La Buena Nueva del Señor Jesucristo fue: su promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos y el perdón de nuestros pecados por medio de su sacrificio, que por AMOR hizo en la Cruz.

Y esta es la promesa, la cual él nos prometió: la vida eterna. 1. Juan 2, 25

En esta reflexión, deseo dar respuesta a la siguiente pregunta, que se hacen actualmente cientos de millones de personas cristianas en el mundo: ¿Cuál es la Buena Nueva que el Señor Jesucristo trajo para la humanidad hace más de 2 mil años?
La pregunta es sencilla, pero dar una respuesta acertada es bastante dificil, puesto que primero, es indispensable saber enfocar lo esencial del nuevo Testamento, y segundo, ser capaz de resumirlo de forma comprensible para todos los hombres y mujeres.

La mayoría de los creyentes cristianos hoy en día no están seguros o no saben exactamente, cuál es la llamada Buena Noticia que anunció Jesús en persona, y que logró producir un cambio radical en la conciencia y en la vida de los apóstoles y de los primeros cristianos en la Antigüedad.
Recordemos que los doce discípulos dejaron sus actividades laborales y sus familias, para acompañar a Jesús como su Maestro, cuando él los llamó a acompañarlo y a predicar en su nombre. Eso sucedió cuando Jesús estaba en la región de Galilea y ya predicaba sobre el Reino de los Cielos. Allí conoció a los pescadores Simón Pedro y Andrés llamándolos a venir con él, quienes fueron los dos primeros apóstoles que Jesús escogió.

Para Jesús poder generar en los discípulos esa transformación en su voluntad y en su forma de pensar, que los animó a dejar todo y seguirlo de inmediato, tuvo el Señor que haberles dicho algo tan grandioso e insuperable, algo que ellos nunca antes habían escuchado, algo que ni siquiera se hubiesen podido imaginar. Según mi opinión, ese mensaje fue: la promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos.

Por supuesto, que también el gran carisma de Jesús, es decir, la fascinación y el encanto que su personalidad les transmitía, influyó mucho seguramente para que los discipulos se sintieran atraídos por él y creyeran todo lo que el Señor les decía.

Son incontables los escritos y los sermones que sobre las enseñanzas del Señor Jesucristo sobre los 4 libros de los evangelistas y las cartas del Apóstol Pablo, que han sido difundidos por una infinidad de sacerdotes y pastores en el mundo entero. Todo eso ha servido para la conversión y la formación religiosa de miles de millones de cristianos, así como para la aplicación de los valores y principios cristianos en los que se fundamenta la civilización y la cultura cristiana en todo el mundo.

Sin embargo, el inmenso mar de interpretaciones, enfoques y predicaciones sobre la Palabra de Dios, que se han publicado en los últimos 100 años, han dispersado y diluido tanto el contenido original de la Biblia en diversas direcciones y corrientes, que los mensajes se han alejado demasiado del fundamento del Evangelio del Señor Jesucristo, porque la gran mayoría de los temas de los escritos y sermones no están anclados en las Sagradas Escrituras, por no estar relacionados los asuntos tratados con lo que dice la Biblia, y así han terminado yéndose por las ramas o hablando de temas secundarios, los cuales no fortalecen la fe ni la esperanza en la vida eterna de los creyentes en Cristo Jesús.

Esta situación se podría muy bien ilustrar con la función del ancla de un barco. Cualquier embarcación en el mar que desea mantenerse en un lugar fijo por un tiempo determinado, para no alejarse del sitio o posición donde se encuentra, necesita echar al agua el ancla, que la mantiene fijo allí. De lo contrario, las corrientes del mar y el viento la arrastrarán a otro lugar no deseado.

El alejamiento de las enseñanzas de la Biblia al que me refiero, fue una consecuencia directa del movimiento intelectual conocido como la Ilustración que se inició en Europa en la década del año 1850. A partir de ese período los políticos, científicos y filósofos de la época, se negaron a aceptar muchos dogmas o principios cristianos basados en la Biblia, que habían sido establecidos muchos siglos antes por la iglesia católica.

Actualmente en muchas iglesias los púlpitos son utilizados para hablar sobre todos los temas imaginables de actualidad, tal como se hace en la televisión, por ejemplo: política, humor, catástrofes naturales, guerras, derechos humanos, la ideología del género, etc.

En vista de que esa es la realidad que estamos afrontando y de que esta situación va a continuar así, es conveniente que los creyentes cristianos nos dediquemos a leer las Santas Escrituras con más regularidad y empeño, las cuales contienen el verdadero alimento espiritual, que es capaz de llenar todas aquellas almas hambrientas de paz interior, de misericordia, de consuelo y de esperanza en la vida eterna, que solamente Dios Padre nos puede conceder por su inconmensurable Gracia y su Amor eternos.

Pero Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Mateo 4, 4

Tal como el Señor Jesucristo entregó su espíritu en el instante de su muerte, así mismo lo haremos nosotros también al morir, para pasar a la vida eterna prometida.

Y cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Juan 19, 30

Según su evangelio, Lucas describe las últimas palabras de Jesús antes de morir en la cruz, de la siguiente manera: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Y Juan, quien acompañó hasta el final a Jesús y estuvo presente en el Calvario cuando Jesucristo murió, menciona como sus últimas palabras: “consumado es”.
Lo que deseo destacar en esta oportunidad, es concretamente la expresión que el discípulo Juan utilizó para decir que Jesús murió: entregó el espíritu a Dios. Esta expresión tan llena de esperanza y de consuelo, es sin duda una confirmación adicional de que la muerte humana, consiste en la separación del alma inmortal del cuerpo mortal. La palabra de Dios nos enseña a los cristianos, que fallecer o morir es en realidad entregar nuestro espíritu vivo e inmortal a Dios, por lo tanto, lo que deja de existir es solamente nuestro cuerpo de carne y huesos.

Es precísamente por esa razón, que Jesús le dijo a un grupo de saduceos, esos judíos que niegan la resurrección: “¿no habeis leido aquellas palabras de Dios cuando os dice: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Mateo 22, 31-32

Esta verdad bíblica es de suma importancia y utilidad, para que los creyentes cristianos dejemos de considerar la muerte como el inesperado y terrible final de nuestra existencia, y aprendamos a aceptarla como lo que es en realidad: un acontecimiento natural y necesario en la vida, que si bien es triste y doloroso para los sobrevivientes, para la persona que deja este mundo, es pasar de una vida agotadora y moribunda a una mejor vida nueva y eterna. Y además, es conveniente pensar, que en la gran mayoría de los casos de enfermos incurables y de ancianos de avanzada edad, la muerte es seguramente para ellos más bien una bendición, porque los libra de sus insoportables dolores y sufrimientos.

Por su parte el apóstol Pablo, en su carta a los filipenses les mencionó una experiencia personal y muy íntima, sobre un conflicto existencial que él tenía consigo mismo sobre su vida y su muerte: “Pero si el vivir en la carne, esto significa para mí una labor fructífera, entonces, no sé cuál escoger, pues de ambos lados me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor”. Filipenses 1, 22-23
En algunas iglesias existe la vieja pero muy equivocada creencia, de que todos aquellos cristianos que han fallecido están: “descansando en paz” o “disfrutando del sueño eterno”. Esa falsa creencia es lamentablemente el resultado de una desafortunada lectura e interpretación de la Biblia, posiblemente por haberse concentrado solo en el cuerpo muerto o cadáver, que da la impresión de estar dormido. Por el contrario, el espíritu humano o alma espiritual continúa vivo y despierto para vivir eternamente en el Reino de Dios!
Últimamente, en muchas congregaciones cristianas se han percatado de esa equivocación y la han estado corrigiendo, pero una creencia tan popular como esa, será muy dificil que el público la vaya a sustituir por la creencia correcta en un futuro cercano.

Leer las Sagradas Escrituras con mucha atención y detenimiento, es lo mejor que podemos hacer para enterarnos y conocer de primera mano, lo que Jesús llamó: el alimento espiritual para todo creyente.