Señor, hazme saber mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que yo sepa cuán efímero soy. Salmo 39, 4
Cuando una persona conocida ha muerto, al referirnos al fallecido, decimos se nos fue Fulano!… porque creemos que al morir, el alma inmortal se separa del cuerpo y parte de este mundo material para vivir espiritualmente en otro mundo, al que nosotros los cristianos llamamos el Reino de Dios o Reino de los Cielos.
Sabemos muy bien, que en este mundo estamos de paso y sólo por un tiempo limitado, como unos turistas sencillamente. A nuestra vida terrenal la podríamos imaginar como un viaje existencial en el que: llegamos, nos quedamos un tiempo como turistas y partimos de repente.
Mucha gente vive, trabaja y compra cosas como si se fueran a quedar aquí para siempre, puesto que han logrado borrar de su mente, la idea de que están solamente de paso por este mundo. Para ilustrar esa situación voy a utilizar este popular relato:
Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, Egipto, con la finalidad de visitar a un famoso sabio.
El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
¿Dónde están sus muebles? preguntó el turista.
Y el sabio, rápidamente, también preguntó:
¿Y dónde están los suyos? –
¿Los míos?, se sorprendió el turista.
¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!
Yo también… le dijo el sabio.
Estar conscientes de la realidad de que estamos aquí de paso, nos trae beneficios a nuestra vida, porque se nos hace necesario adoptar una actitud más prudente, para dedicar nuestro tiempo en primer lugar a los asuntos más importantes, y dejar de lado aquellas cosas opcionales o innecesarias. Y esa es justamente la actitud que tomamos cuando preparamos un viaje turístico con la familia, durante esa fase previa en la que debemos analizar muy bien, cuáles son las cosas indispensables que se necesitan llevar y cuáles sitios más relevantes se van a visitar, para así evitar lamentaciones posteriormente.
Una enfermera inglesa, que trabaja en un hospital para pacientes moribundos en su fase terminal, hizo una interesante encuesta entre los enfermos antes de morir, sobre cuáles eran los asuntos que lamentaban profundamente no haber hecho en su vida. Estas fueron las respuestas más frecuentes:
- Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, y no la vida que los demás esperaban de mí.
- Me hubiese gustado compartir más tiempo con mi esposa y mis hijos. Pasé demasiado tiempo de mi vida dedicado al trabajo.
- Ojalá hubiera tenido el valor de expresar mis verdaderos sentimientos.
Es conveniente que aprendamos a hablar sobre la realidad de la muerte, porque aunque no nos guste pensar en élla, estará siempre presente en nuestra vida, y eso nos puede ayudar mucho a reflexionar sobre el destino final de nuestra alma y sobre Dios, nuestro Padre celestial.
“El cristianismo es grande, porque es una preparación para la muerte inevitable.” Esta frase de Cecilio Acosta (1818 – 1881), insigne intelectual y escritor venezolano, resume la portentosa obra que realiza en el alma del creyente, la esperanza viva que surge de la promesa de vida eterna que trajo Jesucristo a la humanidad.