Dios nos ha creado con un intelecto para reflexionar por medio de pensamientos, con una conciencia para discernir lo que vamos a hacer y con una voluntad para realizar lo que hemos decidido hacer. Y para poder ejecutar bien y de forma adecuada estas tareas tan necesarias e importantes, se requieren dos factores indispensables: tiempo y estar dentro de sí mismo en su interioridad con sus propios pensamientos y anhelos.
Dicho de otra manera, para el ser humano la necesidad de estar a solas consigo mismo por unos momentos es vital.
El conocido filósofo hindú Jiddu Krishnamurti (1895-1986) en un artículo que escribió sobre la soledad, explicaba que existen dos tipos diferentes de soledad:
- la soledad incómoda. Es la de una persona que se siente sola, apartada o abandonada y que por sentirse interiomente incómoda, siente la necesidad de escapar de si misma y el deseo compulsivo de estar con otros, de entretenerse y de distraerse con algo.
- la soledad madura o inteligente. Es la de un ser humano que, en su interior, no depende de nadie ni de nada para ser o sentirse a gusto, y que por lo tanto, no necesita escapes de ninguna clase.
Esa soledad, que Krishnamurti denomina acertadamente como incómoda, es una clara señal de que nuestra vida interior ha estado perdiendo la antigua vitalidad y esplendor que tenía cuando éramos niños, porque la hemos dejado de atender y de cultivar apropiadamente, y en consecuencia, ha corrido la misma suerte que corre un jardín bien atendido cuando es abandonado: el jardín se deteriora, se cubre de malas hierbas, y termina convirtiéndose en un lugar escabroso y extraño. Morada interior y extraña esa, en la que ya no nos sentimos a gusto ni cómodos.
Los medios de comunicación nos han hecho excesivamente dependientes de los estímulos visuales externos, que atraen siempre nuestra mirada y nuestra atención. Esa es la realidad de la sociedad de consumo en la que vivimos y eso no va a cambiar.
Por esa razón, debemos crear estrategias que nos ayuden a reducir esa dependencia de los estímulos externos y a fortalecer nuestra vida interior, con el claro propósito de volver a ser los protagonistas de nuestra propia existencia y no simplemente unos espectadores, quienes por no saber lo que de verdad en su corazón quieren o no quieren, se dejan influenciar fácilmente por los medios y las modas.
La infinidad de productos, estímulos y acontecimientos que transmiten los medios, han despertado en nosotros un apetito tan voraz de las cosas y actividades que hay en mundo exterior, que nos hace estar demasiado tiempo atentos de lo que pasa afuera y cada vez tenemos menos tiempo de recogernos dentro de nosotros para atender nuestros anhelos o necesidades interiores, y también para ponernos de acuerdo con nosotros mismos y centrarnos de nuevo.
De ésta manera es como se debilita nuestra vida interior y por consiguiente, la soledad se nos va haciendo más incómoda, impulsándonos a escapar de nosotros mismos. Con el pasar de los años nos hemos olvidado de nuestro propio yo, de nuestra alma, de nuestra conciencia.
Tú eres tu mejor amigo y tu mejor compañía, y nuestra conciencia es nuestra mejor consejera.
Además, es muy importante tener siempre presente, que en realidad núnca estamos solos. Nuestra conciencia y nuestra alma nos acompañan constantemente como fieles e inseparables testigos. También el Espíritu de Dios está con nosotros todos los días.
Jesús lo dijo: « Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia » Mateo 28,20