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“En tu mano están mis tiempos.” Salmo 31:15

SERMÓN DE CHARLES H. SPURGEON (1834-1892) PREDICADOR BAPTISTA  DE ORIGEN INGLÉS

David estaba triste: su vida se había consumido en la aflicción, y sus años en el gemir. Su angustia había agotado sus fuerzas, y aun sus huesos se habían consumido en su interior. Crueles enemigos lo perseguían con maliciosa astucia, hasta el punto de buscar su vida. En tales momentos él utilizaba el mejor recurso que hay para el dolor: pues afirma en el versículo 14: “Mas yo en ti confío, oh Jehová.” No tenía otro refugio sino el que había encontrado en su fe en el Señor su Dios.
Si los enemigos lo denigraban, él no devolvía injuria por injuria; si tramaban quitarle su vida, no enfrentaba a la violencia con violencia; sino que, sosegadamente, confiaba en el Señor. Sus enemigos corrían de un lado al otro, usando todo tipo de redes y trampas para convertir al hombre de Dios en su víctima; pero él enfrentó todas sus maquinaciones con la sola defensa simple de la confianza en Dios.
Muchos son los dardos de fuego del maligno, pero nuestro escudo es uno. El escudo de la fe no sólo apaga los dardos de fuego, sino que quiebra las flechas de acero. Aunque las jabalinas del enemigo fueran sumergidas en el veneno del infierno, nuestro único escudo de fe nos guardaría incólumes, desviándolas de nosotros. Así David tenía el recurso de la fe en la hora del peligro. Noten bien que él expresó un glorioso derecho, el mayor derecho que un hombre haya argumentado jamás: “Digo: Tú eres mi Dios.”
Quien pueda decir: “este reino es mío,” reclama un derecho a ser rey; quien pueda decir: “este monte de plata es mío,” reclama un derecho a las riquezas; pero quien pueda decir al Señor: “Tú eres mi Dios,” ha dicho más de lo que todos los monarcas y los millonarios pudieran alcanzar.
Si este Dios es tu Dios por Su don de Sí mismo a ti, ¿qué más podrías tener? Si Jehová ha sido hecho tuyo mediante un acto de la fe apropiadora, ¿qué más podría concebirse? No tienes al mundo, pero tienes al Hacedor del mundo, y eso es mucho más. No hay forma de medir la grandeza del tesoro de aquel que tiene a Dios como su todo en todo.

Habiendo tomado así el mejor recurso al confiar en Jehová, y habiendo pronunciado el mayor argumento al decir: “Tú eres mi Dios,” el Salmista se detiene ahora en una antigua doctrina grandiosa, una de las doctrinas más maravillosas jamás reveladas a los hombres.
Canta: “En tu mano están mis tiempos.” Esto es para él un hecho sumamente alentador: no tenía temor de sus circunstancias, pues todas las cosas están en la mano divina. No estaba acorralado por la mano del enemigo, pues su pie estaba en una habitación espaciosa, pues se encontraba en un espacio lo suficientemente grande para el océano, viendo que el Señor lo había colocado en el hueco de Su mano. Estar enteramente a la disposición de Dios es vida y libertad para nosotros.

La gran verdad es esta: todo lo que concierne al creyente está en las manos del Dios Todopoderoso. “Mis tiempos,” estos cambian y mutan; pero sólo cambian de acuerdo con el amor inmutable, y se mudan sólo de acuerdo al propósito de Uno en el que no hay mudanza, ni sombra de variación. “Mis tiempos,” es decir, mis altibajos, mi salud y mi enfermedad, mi pobreza y mi riqueza; todas estas cosas están en la mano del Señor, que arregla y asigna, de conformidad a Su santa voluntad, la prolongación de mis días, y la oscuridad de mis noches. Las tormentas y las calmas hacen variar las estaciones según el señalamiento divino. Si los tiempos son alentadores o tristes, a Él corresponde decidirlo, que es Señor tanto del tiempo como de la eternidad; y nos alegra que así sea.

Asentimos con el enunciado: “En tu mano están mis tiempos,” en cuanto a sus resultados. Cualquier cosa que resulte en nuestra vida, está en la mano de nuestro Padre celestial. Él guarda la vid de la vida, y protege también los racimos que serán producidos en ella. Si la vida fuera como un campo, el campo está bajo la mano del grandioso Labrador, y la cosecha de ese campo depende de Él.

Los resultados finales de Su obra de gracia en nosotros, y de Su educación de nosotros en esta vida, están en la mejor mano. No estamos en nuestras propias manos, ni en manos de maestros terrenales, sino que estamos bajo la diestra operación de las manos que no hacen nada en vano. El término de la vida no es decidido por el filoso cuchillo de las parcas, sino por la mano del amor. No moriremos antes del tiempo que nos corresponda, ni seremos olvidados ni dejados en el escenario por demasiado tiempo.

No solamente estamos nosotros mismos en la mano del Señor, sino todo lo que nos rodea. Nuestros tiempos forman un tipo de atmósfera de la existencia; y todo esto está bajo un orden divino. Moramos en el hueco de la palma de la mano de Dios. Estamos absolutamente a Su disposición, y todas nuestras circunstancias son ordenadas por Él en todos sus detalles. Nos consuela que así sea. ¿Cómo llegaron a estar los tiempos del Salmista en la mano de Dios? Debo responder, primero, que estaban allí en el orden de la naturaleza, de conformidad al eterno propósito y decreto de Dios.

Todas las cosas son ordenadas por Dios, y son establecidas por Él, de conformidad a Su sabia y santa predestinación. Cualquier cosa que ocurra aquí, no ocurre por azar, sino de acuerdo al consejo del Altísimo. Los actos y las acciones de los hombres aquí abajo, aunque son dejados enteramente a sus propias voluntades, son la contraparte de lo que está escrito en el propósito del cielo.

Los actos visibles de la Providencia aquí abajo, concuerdan exactamente con lo que está escrito en el libro secreto, que ningún ojo de hombre o de ángel escudriñó todavía. Este propósito eterno controló nuestro nacimiento. “En tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.”(Salmo 139, 16)
En Su libro cada pisada de cada criatura es registrada antes de que la criatura sea formada. Dios ha delineado la senda a seguir por cada persona que atraviesa las llanuras de la vida. Algunos podrían dudar de esto; pero todos están de acuerdo en que Dios ve con anticipación todas las cosas; y ¿cómo podrían ser vistas anticipadamente con certeza a menos que ocurran con certeza? No es un consuelo insignificante para un hombre de Dios que sienta que, por ordenamiento divino y sagrada predestinación, sus tiempos están en la mano de Dios.

Pero los tiempos de David estaban en la mano de Dios en otro sentido; es decir, que por fe los había confiado todos a Dios. Observen cuidadosamente el quinto versículo: “En tu mano encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad.” Nosotros usamos en vida las palabras que el Señor usó tan pacientemente en la muerte: ponemos nuestros espíritus en la mano de Dios. Si nuestras vidas no fuesen determinadas por el cielo, desearíamos que lo fuesen. Si no hubiere una Providencia gobernante, imploraríamos una. Quisiéramos fusionar nuestras propias voluntades a la voluntad del grandioso Dios, y clamar: “Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres.”

Sería una perspectiva espantosa para nosotros que algún punto de la historia de nuestra vida fuese dejado al azar, o a las frivolidades de nuestra propia imaginación; pero con jubilosa esperanza nos apoyamos en la eterna presciencia y en la sabiduría infalible de Dios, y clamamos: “El nos elegirá nuestras heredades.” Le rogaríamos que tomara en Su mano nuestros tiempos, aun si no estuvieran.

 Además, amados hermanos, nuestros tiempos están en las manos del Señor, porque somos uno con Cristo Jesús. “Somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.” Todo lo que concierne a Cristo toca el corazón del grandioso Padre. Él tiene en mayor estima a Jesús que a todo el resto del mundo. De aquí se sigue que cuando nos volvemos uno con Jesús, nos convertimos en objetos conspicuos del cuidado del Padre. Nos toma en la mano por amor de Su amado Hijo. Quien ama a la Cabeza ama a todos los miembros del cuerpo místico.

No podemos concebir que el amado Redentor esté jamás fuera de la mente del Padre; tampoco puede quedar alguno de nosotros—los que estamos en Cristo—fuera del cuidado activo y amoroso del Padre: nuestros tiempos están siempre en Su mano. Todos Sus eternos propósitos obran para la glorificación del Hijo, y con la misma certeza obran conjuntamente para el bien de aquellos que están en Su Hijo. Los propósitos que conciernen a nuestro Señor y nos conciernen a nosotros están de tal manera entrelazados, que no pueden separarse nunca.

Que nuestros tiempos estén en la mano de Dios ha de significar, no solamente que están a la disposición de Dios, sino que están ordenados por la más eminente sabiduría. La mano de Dios nunca yerra; y si nuestros tiempos están en Su mano, esos tiempos están ordenados rectamente.

No necesitamos enredar nuestros cerebros para entender las dispensaciones de la Providencia: un curso más fácil y más sabio está abierto para nosotros; es decir, creer que la mano del Señor obra todas las cosas para lo mejor.
¡Quédate tranquilo, oh hijo, a los pies de tu grandioso Padre, y deja que haga lo que le parezca bien! Cuando no puedas comprenderlo, debes recordar que un bebé no puede entender la sabiduría de su progenitor. Tu Padre comprende todas las cosas, aunque tú no puedas: que Su sabiduría te baste. Podemos dejarlo todo allí sin ansiedades, puesto que está en la mano de Dios; y está donde será realizado hasta una conclusión exitosa. Las cosas que están en Su mano prosperan. “En tu mano están mis tiempos,” es una garantía que nadie puede perturbarlos, o pervertirlos o envenenarlos. En esa mano descansamos tan seguramente como descansa un bebé sobre el pecho de su madre.

 ¿Dónde podrían estar tan bien asegurados nuestros intereses como en la mano eterna? ¡Qué bendición es ver, por el ojo de la fe, que todas las cosas que les conciernen están asidas por la mano de Dios! ¡Qué paz fluye dentro del alma, en cuanto a todo asunto que pudiera causar ansiedad, cuando vemos todas nuestras esperanzas construidas sobre un cimiento tan estable, y preservadas por un poder tan supremo! “¡En tu mano están mis tiempos!”

Antes de adentrarme en el tema, para mostrar la dulzura de esta confianza, ruego a cada cristiano aquí presente que lea el texto, y lo tome en el modo singular, y no como lo acabamos de cantar:

En tu mano están nuestros tiempos,
Cualesquiera que ellos sean,
Agradables o dolorosos, oscuros o brillantes,
Como mejor te parezca que sean
.”

Encontramos la forma singular en el salmo: “En tu mano están mis tiempos.” Esto no excluye que el cuerpo entero de los santos goce juntamente de esta seguridad; pero, después de todo, la verdad es más dulce cuando cada persona prueba por sí misma su sabor.
Vamos, que cada individuo se aplique esta doctrina del supremo ordenamiento de Dios, y crea que es verdadera en cuanto a su propio caso, “En tu mano están mis tiempos.” Las alas del querubín me cubren. El Señor Jesús me amó, y se entregó por mí, y mis tiempos están en esas manos que fueron clavadas a la cruz para mi redención. ¿Cuál será el efecto de tal fe, si es clara, personal y duradera? Este será nuestro tema en este momento. ¡Que el Espíritu Santo nos ayude!

1. Una clara convicción de que nuestros tiempos están en la mano de Dios FORMARÁ EN NOSOTROS UN SENTIDO DE LA CERCANÍA DE DIOS. Si la mano de Dios está puesta sobre todos nuestros alrededores, Dios mismo está cerca de nosotros. Nuestros padres puritanos caminaban más fácilmente con Dios porque ellos creían que Dios ordenaba todo en sus asuntos diarios y en su vida doméstica; y le vieron en la historia de la nación, y en todos los eventos que acontecían.

La tendencia de esta época es alejarse más y más de Dios. Difícilmente los hombres toleran ahora a un Creador, y afirman que todo proviene de la evolución. Poner a Dios un paso más atrás es la ambición de la moderna filosofía; en cambio, si fuésemos sabios, deberíamos esforzarnos por eliminar todos los obstáculos, y dejar libre un canal de comunicación para acercarnos más a Dios y para que Dios se acerque más a nosotros. Cuando vemos que en Su mano están todos nuestros caminos, sentimos que Dios es real y está cerca. “En tu mano están mis tiempos.” Entonces nada es dejado al azar. Los eventos no les acontecen a los hombres por causa de una suerte que no tiene en sí orden ni propósito. “La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella.”(Proverbios 16, 33)
La suerte es una idea pagana que ha sido derribada por la enseñanza de la Palabra, así como el arca derribó a Dagón, y lo despedazó.
Bienaventurado es el varón que ha terminado con el azar, que no habla nunca de la suerte, sino que cree que, desde la menor hasta la mayor, todas las cosas son ordenadas por el Señor. No nos atrevemos a dejar fuera al evento más insignificante. Un insecto que se arrastra sobre el capullo de una rosa es tan verdaderamente ordenado por el decreto de la Providencia, como el progreso de una plaga a través de una nación.

Crean esto; pues si lo mínimo es omitido por el gobierno supremo, de igual manera podría ser lo siguiente, hasta que no quedara nada en la mano divina. No hay lugar para el azar, puesto que Dios llena todas las cosas. “En tu mano están mis tiempos” es una seguridad que también pone un fin a la torva idea de un destino férreo que fuerza todas cosas. ¿Tienen la idea de que el destino da vueltas como una enorme rueda, aplastando cruelmente todo lo que encuentra en su camino, sin hacer pausas por piedad, sin hacerse a un lado por misericordia? Recuerden que, si comparan a la Providencia con una rueda, debería ser una rueda que está llena de ojos. Cada uno de sus giros es en sabiduría y bondad.

El ojo de Dios no deja nada a ciegas en la providencia, sino que llena todas las cosas con vista. Dios establece todas las cosas de acuerdo a Su propósito; pero luego Él mismo las hace. Allí radica toda la diferencia entre la solitaria maquinaria del destino prefijado, y la presencia de un Espíritu lleno de gracia y amoroso, que gobierna todas las cosas. Las cosas efectivamente ocurren según Él las planea; pero Él mismo está allí para hacer que sucedan, y para moderar, y guiar, y asegurar los resultados.

Nuestro grande gozo no es: “Mis tiempos están en la rueda del destino,” sino “En tu mano están mis tiempos.” Con un Dios vivo y amoroso que gobierna todas las cosas, nos sentimos en casa, descansando cerca del corazón de nuestro Padre. “En tu mano están mis tiempos.” ¿Acaso no revela esto la condescendencia del Señor? Él tiene a todo el cielo para adorarle, y a todos los mundos para gobernarlos; y, sin embargo, “mis tiempos” (los tiempos de una persona tan insignificante e indigna como yo) están en Su mano. Ahora, ¿qué es el hombre para que esto sea así? ¡Maravilla de maravillas, que Dios no solamente piense en mí, sino que mis preocupaciones las convierta en Sus preocupaciones, y tome mis asuntos en Su mano! Él tiene en Su mano a las estrellas, y, sin embargo, nos pone allí. Se digna tomar en Su mano los intereses pasajeros de oscuros hombres y de humildes mujeres.

Amados, Dios está cerca de Su pueblo con todos Sus atributos; Su sabiduría, Su poder, Su fidelidad, Su inmutabilidad; y todos ellos están bajo juramento de obrar para el bien de quienes ponen su confianza en Él. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Sí, Dios considera nuestros tiempos, y piensa en ellos; planea con Su corazón y Su alma hacernos bien. Esa mente augusta, de la que brotan todas las cosas, se inclina a nosotros; y esas alas eternas, que cubren el universo, se ciernen sobre nosotros y sobre nuestra casa, y nuestras diarias necesidades y aflicciones. Nuestro Dios no se sienta como un espectador distraído de nuestros pesares, tolerando que seamos arrastrados como objetos sin dueño por las aguas de las circunstancias, sino que se ocupa activamente y en todo momento de la defensa y perfeccionamiento de Sus hijos. Nos guía para conducirnos al hogar, al lugar donde Su rebaño reposará para siempre.

¡Qué bienaventuranza es esta! Nuestros tiempos, en todas sus necesidades y aspectos, están en la mano de Dios, y por tanto, Dios siempre nos está cuidando. ¡Cuán cerca de nosotros trae a Dios, y cuán cerca de Dios nos lleva a nosotros! ¡Hijo de Dios, no vayas mañana al campo lamentando que Dios no esté allí! Él bendecirá tu salida. No regreses a casa, a tu aposento, clamando: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!” Él bendecirá tu entrada. No te vayas a la cama, soñando que te has quedado huérfano; ni te despiertes en la mañana con un sentido de soledad sobre ti: no estás solo, pues el Padre está contigo. ¿Acaso no sentirás cuán bueno es que Dios se acerque a ti, y te entregue tu pan y tu agua, y bendiga tu cama y tu mesa? ¿No estás feliz de que se te permita acercarte tanto a Dios, como para decir: “En tu mano están mis tiempos”? Hay mucho en este primer punto en cuanto a la cercanía del Señor; y si lo volteas, verás más y más claramente que una convicción de que nuestros tiempos están en la mano de Dios, tiende a crear un santo y feliz sentido de la cercanía de Dios para con nosotros.

2. En segundo lugar, ESTA CONVICCIÓN ES UNA SUSTENTACIÓN ADECUADA EN CONTRA DEL MIEDO DE LOS HOMBRES. Cuando nuestros enemigos nos caen encima muy duramente, podemos decirnos: “no estoy en sus manos. “En Tu mano están mis tiempos.” Aquí hay unos caballeros que nos juzgan y nos condenan con gran rapidez. Dicen: “ha cometido un grave error: es un viejo fanático; él mismo se ha apagado.” Es más fácil decir que hacer eso. La vela brilla todavía. Dicen de ti: “es necio y terco, y en los asuntos religiosos es tan terco como una mula; y lo pasará mal.” No lo has pasado mal todavía de la manera que ellos predicen, y más les vale que no profeticen hasta que lo sepan.

Los piadosos no están en las manos de aquellos que se burlan de ellos. Los perversos pueden crujir los dientes ante los creyentes, pero no podrán destruirlos. En esto radica su consuelo: ellos han confiado su espíritu en la mano de Dios, y Él preservará sagradamente el precioso depósito. No teman a los juicios de los hombres. Apelen a una corte superior. Lleven el caso al Tribunal Supremo de Justicia del Rey. Acudan al propio Dios con su asunto, y Él emitirá Su sentencia como la luz, y su justicia como el mediodía. ¿Acaso los maliciosos han resuelto aplastarte? Usarán su pequeño poder al grado máximo; pero hay un poder superior que los sujetará. Di gozosamente: “En tu mano están mis tiempos.” ¿Acaso te tratan con desprecio? ¿Se burlan de ti? ¿Qué importa eso? Tu honra no proviene de los hombres. Su desprecio es el más alto cumplido que los impíos pueden rendirte. ¡Ay, muchas personas profesantes ponen sus tiempos en las manos del mundo! Si prosperan y se enriquecen, ven una oportunidad de ventaja social, y renuncian a sus amigos más humildes para unirse a un grupo más respetable. ¡Cuántas personas dejan de ser fieles porque sus prósperos tiempos no están en la mano de Dios, sino en la suya propia!

Otros, por otro lado, cuando se encuentran en la adversidad, se alejan del Señor. La excusa es: “no puedo ir más a la casa de Dios, pues mis ropas no son tan respetables como solían ser.” ¿Acaso tu pobreza ha de sacarte de las manos de tu Señor? No dejes que eso suceda nunca; sino más bien di: “En tu mano están mis tiempos.” Aférrate al Señor en las pérdidas lo mismo que en las ganancias, y así deja que todos tus tiempos estén con Él.

¡Cuán a menudo nos encontramos con personas que son tambaleadas por la calumnia! Es imposible detener a las lenguas maliciosas. Hieren, e incluso matan las reputaciones de los piadosos. El atribulado grita: “no puedo soportarlo: voy a renunciar a todo.” ¿Por qué? ¿Por qué ceder ante simples palabras? Incluso estas crueles lenguas están en la mano de Dios. ¿No puedes arrostrar sus ataques? Ellos no podrían expresar un solo susurro más allá de lo que Dios permita.

Prosigue tu camino, oh justo, y deja que las falsas lenguas derramen su veneno a su antojo. “Condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio.” Si mis tiempos están en la mano de Dios, nadie puede dañarme a menos que Dios lo permita. Aunque mi alma esté entre leones, ningún león podrá morderme mientras el ángel de Jehová sea mi guarda. Este sentimiento de que nuestros intereses están a salvo bajo la más elevada guarda, genera un espíritu independiente. Previene que nos rebajemos delante de los grandes, y que adulemos a los fuertes. Al mismo tiempo, elimina toda tendencia a la envidia; así que no deseamos la prosperidad de los que hacen iniquidad, ni nos impacientamos a causa de los malignos. Cuando uno sabe que sus tiempos están en la mano de Dios, no cambiaría su lugar por el de un rey; es más, ni siquiera por el de un ángel.

3. Una plena creencia en el enunciado de nuestro texto es UNA CURA PARA LA AFLICCIÓN PRESENTE. ¡Oh Señor, si mis tiempos están en tu mano, yo he puesto mi cuidado sobre Ti, y confío y no tengo miedo! ¿Por qué, hermana mía, te afliges por un asunto que está en la mano de Dios? (Este hábito de afligirse abunda en la agraciada hermandad de mujeres.) Si Él ha tomado a Su cargo lo tuyo, ¿qué motivo tienes para estar ansiosa?

Y tú, hermano mío, ¿por qué quieres interferir en los asuntos del Señor? (Pues hay muchos hombres que están nerviosos e inquietos) Si el caso está en Su mano, ¿qué necesidad hay para que estés entremetiéndote y clamando? Estabas preocupándote esta mañana, y angustiándote la noche anterior, y ahora estás acongojado, y estarás peor mañana por la mañana.

¿Puedo hacerte una pregunta? ¿Obtuviste algún bien alguna vez por angustiarte? Cuando no había suficiente lluvia para tu finca, ¿conseguiste que cayera un aguacero por medio de tus preocupaciones? Cuando había demasiada agua, o así lo creías, ¿disipaste las nubes con tu aflicción? Dime, ¿produjiste alguna vez una moneda de plata por preocuparte? Es un negocio que no es rentable.

Acaso me preguntes: “entonces, ¿qué hemos de hacer en tiempos problemáticos?” Vamos, acude a Él en cuya mano has confiado tu persona y tus tiempos. Consulta con la infinita sabiduría por medio de la oración; consuélate con el amor infinito mediante la comunión con Dios. Dile al Señor lo que sientes, y lo que temes. Es mejor diez minutos de oración que un año de murmuración. Aquel que espera en el Señor y pone su carga en Él, puede llevar una vida de reyes: en verdad, será mucho más feliz que un rey.

Dejar nuestros tiempos con Dios es vivir tan libre de preocupaciones como los pájaros en las ramas. Si nos angustiamos, no glorificaríamos a Dios; y no induciríamos a otros a ver lo que la verdadera religión hace por nosotros en la hora de tribulación. La angustia y la preocupación reducen nuestro poder de actuar sabiamente; pero si podemos confiar plenamente en Dios porque todo está realmente en Su mano, estaremos tranquilos, y nuestra acción será resuelta; y por esa precisa razón será sabia con mayor probabilidad. El que deposita su carga sobre el Señor será fuerte para hacer o para sufrir lo requerido; y sus días serán como los días del cielo en la tierra.

Yo admiro la serenidad de Abraham. No parece estar nunca aturdido, sino que se mueve grandiosamente como un príncipe entre los hombres. Es mucho más que el igual de los hombres más grandes con los que se relaciona: con dificultad vemos a Lot bajo el microscopio una vez que hemos visto a Abraham. ¿Por qué era así Abraham? Porque creía en Dios y no se tambaleaba. La mitad del gozo de la vida radica en la expectación. Nuestros hijos experimentan un mayor placer cuando esperan un día feriado que cuando llega el propio día. Sucede lo mismo con nosotros. Si creemos que todos nuestros tiempos están en la mano de Dios, esperaremos grandes cosas de nuestro Padre celestial. Si nos encontramos en una dificultad, diremos: “voy a ver ahora las maravillas de Dios, y voy a comprobar otra vez cuán ciertamente libra a los que confían en Él.”

Yo doy gracias a Dios porque he aprendido en algunos momentos a gloriarme en las necesidades, como si abrieran una ventana al cielo para mí, desde la cual el Señor derramará abundantemente Sus provisiones. Ha sido para mí un deleite tan indecible ver cómo el Señor ha provisto mis necesidades para el Orfanato, para el Colegio, y para otras obras, que casi he llegado a desear estar en apuros, para poder ver cómo el Señor responde por mí.

Recuerdo, hace algún tiempo—cuando año tras año todo el dinero llegaba para las diversas actividades—que comencé a echar de menos aquellos grandiosos días idos cuando el Señor permitió que se secara el arroyo de Querit, y detuvo a los cuervos con su pan y carne, pero luego encontró alguna otra forma de suplir las necesidades de los huérfanos.

En aquellos días, el Señor solía venir a mí, por decirlo así, caminando sobre las cumbres de los montes, hollando de pico en pico, y supliendo mediante obras maravillosas todo lo que me faltaba conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. ¿Saben?, casi quisiera que el Señor detuviera los arroyos y luego me permitiera ver cómo saca agua de la roca.

Hizo eso, no hace mucho tiempo. Los fondos eran muy escasos, y entonces clamé a Dios, y Él me respondió desde Su monte santo. ¡Cuán feliz estaba yo de oír los pasos del siempre presente Señor, respondiendo la oración de Su hijo, y haciéndole saber que sus tiempos estaban aún en la mano de Padre! En verdad es mejor confiar en el Señor que poner la confianza en el hombre. Es un gozo que vale mundos ser conducido al lugar donde nadie sino el Señor puede ayudarte, y luego ver Su mano poderosa sacándote de la red. El gozo radica principalmente en el hecho de que estás seguro que se trata del Señor, y seguro que está cerca de ti. Este bendito entendimiento de la intervención del Señor nos lleva a gloriarnos en la tribulación. ¿Acaso no es eso una cura para la aflicción, una bendita cura para la ansiedad?

4. En cuarto lugar, una firme convicción de esta verdad es UN TIRO DE GRACIA PARA FUTUROS TEMORES. “En tu mano están mis tiempos.” ¿Deseas saber qué te sucederá en un corto tiempo? ¿Quieres atisbar entre las hojas plegadas del futuro? Podrías comprar un periódico barato que te diría la suerte de las naciones de este mismo año. Puedes estar casi seguro que no sucederá nada de lo que es predecido de esa manera; y por tanto, será de poca utilidad para ti. Quédate contento con las profecías de la Escritura, pero no sigas a cada uno de sus intérpretes.

Muchas personas estarían dispuestas a pagar grandes sumas para que se les diera a conocer el futuro. Si fuesen sabias, más desearían que les fuera ocultado. No quieras conocerlo, pues tal conocimiento no respondería a ningún objetivo útil. El futuro tiene el propósito de ser un libro sellado. El presente es todo lo que necesitamos tener delante de nosotros. Haz tu obra del día en su día, y pon el mañana en tu Dios. Si hubiese formas de leer el futuro, sería sabio rehusar usarlas. El conocimiento generaría responsabilidad, despertaría el miedo, y disminuiría el gozo presente; ¿por qué intentar hacerlo? Mata de hambre a la curiosidad ociosa, y dedica tu fuerza a la obediencia creyente. Puedes estar muy seguro de esto: no hay nada en el libro del futuro que deba causar desconfianza en el creyente. Sus tiempos están en la mano de Dios, y esto los asegura.

La propia palabra “tiempos” supone cambio para ti; pero como no hay cambios en cuanto a Dios, todo está bien. Sucederán cosas que no puedes prever; pero tu Dios ha visto anticipadamente todo, y ha provisto para todo. Nada puede ocurrir sin la permisión divina, y Él no permitirá lo que fuera para tu detrimento real y permanente. “Me gustaría saber”—dirá alguno—“si voy a morirme pronto.” No albergues ningún deseo en esa dirección: tu tiempo vendrá cuando deba venir. La mejor manera de vivir por encima de todo miedo a la muerte es morir cada mañana antes de que abandones tu aposento. El apóstol Pablo dice: “Cada día muero.” (1. Corintios 15, 31)
Cuando hubieres adquirido el santo hábito de morir diariamente, te será fácil morir por última vez. Es grandemente sabio estar familiarizado con nuestras últimas horas. Al desvestirte por la noche, practica la solemne escena cuando pondrás a un lado tu túnica de carne. Cuando te vistas por la mañana, anticipa el ser vestido con tu casa que es del cielo en el día de la resurrección.

Tenerle miedo a la muerte es a menudo el colmo de la locura. Un gran profeta corrió una vez muchas millas para escapar de la muerte de manos de una reina despótica. Él era uno de los más intrépidos entre los valientes, y sin embargo, se apresuró a la soledad para escapar de las amenazas de una mujer. Cuando hubo concluido su agotante caminar, se sentó y efectivamente oró: “Quítame la vida.” Era algo muy singular hacer eso: huir para salvar la vida, y luego clamar: “Quítame la vida.” Ese hombre no murió nunca; pues hablamos de Elías, que subió al cielo en un carro de fuego.

Dios no responde a todas las oraciones de Su pueblo, pues Él tiene mejores cosas para ellos de las que piden. No tiembles por lo que tal vez no llegue a ocurrir nunca. Incluso nosotros podríamos no morir nunca; pues está escrito: “No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta.” Algunos de nosotros podríamos estar vivos y permanecer a la venida del Señor. ¿Quién lo sabe? ¡He aquí, viene pronto! De todos modos, la muerte no debe preocuparnos, pues está en Sus manos.

5. Además, una plena convicción de que nuestros tiempos están en Su mano, será UNA RAZÓN PARA UN SERVICIO CONSAGRADO. Si Dios ha tomado en Sus manos mis asuntos, entonces es muy conveniente que yo asuma los asuntos que Él me asigne.

La reina Isabel quería que uno de los comerciantes más destacados de Londres fuera a Holanda para vigilar sus intereses allá. El honesto hombre le dijo a su majestad que obedecería sus órdenes; pero le suplicó que recordara que implicaría la ruina de su propio negocio si se ausentara. A esto la reina replicó: “si te ocupas de mis asuntos, yo me ocuparé de los tuyos.” Con tal promesa real podía separarse voluntariamente de su negocio; pues la reina tiene bajo su poder hacer más por un súbdito de lo él podría hacer por sí mismo.

El Señor, en efecto, le dice al creyente: “yo voy a tomar tus asuntos en mi mano, y voy a vigilar que se hagan.” ¿Acaso no sentirías de inmediato, que se ha convertido en tu gozo, tu deleite, vivir para glorificar a tu Señor lleno de gracia? Ser dejado en libertad para servir al Señor es la más plena libertad. ¡Cuán hermoso es leer en el libro de Isaías, “Y extranjeros apacentarán vuestras ovejas, y los extraños serán vuestros labradores y vuestros viñadores!” Forasteros harán las faenas penosas por ti, y te dejarán en libertad para un servicio más elevado.

Continúen leyendo y vean: “Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová, ministros de nuestro Dios seréis llamados.” La fe nos libera del deterioro del acerbo cuidado, para que podamos entregarnos enteramente al servicio del Señor nuestro Dios. La fe nos impulsa a vivir exentos de angustia, para servir únicamente al Dios bendito. Liberados de la carga de las cosas terrenales por el tierno cuidado de Dios para con nosotros, presentamos nuestros cuerpos en sacrificio vivo al Señor nuestro Dios. Él no nos ha hecho esclavos ni ganapanes, sino sacerdotes y reyes para Dios.

Estoy seguro, queridos amigos, que si esta verdad saturara plenamente nuestras almas: que nuestros tiempos están en la mano de Dios, haría de nuestras vidas algo más grandioso de lo que jamás serían. ¿Crees que la mano de Dios está obrando contigo y para ti? Entonces eres alzado por encima de las mudas bestias arreadas que te rodean; pues el Dios del cielo piensa en ti, y pone Sus manos en tus asuntos. Esta conexión con lo divino da muchos ánimos al hombre, y lo eleva a un esfuerzo sostenido, y a una gran fe.

Sentimos que somos inmortales hasta que nuestra obra esté concluida; sentimos que Dios está con nosotros, y que con seguridad saldremos victoriosos por medio de la sangre de Jesús. No seremos derrotados en la campaña de la vida, pues el Señor de los ejércitos está con nosotros, y hollaremos a nuestros enemigos. Dios nos fortalecerá, pues nuestros tiempos están en Su mano; por tanto, le serviremos de todo nuestro corazón y de toda nuestra alma, estando plenamente convencidos de que “nuestro trabajo en el Señor no es en vano.”

6. Finalmente, si nuestros tiempos están en la mano de Dios, aquí tenemos UN GRAN ARGUMENTO PARA FUTURAS BENDICIONES. Quien cuida nuestros tiempos cuidará nuestra eternidad. Quien nos ha traído hasta este punto, y ha obrado tan agraciadamente para con nosotros, vigilará nuestra seguridad en todo el resto del camino. Yo me maravillo por causa de ustedes, personas mayores, cuando comienzan a dudar. Dirán: “mírate a ti mismo.” Bien, eso hago; y estoy avergonzado de corazón de que alguna vez alguna pajita de desconfianza se hubiera introducido en el ojo de mi fe. Quisiera sacarla a base de llanto, y mantenerla fuera en el futuro.

Aun así, algunos de ustedes son mayores que yo, pues tienen setenta u ochenta años de edad. ¿Por cuánto tiempo más esperas viajar por este desierto? ¿Piensas que cuentas con otros diez años? Dios te ha otorgado Su gracia durante setenta años, y ¿te angustiarás por los últimos diez, que, tal vez, no lleguen nunca? Eso no funciona así. Dios ha librado a algunos de ustedes de tan grandes tribulaciones, que sus pruebas presentes son simples piquetes de pulga.

Sir Francis Drake, después de haber navegado alrededor del mundo, llegó al río Támesis, y cuando pasó por Gravesend se encontró con una tormenta que amenazaba el barco. El valeroso comandante dijo: “¡cómo!, ¿darle la vuelta al mundo con seguridad, para luego ahogarse en una zanja? ¡Nunca!” Nosotros hemos de decir lo mismo. Dios nos ha sostenido en grandes tribulaciones, y no vamos a ser abatidos por pruebas que son comunes a todos los hombres.

Un hombre de energía, si asume completar una obra, la llevará a término; y el Señor nuestro Dios nunca toma a Su cargo algo que no completará. “En tu mano están mis tiempos,” y, por tanto, el fin será glorioso. Señor mío, si mis tiempos estuvieren en mi propia mano, demostrarían ser un fracaso; pero puesto que están en Tu mano, Tú no fallarás, ni tampoco fallaré yo.

La mano de Dios asegura el éxito a todo lo largo del trayecto. En aquel día cuando veamos el tapiz que registra nuestras vidas, veremos allí todas las escenas con un ojo sorprendido; veremos cuánta sabiduría, cuánto amor, cuánta ternura, cuánto cuidado fueron prodigados sobre ellas. Una vez que un asunto está en la mano de Dios, nunca es abandonado ni olvidado, sino que es completado hasta el fin. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

No he sido capaz de predicar sobre este texto como esperaba hacerlo, pues estoy todo dolorido y tengo un gran dolor de cabeza; pero gracias a Dios, no tengo dolor en mi corazón, con tan grandiosa verdad delante de mí. Dulce para mi alma son estas palabras: “En tu mano están mis tiempos.” Adopten esta frase de oro. Guarden esta verdad en su mente. Dejen que se quede sobre su lengua como una oblea hecha con miel. Dejen que se disuelva hasta que toda su naturaleza sea endulzada por ella.

Sí, querida dama anciana, usted que ha salido del hospicio esta mañana para escuchar este sermón, dígase: “En tu mano están mis tiempos.” Sí, tú, querido amigo, que no puedes encontrar una plaza, y has gastado las suelas de tus zapatos en el vano empeño de buscar una: tú también puedes decir: “En tu mano están mis tiempos.” Sí, mi querida hermana, que te consumes de tisis, este puede ser tu cántico: “En tu mano están mis tiempos.” Sí, joven, tú que acabas de comenzar en los negocios, y te has enfrentado a una aplastante pérdida, será para tu beneficio, después de todo; por tanto, di: “En tu mano están mis tiempos.”

Esta pequeña frase, en mi mente, se expande en un himno: produce capullos y florece en un salmo. Pocas son sus palabras, pero poderoso es el sentido, y lleno de descanso. Ahora, recuerden que no es cualquiera el que puede encontrar miel en este panal. ¡Oh, pecadores, ustedes están en las manos de un Dios airado; y esto es terrible! El Dios contra el cual pecan continuamente, y a quien provocan al rehusar Su gracia, tiene absoluto poder sobre ustedes. Tengan cuidado, ustedes que olvidan a Dios, no sea que los destroce.

Ustedes le han provocado, ofendido y agraviado; pero, sin embargo, tienen esperanza, porque Su misericordia es eterna. Aunque han vejado a Su Santo Espíritu, sin embargo, vuélvanse a Él, y Él tendrá misericordia de ustedes, y los perdonará abundantemente. En verdad están en Sus manos, y no pueden escapar de Él. Si escalaran al cielo, o se sumergieran en el infierno, no estarían fuera de Su alcance. Ninguna fuerza que posean podría resistirle, y ni la velocidad podría rebasarle. Sométanse a Dios; y entonces, este grandioso poder de Dios, que ahora les rodea, se convertirá en su consuelo. Al presente debería ser motivo de su terror. Los ojos de Dios están posados sobre ustedes; la mano de Dios está en contra de ustedes; y si no son salvados, un toque de esa mano significaría muerte y destrucción eterna. Esa mano que el creyente besa devotamente, es la mano que bien podrían temer. ¡Oh, que huyeran a Cristo Jesús, y encontraran abrigo de la ira bajo el dosel carmesí de Su preciosa sangre!

La principal fuente de la verdadera felicidad es procurar hacer todo por amor.

Si como creyentes cristianos creemos que el Dios Todopoderoso es el autor y el dueño absoluto de la verdad, debemos entonces reconocer y creer que la Palabra de Dios plasmada en la Biblia es la VERDAD DIVINA, la cual fue escrita por individuos escogidos e inspirados por Dios, con el fin de ser revelada y predicada a la humanidad durante su vida terrenal, para dar a conocer la voluntad de Dios y el plan de salvación eterna para todos aquellos que creen en la obra redentora del Señor Jesucristo..
El señor Jesucristo, como Hijo de Dios, fue quien afirmó por primera vez la suprema importancia del amor espiritual en la vida humana: 

Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22, 37-40

El apóstol Pablo posteriormente, explicó magistralmente la relevancia el amor espiritual para la vida humana en su Carta a los Corintios capítulo 13:

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

El patriarca de la iglesia cristiana Agustín de Hipona, describe el inigualable y maravilloso efecto del amor espiritual en el ser humano, recomendándo hacerlo de la siguiente manera práctica y sencilla:

Ama y haz lo que quieras. Si callas, hazlo por amor; si gritas hazlo por amor; si corriges, corrige por amor; si te abstienes, abstente por amor. Si tienes el amor arraigado en tí, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos.”

Esta recomendación de San Agustin no es en absoluto una “misión imposible” para nosotros, si lo creemos y estamos convencidos de que efectivamente es posible, lo lograremos sin ninguna dificultad.

Si nos detenemos a pensar y analizar el exagerado afán de lucro y de acumular dinero, que ha sido creado artificialmente en la sociedad de consumo por la publicidad y los medios de comunicación, se llega a la sensata e inteligente conclusión, de que es mucho más fàcil y mejor ser un MILLONARIO EN AMOR, que un millonario en dinero.

Si recordamos el éxito económico de la industria del cine de Hollywood en el mundo del espectàculo, se puede afirmar que logró generar ganancias de dinero astronòmicas y en consecuencia, tambien produjo muchos actores y actrices millonarios en muy pocos años. Los actores más exitosos fueron llamados “Estrellas del cine” por los medios de comunicaciòn, a quienes les hacìan mucha publicidad, mostrando cómo vivian en sus lujosas mansiones valoradas en millones de dólares y cómo viajaban volando en sus propios aviones jet, sin embargo, sobre su vida privada se mencionaba muy poco o nada. Ese hermético silencio sobre su vida privada tenía una buena justificación: sus verdaderas vidas privadas no eran tan ejemplares como para darlas a conocer al público. La gran mayoría de esas “Estrellas” en sus vidas privadas terminaron literalmente “estrelladas” y arruinadas, caracterizadas ellas por: vidas conyugales turbulentas de hasta 8 o más divorcios, consumo abusivo del alcohol, adicción a drogas estupefacientes y a juegos de azar, suicidios, ruinas financieras, soledad, etc.

Sobre los reyes, los nobles de la sociedad y los ricos en el mundo, ha existido siempre desde el inicio de la historia, la muy conocida creencia o leyenda de que los poderosos, ricos, opulentos y millonarios, viven mucho más felices y mejor que la gente humilde y ordinaria. En la Palabra de Dios no se encuentra ningún texto o referencia en que se elogie las riquezas materiales, sino todo lo contrario, se censuran, por ser un gran obstáculo para la fe en Cristo y para alcanzar la vida eterna. Así lo afirmó Jesús según el evangelio del apóstol Marcos:

Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Marcos 10, 25

Por lo tanto, esa creencia de que los ricos padecen menos sufrimientos y aflicciones que los demás, es totalmente falsa e imaginaria, debido a que por ser el Señor un Dios amoroso, misericordioso y justo, la aflicción en esta vida terrenal es universal para toda la humanidad sin exepciones, independientemente de su condición económica y social.

En las sociedades de consumo occidentales, la aspiraciòn general de cada individuo ya no es el ganar suficiente dinero, para poder vivir una vida cómoda de clase media alta, sino es la de alcanzar a ser un millonario, o mejor aún, ser un multimillonario.

Está comprobado que los medios de comunicación, especialmente los privados, tienen un impacto significativo en nuestra percepción de la realidad. Pues su objetivo es influir en la opinión pública y, en última instancia, crear en la población nuevos estímulos y deseos que persuadan a los consumidores a comprar aquellos  productos y servicios anunciados en su publicidad, generando asi una realidad virtual e ilusoria a travez de las pantallas de los teléfonos inteligentes, la televisión, los computadores y los cines, que durante tanto tiempo estamos mirando cada día.
Como consumidores que estamos siendo adoctrinados por los medios, debemos estar muy atentos y ser desconfiados y críticos de los anuncios comerciales que nos ofrecen.

El gozo, la dicha y la verdadera felicidad son sentimientos que por lo general se viven y se disfrutan en secreto, en nuestra alma o corazón, generando en el individuo una satisfacción placentera y muy íntima, de la que nadie más puede percibir ni percatarse en absoluto. En conclusión, los momentos de gozo, dicha y felicidad verdadera no son manifestados por el cuerpo, ni siquiera hacia nuestros seres más amados y cercanos, cada persona los siente de manera exclusiva en su vida interior espiritual y secreta.

Es por esa razón, que en todas las expresiones artísticas como el teatro, el canto, el baile, la comedia, la ópera, el cine y sobre todo en las escenas de los avisos publicitarios de los medios, se hace uso de la actuación y la interpretación de papeles o roles fingidos, que son desempeñados por actores y actrices.
¿Cómo es posible entonces, que nos dejemos engañar por una sonrisa fingida o un gesto fingido de satisfacción de una actriz, y aceptemos dicha escena como una manifestación de “verdadera felicidad” en un aviso publicitario?

Nosotros como creyentes cristianos, quienes conocemos la verdad escrita en las Santas Escrituras, debemos de estar muy conscientes de que TODO lo que nos muestran los medios de comunicación en las pantallas, es una ilusión, un engaño virtual que nos invita a soñar y a imaginarnos un futuro irreal, el cual existe solamente en las pantallas, y que como consecuencia negativa, nos aparta del camino de fe y esperanza de vida eterna, enseñado por nuestro Señor Jesucristo.

La realidad común y corriente que se puede constatar en todas partes del mundo y en todas las épocas de la humanidad, y que sin embargo, no quiere ser aceptada por demasiada gente, es la siguiente: Para ser verdaderamente feliz no hace falta mucho dinero.

La supuesta libre voluntad del ser humano es una ilusión

Un reconocido científico alemán llamado Wolf Singer estremeció en el año 2001 a muchos filósofos y psicólogos a nivel mundial con el resultado de sus investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro humano, las cuales confirman una vez más, que es una ilusión la creencia de que los seres humanos actuamos por libre voluntad o libre albedrío. El neurobiólogo Singer afirma que lo que se conoce como voluntad libre en el sentido tradicional y moderno no existe. En realidad, todo querer y obrar es el resultado de una disposición neurobiológica determinada en el cerebro y por eso el ser humano no es capaz de cambiar su comportamiento a través de la razón y la voluntad.

El sistema límbico del cerebro es considerado el epicentro de la expresión emocional y del comportamiento del cuerpo humano, el cual abarca los diferentes instintos naturales que poseemos y que controlan las actividades del cuerpo, como por ejemplo: el miedo, el hambre, el instinto sexual, la necesidad de dormir, el instinto de supervivencia, el asco, los celos, la envidia, etc.
Esa parte anatómica del cerebro humano es conocida entre los neurobiólogos como “el cerebro de lagarto”, porque está también presente en los peces, anfibios, reptiles y algunos animales mamíferos.

Cuando fue escrito el nuevo Testamento, ya se sabía que del cuerpo humano (la carne), es que surgen esas emociones y comportamientos negativos de la gente, que por ser prácticamente incontrolables, generaban finalmente divorcios, riñas, conflictos, pleitos, rivalidades, discusiones, etc.  
El apóstol Pablo escribe en su carta a los Gálatas lo siguiente:

Y manifiestas son las obras de la carne, que son: Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, herejías, Gálatas 5, 19-29

El filósofo francés Félix Le Dantec (1869-1917), en su famosa cita lo dice de manera clara y precisa: «El hombre es una marioneta consciente que tiene la ilusión de la libertad».
El tema de la voluntad humana y la supuesta autonomía total del hombre para tomar decisiones ha sido desde hace muchísimo tiempo muy discutido desde diferentes puntos de vista, sobre todo la cuestión de la llamada libertad plena del hombre, si es una realidad o si es solo una quimera. Como justamente lo está demostrando la ciencia actual.

Que la voluntad es una facultad espiritual ya lo reconocían en la antigüedad primero Platón y después el misticismo cristiano, al declarar la memoria, el entendimiento y la voluntad como potencias espirituales.
Lo queramos creer o no, la voluntad como facultad espiritual del hombre está también sujeta a la influencia de fuerzas espirituales, que no se pueden ver pero que existen y están presentes.
El reformador alemán Martin Luther (1483-1546) lo describió con la famosa frase: «El hombre es como un animal de carga: o es montado por Dios o por el diablo».

En la oración del Padre Nuestro, que Jesucristo nos dió el mandato de rezarlo todos los días, está incluida una frase sobre ese riesgo concreto y real de la influencia directa que tiene el mal, dirigido por satanás sobre los seres humanos:

Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por siempre. Amén. Mateo 6, 13

Otro factor muy importante que surge del cuerpo humano y que posee una gran influencia en el comportamiento humano, es sin duda alguna, el instinto sexual, el cual puede llegar a ser tan poderoso, que las ganas del apetito sexual logran superar y vencer nuestra propia fuerza de voluntad, y así terminamos cometiendo adulterio e incluso violaciones, principalmente en estos tiempos modernos en que la pornografía en internet, se puede mirar libremente y a toda hora en los teléfonos inteligentes, y está al alcance de adultos y niños.

Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis. Gálatas 5, 16-17

Pablo explica en estos versículos la evidente oposición que existe entre nuestro cuerpo y nuestro espíritu, o dicho de una manera más específica, entre nuestros poderosos instintos naturales y nuestra interioridad espiritual. Debemos aceptar que esa lucha interior es y ha sido también una realidad en nuestras vidas, y que por lo tanto, cuando lleguemos a sentir los deseos o tentaciones de la carne, debemos mantenernos firmes y aferrados a lo que nos aconseje nuestra conciencia y a las palabras sabias de Pablo.

En una conversación que tuvo el señor Jesucristo con un grupo de fariseos judíos, les explica el riesgo que tenemos los seres humanos, de terminar siendo esclavos del pecado.

Le respondieron: Simiente de Abraham somos, y jamás fuimos esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo: Todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado. Juan 8, 33-34

Ahora bien, la libertad que Dios sí que nos concede es la de elegir quién va a dirigir nuestras vidas.

Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres; y no os sujetéis de nuevo al yugo de esclavitud. Gálatas 5, 1

Para llegar a ser cristiano creyente no es suficiente estar bautizado, ni pertenecer a una iglesia, ni hacer rituales ni ceremonias exteriores. Es necesario buscar en Dios la gracia y la fortaleza para que puedas deshacerte y sacudirte de todo lo que te impide fijarte en Jesús, y con los ojos de la fe, en la vida eterna que Él nos promete. Es necesario creer en Él, seguir su camino y dejar que dirija nuestras vidas.

Recordemos siempre que mientras vivamos en este mundo, los creyentes cristianos no estamos nunca desamparados en nuestra vida espiritual. El Espíritu Santo de Dios, se encuentra obrando sobre nosotros por orden directa de Cristo Jesús resucitado, para fortalecer nuestra fe y consolarnos.

y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mateo 28, 20

No se puede uno imaginar la calma que siente el alma cuando el Señor Jesucristo toma el timón de nuestra vida y la dirige.

Del muladar (o basurero) al trono

SERMÓN DE CHARLES H. SPURGEON (1834-1892), PREDICADOR BAPTISTA DE ORIGEN INGLÉS

“El levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar,
para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo.”
Salmo 113:7, 8

El alfarero es mucho mayor que la vasija que hizo, y el Señor es infinitamente mayor que todas Sus obras. Él llena todas las cosas, pero todas las cosas no pueden llenarlo a Él. Él contiene a la inmensidad, Él abarca a la eternidad, pero ni la inmensidad ni la eternidad pueden abarcarlo a Él.
“¡Grandioso Dios, cuán infinito eres Tú! ¡Cuán insignificantes gusanos somos nosotros!”

Muy atinadamente le canta el salmista como el Dios “que se humilla a mirar en el cielo.” Esos seres majestuosos, los querubines y serafines, que se desplazan con alas de fuego para cumplir las órdenes del Eterno, no han de ser observados por Él a menos que, en condescendencia hablando a la manera de los hombres—se incline para verlos. Cantamos acerca del cielo, incluso del cielo de los cielos, como propiedad del Señor, y decimos de esos gloriosos lugares que constituyen Su morada peculiar,
y eso es lo que son; y, sin embargo, el cielo de los cielos no puede contenerle, y los espíritus celestiales no son nada comparados con Él.

¡Consideren, entonces, la condescendencia del Señor al visitar a los hijos de los hombres! ¡Cuánta condescendencia hay aquí, hermanos míos! ¡Del trono del Infinito a las viviendas de arcilla del hombre! Seguramente en un momento percibirán que todas las escalas de rango entre nuestra raza de gusanos han de ser menos que nada, e incluso despreciables para Él. Él no frecuenta la compañía de los reyes cuando desciende a la tierra, pues ¿qué es su pompa ridícula para Él? Él no busca para Sí la sociedad imperial, como si fuera algo más acorde con Su dignidad que la asociación con la pobreza, pues ¿qué es el juego de niños de la grandiosidad cortesana para Él? ¡Un rey! ¿Qué es un rey sino un gusano con corona? ¡Un rey! ¿Qué es un rey sino polvo y cenizas colocados encima del restante montón de cenizas y polvo? El Señor, por tanto, tiene en muy poca consideración el honor proveniente del hombre cuyo aliento está en su nariz.

Cuando Su terrible carro desciende rodando de los cielos, hace que los hombres observen Su condescendencia cuando visita a los hombres de baja condición. Él se tendría que rebajar para visitar un palacio, pero no se rebaja más si visita el muladar. Cuando está involucrado en diligencias de misericordia, habiéndose rebajado tanto como para entrar en un salón de sesiones del gabinete, se requiere escasamente un paso más para llegar a la guarida de la pobreza y a la madriguera del vicio. Tengan ánimo, ustedes, que son los más humildes de los hijos de los hombres, pues quien reina en la gloria no desprecia a nadie.
“El levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar.”
Esto ha ocurrido frecuentemente en la providencia. En Sus arreglos, Dios altera singularmente la posición de los hombres. La historia no carece de ejemplos en los que quienes están más arriba han quedado más abajo, y los de abajo han terminado colocados arriba. He aquí, “hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros.” Salomón dijo: “Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra”; y lo mismo se ha visto incluso en estos modernos tiempos, cuando los reyes han huido de sus tronos y los hombres que andaban merodeando sumidos
en pobreza, se han remontado al poder imperial. Dios, en la providencia, se ríe a menudo del linaje y de los ancestros, y mancha el honor y la dignidad de todo aquello de lo que se jacta la naturaleza humana.
El ascenso del cuchitril al palacio es fácil cuando el cielo favorece.

Es aquí donde vemos por encima de todo la soberanía condescendiente de Sus tratos. Él toma lo vil del mundo, y lo que no es, para deshacer lo que es. Selecciona para Sí a los que los hombres habrían repudiado con escarnio. Cubre Su tabernáculo del testimonio con pieles de tejones, elige piedras sin labrar para usarlas como materiales para Su altar, una zarza es el lugar para Su manifestación flameante, y escoge un muchacho pastor para ser el varón conforme a Su corazón. Aquellas personas y cosas que desprecian los hombres, son a menudo de gran estima a los ojos de Dios.

Al considerar el texto esta mañana, hemos de notar los objetos de la selección de Dios. Primero, ¿dónde se encuentran algunos de esos hombres?; en segundo lugar, ¿cómo los toma de su condición degradada?; y en tercer lugar, ¿cómo los alza?. Será la historia de un hijo de Dios: del muladar al trono.
Los novelistas embadurnan nuestras paredes con títulos sensacionales, pero hay uno que podría satisfacerlos en su ambición de deleitar a los mórbidos anhelos de esta época. “Del muladar al trono,” es un tema que debería atraer su atención, y si no lo hiciera, la culpa, en verdad, sería mía, pues en él habrá siempre la bendita novedad del interés; y, sin embargo, damos gracias a Dios porque es una descripción correcta de la experiencia del ascenso de todo el pueblo de Dios. El Señor encuentra a decenas de miles de personas colocadas en el muladar y las transporta a lo alto con los brazos de Su misericordia y las lleva a sentarse entre los príncipes de Su pueblo.

1. VAMOS A COMENZAR ALLÍ DONDE DIOS COMENZÓ CON NOSOTROS. ¿DÓNDE ESTÁN LOS ELEGIDOS DE DIOS CUANDO SE REÚNE CON ELLOS?
La expresión usada en el texto implica, en primer lugar, que muchos de ellos se encuentran en la más baja escala social. La gracia soberana tiene un pueblo en todas partes, en todos los rangos y condiciones de
hombres. Su fuéremos transportados al cielo y si los espíritus celestiales llevaren cualquier indicativo de su rango en la tierra, diríamos al regresar:
“Por aquí y por allá vi un rey; observé unos cuantos príncipes de linaje real, y un puñado de pares del reino; observé un pequeño grupo de personas prudentes y una camarilla de los ricos y famosos; pero ví a un enorme grupo de pobres y de desconocidos, que eran ricos en fe y conocidos para el Señor.”
El Señor no excluye de Su elección a nadie, en razón de su rango o condición. No erramos si decimos:
A la vez que la gracia es dada al príncipe,
El pobre recibe su parte;
Ningún mortal tiene una justa excusa
Para morir en la desesperación.”
Sin embargo, ¡cuán cierto es que muchos de aquellos a quienes Dios ha elegido, son encontrados, no simplemente entre los obreros, sino en los rangos más pobres de los hijos del esfuerzo! Hay algunos cuya faena diaria difícilmente les proporciona el suficiente alimento para mantener el alma en el cuerpo, y sin embargo, se han alimentado opíparamente con el pan del cielo. Muchos están vestidos con ropas del tipo más burdo, parchada y remendada por todas partes, y sin embargo, están tan gloriosamente vestidos a los ojos de Dios y de los santos ángeles, como los santos más resplandecientes: “Pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.”
Algunas de las biografías más conmovedoras de algunos cristianos han sido las vidas de los más humildes, entresacadas de las “Crónicas de los pobres.” ¿Quién no ha encontrado el mayor placer al visitar a quienes están recluidos en cama en las salas de los asilos, esos santos de Dios que deben a la caridad su alimento diario porque la enfermedad los ha privado de los medios de ganar su pan?

Oyente pobre, mientras estás sentado en esa banca esta mañana, podrías sentir como si no fueras lo suficientemente respetable para estar en un lugar de adoración, pero te ruego que no permitas que tu pobreza obstaculice tu recepción del Evangelio, cuya gloria peculiar es ser predicado a los pobres. Puede ser que no tengas absolutamente nada en el mundo, ni una vara de terreno que pudieras llamar propia; podrías haber estado luchando contra la adversidad en una lucha mortal, año tras año, y sin embargo, podrías ser todavía tan pobre como la pobreza misma; no voy a ensalzar ni a vituperar tu pobreza, pues no hay nada necesariamente bueno o moralmente malo en cualquier condición de vida, pero te ruego que no permitas que tus circunstancias te desalienten en el asunto de tu interés espiritual delante de Dios. Ven como un mendigo, si eres un mendigo. Ven en andrajos, si no tienes otra cosa con qué
cubrirte. “Los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.”
La expresión en el texto no se refiere meramente a escalas sociales; no tengo ninguna duda de que tiene un significado más espiritual. El muladar es un lugar donde los hombres arrojan sus cosas sin valor. Cuando has utilizado un artículo y no puedes usarlo ya más, lo tiras a la basura. Le has dado dos o tres usos desde que fue empleado por primera vez para su propósito original, y ahora estorba el paso y no puede guardarse más; no sirve para ser vendido ni siquiera como metal viejo, y por tanto lo tiras en el muladar para ser eliminado con el resto de la basura. ¡Cuán a menudo los propios elegidos de Dios se han sentido como meros desechos y basura, como inútiles que han de ser echados fuera!

Ustedes, queridos amigos, se encuentran en un caso semejante, pues han descubierto su propia y total inutilidad. Mirándose a ustedes mismos a la luz recibida del cielo, su valor imaginario se ha esfumado. Ustedes fueron alguna vez muy importantes en su propia estima, pero ahora perciben que si se perdieran, lejos de afectar al cielo y a la tierra, no tendría una más grave consecuencia para el mundo en su conjunto que el lanzamiento de una fruta podrida en el muladar, o que la caída de una hoja seca de un árbol del bosque en medio de una miríada de hojas. En su propia estimación hay en ustedes una falta de adecuación para cualquier propósito útil; no tienen mayor utilidad que la sal que ha perdido su sabor.
No pueden glorificar a Dios como lo desearían; tampoco lo desean como deberían hacerlo.
Ni puedes orar con el fervor que desearías, ni alabar con la gratitud que desearías sentir.
Al examinar tu vida pasada, te sientes avergonzado de corazón. Te lamentas en un rincón: “¡Señor, qué indigno pedazo de madera he sido en este mundo! ¡Cómo he desaprovechado la vida en la tierra!
¡Qué siervo tan inútil he sido para honrarte!” Has sido útil para tu familia, o para tu país, y pensabas antes que eso bastaba; pero ahora te mides como a la luz de Dios; y en tanto que no has glorificado nunca a tu Hacedor y nos has honrado a tu amable y benevolente Preservador, te sientes tan indigno que, si el Señor te arrojara al muladar y dijera: “¡Échenlo fuera! ¡Es tan indigno como la escoria o el estiércol!,” sólo te estaría tratando como lo mereces.

Mi querido amigo, esta opinión de ti mismo, aunque te acarrea mucha infelicidad, es un signo muy saludable. Cuando nos consideramos poca cosa, Dios tiene un alto concepto de nosotros. “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” ¡Él no te quebrará, oh caña cascada! ¡Él no te apagará, oh pábilo humeante! Pero aunque sólo sirvas para ser arrojado al muladar, Su benevolencia tendrá una tierna misericordia de ti, y te exaltará entre los príncipes de Su pueblo. Bien, amigo despreciado, permíteme recordarte que el Señor se ha fijado con frecuencia en aquellos a quienes el hombre ha despreciado; y aunque tus propios padres pudieran haberse sentido frustrados contigo, y la sociedad pudiera burlarse de ti, y tú mismo pudieras sentir ahora como si el escarnio fuera muy merecido, sin embargo, ten confianza y ten buen ánimo, pues Dios visita muladares cuando no visita palacios, y levantará a los humildes y a los mansos del polvo en el que desfallecen y languidecen.

Pero, ¡oh, el amor de mi Señor! Él ha condescendido a menudo a rescatar del muladar a los abandonados. En el cielo veo a quienes lavaron sus ropas y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, aunque una vez fueron rameras como Rahab, adúlteros como David e idólatras como Manasés. Delante del trono de Dios, entre los pares de Dios, están hoy aquellos que, en sus días de perdición, fueron ladrones, borrachos y blasfemos. Los atrios del cielo son hollados por muchos que una vez fueron los peores
pecadores, pero que ahora son los santos más resplandecientes.
Te ruego, amado, que nunca pienses que el Evangelio de Cristo salvó a grandes ofensores en tiempos pasados, pero que ahora es sólo para los que no han caído y para los justos. Los justos son libremente invitados a Cristo, de quien nunca olvidamos testificar, pero los inmorales son invitados también. El Señor vino a nuestra tierra como un Médico, y no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento; no vino a sanar a quienes gozan de una buena salud, sino a los enfermos.

Oh, amado oyente, si estás tan enfermo por el pecado que toda tu cabeza está enferma y todo tu corazón está desfallecido, y desde la coronilla de tu cabeza hasta la planta de tu pie no hay un lugar sano en ti, sino sólo heridas y raspones y llagas putrefactas, ¡aún así el amor de mi Señor se inclinará hasta ti! Si has agregado lujuria al robo, y has añadido asesinato a la lujuria, y si estás manchado de sangre con una infame iniquidad, empero, el sagrado baño carmesí que fue llenado por el corazón de Jesús, puede limpiar “todo pecado y blasfemia.” Todo aquel que crea en Él es justificado de todas las cosas de las que no podría ser justificado por la ley de Moisés.
Las mentes refinadas pensaron justo ahora que yo estaba usando una expresión muy fea cuando hablé de rescatar a la podredumbre del muladar, pero la expresión es extremadamente limpia cuando se compara con el pecado; pues toda la inmundicia y repugnancia que hayan ofendido jamás al ojo y a la nariz, es dulzura comparada con el pecado. La cosa más sucia y más detestable en todo el universo es el pecado. Es eso lo que mantiene ardiendo el fuego del infierno como la gran necesidad sanitaria de Dios.

2. EN SEGUNDO LUGAR, DESEAMOS DESCRIBIR: ¿CÓMO EL SEÑOR LOS ALZA DEL MULADAR?

Él alza del muladar a los necesitados. Se trata de un peso muerto y nadie sino el brazo eterno podría hacerlo. Es una proeza de la omnipotencia alzar a un pecador desde su natural degradación; todo es hecho por el poder del Espíritu Santo a través de la Palabra saturada de la energía de Dios. La operación es más o menos de este modo. Cuando el Señor comienza a tratar con el pecador necesitado, el primer alzamiento levanta sus deseos. El hombre no está satisfecho de estar donde ha estado y de ser lo que ha sido. No había percibido que el muladar fuera tan inmundo como realmente lo es; y el primer signo de vida espiritual es el horror por su condición perdida, y un ansioso deseo de escapar de esa condición.

Querido oyente, ¿has llegado hasta ese punto? ¿Sientes que todo está mal en relación a ti? ¿Deseas ser salvado de tu presente estado? En tanto que puedas decir: “todo está bien conmigo,” y te jactes de que no eres peor que los demás, no tengo ninguna esperanza contigo. Dios no alza a aquellos que ya están alzados; pero cuando tú comienzas a sentir que tu presente condición es de degradación y ruina y que desearías ardientemente escapar de ella, entonces el Señor ha puesto la palanca debajo de ti, y ha comenzado a alzarte.
El siguiente signo es generalmente que para un individuo así, el pecado pierde toda dulzura. Cuando el Señor comienza a obrar contigo, incluso antes de que encuentres a Cristo para gozo de tu alma, descubrirás que el gozo del pecado ha desaparecido. Un alma revivida que siente el peso del pecado, no puede encontrar placer en él. Aunque el mal del pecado no puede ser percibido claramente y evangélicamente sin fe en Jesús, sin embargo, la conciencia de un pecador que ha despertado, al percibir el carácter terriblemente corruptor de algunos pecados, le obliga a renunciar a ellos. La taberna ya no es visitada; la silla del escarnecedor se queda vacía; las lujurias de la carne son abandonadas: y aunque esto
no alza al pecador del muladar es, sin embargo, un signo de que el Señor ha comenzado Su obra de gracia. Cuando el pecado se vuelve amargo, la misericordia se vuelve dulce. Oh, amigo mío, que el Señor te destete de los dulces venenos del mundo, y te lleve a los verdaderos placeres que están ocultos en Cristo Jesús.

Otro bendito signo de que el hombre está siendo alzado del muladar, es que comienza a sentir que su propia justicia no es de ninguna ayuda para él; cuando, habiendo orado, contempla sus oraciones con arrepentimiento, y habiendo ido a la casa de Dios, no descansa en las formas exteriores.
Es bueno que el hombre sea cortado enteramente de toda confianza en sí mismo. Podría estar todavía en el muladar, pero estoy seguro de que no estará por mucho tiempo, pues cuanto tú y tu conciencia han contendido, Dios y tú mismo comienzan a estar en paz; cuando tú puedes ver a través de esa justicia de telaraña tuya, que una vez pareció ser un hermoso vestido de seda; cuando puedes odiar esa moneda falsa que una vez pareció brillar y sonar como oro legítimo; cuando estás hundido en la zanja y tus propios vestidos te aborrecen, no ha de pasar mucho tiempo antes de que seas salvado con una salvación eterna. Ahora viene el verdadero alzamiento que te sacará del muladar. Ese individuo pobre, culpable, perdido, indigno, oye de Jesucristo que vino al mundo para salvar a los pecadores: esa pobre alma lo mira con una mirada que quiere decir:
“¡Señor, Tú eres mi último recurso! Si Tú no me salvas, pereceré; y Tú has de salvarme completamente, pues yo no puedo ayudarte.»
“Toda mi ayuda descansa en Ti;
Toda mi confianza obtengo de Ti;
Cubre mi cabeza indefensa
Con la sombra de Tu ala.”

3. EL TERCER PUNTO ES: ¿CÓMO LOS LEVANTA?.

En primer lugar, son alzados por una completa justificación. Cada cristiano aquí presente esta mañana, independientemente de lo que hubiere sido su vida pasada, es perfecto en este instante a los ojos de Dios por medio de Jesucristo. La justicia inmaculada de Cristo es imputada a ese pecador creyente en Él, así que, esta mañana, es “acepto en el amado.” Ahora, amado, sopesa esto, dale vueltas, y medita en ello. Pobre, necesitado, pero creyente pecador, tú eres tan acepto delante de Dios en este momento presente por medio de Cristo Jesús, como si nunca hubieses pecado, como si hubieses hecho y llevado a cabo cada obra de Su sumamente justa ley sin la menor falla.

Demos el siguiente paso. Muchos de los hijos de Dios que han sido alzados del muladar, gozan de una plena seguridad de fe. Tienen la certeza de que son salvos; pueden decir conjuntamente con Job: “Yo sé que mi Redentor vive.” En cuanto a que si son hijos de Dios o no, no tienen ninguna duda; el testimonio infalible del Espíritu Santo da testimonio con su espíritu de que son nacidos de Dios. Cristo es el hermano mayor, Dios es su Padre, y ellos respiran el espíritu filial por el cual claman: “¡Abba, Padre!” Ellos conocen su propia seguridad; están convencidos de que “ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Yo le pregunto a cada quien que posea un corazón que entiende, si esto no es sentarse con los príncipes.
Amados, yo no daría un centavo por el trono de un príncipe, pero daría todo lo que poseo aunque me lo pidieran mil veces, si pudiera gozar siempre de la plena seguridad de la fe, pues la plena seguridad de la fe es un gozo mayor que el gozo que jamás podrían producir el palacio de lirios de Susa, o la casa del bosque del Líbano de Salomón. Un sentido de la misericordia divina es mejor que la vida misma: es un cielo joven madurando abajo, para ser plenamente desarrollado arriba. Saber que mi Amado es mío y que yo soy Suyo, y que me amó y se entregó por mí, es mucho mejor que ser heredero legítimo de muchos imperios.

SOLAMENTE POR GRACIA

Resumen de los primeros capítulos del pequeño libro titulado “Solamente por gracia” de Charles H. Spurgeon (1834-1892), predicador baptista de origen inglés.

NUESTRO PROPÓSITO

He oído un cuento. Creo que me vino del norte del país. Cierto ministro de una iglesia visitó a una pobre mujer para llevarle algún socorro; porque sabía que ella era muy pobre. Llamó a su puerta con una moneda en la mano; pero no hubo respuesta. Creyendo que la señora no estaba en casa, se marchó. Poco después la halló en la capilla y le dijo que se había acordado de su necesidad.
“Toqué varias veces en su puerta, y creí que no estaba usted en casa, pues no hubo respuesta.
– ¿A qué hora fue eso?

-Cerca del mediodía.
-¡Ay de mí! Le oí, señor, y siento no haberle abierto la puerta, pues pensaba que era el propietario de la casa que venía a buscar el alquiler.”

¡Cuántas familias pobres conocen el significado de esto! En cuanto a mí, deseo que se me oiga, y por lo tanto digo que no busco alquiler alguno. En verdad, este libro no tiene por objeto pedir, sino dar, declarando que la salvación es solamente por gracia, lo que equivale a decir que es gratuita, es don, es dádiva. Este libro no viene en demanda de nada, sino más bien te trae algo. No vamos a hablar de ley, de deber, de penitencia, sino de amor, de bondad, de perdón, de misericordia, de vida eterna. Por tanto, no finjas estar fuera de casa, no te hagas el desentendido. Nada te pido en nombre de Dios, ni en nombre del prójimo. No es mi intención requerir nada, sino en cambio llevarte un don gratuito que te proporcionará dicha presente y eterna. Abre la puerta para que te enteres de la oferta.

Venid, dice el Señor, y estemos a cuenta” (Isaías 1: 18). El Señor mismo te invita a conferenciar acerca de tu bienaventuranza inmediata y eterna, cosa que no haría, si no deseara tu bienestar. No rechaces al Señor Jesús que llama a tu puerta, pues lo hace con esa mano que fue clavada al madero por los que son como tú. Siendo tu bien su único objetivo, acércate e inclina tu oído. Escucha atentamente permitiendo que su voz penetre hasta el fondo de tu alma. Acaso ha llegado ya la hora para que entres tú en esa vida nueva que es el principio del cielo.”La fe viene por el oír” (Romanos 10: 17)

DIOS JUSTIFICA A LOS INCRÉDULOS

Atención a este breve discurso. Hallarás el texto en la Epístola a los Romanos 4, 5: “pero al que no obra, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”.
Te llamo la atención a las palabras: “Aquel que justifica al impío”. Estas palabras me parecen muy maravillosas. ¿No te sorprende el que haya tal expresión en la sagrada Biblia como esta: Aquel que justifica al impío? He oído que los que odian las doctrinas de la cruz, acusan de injusto a Dios por salvar los impíos y recibir al más vil de los pecadores. Mas he aquí, como la misma Escritura acepta la acusación y lo declara francamente. Por boca del apóstol Pablo, por la inspiración del Espíritu Santo, consta el calificativo de Aquel que justifica al impío. Él justifica a los injustos, perdona a los que merecen castigo y favorece a los que no merecen favor alguno. ¿No has pensado o creído siempre que la salvación era para los buenos, y que la gracia de Dios era para los justos y santos, libres de pecado? Te ha parecido bien sin duda, que si fueras bueno, Dios te recompensaría, y has pensado seguramente que no siendo digno, nunca podrías disfrutar de sus favores. Por tanto te debe sorprender la lectura de un texto como este: Aquel que justifica al impío.

No me extraño de que te sorprendas, pues con toda mi familiaridad con la gracia divina no dejo de maravillarme de este texto. ¿Suena bien sorprendente, verdad, el que fuera posible que un Dios justo, justificara una persona impía? Según la natural lealtad de nuestro corazón, estamos siempre hablando de nuestra propia bondad y nuestros méritos, tenazmente apegados a la idea de que debe haber algo de bueno en nosotros, para merecer que Dios se ocupe de nuestras vidas. Pero Dios que bien conoce nuestros engaños y malicias, sabe que no hay bondad ninguna en nosotros y declara que: no hay justo, ni aun uno (Romanos 3: 10). Él sabe que: todas nuestras justicias son como trapos de inmundicia (Isaías 64: 6); y por lo mismo el Señor Jesús no vino al mundo para buscar bondad y justicia entre los seres humanos, sino para llevar consigo bondad y justicia para entregárselas a las personas que carecen de ellas. No vino porque éramos justos, sino para hacernos justos, justificando al pecador.

Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Esto es cosa sorprendente: cosa maravillosa especialmente para los que disfrutan de ella. Sé que para mí, hasta el día de hoy, ésta es la maravilla más grande que he conocido, a saber: que me justificase a mí. Aparte de su amor inmenso, me siento indigno, corrompido, un conjunto de miseria y pecado. No obstante, sé por certeza plena que por fe soy justificado por los méritos de Cristo, y tratado como si fuera perfectamente justo, hecho heredero de Dios y coheredero de Cristo Jesús, todo a pesar de corresponderme, por naturaleza, el lugar del primero de los pecadores. Yo, del todo indigno, soy tratado como si fuera digno. Se me ama con tanto amor, como si siempre hubiera sido fiel creyente, siendo así que antes era incrédulo. ¿Quién no se maravilla de esto? La gratitud por tal favor se reviste de admiración indecible.

Siendo esto tan admirable, deseo que tomes nota de cuán accesible esto hace el evangelio para ti y para mí. Si Dios justifica al impío, entonces querido amigo, te puede justificar a ti. ¿No es esto precísamente la persona que eres? Si hasta hoy vives incrédulo, te cuadra perfectamente la palabra; pues has vivido sin Dios, siendo lo contrario a fiel creyente o temeroso de Dios; en una palabra, has sido y eres impío. Acaso ni has frecuentado los cultos en el día domingo, has vivido sin respetar el día del Señor, ni su iglesia, ni su Palabra, lo que prueba que has sido impío. Peor todavía, probablemente has procurado poner en tela de juicio la existencia de Dios, y esto hasta tal punto de declarar tus dudas. Habitante de esta tierra tan hermosa, llena de señales de la presencia de Dios, has persistido en cerrar los ojos a las pruebas palpables de su poder y divinidad. Cierto, has vivido como si no existiera Dios. Tal vez has vivido ya muchos años en este estado de incredulidad, de manera que ya estas bien afirmado en tus caminos, y sin embargo, Dios no está en ninguno de ellos. Si te llamaran “impío” te cuadraría este nombre tan bien como si al mar se le llamara agua salada, ¿verdad?

Acaso eres persona de otra categoría, pues has cumplido con todas las ceremonias  y apariencias de la religión. Sin embargo, de corazón nada has hecho, y así en realidad has vivido impío interiormente. Te has codeado con el pueblo de Dios, pero nunca le has encontrado a Él mismo. Has cantado en el coro, pero no has alabado al Señor en secreto con el alma. Has vivido sin amar de corazón a Dios y sin respetar sus mandamientos.

Sea como fuere, tú eres precísamente la persona, a la cual este evangelio se proclama: esta buena nueva que nos asegura que Dios justifica al impío. Maravilloso es y felizmente sirve para tu caso particular. Te cuadra perfectamente. ¿Verdad que sí? ¡Cuánto deseo que lo aceptaras! Si eres una persona sensata, notarás lo maravilloso de la gracia de Dios anticipándose a las necesidades de personas como tú, y dirás dentro de ti: “!Justificar al impío! Pues entonces, ¿ por qué no seré yo justificado, y justificado ahora mismo?”.

Toma nota, por otra parte, del hecho de que esto debe ser así: a saber, que la salvación de Dios debe ser para aquellos que no la merecen ni estén preparados para recibirla. Es natural que conste la afirmación del texto en la Biblia; porque apreciado amigo, sólo necesita ser justificado quien carezca de justicia propia. Si alguno de mis lectores fuese persona absolutamente justa, no necesitaría ser justificada. Pues tú que te sientes que cumples bien todo deber y por poco haces al cielo deudor de ti por tanta bondad, ¿para qué necesitas tú misericordia, ni Salvador alguno? ¿Para qué necesitas tú justificación? Estarás ya cansado de esta lectura, pues no te interesa este asunto.

Si alguno de vosotros se rodea de aires tan farisaicos, escúchame por un momento. Tan cierto como vives, te encaminas hacia la perdición eterna. Vosotros, justos, rodeados de justicia propia, o vivís engañados o sois engañadores; porque dice la sagrada Escritura que no puede mentir, y lo dice claramente: no hay justo, ni aun uno. De todos modos, no tengo evangelio ninguno, ni una palabra para los rodeados de justicia propia. Jesucristo mismo declaraba que no había venido para llamar a los justos, y no voy a hacer yo lo que Él no hacía. Pues si os llamara, no vendríais; y por lo mismo no os llamaré bajo ese punto de vista. Al contrario, os suplico que contempléis esa vuestra justicia propia, hasta descubrir lo falsa que es. Ni siquiera tiene la mitad de la fuerza ni el aguante de una telaraña. ¡Desechadla! ¡Huíd de la misma!

Las únicas personas que necesitan justificación son las que reconocen que no son justas. Sienten esta la necesidad de que se haga algo para que sean justas ante el Tribunal de Dios. Hacer justo al que ya es justo no es obra de Dios. Pero hacer justo al injusto es obra del amor eterno de Dios. Justificar al impío es un milagro digno de Dios. Ciertamente es así.

Atención ahora. Si en alguna parte del mundo un médico descubre remedios eficaces y útiles, ¿a quién ha de servir tal médico? A gente de buena salud? Cierto que no. Colóquesele en un distrito sin enfermos, y se sentirá fuera de su ambiente de trabajo. Allí sobra su presencia. Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Marcos 2: 17), dice el Señor. ¿No es igualmente claro que los grandes remedios de gracia y redención son para las almas enfermas o pecadoras? Si tú, querido amigo, te sientes completamente perdido, eres la mismísima persona comprendida en el plan de salvación por pura gracia.
El pecador que se siente sucio por sus pecados, ese es el tipo de persona que ha venido Jesucristo a blanquear. ¿Cómo se explica la venida del Salvador, su muerte en la cruz y el evangelio del perdón sin admitir de una vez, que el humano es un ser culpable y digno de condenación? El pecador es la razón de ser y de la existencia del Evangelio de Cristo.

Permítaseme, por tanto, insistir en todos aquellos que carecen de una conciencia limpia, no teniendo siquiera un buen sentimiento para recomendarse a Dios, crean firmemente que nuestro misericordioso Dios es tanto capaz como dispuesto a recibirlos, incluso sin nada que les recomiende, para perdonarles espontáneamente, no porque sean ellos buenos, sino porque él es bueno. ¿No hace Dios al sol brillar sobre malos y buenos? ¿No es Él que da los tiempos fructíferos, y a su tiempo envía lluvias del cielo y hace que salga el sol sobre las naciones más pecadoras? Sí, a la misma Sodoma bañaba el sol, y caía el rocío sobre Gomorra. Oh, amigo, la gracia inmensa de Dios sobrepuja mi entendimiento y tu entendimiento, y desearía que lo apreciaras de un modo digno. Tan alto como está el cielo sobre la tierra, están los pensamientos de Dios sobre nuestros pensamientos, es precísamente por esa razón, que nunca lograremos comprender los propósitos de Dios.

DIOS ES EL QUE JUSTIFICA

Si nunca hubiésemos quebrantado las leyes de Dios, no habría necesidad de tal justificación, siendo todos naturalmente justos. Pero estoy seguro que tú, querido lector, así como yo, no te halles en ese estado de inocencia y pureza espiritual. Eres demasiado honrado para pretenderte limpio de todo pecado, y por lo tanto, necesitas ser también justificado.
En Romanos 8: 33 dice: Dios es el que justifica, y esto, sí que va al grano. Este hecho es asombroso, es un hecho que debemos considerar detenidamente. En primer lugar, nadie más que Dios solamente podría haber pensado en justificar a personas culpables. Se trata de personas que han vivido manifiestamente rebeldes obrando mal con ambas manos; de personas que han ido de mal en peor, de personas que han vuelto al mal aun después de haber sido castigadas y forzadas a cesar de cometer el mal por algún tiempo. Han quebrantado la ley y pisoteado el evangelio. Han rechazado las proclamas de misericordia y persistido en la iniquidad. ¿Cómo podrán tales personas alcanzar perdón y justificación? Sus amigos y conocidos defraudados de ellos, dicen: “Son casos sin remedio”. Incluso los cristianos les miran más bien con tristeza que con esperanza. Pero escrito está: Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó (Romanos 8: 30). Así es, como podemos leer, el Señor ha resuelto justificar algunos y ¿por qué no seríamos tú y yo de este lote?
Nadie más que un Dios pensaría jamás en justificarme a . Resultó para mi mismo un milagro. Contemplo a Saulo de Tarso “vociferando amenazas y muerte” contra los siervos de Cristo. Como lobo rapaz espantaba a las ovejas del Señor por todas partes, no obstante, Dios lo detuvo en el camino hacia Damasco y cambió su corazón justificándole del todo, tan plenamente que bien pronto este perseguidor de cristianos, fue convertido en el más grande predicador de la justificación por la fe, que haya vivido sobre la faz de la tierra. Nadie más que Dios podía haber pensado en justificar a un hombre como el perseguidor Saulo. Pero Dios Todopoderoso es glorioso en gracia.

Nadie más que Dios contra quien hemos pecado, puede borrar nuestra falta. Por lo tanto, acudamos directamente a Él en busca de misericordia, y cuidado, que no nos dejemos desviar por los sacerdotes, quienes desean que acudamos a ellos en busca de lo que solamente Cristo puede concedernos, puesto que Jesús es el único Mediador entre Dios y los seres humanos.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2, 8-9

El tema de esta reflexión está dirigido principalmente a los creyentes , quienes como mi persona, fueron criados y educados según las enseñanzas y tradiciones católicas.
En vista de que para el creyente cristiano, la salvación eterna de su alma es la meta principal y más decisiva de nuestra vida de fe, y además, es nuestra esperanza suprema para el momento en que nos toque morir, es de suma importancia conocer bien la doctrina de la Gracia escrita en la Biblia, con el fin de tener claro su concepto original y conocer el verdadero medio, por el cual recibimos ese magnífico don de Dios.
El apostol Pablo en el versículo de arriba de su carta a los Efesios, afirma que es por medio de la fe únicamente, y NO por obras, que Dios nos concede su gracia.

A pesar de que así está escrito en el Nuevo Testamento, el catecismo de la iglesia católica, enseña que los medios de gracia y salvación son: el bautizo, la comunión, las oraciones y las buenas obras.
Al notar esta inexplicable e irreverente contradicción entre el catecismo católico con la Biblia, yo me pregunto:
1. ¿Será posible que la redacción del catecismo católico, la hayan realizado individuos que no conocían el Nuevo Testamento al pie de la letra?

2. ¿ O más bien será que por el absoluto poder político y religioso, así como la inmensa influencia que la iglesia católica mantuvo durante siglos en el mundo, que sus autoridades se atrevieron a adjudicarse, la atribución y el derecho de modificar a su conveniencia las enseñanzas de la Biblia?

En todo caso, son evidentes y conocidas las mútltiples incongruencias entre las enseñanzas bíblicas y el catecismo o dogmas católicos, en la turbulenta, conflictiva  y larga historia de la iglesia católica.

Leemos en las Escrituras que nadie puede venir a Cristo, a menos que antes Dios lo atraiga e inspire a hacerlo, por medio del Espíritu Santo.
En el evangelio de Juan dice:
Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Juan 6, 44

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, no le echo fuera. Juan 6, 37

Siendo nosotros los seres humanos por naturaleza vanidosos, orgullosos, desobedientes y rebeldes, no elegiremos ni podemos elegir a Dios por iniciativa propia espontánea. Por lo tanto, está claro que quienes vienen a Cristo son atraídos de antemano por Él.

Una persona no puede ser salva contra su voluntad, sino que es una acción voluntaria por la obra del Espíritu Santo, que ha realizado previamente en ella. Una gracia, que como fuerza espiritual poderosa entra en el individuo, lo desarma, hace de él una nueva criatura y es salvado.
Ese proceso espiritual de regeneración, fue exactamente lo que le sucedió a Saulo como fariseo y perseguidor de los cristianos, antes de su conversión en el camino a Damasco, cuando Jesús resucitado se le acercó y le habló personalmente. Y Saulo fue transformado allí en un nuevo hombre totalmente opuesto, nacido de nuevo en el espíritu, quien a partir de esa experiencia, comenzó a llamarse Pablo y se convirtió, en el mejor y mayor apóstol predicador de la fe cristiana en la historia.  

Los ejemplos por excelencia y más impresionantes del llamado de Dios en el Nuevo Testamento, son el del apóstol Pablo y el del malhechor arrepentido en el Calvario, a quienes Dios atrajo por medio de su Gracia irresistible, para ser redimidos y salvados por el Señor Jesucristo.

Jesucristo autor y perfeccionador de nuestra fe, enseñó esa gloriosa verdad, que concuerda hasta el final con la declaración de Pablo: «Por gracia habéis sido salvos». La doctrina de la gracia es el contenido y la esencia del testimonio de Jesús.

La presencia y la obra continua y permanente del Espíritu Santo en este mundo sobre los creyentes cristianos, tampoco fue reconocida y exaltada debidamente por las autoridades de la Iglesia católica, sino que más bien la acción imperceptible del Espíritu Santo fue ignorada, a pesar de ser de vital importancia, según la Biblia.

Muchas veces me he preguntado como cristiano, quien fui criado desde la niñez en mi familia como católico, y que también fui educado en colegios católicos privados, ¿porqué nunca se me enseñó a leer la Biblia regularmente?

Resulta que después de varias décadas, me entero de que la iglesia católica evitó durante muchos siglos, que cientos de millones de feligreses católicos en todo el mundo, tuvieran libre acceso a la Biblia para leerla, debido a que la Biblia católica estaba escrita en latín, lengua muerta esa, que únicamente los sacerdotes, monjes y monjas tenían el privilegio de aprender. Apenas a partir del año 1964 fue que la iglesia permitió la publicación de Biblias traducidas al idioma español, y que fueron puestas a la venta en Latino América.

Los cristianos protestantes sí tuvieron la oportunidad de leer la Biblia desde mucho antes, pues desde los tiempos de la Reforma protestante, Martín Lutero se dedicó a traducir el Nuevo Testamento del idioma griego al idioma alemán en el año 1522.
En 1525, esta traducción al alemán ya habían tenido 22 ediciones, y se estima que para ese año, ya uno de cada tres alemanes capaces de leer, poseía una Biblia de Lutero.

Mi entrañable y sincera recomendación para los cristianos católicos es la siguiente:
Dedicarse a leer regularmente la Palabra de Dios, tanto el viejo como el nuevo Testamento, y aferrarse a ella, porque es la verdad divina que Dios le dejó a la humanidad, para su propia instrucción e edificación espiritual.

La Biblia es la fuente pura, original y verdadera de las enseñanzas de Dios, y sobre todo, es el alimento espiritual para el alma humana, tal como lo anunció el Señor Jesucristo. (Yo soy el Pan de la vida)
Si hoy en día tenemos el privilegio de adquirir una Biblia, o dicho de forma metafórica, de beber directamente el agua pura y cristalina del manantial, porqué entonces, conformarse con beber el agua turbia y contaminada del río.

Porque mi pueblo es necio, no me conoce; hijos ignorantes son, no son entendidos. Jeremías 4, 22

La definición de la palabra “necio” según el diccionario de la real academia española es la siguiente: ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. Esta definición la menciono por adelantado en mi introducción al tema de esta reflexión, porque de esta palabra existen otros significados o sinónimos, que son los más frecuentemente usados por la gente en la actualidad, como por ejemplo: tonto, terco, bufón, etc.
Hace poco leí la frase “Lo verdadero es el todo” de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, un filósofo alemán del siglo XIX, en el prefacio de su obra “Fenomenología del espíritu”. El señor Hegel tratando de explicar el razonamiemto que lo condujo a concluir con dicha frase, agregó: «Todos vivimos en el mundo, por lo que nunca podremos mirar el mundo desde fuera y entenderlo como un todo«.

Esa frase de Hegel significa que, solamente se puede comprender el mundo, si se ve y se toma en cuenta todo el conjunto de diversos procesos de un sistema, que interactúan en sus relaciones y dependencias. Hegel comprendió que la unilateralidad no es solo es el mayor enemigo del pensamiento humano, sino también de nuestras acciones. Quien sólo ve una parte, ve la mitad del conjunto y, por tanto, piensa parcialmente, toma decisiones unilaterales, actúa parcialmente y en consecuencia, se equivoca. De esta limitación humana en nuestra capacidad de pensar, se originó la famosa cita de “Errar es humano” del antiguo filósofo romano Séneca, la cual es una verdad indiscutible.  
Resumiendo, por ser la realidad de la vida humana sumamente compleja desde el punto de vista de los conocimientos, la ciencia ha tratado de simplificarla, creando infinidad de disciplinas o materias de estudio, que han sido ordenadas y dispuestas a su vez, en numerosas profesiones y oficios, que todos conocemos.

Tomemos por ejemplo la Medicina, la ciencia que estudia el cuerpo del ser humano.
El cuerpo humano es un conjunto de órganos y procesos tan complejo, que tuvieron que crear diferentes especialidades médicas para estudiarlo y comprenderlo, precísamente debido a esa limitación natural de la mente humana, que es la unilateralidad del pensamiento.
A esta limitación innata en la mente que todos poseemos, se le ha añadido una limitación adicional absurda al sentido de la vista, que consiste en la siguiente conclusión materialista de mucha gente: si algo no se ve, no existe y no es real; la cual trae como tristes consecuencias: la incredulidad en Dios y en las realidades espirituales.

Los creyentes cristianos, debemos sentirnos felices y estar muy agradecidos por haber recibido de Dios su Gracia y su misericordia; y particularmente por haber despertado en nuestra alma, el deseo y la necesidad de acudir a Él y al Señor Jescucristo, para alimentar nuestra vida espiritual con su amor eterno, su consuelo, su paz, sus promesas y sus enseñazas contenidas en la Biblia.

Nosotros como creyentes cristianos, tenemos en Dios el bien supremo que un ser humano puede aspirar en esta vida terrenal.
Para San Agustín, el bien es un concepto fundamental que se relaciona directamente con Dios. Según su teología, Dios es el bien supremo y todo lo que existe en el mundo creado es bueno en la medida en que se acerca a la perfección divina.
En este sentido, San Agustín distingue entre dos tipos de bien: el bien verdadero, que se identifica con Dios, y el bien aparente, que es todo aquello que parece bueno pero que en realidad no lo es. El bien verdadero es el que le da sentido, esperanza y consuelo a esta vida dura y penosa, que tenemos que soportar en el mundo, y es la meta última de todo cristiano esperanzado: la vida eterna en el Reino de los Cielos.

Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el SEÑOR su Dios.
Salmo 146, 5

Y seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
2. Corintios 6, 18

El Dios Todopoderoso como creador del universo y dueño absoluto de la verdad, nos ha concedido a los creyentes, el gran privilegio de leer la verdad en su Sagrada Escritura contenida en la Biblia. Aprovechemos ese privilegio de conocer de manera exclusiva “lo Verdadero y el Todo” proveniente de Dios, quien TODO lo sabe y quien nos lo pone a nuestra disposición por amor.
Acerquémonos entonces a la Biblia sin prejuicios de ningún tipo, y leamos con plena confianza la Palabra de Dios, que ha sido revelada por su amor eterno a la humanidad. 

EL FALSO CONCEPTO DEL AMOR QUE DIFUNDEN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

En nuestra era moderna en la que todo gira alrededor del dinero y del consumo desenfrenado de productos, las pasiones humanas que han sido más estimuladas y enaltecidas en la sociedad por los medios de comunicación son: el egoísmo, la ambición, la envidia y el orgullo.

Los medios de comunicación audiovisuales, particularmente el cine y la televisión, han sido utilizados como un poderoso vehículo para crear nuevas necesidades y opiniones en la sociedad por medio de la publicidad, con informaciones deliberadamente manipuladas y a través de videos y películas con imágenes hechas en una forma muy refinada, con el único propósito de aumentar los volúmenes de venta de productos de la industria, es decir, para ganar más dinero.

Desafortunadamente el bello y maravilloso tema del amor y de las relaciones amorosas entre parejas, ha caído también en las garras del lucro corruptor como otros tantos valores espirituales y ha sido degradado a una mercancía, como es el sexo. Lo que se conoce en los medios como amor romántico entre parejas, es un simple lema publicitario de una estrategia comercial de grandes empresas, las cuales solo están interesadas en incrementar sus ganancias.

¿QUÉ ES EL AMOR VERDADERO Y CUALES SON SUS FRUTOS?

El amor espiritual que surge del alma, tal como brota el agua de un manantial, es expresado y manifestado a los demás a través del cuerpo. La manifestación pública de los sentimientos del alma por el cuerpo, se podría comparar con la manifestación sonora del aire cuando es soplado en una flauta. La flauta como instrumento de madera transforma el soplo de aire en sonidos. Así como la flauta, el cuerpo es el instrumento que transforma y manifiesta los sentimientos del alma en actos visibles y en palabras que perciben los demás.
¡Pero mucho cuidado con los gestos aparentemente amorosos!, porque el cuerpo también hace el papel de una máscara y esconde al alma, y además porque el ser humano es el único ser vivo, capaz de fingir y simular fácilmente gestos que no siente de verdad.

No creo que exista en la literatura mundial, una descripción más acertada y más instructiva sobre el amor espiritual y verdadero, que la que hizo San Pablo en su primera carta a los Corintios en la Biblia. En realidad Pablo escribió un poema en honor al amor, que él consideraba como la virtud espiritual humana más excelente. Les recomiendo de corazón que lo lean en su totalidad en 1. Corintios 13, 1-13.
Dicho poema contiene la descripción de las cualidades y atributos más importantes del amor auténtico e incondicional, que Pablo dio a conocer a la humanidad hace miles de años y en la que expone lo que realmente es el amor espiritual verdadero y lo que no es:

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal; no se goza en la injusticia, mas se goza en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1. Corintios 13, 4-7

Si leemos y analizamos con detenimiento estos frutos del amor, notaremos que todas las características mencionadas sin excepción, son actitudes y formas de comportamiento que adopta el amante hacia la persona amada como resultado del estado de enamoramiento. Fíjense, que en esa descripcón no se trata, de los conocidos gestos y expresiones de afecto ocasionales como abrazos, besos, tomarse de las manos, regalos, flores y palabras halagadoras; que siempre hacen las parejas en público. Estas muestras de afecto que vemos son simplemente apariencias, que nosotros como observadores no podemos saber si son sinceras o si son fingidas. Además, esos gestos afectuosos los puede hacer cualquiera sin sentir amor, incluso, existen personas hipócritas que sintiendo odio por alguien, le hacen gestos de cariño. Recuerden el beso traicionero que le dió Judas Iscariote a Jesús antes de su crucifixión.
Mientras que la actitud es una manifestación de la inclinación de la persona, que conduce a un comportamiento particular constante, como por ejemplo: engañar, faltar respeto, ser interesado, ser sincero, ser considerado, ser generoso, ser respetuoso, etc.
Los actos de las personas se refieren a su conducta diaria, a lo que hacen regularmente y a su comportamiento.

Recordemos siempre que el amor verdadero como sentimiento y como vínculo de cariño, se siente interiormente y se goza en secreto. Esas nuevas formas de comportamiento y actitudes que surgen de repente en el enamorado hacia la persona amada, las definió y las agrupó el filósofo español Joaquín Xirau bajo el original concepto de la «conciencia amorosa».
La conciencia amorosa es la nueva facultad de los recién enamorados, que determina y conduce la relación amorosa de la pareja a partir de ese momento.

La descripción de San Pablo de lo que es el amor verdadero, puede servir muy bien como orientación fidedigna y práctica para poder distinguir el amor auténtico del amor fingido. Sobre todo son muy útiles los casos de aquellas actitudes y actos incongruentes o impropios del amor, que allí se mencionan, como por ejemplo: la envidia, el egoísmo, la mentira, la intolerancia, el maltrato y la soberbia.

El amor es el don espiritual más importante y maravilloso con que Dios ha dotado al ser humano, por ser la facultad por excelencia que como energía adhesiva universal permite en toda la humanidad, que hombres, mujeres y niños seamos capaces de convivir en comunidades y de establecer relaciones personales permanentes en armonía. El amor es una virtud espiritual del alma, que nos inspira, nos eleva, nos llena de bellos pensamientos y sentimientos, nos hace capaces de amar y unirnos con potentes lazos invisibles. Como fuerza espiritual que es, el amor nos impulsa a expresarlo exteriormente con ciertos gestos y comportamientos en nuestras relaciones amorosas. 

Por ser el amor una fuerza mayor que está fuera del control de la persona, ha estado rodeado de un indescifrable misterio a lo largo de la historia de la humanidad, permaneciendo así hasta la actualidad, como un fenómeno incomprensible para la razón humana y la ciencia.
El escritor francés François de la Rochefoucauld (1613 -1680) escribió la famosa cita: « El amor verdadero es como los espíritus, todo el mundo habla de él pero nadie lo ha visto. »
Nadie ha visto al amor ni nadie lo podrá ver jamás, porque el amor es invisible como los espíritus.

De nuestras cualidades espirituales, el amor es la más excelente y la más importante para poder vivir una vida plena y feliz. De allí deriva la gran relevancia que posee el amor para todo ser humano, desde su nacimiento hasta su muerte física y más allá.

Muchos se preguntan hoy, pero si el amor espiritual es tan importante en la vida, ¿por qué entonces no se habla y se escribe sobre el amor verdadero todos los días, así como se habla y se escribe sobre otros temas como: la salud, la política, los precios, el sexo, la belleza del cuerpo, la ropa de moda, los viajes de vacaciones, las ofertas en el supermercado, los cosméticos, los medicamentos, etc, etc?
La respuesta es muy sencilla, y sin embargo, no deja de sorprender:
El amor es una facultad espiritual que solo la podemos percibir íntimamente en nuestra interioridad. Debido a que el amor es algo inmaterial, no se puede comprar ni vender, y por no ser comerciable, el amor espiritual es simplemente ignorado por los medios de comunicación y por la sociedad de consumo.

El amor desinteresado e incondicional de la madre hacia sus hijos es el mejor ejemplo del amor verdadero. El amor de madre que supera con creces al amor entre parejas y que es tan esencial para el desarrollo integral de cada ser humano, igualmente es ignorado por los medios, por no ser lucrativo.
Existen importantes y variados tipos de amor, que por cierto son los más comunes y conocidos, como por ejemplo: el amor entre amigos, el amor entre hermanos, el amor entre abuelos y nietos, el amor entre primos, el amor entre compañeros de clases y de trabajo, etc, etc. Pero como cosa curiosa, esos otros tipos de amores a pesar de ser tan necesarios en la vida de cualquier persona, tampoco son mencionados en los medios de comunicación, por no ser rentables.

Sin duda alguna, el amor erótico entre parejas es el tema favorito de los medios porque provoca en el público efectos excitantes y sensuales, los cuales le proporcionan una fuerte actractividad, y además, porque permite ser narrado con un lenguaje seductor en novelas románticas o representado fácilmente en películas con escenas eróticas.

Por supuesto, en el amor entre parejas está también presente el amor verdadero espiritual, pero muy mezclado y asociado con la atracción sexual natural y necesaria. En la fase del enamoramiento de la pareja, es prácticamente imposible poder distinguir uno del otro. Si la relación amorosa cuaja, será entonces cuando los integrantes de la pareja aprenderán mutuamente a conocerse bien y a amarse.

La importancia de la fidelidad en la vida cristiana y el incremento de la mentira en la sociedad moderna

Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza, a saber, Cristo. Efesios 4, 25

Desde la década de los 80 se viene presentando una concentración progresiva de medios de comunicación en grandes conglomerados que tienen un solo dueño. En el año 2019 seis enormes conglomerados de comunicación controlaban el 70 % de los medios a nivel mundial. Los seis grandes conglomerados transnacionales –aunque todos tienen sede en Estados Unidos– son: Time Warner, Disney, News Corp, NBC Universal, Viacom y CBS.
Los seis supergigantes de la comunicación controlan el 70% del negocio en todo el planeta y son propietarios de unos 1.500 periódicos, 1.100 revistas, 2.400 editoriales, 9.000 emisoras de radio y 1.500 cadenas de televisión. “Ellos son los que deciden qué tenemos que ver en la televisión, cuál es la agenda y qué tema es más noticia que el resto”, afirma Jesús González Pazos en su libro Medios de comunicación: ¿al servicio de quién?.

Esta enorme concentración de poder y de control en pocas manos de los medios de comunicación, ha traído como consecuencia aspectos muy negativos como son: la falta de imparcialidad y objetividad del trabajo periodístico en los medios, deterioro de la ética profesional de la comunicación veraz de noticias, proliferación de noticias falsa (Fake News) y manipulación informativa; debido a que los grandes intereses económicos y las metas políticas del conglomerado, han adquirido una mayor relevancia para los dueños, que la información veraz y objetiva de los usuarios.

Otro factor que ha contribuido mucho al aumento de mentiras y manipulaciones informativas en Internet, son las denominadas redes sociales, debido a su popularidad entre la juventud y a su facilidad de poder difundir informaciones falsas, sin ningún tipo de control oficial y ni de censura. Esta condición especial de libertinaje en las redes sociales, es aprovechado intencionalmente por agencias gubernamentales y organizaciones políticas, para financiar y difundir matrices de opinión en la población joven, con el objetivo de manipularlos y persuadirlos a organizar manifestaciones y protestas, con fines políticos en cualquier país del mundo.

El uso de la mentira se ha generalizado tanto en todas las disciplinas y en todos los campos de actividad profesional, que ya se escriben estudios filosóficos sobre la ética de la mentira y hasta para defenderla moralmente.

Las mentiras de unos pocos han socavado la confianza de cientos de miles de ciudadanos en algunas actividades profesionales: como la política, la publicidad, los bancos, el comercio, las empresas farmacéuticas, la ciencia e incluso algunas iglesias.
Tal es el poder destructor de la mentira, que causa sobre la confianza del ser humano en sus semejantes en la sociedad.

Hago esta descripción detallada de la situacion actual de los medios de comunicacion y su influencia negativa, para alertar que nosotros como usuarios de los medios, debemos tener mucha cautela en la selección de los medios de comunicacion para informarnos de forma veraz y objetiva, y no dejarnos engañar ingenuamente.

El dominio y la influencia comprobada que poseen los medios de comunicación sobre nuestros hábitos y comportamiento en la sociedad, es algo muy importante que nosotros como creyentes cristianos, debemos tener siempre presente, con el fin de no permitir que nos persuadan y nos engañen, por medio de informaciones manipuladas o falsas.

El cristianismo enseña a los creyentes a amar a las personas y a usar las cosas, mientras que el capitalismo y los medios de comunicación, enseñan a la sociedad de consumo a amar las cosas y a usar a las personas para su propio beneficio.
Recordemos que los empresarios, los comerciantes y los medios de comunicación hacen su trabajo principalmente por interés en el dinero que ganan y nunca por amor al prójimo.

La Biblia enseña sobre todo a amar a Dios y su Hijo Jesucristo, quienes son los autores y la fuente original de la verdad, en consecuencia, los creyentes cristianos debemos necesariamente amar la verdad, puesto que Jesús es: el camino, la verdad y la vida.

La verdad es la piedra angular y el fundamento de la fe cristiana y de la fidelidad, en nuestra relación personal con Dios y con el prójimo.
La verdad habita en el amor, debido a que es su fuente. Es por eso que el apóstol Pablo afirma que la verdad es uno de los excelsos frutos del amor.
La madre que ama a sus hijos con toda el alma, no les puede decir mentiras. Así como la esposa que ama de verdad a su marido, es incapaz de mentirle.

Podríamos resumir entonces, que el amor a Jesucristo conduce al creyente a la verdad, y por esa razón, el amor verdadero es el mejor antídoto contra la mentira.

La fidelidad es un valor fundamental en la vida cristiana y se refiere a la lealtad y el compromiso del creyente con Dios y con su palabra. La Biblia manda a los cristianos a hablar la verdad en amor y a ser fieles en sus compromisos. En resumen, la Palabra de Dios afirma claramente que la mentira es un pecado y que los creyentes deben ser sinceros, practicar la honestidad y la integridad en todas sus relaciones.

Aquellos cristianos que todavía arrastran la vieja y mala costumbre de decir mentiras, se olvidan totalmente de que llevan siempre consigo a dos testigos presenciales muy importantes, de todo lo que hacen y dicen: a su conciencia y al Espíritu Santo. Por lo tanto, creer que nadie se va a enterar del pecado, es una ilusión. 

Además, el individuo al mentir, se cree que es muy astuto, y por eso no se percata de que en realidad es un necio, pues lo que hace es: sembrar de espinas su propio camino, llenar de penas su vida y engañarse así mismo, y luego, le echa la culpa al destino. ¡Ay, qué triste y contraproducente es el auto-engaño del mentiroso!

El que practica el engaño no morará en mi casa; el que habla mentiras no permanecerá en mi presencia. Salmo 101:7

El Señor aborrece a los de labios mentirosos, pero se complace en los que actúan con lealtad. Proverbios 12:22

Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo porque somos miembros los unos de otros. Efesios 4, 25

Nosotros los creyentes cristianos que formamos parte de una comunidad o congregación de una iglesia, que creemos y adoramos a Dios y tenemos al Señor Jesucristo como nuestro Salvador y Redentor, a quien amamos y glorificamos con nuestra vida espiritual y culto; le debemos plena fidelidad y lealtad a Cristo, siempre.

La verdad es asunto de Dios. Por esto luchamos, los pocos contra los muchos, los débiles contra los poderosos. Ojalá, que queramos demostrar que somos buenos luchadores de Jesucristo.
El Espíritu Santo es nuestra fuerza, para ser y actuar, para sufrir y servir, para crecer y pelear, para enfrentar dificultades y vencer
.” Charles H. Spurgeon

VANIDADES Y VERDADES

SERMÓN DE CHARLES H. SPURGEON (1834-1892), PREDICADOR BAPTISTA DE ORIGEN INGLÉS

no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
2. Corintios 4, 18

EL apóstol Pablo no era de ninguna manera un estoico. No había vencido todos los sentimientos humanos ni se había convertido en un hombre de piedra. Por el contrario, era extremadamente sensible. Se puede ver abundante evidencia, no solo en los Hechos de los Apóstoles, sino también en el tono de todas sus cartas, de que tiene un espíritu muy tierno. Siente agudamente cualquier falta de amabilidad. Si un amigo lo abandona, él lo llora; o si los amigos lo admiran, hay una emoción genuina en su gratitud. Es sensible, también, a la pobreza, sensible a la vergüenza; sensible a todas las penas que tiene que soportar por causa de Cristo. Él las padece. No es un hombre invulnerable con armadura, es un hombre de carne y hueso, a quien la flecha atraviesa y le duele. Sin embargo, con cuánta valentía se apega a su trabajo; Se enfrenta a todos los peligros y nunca sueña con inquietarse.

Ni por un solo momento parece tener en cuenta lo que puede tener que sufrir personalmente por el testimonio de Cristo y el triunfo del evangelio. Se acuerda de los dolores cuando ya han pasado; Mira las cicatrices cuando se han sanado, y a veces da una larga lista de los peligros y privaciones que ha tenido que soportar, dando así a entender que era muy sensible; pero nunca trata de evadir y protegerse de ningún tipo de sufrimiento, si es necesario para llevar a cabo la obra de su vida. De este modo, siguió adelante con firmeza a través de temporadas que se alternaban entre de mala fama y de buena reputación, a través del honor y a través de la deshonra, disfrutando del amor de las iglesias en un momento, y en otro momento sufriendo bajo una cruel sospecha de su apostolado, incluso entre sus propios conversos; ahora es el héroe de una popularidad ilimitada, cuando el pueblo se agolpa para rendirle honores, y después, es víctima del odio público y de los disturbios frenéticos, cuando es arrastrado fuera de la ciudad para ser apedreado hasta la muerte.

«Pero ninguna de estas cosas me conmueve, ni estimo por preciosa mi vida para mi mismo«, bien podía decir. Parecía como si Dios lo hubiera arrojado de su mano, así como si lanzara un rayo, y no se detuvo hasta que llegó al fin hacia el cual el poder de Dios lo estaba impulsando. Exclamó: «El amor de Cristo nos constriñe«. Se consideró, por lo tanto, muerto para todos menos para Cristo. Bien podemos sentir curiosidad por saber, qué fue lo que apoyó a un hombre tan noble en sus pruebas, y desarrolló a un héroe así bajo tal sucesión de oposiciones. Lo que lo mantenía tan tranquilo; ¿Qué lo hacía tan dueño de sí mismo e intrépido?

¿Cómo fue que cuando fue derribado no fue destruido, que cuando fue turbado no fue angustiado? ¿Qué lo sostuvo? Nos da la clave de esta fortaleza diciéndonos, que consideraba leves sus aflicciones porque, en su opinión, no eran más que por un momento; y estaban trabajando para él un peso de gloria mucho más grande y eterno. Estaba tranquilo y feliz en medio de la rabia y el tumulto, los prejuicios violentos y las circunstancias adversas e incluso desastrosas, porque, en el lenguaje del texto, no miraba las cosas que se ven, sino las cosas que no se ven, valorando o reconociendo que las cosas que se ven no son dignas de ser miradas, por ser tan pasajeras, mientras que las cosas que no se ven tienen un valor inestimable, porque son eternas. Ese es nuestro tema en este momento: en primer lugar, las cosas que no deben mirarse; y, en segundo lugar, las cosas que hay que mirar.

El texto tiene la forma de una doble paradoja. Las cosas que se pueden ver son, naturalmente, las cosas que hay que mirar. ¿Qué debe mirar un hombre sino lo que puede ver? Y, sin embargo, el apóstol nos dice que no miremos las cosas que se ven, sino las cosas que no se ven. ¿Cómo se pueden mirar las cosas invisibles? De nuevo, es una paradoja. ¿Cómo puedes mirar lo que no puedes ver? Esta es sólo una paradoja propia de la vida cristiana, que es toda paradoja, y el enigma está más bien en las palabras que en el sentido. Pronto descubriremos que no hay contradicción ni incongruencia, ni dificultad alguna.

1.- NO MIRAR LO QUE SE VE, y preguntémonos: ¿qué debemos entender por esta contradicción: «no mirando las cosas que se ven«? La palabra «mirar» se usa seis veces en el Nuevo Testamento, y se traduce de cuatro o cinco maneras diferentes. No pretendo ceñirme a esas traducciones, sino incluirlas en la explicación de lo que significa no mirar las cosas que se ven.

Significa, en primer lugar, menospreciar o estimar con ligereza tanto la alegría presente como la tristeza presente, como si no valieran la pena mirarlas. El presente está tan pronto por transcurrir, que a Pablo no le importa mirarlo. Hay tan poco de ello, y dura tan poco tiempo, que ni siquiera se digna echarle una mirada, no lo mira con mucha atenciôn. En un determinado momento es perseguido, despreciado, abandonado. «No durará mucho«, dice. «No es más que el pinchazo de un alfiler; pronto terminará, y estaré con la buena comunión de arriba, y contemplaré el rostro de mi Maestro«. No lo mira. Lo ignora.
Así nos corresponde hacer si estamos rodeados de pruebas, problemas, tristezas presentes: no debemos pensar tanto en ellos como para fijar nuestra atención o fijar nuestra mirada en ellos. Más bien, tratémoslos con indiferencia y digamos: «Es realmente un asunto muy pequeño si estoy en la riqueza o en la pobreza, en la salud o en la enfermedad; si disfruto de las comodidades o si me las roban. El presente se irá tan pronto que no me interesa mirarlo. Soy como un hombre que se queda en una posada por una noche mientras está de viaje. ¿Es incómoda la habitación? Cuando amanece no sirve de nada quejarse, por lo que se limita a no hacer ninguna crónica del hecho y se apresura a seguir adelante. Se dice a sí mismo: «No importa, me levanto y me voy; de nada sirve preocuparse por nimiedades». Si una persona va a recorrer una larga distancia en un vagón de ferrocarril, puede ser un poco exigente en cuanto a dónde se sentará para ver el paisaje, y en cuanto en cual lado de las ventanas le gusta viajar; pero si no es más que una etapa corta no piensa en ello. No le importa en compañía de quién esté, es sólo por unos minutos; es un asunto en el que no vale la pena fijarse. Así lo consideraba el apóstol. Consideró que sus alegrías y tristezas presentes iban a terminar tan pronto que eran para él un asunto de indiferencia, que ni siquiera valía la pena mirar en esa dirección para ver lo que eran.

Una eternidad entera está más allá, y por lo tanto una breve temporalidad se reduce a una insignificante bagatela. ¡Qué bendita filosofía es ésta, que nos enseña ni siquiera a mirar los problemas pasajeros y transitorios, sino a fijar nuestra mirada en los triunfos eternos!

Cuando tienes riquezas, te dices a ti mismo: «Este es un tesoro sólido; esto es ganancia de oro»? Ah, pero entonces se convertirá en tu dios, y si lo pierdes, la pérdida devorará como un tumor tu espíritu. Pero si dices: «Estas son cosas pasajeras; toman alas y se van volando; no consideraré el dinero como un tesoro, sino que sólo lo miraré como una sombra y lo consideraré como tal, como una cosa que no debe ser considerada como esencial, porque es visible y temporal«, esa es la manera de hacer con cada una de nuestras alegrías. No los mires como si fueran esenciales, porque no lo son. Son parte de este sueño de vida, de este espectáculo vacío.

Otro significado de mirar es: prestar atención. El apóstol quiso decir, sin duda, que no prestó atención a las cosas que se veían. No pensaba en ellas ni se preocupaba por ellas; pero su preocupación, su pensamiento y su interés se referían a las cosas que no se ven. «todas estas cosas,» dice Cristo, «buscan los gentiles.» Y así lo hacen. Siempre están buscando el mundo; Desde las primeras horas de la mañana hasta altas horas de la noche, es el mundo que buscan. Bueno, dejemos que los gentiles sigan sus búsquedas; pero el hijo de Dios no debe hacerlo, porque nuestro Señor nos dice: «No os preocupéis por vuestra vida, qué habéis de comer, qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, qué habeis de vestir«. Nos pide que pongamos nuestra confianza en él, y que dejemos de preocuparnos. «Buscad«, dice, «primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas«. Así que el apóstol Pablo nos dice que no nos preocupemos, ni nos angustiemos por las cosas que se ven, ya sean buenas o malas, prósperas o adversas, y que nunca permitamos que carcoman como un ácido corrosivo a nuestro espíritu. Debemos dedicar toda nuestra atención a nuestro caminar con Dios, a nuestra obediencia a su mandato, a cumplir su voluntad, a extender su reino, a prepararnos para la venida de Cristo, a prepararnos para el juicio, a estar preparados para morar eternamente con Dios a su diestra. Sobre esto debemos prestar atención. Este es nuestro negocio, pero, por desgracia, nuestros pensamientos naturalmente se desvían hacia el otro lado. Estas vanidades y temporalidades suelen absorbernos.

Para resumir el todo, mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, no miren las cosas que se ven. No mires tus comodidades como si fueran duraderas. No las adores. No pienses en ellas como si las tuvieras de otra manera que no fuera como un préstamo, o como si tuvieras algún derecho sobre ellas. Da gracias a Dios por ellas; pero, debido a que pasarán tan pronto, no les des mucha importancia. No construyas tu nido en ninguno de estos árboles, porque todos están marcados para el hacha, y dentro de poco caerán todos.

2.- Ahora abordemos el segundo punto: MIRAR LAS COSAS QUE NO SE VEN. ¿Cómo podemos hacer eso?

Bueno, primero, imagínalos por medio de la fe. Creemos en la resurrección de los muertos, en el Juicio Final  y en la vida eterna, según la enseñanza de la palabra de Dios. Trata de verlos como hechos presentes. Algunos nunca lo harán. Te dirán que no podrían verlos aunque lo intentaran; pero eso es precisamente lo que nosotros, que hemos sido enseñados por Dios a mirar las cosas que no se ven, podemos discernir palpablemente. Oh, mirar más allá de la muerte a «la casa no hecha de manos, eterna, en los cielos». Te invito a que lo hagas, especialmente si tienes algunos seres queridos allí. ¿Los ves? ¿Escuchas su música? ¿Contemplas sus alegrías? ¿Vas a preocuparte más por ellos, después de haberte dado cuenta de su segura felicidad? Y dentro de poco vendrá la resurrección, y sonará la trompeta, y los muertos resucitarán. El mismo cuerpo sobre el cual lloraste, porque iba a ser entregado al gusano, se levantará en incomparable belleza a semejanza de su Señor. ¿No te secarás los ojos ahora y te someterás a la voluntad divina, porque ciertamente la esperanza de la bendita resurrección compensa la pérdida por la muerte?

El cristiano aprende a mirar estas cosas que no se ven con la vista, pero que sí se pueden ver con los ojos de la fe. ¿No es para ti, mi querido hermano en Cristo, un deleite ver a Dios? No me gustaría ir a ningún lugar donde no pudiera ver a mi Dios. Sin embargo, no se le ve. ¿No es una cosa deliciosa mirar hacia el cielo que está arriba, hacia la ciudad de los Bienaventurados? Cuando el Señor satisface nuestra fe con la visión de ese gozo eterno, y algunos de nosotros hemos sabido lo que es, ha sido demasiado para nuestra débil capacidad. Podemos reír en sueños cuando soñamos con el cielo, y podemos sentarnos en medio del dolor y la tristeza y sentir, como si no pudiéramos sentir más alegría de la que poseemos, porque nuestras almas han mirado los pináculos del palacio de nuestro Padre, y han visto el resplandor brillante de los doce cimientos enjoyados de la ciudad eterna donde hay una casa, una corona y un arpa para cada uno. La pobre muchacha que regresa a casa de su iglesia, a su pequeña y triste habitación, se sentiría verdaderamente miserable si mirara el lado sombrío de su condición; pero ella dice: «Mi Señor está en esta habitación», y el lugar resplandece como si estuviera hecho de losas de oro. Se acomoda y comienza a pensar en el cielo que es suyo, y se ve a sí misma como la hija de un rey, una verdadera princesa, porque posee en el mundo de la gloria, una corona que ninguna cabeza puede llevar sino la suya, y hay una mansión provista para ella que nadie puede alquilar sino ella misma; Feliz, por lo tanto, bien puede ser. ¡Oh, amados amigos!, aprended a mirar estas cosas con intenso deleite, porque ahora son nuestras en arrendamiento, y pronto serán nuestras en posesión.

Mira las cosas que no se ven, porque son eternas. El otro día me encontré con una situación que me impresionó poderosamente: Si un hombre no tuviera peor dolor que el dolor de muelas, si supiera que duraría para siempre, desearía morir para poder escapar de él. Cuando tenemos que soportar un dolor agudo por un momento, comenzamos a clamar por alivio, y nos resulta difícil estar tranquilos, pero si cualquier dolor durara eternamente, ¡el horror de tal expectativa sería incluso ahora abrumador! Con el terrible pensamiento de la eternidad te imploro que te asegures de que tu salvación esté asegurada de inmediato. Escapa por tu vida, amigo mío, y no mires detrás de ti, porque a menos que escapes a tiempo, tu destino estará sellado por los siglos de los siglos. Aquellas cosas que no se ven son eternas, y el infierno es una de ellas. A menos que escapes ahora por la fe en Jesucristo, nunca escaparás. Por lo tanto, el perdón debe solicitarse de inmediato.

Al mirar las cosas que no se ven, Pablo sin duda quiso decir que las miraba con esperanza. A su modo de ver, la cosecha estaba madura y estaba ansioso por recogerla. Invito a todos los creyentes a buscar con ardiente esperanza las cosas que son eternas. Anhela la brillante aparición del Señor. Anhela tu traslado a la ciudad de gloria. Espéralo, está en camino. Puede que estés mucho más cerca de lo que crees. Es posible que estés en el cielo antes del próximo año; De hecho, es posible que estés allí antes de mañana por la mañana. La luz de la tierra se está desvaneciendo. Querido amigo, mira hacia el cielo. Mira hacia las cosas eternas. Procura mirar hacia tu futuro hogar. Si hay algún joven aquí que no tenga veintiún años, y sepa que cuando llegue a la mayoría de edad va a ser caballero de un monarca, dueño de un parque y gozar de una rica herencia, me veré obligado a decir que a menudo se ha adelantado al tiempo porque está seguro de su título. Si alguno de ustedes tuviera una herencia de una gran propiedad, se iría esta misma semana a echarle un vistazo. A uno le gusta echarle un vistazo a lo suyo propio: Cristiano, asegúrate de inspeccionar tu propia posesión en los cielos. Lee mucho la Palabra de Dios, que te habla de tu herencia futura. Dite a tí mismo: «Todo esto es mío, ¿por qué no he de empezar a disfrutarlo?

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