especialmente cuando este se manifiesta por primera vez. El acontecimiento es comentado, por lo general, con inmenso alborozo y efusivo júbilo, y nadie en absoluto, en medio de su excitación amorosa, se detiene un sólo segundo para pensar y preguntarse sobre el causante de la prodigiosa chispa, que ha encendido ese milagroso fuego del amor verdadero e incontenible, ya que el nuevo enamorado está que no cabe en sí mismo y además, se siente como si estuviera en el séptimo cielo en esos momentos.
De nuestro enamoramiento nos damos cuenta, apenas cuando ya ha sucedido y está en pleno desarrollo. El mero instante en que acontece, es absolutamente imperceptible.

Sobre el amor se ha dicho y escrito muchísimo, sin embargo, son muy pocos los autores que han reconocido que el verdadero origen y la fuente del amor entre parejas es un misterio, puesto que no se sabe por qué el amor aparece y desaparece de repente, y además, por ser algo completamente inesperado. El amor humano es un misterio porque es una facultad del alma, y por lo tanto, es espiritual. Pero como la ciencia no quiere reconocer la existencia del alma ni de Dios, los científicos intentan explicar el origen del amor con unas teorías neuroquímicas cada vez más absurdas, que lindan ya con el ridículo.

Yo por mi parte estoy convencido de que el origen y la fuente del amor es Dios, no solamente porque así lo afirman las Sagradas Escrituras, sino también por mi propia experiencia y porque es una realidad espiritual tan evidente y misteriosa en la vida, que resulta una necedad negarlo.

El enamoramiento es la manifestación espiritual por excelencia en la vida, y es igualmente la más notoria que pueda sentir un ser humano, sobre todo por su condición de ser enigmática y hasta mágica. Tal como sucede con todo lo que es de la dimensión espiritual que forma parte de nuestro cuerpo, cada individuo lo percibe a su manera y por medio de las usuales vivencias, sentimientos, pensamientos, imaginaciónes, ideas, pasiones y emociones que se viven o se padecen en esos bellos instantes.

Asi como sucede en el fenómeno espiritual llamado la ofuscación del entendimiento, en que nuestra mente se enturbia o se nubla, y por consiguiente, no somos capaces de percibir todo lo que esta presente en la realidad. En el caso del enamoramiento sucede todo lo contrario, nuestra mente se aclara o se ilumina, y entonces de repente, percibimos nuevos detalles y aspectos en la persona amada, de los cuales anteriormente no nos habíamos percatado. La persona amada tiene ahora algo que nos atrae mucho, posee un brillo que emite y centellea como lo hace un faro desde la costa a los barcos que navegan de noche en el mar oscuro, de ese mismo modo, la amada con su brillo resplandeciente señala y orienta al enamorado, quien a partir de ese momento sólo tiene ojos para mirarla a élla.

A continuación, se despierta en el enamorado su conciencia amorosa, la cual le susurra suavemente, que esa persona tan atrayente es muy digna de ser amada. Así sucede entonces, como por arte de magia, que todo aquello que forma parte de la persona amada como su aspecto físico, su personalidad, sus gestos y hasta sus defectos, le gustan al enamorado.

En la experiencia del enamoramiento, lo que hace tan maravilloso al amor verdadero, es que el enamorado logra más adelante considerar a su amada como parte integrante de su propio ser, culminándose así la milagrosa obra de que ya no son dos seres opuestos y ajenos, sino que se han fusionado espiritualmente en un sólo ser.

Así como Dios lo prometió y está escrito en el siguiente versículo del Génesis: « Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y serán una sola carne. » Génesis 2, 24

Aquellas parejas que después de haber vivido el enamoramiento y que hayan sido fundidas en un solo ser, por la divina llama ardiente del amor verdadero e incondicional, deberían de estar concientes de que han sido grandemente bendecidas por Dios, quien al derramar su amor sobre ellos, los ha hecho protagonistas de un milagro de amor.

¿Por qué es tan importante saberse amado por Dios y tener nuestra esperanza puesta en Jesucristo, aunque sabemos que nuestras madres, hermanos, esposos, hijos e amigos también nos aman?

El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 1 Juan 4, 8-9

En primer lugar, porque poseemos un alma inmortal que vivirá para siempre la vida eterna y abundante en el Reino de los Cielos, después de la muerte inevitable de nuestro cuerpo.
Y en segundo lugar, porque el amor humano que recibimos de nuestros queridos familiares, esposos, hijos o amigos; y el que nosotros les retribuimos a ellos es un amor que por más fuerte y profundo que sea, está limitado tanto en su pureza e intensidad como en su duración, puesto que en cualquier momento podemos morir.

Por eso, el amor humano se podría comparar con la llama de una vela, y por lo tanto, en sentido figurado son nuestros seres queridos, las velas que nos alumbran en esta vida terrenal al brindarnos luz y calidez espiritual por medio de su amor. Mientras que el amor de Dios, por ser puro, eterno y de gran intensidad, lo podríamos comparar con el sol.

Los que se han alumbrado de noche con una vela saben, que la llama es pequeña, de poca intensidad, que es sumamente frágil porque con un pequeño soplo de aire se puede apagar; que no dura mucho tiempo porque la cera se va consumiendo, y que al final, la pequeña llama se extingue para no encenderse más.

Y cuando un ventarrón repentino del destino durante nuestra vida apague la llama de algunas de las velas que nos alumbran, o bien cuando venga el vendaval de la muerte y apague nuestra propia llama, qué maravilloso refugio y consuelo es entonces saber, que contamos para siempre con la llama del amor inmenso de Dios, el cual nos sostiene y nos ilumina el alma durante las adversidades de la vida en este mundo, y nos seguirá iluminando en la vida eterna junto con nuestro Señor Jesucristo y las demás almas vivientes en el Reino de los cielos.

El gran amor de Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo están ahora y estarán siempre presentes con todos nosotros, como el aire que respiramos y que nos da la vida, pero que no podemos ver ni tocar, y que sin embargo, está siempre allí.

Si todavía no tienes la certeza de saberte amado por Dios, acerca tu alma a Jesucristo por medio de la oración y de la lectura de la Biblia; y ruégale, que le dé más vigor a tu fe y te conceda la perseverancia necesaria, para interiorizar su divino amor espiritual en tu corazón.

Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. 1. Corintios 13, 13

La ciencia moderna rechaza a Dios y en esto comete errores más graves, que la iglesia en el pasado.

Negaron a Jehová, y dijeron: “Él no es, y no vendrá mal sobre nosotros, ni veremos espada ni hambre.” Jeremías 5, 12

El método científico que es utilizado, para averiguar el origen de cualquier fenómeno o interrogante en el ámbito del comportamiento humano y de las relaciones personales, rechaza totalmente las realidades espirituales que existen en nuestros cuerpos y en la sociedad en que vivimos. Esa exclusión de la dimensión espiritual de nuestras vidas, ha sido un gravísimo error de la ciencia porque los científicos no toman en cuenta el alma, que es la esencia de los seres humanos, en sus investigaciones e informaciones que le dan a la sociedad.

La ciencia cuando no es capaz de aclarar los fenómenos de naturaleza espiritual, los llamados “misterios de la ciencia”, lo que acostumbra hacer es, oscurecer e impedir la compresión del hecho espiritual, alterando y confundiendo la realidad de las cosas, para que no se conozca la verdad.
Hace unos 250 años, la ciencia y sus defensores académicos, criticaron mucho a la iglesia católica por su oposición a reconocer y aceptar algunos descubrimientos científicos de la época, conocida como el período de la ilustración. De ese conflicto de intereses y opiniones entre la religión y la ciencia sobre un tema, surgió el término “oscurantismo”, usado para describir la actitud de las autoridades eclesiásticas, de dedicarse a oscurecer o privar al pueblo creyente cristiano del nuevo conocimiento científico.

La ciencia moderna con todo su avance científico y con los innumerables aparatos tecnológicos que ha desarrollado, no han podido esclarecer el origen ni mucho menos explicar el funcionamiento de la conciencia humana.
Si se le preguntara al mejor psiquiatra del mundo: ¿Cómo funciona la conciencia o cómo se origina el remordimiento de conciencia? Si el médico es sincero, tendrá que decir que no sabe, porque la conciencia es de naturaleza espiritual y forma parte del alma humana.
Por esa única razón, la ciencia ignora a la conciencia e incluso no le da importancia, y ni siquiera la mencionan en sus publicaciones! Esa actitud indiferente de la ciencia parece increíble, pero es cierta.

El amor verdadero es también espiritual y de origen divino, pues el amor es una de las más excelentes virtudes o facultades que Dios le concedió exclusivamente a los seres humanos, en el tiempo de la Creación.
En el caso particular del amor, la ciencia al verse imposibilitada de explicar el verdadero origen espiritual del amor, decidió hacer la trampa y el engaño de afirmar que el amor es como el sexo, es decir, un proceso biológico controlado por hormonas. Eso es una gran mentira, puesto que en el amor materno y el amor entre los miembros de la familia o entre amigos, no interviene para nada el deseo sexual.

De esa manera, la ciencia ha degradado el amor espiritual universal entre los seres humanos a un instinto natural del cuerpo, como es el sexo; lo cual es absolutamente falso, y además los ha igualado de manera perversa al afirmar, que hacer el amor y hacer el sexo es lo mismo.

Por todo lo dicho, los creyentes cristianos deberíamos de tener cuidado al leer y escuchar explicaciones de los profesionales y académicos sobre los temas referidos a nuestra vida sentimental y nuestra vida social en general, pues muchas de sus opiniones son equivocadas.
En vista de que la ciencia y los medios de comunicación, han creado una alianza de intereses con el fin de difundir informaciones que les generan ganancias y beneficios mercantiles, es muy conveniente que los cristianos no nos dejemos confundir ni manipular por tantas informaciones falsas que recibimos a diario.

Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. 2. Pedro 2, 1

La gran importancia que Dios le da a los hijos y a la función maternal de la mujer

« El que reciba a un niño como este en mi nombre, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió. » Marcos 9, 37

La mujer en su condición de madre recibe muchos dones y beneficios de parte de Dios. La maternidad la convierte en la persona transmisora de vida, al dar a luz a sus hijos, y después de ese milagro de la naturaleza, les transmite y da a los hijos: su amor, alimento, atención, cuidado, consuelo, protección, amparo, asistencia, consejos, sabiduría, confianza, seguridad, enseñanza y muchos buenos valores más.
Todo éste caudal de bienes que la madre le da a sus hijos, son necesidades básicas de los niños, que requieren ser satisfechas para lograr su sano desarrollo intelectual, corporal y espiritual.

Jesús en el Evangelio de Marcos, describe un privilegio más que tienen las madres cuando reciben al nacer a cada uno de sus hijos en nombre de Jesús: el honor de recibirlo también a Él en sus corazones. ¡Cuán grande es esa bendición de Dios!
La dependencia del niño pequeño de su madre es total, y en consecuencia, la necesidad que tiene el niño de estar siempre junto a ella o en su cercanía, también es total.
Es evidente que Dios ha creado a la mujer con la función maternal en su cuerpo, para la reproducción de la especie humana y ha dispuesto para ella la crianza de los hijos.

En contraste con todo esto que he mencionado hasta ahora, deseo referirme a continuación a los cambios de conceptos y de prioridades que se han estado dando en la mujer moderna:
En la actualidad, las jóvenes madres casadas consideran más importante ir a trabajar como empleadas para ganar un dinero adicional, que quedarse en casa con sus hijos para atenderlos como ellos se merecen. Uno se pregunta en estos casos: ¿Quién necesita más de la madre, los hijos o la empresa donde trabaja?
¿Qué es más importante y necesario para el bebé, la atención y el cariño de su madre o la ropita infantil costosa que está de moda?
¿Vale la pena sacrificar por un dinero adicional, las bellas vivencias de amor y satisfacción que tiene la madre con su pequeño hijo, y terminar la jornada de trabajo con sentimientos de culpa por ser mala madre?

Muchas mujeres emancipadas afirman públicamente, que ellas son las dueñas de su cuerpo y que tienen el derecho de hacer lo que les provoque con su propio cuerpo. Pregunto: ¿Cuál es el propósito principal de los senos, dar de mamar leche materna a sus hijos o hacerlos más grandes y atractivos con silicón para los hombres?
Otras mujeres que asumen estar « liberadas del dominio de los hombres», proclaman que ellas no quieren ser reducidas « a ser sólo un simple útero reproductor para tener hijos », sino que ellas más bien desean hacer carreras profesionales en las empresas y alcanzar altos cargos de gerencia y de responsabilidad. Pregunto:
¿Y los hijos que tanto las necesitan y extrañan, dónde y con quién están?
¿No es mayor la responsabilidad que tienen como madres y no es muchísimo más importante la crianza de sus hijos, para que puedan arreglárselas bien cuando sean adultos?

Estos son apenas dos ejemplos de las creencias absurdas que los medios de comunicación han estado imponiendo sobre el nuevo estilo de vida de la mujer moderna y emancipada.
Cuando los seres humanos en el transcurso de la historia de la humanidad, se han atrevido a desafiar y a luchar contra la naturaleza, siempre han sido ellos los primeros en salir malogrados y derrotados en esa lucha. Y cuando han cometido la locura de desafiar y oponerse a la voluntad de Dios, han terminado mucho peor.
Hoy en día en nuestra sociedad se está repitiendo ese grave error una vez más y está sucediendo frente a nuestros ojos.

Querida madre, te ruego que reflexiones y recuerdes que Dios sabe mucho mejor que tú, sobre lo que más te conviene a tí y a tu familia para el tiempo presente y para el futuro. Aférrate a Dios y a su Palabra, pídele que te guíe en todas las decisiones importantes que involucren a tus seres queridos. Escucha a tu propia conciencia y no a lo que dice y hace la gente debido a las nuevas modas en la sociedad.

(La esposa) está revestida de fortaleza y dignidad, y afronta confiada el porvenir. Abre su boca con sabiduría y hay en sus labios una enseñanza fiel. Vigila la marcha de su casa y no come el pan ociosamente. Sus hijos se levantan y la felicitan, y también su marido la elogia. Proverbios 25-28

El amor duradero en una pareja surge, cuando sus almas se unen en un sólo ser.

Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha. 1. Corintios 13, 2-3

Esta reflexión está dedicada especialmente a mis queridas y admiradas mujeres, que están buscando una relación de pareja para toda una vida y que desean recibir algunos consejos, que les puedan servir de orientación en este asunto, que antes era algo simple y natural de la vida, pero que hoy en día se ha convertido en una tarea muy compleja y confusa, porque la publicidad y los medios de comunicación les ha llenado sus mentes con un montón de nuevos conceptos torcidos y mensajes comerciales sobre ese tema, mientras que el componente más importante para una lograr relación duradera, que son las almas de la pareja y sus vidas interiores espirituales, ha sido excluido e ignorado totalmente.

Debido a que en nuestra sociedad de consumo, TODO gira alrededor del dinero, el amor y la relación amorosa, por ser una necesidad espiritual muy importante, ha sido aprovechada comercialmente por la industria y muchos otros negocios, y de esa manera el bello amor espiritual ha sido por desgracia reducido y degradado a una simple mercancía.
Es por eso, que las empresas dirigen todos sus esfuerzos y actividades a embellecer a la mujer y hacer más atractivo su cuerpo exclusivamente, por medio de la venta de innumerables productos y servicios: cosméticos, vestidos, zapatos, cremas para arrugas y manchas de la piel, cirugía estética de senos y glúteos, novelas románticas, películas eróticas, pornografía, etc, etc ; con el único propósito de ganar dinero.

¿Y cómo no van a estar confundidas las mujeres?, si se les ha hecho creer: que tener relaciones sexuales es « hacer el amor », que si usan tal perfume o tal sombra para los ojos, van a seducir y a hechizar a los hombres, que si se operan los senos, los hombres las van incluso a perseguir, y cuentos y más cuentos.
El cuidado de la belleza y del aspecto en una mujer para verse más atractiva es indudablemente muy importante, pero no es lo ÚNICO, porque el atractivo sólamente sirve para eso, para atraer la atención de los hombres y despertar su interés. Lo que cuenta de verdad es lo que viene después, es decir, que la relación de amor cuaje y dure lo más posible!

Todos los seres humanos nacemos con nuestro propio atractivo natural que se manifiesta a los demás en nuestra forma particular de ser, en nuestra personalidad única, la cual muestra lo que somos y lo que nos distingue de las otras personas.
Nuestro carácter y nuestra manera de ser son determinados por el alma, puesto que surgen directamente de ella. Eso se puede observar ya en los niños recien nacidos y en los infantes, quienes tienen un atractivo natural muy poderoso y es como una energía que trasmiten a los demás. Esa energía o vivacidad la genera su alma pura, llena de amor y ternura.
Ese atractivo espiritual natural lo he llamado brillo de amor y cada ser humano adulto lo sigue llevando en su alma de niño, porque todos fuimos niños una vez. Es importante pues recordar, que ese brillo de amor permanece en la persona.

Uno no se debería de enamorar de un cuerpo atractivo, por la sencilla razón, de que el cuerpo envejece rápidamente y se va deteriorando, en cambio el alma humana no envejece ni se deteriora, porque es inmortal.

Recuerden que el cuerpo humano por sus instintos naturales, busca satisfacer únicamente sus necesidades biológicas: beber, comer y tener sexo. Mientras que el alma humana posee tres grandes necesidades ESPIRITUALES: amar y ser amado, la fe en Dios y la esperanza de vida eterna.

Mi consejo de todo corazón para tí: busca a alquien que ame más a tu alma que a tu cuerpo.

Concluyo con una frase de San Agustín de Hipona, la cual transmite uno de los mensajes más sabios y verdaderos que he leído en mi vida:

« LA BELLEZA CRECE EN TÍ EN LA MISMA PROPORCIÓN EN QUE CRECE TU AMOR, PUESTO QUE EL AMOR MISMO ES LA BELLEZA DEL ALMA »

El amor auténtico es el camino hacia la excelencia personal de cada individuo.

Aspiren pues, a los mejores dones; mas aun yo les muestro el camino más excelente. 1. Corintios 12, 31

En el capítulo 12 de su primera Carta a los Corintios, Pablo trata el tema de los dones espirituales. En primer lugar, se refiere esas facultades excepcionales otorgadas por la Gracia de Dios a muy pocas personas como el don de profecía, el don de hacer curaciones milagrosas y el don de la sabiduría.
En segundo lugar, habla sobre los dones espirituales individuales con los que nacemos cada uno de nosotros, como son por ejemplo las diversas vocaciones o aptitudes: músico, constructor, compositor, modista, maestro, escritor, administrador, médico, comadrona, comerciante, etc.

El Apostol nos enseña en esta Epístola, que todas las facultades y capacidades que poseemos son en realidad dones espirituales distribuídos por Dios a cada uno en particular según su voluntad, para provecho común de todos en una comunidad. Y también nos hace saber que toda esta diversidad de dones son obra del Espíritu de Dios.

Estos dones y talentos que hemos recibido de parte de Dios, tan pronto como los descubrimos y los ponemos en práctica, nos hacen sentir muy orgullosos y satisfechos de nosotros mismos por todo lo que somos capaces de hacer. Y después de alcanzar el reconocimiento y la admiración de los demás por nuestras actividades, podemos llegar a creer entonces, que con esos dones hemos logrado ya a la cúspide de nuestro desarrollo como personas. Según Pablo, eso no es todavía la excelencia personal.

San Pablo además nos recomienda, que busquemos el amor en nuestras vidas, que sea el amor lo que interiormente nos impulse a utilizar los dones recibidos; y nos asegura por experiencia propia, que el amor es el camino más excelente para desempeñar nuestras capacidades al servicio de nuestros seres queridos y de la comunidad.

Fíjense por favor a continuación, cómo expresa Pablo la excelencia y la riqueza del amor en su bello poema sobre el amor auténtico del capítulo 13 de esa Carta:

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese el don de profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal; no se goza en la injusticia, mas se goza en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1 Corintios 13, 1-7

El amor es la única corona universal de excelencia que está al alcance de todos los seres humanos, y que es capaz de enriquecerles su vida espiritual, independientemente del talento, la capacidad, el ingreso económico, la educación, la posición en la sociedad, el oficio, etc. que tengan.

Jesús es amor, y por eso se puede decir, que el amor es también el pan de la vida espiritual humana.

El rencor le hace daño sólo al que lo siente, y así se castiga a sí mismo.

No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el pecho de los necios.
Eclesiastés 7, 9

El odio provoca discusiones, el amor cubre todas las faltas. Proverbios 10, 12

Los sentimientos, pasiones y emociones que sentimos, siempre ejercen efectos directos sobre el cuerpo, que pueden afectar la salud de modo positivo o negativo. El rencor, el resentimiento y el odio se encuentran entre los más perjudiciales, especialmente para el estado anímico y emocional de la persona.
Y lo que la mayoría de la gente aún no sabe sobre el rencor y el odio, consiste en que los que más sufren y más daño se hacen, son las personas que guardan rencor en su corazón y no los individuos a quienes va dirigido el desprecio.

Imaginémos el rencor como si fuera un puñal muy cortante de doble filo, pero la persona que se enoja o se cabrea, en vez de agarrar el puñal por la empañadura o mango, lo tiene necesariamente que agarrar por la hoja bien afilada, y de esta manera, el rencoroso creyendo poder herir al otro con su rencor, se hiere y se hace daño a sí mismo.

Siempre he pensado que Dios ha creado los sentimientos de rencor y de odio deliberadamente así de contraproducentes, para motivarnos más bien a amar, a perdonar y a tolerar al prójimo. En consecuencia, sentir rencor y odio es pura pérdida y mortificación. Es por eso que deberíamos huír del sentimiento de odio, tal como huiríamos de una serpiente venenosa, si se aparece de repente en nuestro camino.

Dios Padre sabe mucho mejor que nosotros, lo que más nos conviene en la vida.
Es por esa razón, que el persistente consejo de Jesús para tí y para mí siempre ha sido: amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo.
Pero nosotros como sabiondos e inteligentes que nos creemos, y además creyendo que sabemos mejor que Dios lo que nos beneficia más, preferimos entonces sentir más frecuentemente rencor y enojo en nuestro pecho, que sentir amor y cariño.

Por un lado, las características y efectos perjudiciales del rencor sobre nuestra salud, y por el otro, la insistencia en el Evangelio sobre la gran importancia del amor verdadero para la existencia humana, representan una demostración práctica adicional de la verdad divina contenida en la Biblia y de la enorme utilidad de la Palabra de Dios para la vida espiritual de los creyentes cristianos, siempre y cuando obedezcamos sus consejos.

Los niños pequeños igualmente nos demuestran a diario, tanto con su manera de ser y la gran capacidad de amar que poseen, así como con la de perdonar y olvidar los malos tratos que a veces reciben, que ellos sí son capaces de vivir una vida feliz a pesar de todo, porque NO guardan rencor ni odian como sí lo hacemos los adultos habitualmente.

De las exhortaciones de la Biblia mencionadas, y en particular, de nuestras experiencias negativas sentidas en carne propia, podemos sacar como conclusión lo siguiente: Sentir rencor y odio no solamente nos hacen daño, sino que sobre todo nos hacen infelices.

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