La oración del Padre Nuestro y su gran significado espiritual para reafirmar la fe de los creyentes cristianos

Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre
. Mateo 6, 7-9

La palabra orar tiene su origen en el idioma latin, y quiere decir hablar, así como hablamos tuteando o charlamos con cualquier familiar nuestro.
Hablar directamente a Dios y llamarle Padre, es sin duda alguna, un gran privilegio de los cristianos. Es conveniente tener en mente siempre, que Jesús con la oración del Padrenuestro, tuvo la clara intención de que nosotros al orar, logremos sentirnos en intimidad y hablemos con Dios en un ambiente de confianza plena, así como lo hacemos cuando hablamos con nosotros mismos mientras estamos solos.

A continuación me referiré a varios segmentos de la oración y haré algunos comentarios sobre el significado espiritual que tienen para mi:

Padre nuestro
Debido a que Dios sopló su espíritu en el ser humano durante la creación del mundo, creándolo a su imagen y semejanza, el Señor Jesucristo les concedió a los creyentes cristianos el derecho de considerarse hijos de Dios. Es por esa razón, que Jesús nos enseño a orar a Dios y a decirle: Padre nuestro.

que estás en el cielo
Esta maravillosa y formidable afirmación, únicamente Jesucristo pudo ser capaz de decirla con autoridad, por ser el Hijo único de Dios, quién descendió del cielo a este mundo para revelar personalmente a la humanidad el mensaje de salvación y de vida eterna. Jesús, al enseñarnos a orar así, desea que los cristianos hablemos con Dios en una relación padre-hijo, tal cual como Jesús lo hizo cuando estuvo entre nosotros, con el Dios verdadero y NO con un dios imaginario.
Tomar nosotros conciencia, de que estamos hablando con el Dios verdadero en ese preciso momento, es de suma importancia para sentirnos cerca de nuestro Padre celestial.
Recuerden, que en la Biblia están escritos los fieles testimonios de los discípulos de Jesús, quienes compartieron estrechamente su vida con Él, y que mientras Jesús enseñaba y predicaba, ellos se dedicaron a escribir todo lo que decía.

y perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
Jesucristo tuvo siempre muy claro, la enorme importancia del perdón en nuestra vida diaria, para poder vivir con plenitud y felicidad. Por eso, además de esta frase anterior, en el evangelio de Mateo, después del final de la oración, Jesús sigue diciendo:”Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará tambien a vosotros vuestro Padre celestial”. Mateo 6, 14

Las consecuencias espirituales y emocionales para la persona que no perdona se pueden comparar con una herida que no logra sanarse, como son: malestar, aflicción y finalmente el rencor, que es lo peor y más dañino.
Si uno no perdona a los demás sus ofensas, se hace daño a sí mismo.

La clave para poder perdonar es el amor. Esta verdad la describió de manera magnífica San Agustin de Hipona en su célebre cita sobre el amor: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”.

Una manera efectiva de aprender a perdonar es la siguiente:
Consiste en perdonar a la persona que te ha ofendido, por amor a Dios y por amor a tí mismo. Se trata en primer lugar, de perdonar con la fuerza que nos proporciona el amor que le brindamos generosamente a Dios, en justa retribución que le hacemos por su amor eterno hacia nosotros y por la infinidad de perdones y bendiciones que hemos recibido de Él. Y en segundo lugar, por el amor propio que sentimos por nosotros mismos, para de esta forma hacer desaparecer el rencor de nuestras vidas.

De esta manera, seguimos con exactitud el excelente consejo de San Agustín: si perdonas, perdonarás con amor.

El Padrenuestro, se puede muy bien llamar la oración perfecta para el creyente cristiano, por los múltiples beneficios espirituales que nos otorga, y sobre todo porque cubre las necesidades esenciales más importantes de nuestra vida cotidiana, pero eso sí, siempre y cuando oremos con profunda fe en Dios.

No es posible comprender la vida humana, sin aceptar que somos en realidad seres compuestos de un alma espiritual y un cuerpo de carne, el cual posee instintos animales.

Digo, pues: “Andad por el Espíritu, y no cumpliréis el deseo de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis.”  Gálatas 5, 16-17

Cada cultura o civilización, de las que se han destacado por su importancia en la historia de la humanidad, poseyeron su propias creencias mitológicas y religiosas, así como tambien sus escrituras sagradas en las que fueron redactadas las enseñazas y normas fundamentales para guiar o dirigir sus sociedades. En el caso de nuestra civilización cristiana, el fundamento es la Biblia que agrupa el viejo y el nuevo Testamento, los cuales fueron redactados hace ya varios miles de años, y que por lo tanto, es cierto que son bastante antiguos. Y es precísamente por esa razón, que tanto en las autoridades de las iglesias cristianas modernas, como en las congregaciones de creyentes, se ha ido estableciendo la nueva creencia o convicción en los últimos 200 años, de que los seres humanos hemos cambiado de una manera tan radical, que algunas de las enseñazas y las revelaciones de Dios contenidas en la Biblia, han perdido su validez y su vigencia para estos tiempos, y que por lo tanto, ya no se pueden aplicar como se hacía en el pasado.
Esa nueva creencia es un grave error, que algunas iglesias han cometido.
 
A continuación explico las razones:

1.- La palabra de Dios es eterna por ser la verdad divina.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mateo 24:35

La hierba se seca, la flor se marchíta; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre. Isaías 40, 8

Pero él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Mateo 4:4

2.- La naturaleza del ser humano compuesta por el alma espiritual y el cuerpo de carne NO ha cambiado. La esencia o sustancia del ser humano con sus virtudes e imperfecciones, sigue siendo la misma que tuvieron Adan y Eva. Lo que ha cambiado son: las creencias, las normas sociales, las ideologías, las costumbres, los vestidos, los conocimientos, la ciencia, los modos de pensar, las culturas, las opiniones, las tendencias, etc.

Para no escribir mucho, voy a referirme solamente a dos aspectos de la vida humana como son el amor espiritual y el deseo sexual, que ponen en clara evidencia, de que somos ciertamente seres compuestos de espíritu y cuerpo.

El apostol Pablo les recomendaba a los cristianos en Galacia, hace más de 2000 años: “Andad por el Espíritu, y no cumpliréis el deseo de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis.” 

Los humanos estamos compuestos de un cuerpo y de un alma o espíritu. El cuerpo es similar al de los animales y posee varios instintos naturales. El alma que nos fue dada por Dios es de esencia espiritual, y por lo tanto, es completamente diferente a la naturaleza material del cuerpo. En el alma están nuestras facultades espirituales, como: el intelecto, la conciencia, la voluntad, el amor, la fe, la esperanza, bondad, misericordia, arrepentimiento, orgullo, vanidad, etc.

Por estar constituidos de un cuerpo de carne y un alma espiritual, tenemos dos tipos muy diferentes de necesidades:

– El cuerpo por sus instintos naturales, busca satisfacer sus necesidades biológicas y materiales: respirar, beber, comer, tener sexo, dormir, moverse, abrigarse, trabajar, seguridad, vivienda, etc.
– Mientras que el alma posee tres grandes necesidades espirituales: amar y ser amado, la fe en Dios y la esperanza de vida eterna.

El instinto de la pasión sexual es tan potente que ofusca la mente del que la siente, y el ardor sensual que produce la estimulación hormonal, le impide pensar en la dignidad de la persona objeto del deseo, en su honor, en sus lazos sentimentales y en el debido respeto, porque en esos momentos, como se trata de una necesidad biológica, se transforma en un deseo urgente y prioritario, tal como nos sucede cuando sentimos hambre y sed, o cuando sentimos la urgencia de ir al baño. Este proceso fisiológico del deseo sexual natural, es lo que conduce a que el individuo se olvide de la dimensión espiritual de la persona deseada, y además, a actuar de manera egoísta, irracional y primitiva, es decir, como un animal de rapiña.

Los impulsos que generan estas dos dimensiones humanas en nuestra conducta son a veces opuestos o contrarios en algunos aspectos de nuestra vida, por ejemplo: en la relación matrimonial entre parejas. 
Quién no conoce las siguientes situaciones entre parejas, causadas por el ardiente instinto sexual?

a.- Él quiere hacer el sexo, pero ella no

b.- El adulterio

c.- Abusos en el hogar (violación sexual, maltrato con golpes)

El amor espiritual por ser de origen divino tiene un propósito muchísimo más excelente, elevado y trascendente que el placer sensual y la reprodución. El amor espiritual es la maravillosa fuente, que nos permite crear y mantener los indispensables lazos invisibles de amor que nos unen en familias, grupos de amigos, comunidades, ciudades y países. El amor es el adhesivo universal que vincula y mantiene unidos a las personas hasta que la muerte las separe, y además las hace capaces de convivir en paz y en armonía.

En la casa de Mi Padre hay muchas moradas, si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros. Juan 14, 2

Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en el cielo.
2. Corintios 5, 1

El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10, 10

Esta frase del Señor Jesucristo que hace de título de este escrito, fue dicha a sus discípulos cuando se acercaba el momento de su muerte en la Cruz y se despedía de ellos, y les anunciaba: “Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir.” Simón Pedro le dice: “Señor, ¿adónde vas?” Jesús le respondió: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde”.
“No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mi”. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros.”

Al leer este diálogo con sus discípulos, Jesús transmite un mensaje claro y comprensible, que cualquier lector de la Biblia que lo lea con profunda fe en Él, es capaz de captar su significado de inmediato y de aceptarlo como una gran verdad, que Jesús le reveló a la humanidad, cuando vivió entre nosotros hace más de 2000 años. Si estas palabras dichas por Jesús, que quedaron escritas y plasmadas en las Santas Escrituras para las generaciones venideras, son leídas sin fe, sin prestar atención y sin interés, pasan desapercibidas o incomprendidas, lamentablemente.
Creo firmemente que tanto los Discípulos como los Apóstoles de Jesucristo, creyeron todas sus enseñazas y mensajes, que ahora nosotros tenemos el privilegio de poder leer.   

Hace poco tiempo, tuve la oportunidad de escuchar algunas entrevistas que le hicieron diversos canales de televisión a Facundo Cabral, un cantor, conferencista y escritor místico cristiano de Argentina. En varias de sus entrevistas, Cabral dijo la siguiente frase, que por cierto, nunca antes yo la había escuchado o leído: “La muerte no es morir, es mudanza o cambio de residencia”. Esa sola frase en el preciso instante en que la escuché, me fascinó de tal manera, que se me quedó grabada en la memoría y seguí pensando en ella, hasta hoy cuando en un momento de inspiración, me dí cuenta de que esa frase tiene relación directa con este diálogo entre Jesús y sus discípulos.

El término mudanza significa un cambio de lugar de vivienda principalmente, aunque también puede conllevar un cambio de vida. La palabra morada significa mansión o vivienda donde se vive, y la palabra tabernáculo quiere decir: la carpa, donde habitaban los antiguos hebreos.

Si analizamos la frase “La muerte no es morir, es mudanza o cambio de residencia” después de haber comprendido y aceptado este diálogo como verdadero, cualquier creyente no debería tener dificultad en llegar a la conclusión, de que la muerte del cuerpo es efectivamente el último cambio de residencia, que hace el alma desde este mundo hacia el Reino de los Cielos.
   
El Señor Jesucristo nos promete vida eterna en el Reino de los Cielos, y no descanso eterno, tal como de forma equivocada y sorprendente está escrito en la liturgia católica y protestante para funerales:  Concédele el descanso eterno, oh Señor. Descansa en Paz!

Para mi como creyente ha sido siempre un verdadero enigma, que lo que se predica y se dice en las misas católicas y servicios religiosos protestantes, no coincide con lo que dice la Palabra de Dios en la Biblia e incluso se contradice muchas veces, como en este caso del Evangelio de Juan.

El Señor Jesucristo nunca habló sobre descanso eterno, si no que habló siempre sobre la vida eterna y para que tengamos vida en abundancia en el Reino de Dios, después de nuestra muerte. Jesús dijo: en la casa de mi Padre hay muchas moradas, y NO dijo: hay muchos sepulcros para descansar en paz.

Cuando Simón Pedro le pregunta: “Señor, ¿adonde vas?” Jesús le respondió: “Adonde yo voy no puedes SEGUIRME AHORA: me SEGUIRÁS MÁS TARDE”.
Es muy necesario tener claro, que Jesús cuando habló con los discipulos y todos sus seguidores, siempre dirigía sus palabras y enseñanzas a las almas espirituales de las personas, que fueron creadas a imagen y semejanza de Dios, y que en consecuencia, están destinadas a vivir eternamente, porque son inmortales.

Recuerden que en el instante de la muerte, el alma se separa del cuerpo. El alma espiritual regresa a Dios a quien pertenece y el cuerpo regresa a la tierra, a la que pertenece. El alma continúa su vida espiritual y por lo tanto, eterna, y el cuerpo se descompone, quedando finalmente solo los huesos en el sepulcro.
La mejor y más clara evidencia de que el alma se separa del cuerpo en el momento de la muerte, la encontramos también en las Sagradas Escrituras, en la escena descrita de la Crucifixión, en la conversación que tuvieron Jesús con el malhechor arrepentido, quien estaba a su lado: “Y dijo a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Confiemos y aferrémonos en primer lugar, a las palabras y enseñanzas que dijo el Señor Jesucristo y que han quedado escritas en la Biblia, donde cada uno las podemos leer y nos podemos apropiar de ellás como el gran tesoro espiritual, que representa para la salvación de nuestras almas.

Desafortunadamente, las iglesias y sus autoridades en los últimos tres siglos han estando interpretando de manera equivocada la Palabra de Dios y en muchos casos, la han alterado tanto, que mucho de lo que éllos predican  y hacen no se corresponde con lo que está escrito en la Santa Biblia. Esa es la razón principal de la gravísima crisis de confianza y de espiritualidad, por la que estan atravezando las iglesias tradicionales en todo el mundo desde hace años.

Recordemos entonces, que la muerte es en realidad una mudanza o cambio de vivienda, por medio de la cual, nuestra alma pasará a vivir en una de las moradas que estarán preparadas para nosotros en el Reino de Dios, donde tendremos vida en abundancia, así como lo ha prometido el Señor Jesucristo, nuestro Redentor y Salvador.