El apóstol Pablo demostró con su vida ejemplar y fecunda, que el sufrimiento es una bendición disfrazada de Dios.

« Pero el Señor le dijo: Ve, porque él me es un instrumento escogido, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de los reyes y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre.» Hechos 9, 15-16

Los creyentes cristianos sabemos por experiencia, que también nosotros tenemos que cargar ciertas cruces en esta vida llena de penas y aflicciones. Ahora bien, lo importante es tener presente, que algunas de esas cruces provenientes de la mano soberana de Dios, son en realidad bendiciones disfrazadas, es decir, problemas o enfermedades las cuales parecen ser desgracias, que pueden traernos beneficios inesperados.

La vida del apóstol Pablo fue realmente excepcional y admirable, en primer lugar, por el cambio radical de su forma de ser y de pensar que experimentó, después de su encuentro personal con el Señor Jesucristo resucitado en el camino a Damasco.
Pablo, quien por ser un judío muy ortodoxo, cambió de ser un enemigo y perseguidor  de cristianos, a ser el más grande y fecundo predicador del Evangelio de Cristo Jesús en la antigüedad.
Ese cambio en su personalidad y en su nuevo comportamiento ahora a favor de los cristianos, le trajo como consecuencia el odio y el rechazo por parte de sus antiguos conocidos, amigos y colegas judíos, quienes trataban de apresarlo y matar por considerarlo un traidor a la fe hebrea del pueblo de Israel.
Esa fue su primera cruz de aflicción: vivir en permanente peligro y persecución.

En segundo lugar por sus problemas de salud, puesto que Pablo sufría de alguna enfermedad que le causaba mucho sufrimiento, y que en su segunda carta a los Corintios, el mismo Pablo la llamó « un aguijón en mi carne »:
Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;
2 Corintios 12, 7
Esa enfermedad fue su segunda cruz de aflicción, que Pablo tuvo que cargar hasta el día de su muerte.

Y a pesar de sus grandes aflicciones, el apóstol realizó una enorme y trascendental obra de evangelización, logrando predicar el mensaje de Jesucristo en la mayoría de las naciones mediterraneas e interpretar magistralmente las sagradas escrituras, de modo que la gente sencilla y analfabeta la pudieran comprender.

Si nos fijamos en la siguiente frase del versículo arriba mencionado de Hechos 9, 15-16: porque yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre, dicha por el Señor Jesucristo a Ananías, notamos claramente que los  agobiantes sufrimientos padecidos por Pablo como predicador, fueron percibidos y aceptados por el apóstol como beneficiosos y útiles en su tarea de gran misionero evangelista, dado que el mismo Pablo lo afirma años después en su carta a los Corintios: para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente.

Estos episodios de la vida de Pablo nos demuestran una vez más, que Dios aplica a los creyentes determinadas pruebas o cruces que nos dan la impresión de ser unas desgracias, pero que en el fondo son más bien beneficiosas para nuestra alma inmortal y nuestra salvación eterna.

En nuestra relación íntima con Dios, recordemos que el sufrimiento corporal tiene un efecto ESPIRITUAL beneficioso para el alma humana. Si Dios nos disciplina por medio de diversas pruebas en la vida terrenal, es con el propósito final de conducir nuestra alma hacia la vida eterna en el Reino de los Cielos, es decir, para salvación eterna.

La fe es una guía más firme que la razón. La razón tiene límites, la fe no.

« Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? » Juan 11, 25-26

Las frases que hacen de título son del filósofo e intelectual francés Blais Pascal, quien también fue un fervoroso creyente cristiano, explican claramente la gran ventaja y superioridad que posse la fe en Dios sobre la razón.

Todos conocemos la famosa frase en la obra Hamlet de Shakespeare: «Ser o no ser. Esa es la cuestión», la cual se usa como referencia a los grandes dilemas que tenemos que enfrentar y las difíciles alternativas entre las que tenemos que elegir en el transcurso de nuestras vidas. Sin embargo, por ser la fe más importante en la vida que la razón, yo me atrevo a afirmar lo siguiente: Creer o no creer, de eso depende todo en la vida.

La primera cuestión existencial que debemos resolver es, por lo tanto, el de creer o no creer en la existencia de Dios, Creador del universo; y si consideramos la Biblia como la verdadera Palabra de Dios.

Las Sagradas Escrituras nos dicen que existe una realidad espiritual que es invisible. Nos relatan también que en el momento de la creación del mundo natural y todas las creaturas que conocemos, Dios le infundió su espíritu al ser humano. De aquí que nuestra propia dimensión espiritual, es decir, el alma divina e inmortal que llevamos dentro de nuestro cuerpo, forma parte de ese mundo espiritual que existe y es real, aunque no la podamos ver ni tocar.

Hablando en forma figurada, el ser humano es más bien un alma que habita en un cuerpo, puesto que todas las cualidades de la personalidad o sujeto inteligente que nos caracteriza como individuos son potencias espirituales, como por ejemplo: el entendimiento, la voluntad, la conciencia, los pensamientos, la memoria, la fe, el amor, la esperanza, las pasiones, la justicia, el perdón, el consuelo, la paz interior, la prudencia, la bondad, etc.

La fe es la fuerza vital de las acciones y actividades de los seres humanos. Si no creemos con anterioridad en lo que vamos a hacer y por qué y para qué lo hacemos, no lo haríamos. Sin creer antes en lo que estamos por hacer, la actividad humana no sería posible.

El gran teólogo cristiano de la antigüedad, Orígenes de Alejandría (185-254), escribió un interesante comentario sobre la gran importancia de la fe en la vida humana:
«Si al fin y al cabo dependen de la fe todas las actuaciones humanas, ¿no es mucho mejor creer en Dios que en lo demás? Después de todo, ¿quién va a navegar en alta mar o a casarse o a engendrar hijos, o a lanzar semillas sobre la tierra para la siembra y no está confiando siempre que todo le va a salir bien, cuando incluso un resultado contrario es siempre posible y también ocurre a veces? Y sin embargo, parece que la fe obra de tal manera que todo estará bien y saldrá tal como se desea, que toda persona se atreve a ir hacia lo incierto e inseguro sin abrigar la menor duda.»

Los seres humanos a diferencia de los animales por poseer un intelecto y una conciencia, sabemos muy bien que algún dia nuestro cuerpo morirá y que ni la razón ni la ciencia médica lo podrán salvar, pero nuestra fe  y esperanza en Jesucristo y en Dios Padre nos confirman que después de la muerte terrenal, viviremos eternamente en el Reino de los Cielos, porque así nos lo ha prometido una y otra vez nuestro Redentor y Salvador Jesús el Cristo.
Ruégale a Dios Padre para que fortalezca tu fe y tu esperanza en el Señor Jesucristo y en las Sagradas Escrituras.

Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo; porque es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en él la justicia de Dios es revelada de fe en fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Romanos 1, 16-17