¿Te sientes vacío y no le encuentras sentido a tu vida ?

Desde hace unos 50 años los psicólogos y psiquiatras han comprobado, que en nuestra sociedad de consumo hay cada vez más personas que sienten como si su vida careciera de sentido, que se sienten interiormente vacíos y que a pesar de poseer los bienes materiales y los contactos personales necesarios, siguen teniendo una profunda sensación de que aún les falta algo y no saben qué es. El conocido médico psiquiatra Viktor Frankl, quien se dedicó a estudiar a profundidad ese fenómeno social, lo llamó el vacío existencial. Para el doctor Frankl  la causa más importante de la crisis existencial es la pérdida de la esperanza y del sentido de la vida.

El sentido de la vida, es todo aquello que le confiere propósito a la vida, un significado, una misión a realizar. La esperanza es la virtud espiritual que le proporciona a la vida humana la fuerza vital para obrar y también el soporte interno a la existencia.

Esa frustración de no encontrar el sentido a la propia vida y la carencia de propósito, es una fuente de desajuste emocional que conduce con el tiempo a las personas afectadas, a tratar de compensarlo de alguna forma, surgiendo de allí los problemas de salud como las adicciones a drogas, las depresiones, el abuso del alcohol, la obesidad, la soledad, etc., los cuales atormentan hoy en dia a mucha gente, en particular, a los jóvenes.

Con la comprobación por parte de la medicina psiquiátrica, de la magnitud de la crisis existencial por la que está atravezando una buena parte de la sociedad moderna, he llegado al convencimiento de que ese sentimiento de vacío que afecta a tanta gente, está estrechamente relacionando con la crisis espiritual y la falta de fe en Dios que se percibe en los países más industrializados, donde debido a la sobreabundancia de bienestar material, de tecnología, de entretenimiento y de consumismo, muchos se han estado olvidando de su alma, de su propia espiritualidad y de Dios. Con propiedad se podría decir, que la causa principal de esa crisis existencial es la nueva pobreza espiritual de una sociedad incrédula en su mayoría, que ignora a Dios y menosprecia la religión.

En este mundo todos somos unos turistas

Señor, hazme saber mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que yo sepa cuán efímero soy. Salmo 39, 4

Cuando una persona conocida ha muerto, al referirnos al fallecido, decimos se nos fue Fulano!… porque creemos que al morir, el alma inmortal se separa del cuerpo y parte de este mundo material para vivir espiritualmente en otro mundo, al que nosotros los cristianos llamamos el Reino de Dios o Reino de los Cielos.

Sabemos muy bien, que en este mundo estamos de paso y sólo por un tiempo limitado, como unos turistas sencillamente. A nuestra vida terrenal la podríamos imaginar como un viaje existencial en el que: llegamos, nos quedamos un tiempo como turistas y partimos de repente.

Mucha gente vive, trabaja y compra cosas como si se fueran a quedar aquí para siempre, puesto que han logrado borrar de su mente, la idea de que están solamente de paso por este mundo. Para ilustrar esa situación voy a utilizar este popular relato:
Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, Egipto, con la finalidad de visitar a un famoso sabio.
El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
¿Dónde están sus muebles? preguntó el turista.
Y el sabio, rápidamente, también preguntó:
¿Y dónde están los suyos? –
¿Los míos?, se sorprendió el turista.
¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!
Yo también… le dijo  el  sabio.

Estar conscientes de la realidad de que estamos aquí de paso, nos trae beneficios a nuestra vida, porque se nos hace necesario adoptar una actitud más prudente, para dedicar nuestro tiempo en primer lugar a los asuntos más importantes, y dejar de lado aquellas cosas opcionales o innecesarias. Y esa es justamente la actitud que tomamos cuando preparamos un viaje turístico con la familia, durante esa fase previa en la que debemos analizar muy bien, cuáles son las cosas indispensables que se necesitan llevar y cuáles sitios más relevantes se van a visitar, para así evitar lamentaciones posteriormente.

Una enfermera inglesa, que trabaja en un hospital para pacientes moribundos en su fase terminal, hizo una interesante encuesta entre los enfermos antes de morir, sobre cuáles eran los asuntos que lamentaban profundamente no haber hecho en su vida. Estas fueron las respuestas más frecuentes:

  1. Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, y no la vida que los demás esperaban de mí.
  2. Me hubiese gustado compartir más tiempo con mi esposa y mis hijos. Pasé demasiado tiempo de mi vida dedicado al trabajo.
  3. Ojalá hubiera tenido el valor de expresar mis verdaderos sentimientos.

Es conveniente que aprendamos a hablar sobre la realidad de la muerte, porque aunque no nos guste pensar en élla, estará siempre presente en nuestra vida, y eso nos puede ayudar mucho a reflexionar sobre el destino final de nuestra alma y sobre Dios, nuestro Padre celestial.

“El cristianismo es grande, porque es una preparación para la muerte inevitable.” Esta frase de Cecilio Acosta (1818 – 1881), insigne intelectual y escritor venezolano, resume la portentosa obra que realiza en el alma del creyente, la esperanza viva que surge de la promesa de vida eterna que trajo Jesucristo a la humanidad.

¿Nos hemos convertido en personas light, en individuos sin contenido y sin sustancia?

El psiquiatra español Enrique Rojas escribió en 1992 el libro « El hombre light: una vida sin valores », cuya temática era de gran actualidad en esa época, y sin duda alguna, hoy en día sigue siendo más actual que nunca. Rojas en su obra afirma: « Un individuo asi se parece mucho a los denominados productos light de nuestros días: comidas sin calorías y sin grasas, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, tabaco sin nicotina, Coca-Cola sin cafeína y sin azúcar, mantequilla sin grasa… y un hombre sin sustancia, sin contenido, entregado al dinero, al poder, al éxito y al gozo ilimitado y sin restricciones…. « podríamos decir que estamos ante el retrato de un nuevo tipo humano cuyo lema es tomarlo todo sin calorías…. « La vida light se caracteriza porque todo está descalorizado, carece de interés y la esencia de las cosas ya no importa, sólo lo superficial es válido ».

Después de leer una observación tan crítica sobre la sociedad occidental contemporánea y sobre nuestro estilo de vida, como la que ha hecho el señor Rojas en su libro, uno no puede dejar de reflexionar y de reconocer que efectívamente vivimos en una sociedad cuyo propósito principal es consumir y pasarlo bien, sin pensar mucho en los valores humanos y las virtudes espirituales como la fe en Dios, el amor y la esperanza cristiana, es decir, ese estilo de vida superficial y sin contenido, al que nos han acostumbrado los medios de comunicación y la publicidad.

El uso permanente de la publicidad en los medios de comunicación, ha creado de manera artificial una infinidad de necesidades y de valores superfluos en la sociedad, logrando así persuadir a la gente a adquirir nuevos estilos de vida, los cuales por el efecto de demostración y esa tendencia natural a imitar nuevas modas, actitudes y aspiraciones, se han estado imponiendo paulatinamente sobre los viejos hábitos tradicionales.

Al olvidarse de Dios, el ser humano no se da cuenta de que simultáneamente se está olvidando de sí mismo, porque en realidad la esencia del hombre es su interioridad, es decir, el fondo de sí mismo, donde se encuentra el alma y por lo tanto la imagen de Dios. Y al olvidarse de su contenido, el hombre contemporáneo se siente entonces como si estuviera vacío, y al creerse vacío, pierde su finalidad original y termina así por perder el sentido de su propia vida.

Nosotros sí tenemos un gran contenido, un contenido espiritual e inmortal: nuestra alma. Ese espíritu que Dios nos insufló y que es la propia esencia de nuestra existencia. El alma humana vale por todo el universo, por ser el alma la imagen de Dios en el hombre. Y por esa misma razón, los seres humanos somos para Dios un fin y no un medio. Nuestro espíritu inmortal y con él nuestra conciencia son el objeto de amor por parte de Dios. Y fue justamente por amor y por la salvación de nuestras almas, que Dios envió a su Hijo Jesucristo a vivir entre nosotros, para revelarnos su inagotable amor y sus verdades eternas.

El alma está ciertamente en nuestro interior, pero si nosotros no nos volvemos hacia adentro y le prestamos atención, entonces, para nosotros, es como si élla no existiera. El alma está dentro de nosotros, y el fracaso en reconocer su existencia, es debido a nuestra incapacidad de apartar nuestra atención de la interminable cantidad de asuntos innecesarios y estímulos, que contínuamente nos transmiten los medios de comunicación.

Por tanto, la práctica de la oración diaria, o la meditación espiritual, es esencial en ésta búsqueda. La oración y la lectura de la Biblia harán posible el fortalecimiento de nuestra vida interior espiritual.

Termino con unas frases de uno de mis favoritos autores, el predicador inglés Charles Spurgeon, que aparecen en un libro de reflexiones para cada día llamado « manantiales en el desierto »:
“Levántate creyente, de tu baja condición. Arroja tu pereza, tu letargo, tu frialdad o cualquier otra cosa que pueda interferir con tu amor casto y puro a Jesucristo. Házle a Él la fuente, el centro y la circunferencia de los deleites de tu alma. No permanezcas por un momento más satisfecho con lo poco que has alcanzado. Aspira a una vida más noble, más elevada y más completa. Hacia el cielo!”

 

Espérame en el cielo, si es que te vas primero

Pero el amor del Señor es eterno para aquellos que lo honran; su justicia es infinita por todas las generaciones. Salmo 103, 17

Seguramente muchos de ustedes, que están rondando los 60 años de edad, habrán escuchado esa linda canción titulada « Espérame en el cielo » interpretada y hecha famosa por el trío Los Panchos. Todos sabemos que ese trío en su larga carrera artística, se dedicó a dar a conocer en el mundo la canción romántica latinoamericana por excelencia: el bolero.
Los Panchos le cantaron al amor entre parejas tanto en sus diversos matices como en sus amargos desenlaces, pero afortunadamente, también le cantaron al amor triunfante, profundo y eterno como en este bolero en particular.

Ese amor verdadero que surge del fondo del alma, que vence todos los obstáculos y que prevalece en el tiempo, es eterno por ser de naturaleza espiritual. A la pareja que se ama mutuamente de ese modo, no le basta la duración de la vida en esta tierra para vivir ese amor, y por lo tanto, su gran anhelo es poder continuar disfrutando del amor aún después de la muerte.

De manera que esta canción como muchas otras manifestaciones artísticas del amor profundo, transmiten la visión de la eternidad de la relación sentimental, o bien comunican su deseo de eternizarse en ese amor.

El Señor se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto te soporté con misericordia. Jeremías 31, 3
Al ser Dios eterno, su amor hacia nosotros es igualmente eterno, porque Él nos creó con un alma inmortal, la cual después de la muerte, seguirá viviendo eternamente. Si no tuviéramos dentro del cuerpo un alma viviente inmortal, creada y destinada por Dios a vivir eternamente, no seríamos capaces de sentir el anhelo por un amor eterno, por un amor que dure para siempre.

Para nosotros como creyentes cristianos, es de suma importancia creer que el Dios eterno nos ha creado con un alma inmortal, con la clara intención de seguir amándonos después de la muerte inevitable de nuestro cuerpo. El Dios eterno y todopoderoso no es un Dios de cuerpos muertos, sino un Dios de almas vivas y eternas en el Reino de los Cielos.

Es en el fondo de nuestra alma inmortal, donde nace ese amor eterno que podemos llegar a sentir por alguien y que deseamos que no termine nunca, y no proviene de nuestro cuerpo carnal, que lo que siente y desea es satisfacer un apetito sexual lo antes posible.

La capacidad que tenemos de amar a alguien eternamente, es la virtud espiritual más grandiosa que Dios nos ha concedido como un don divino, y al mismo tiempo, como una prerrogativa del alma humana.

Concluyo con un trozo muy expresivo del texto de esa bella canción:
Nuestro amor es tan grande, y tan grande, que nunca termina.
Y esta vida es tan corta y no basta para nuestro idilio.
Por eso yo te pido, por favor, me esperes en el cielo.
Y ahí, entre nubes de algodón, haremos nuestro nido.

El alma no puede amarse ni amar a Dios, sin conocerse a sí misma sin constatar su origen divino.

Pero desde allí buscarás al SEÑOR tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma. Deuteronomio 4, 29

El título que le puesto a esta reflexión es un maravilloso pensamiento de San Juan de la Cruz (1542-1591), quien junto con Santa Teresa de Ávila representan los místicos de origen español más relevantes y los que, con el uso de testimonios claros e instructivos, han logrado explicar muchos aspectos prácticos de la espiritualidad humana y su vínculo con Dios.

Cuando alguien desea enseñar a otras personas algo nuevo y desconocido, lo lógico y correcto sería comenzar por el principio, es decir, abordar lo primero e iniciar la enseñaza con el fundamento, así como se hace en la construcción de una casa.

En el caso de la enseñanza formal de la religión, que es un tema abstracto e inmaterial, casi nunca se comienza por aclarar bien los dos primeros elementos fundamentales de una relación religiosa: Dios y el alma humana. Estas son las dos primeras piedras fundacionales o piedras angulares para poder edificar una relación personal con Dios. En el inicio de la Biblia, en el libro de Génesis está escrito: « Formó, pues, El SEÑOR Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente. » (Génesis 2, 7)

Si Dios no hubiera creado al ser humano a su imagen y semejanza, y no hubiera insuflado en nosotros el espíritu o alma que poseemos, no podríamos jamás pensar en Dios ni mucho menos establecer una relación personal con Él, no existiría ningún culto a Dios, y nosotros los humanos seríamos simplemente una especie más de monos en las selvas, pero lampiños.

Yo que estudié en colegios religiosos donde recibí cada semana clases de catecismo, y que incluso, fuí preparado como catequista para enseñar religión a niños de otras escuelas, no recuerdo haber aprendido nada sobre mi propia dimensión espiritual, sobre mi alma como la huella que dejó Dios de sí mismo en mí cuerpo, ni sobre mis facultades espirituales.

Esta carencia de un conocimiento detallado de nuestra dimensión espiritual, es una de las causas de la ignorancia espiritual que se percibe en la mayoría de los creyentes laicos sobre su propia naturaleza espiritual y sobre los atributos del alma humana.

De allí la enorme importancia y la gran vigencia que tiene esta recomendación del místico San Juan de la Cruz para todos los creyentes cristianos en el tiempo presente.