Porque mi pueblo es necio, no me conoce; hijos ignorantes son, no son entendidos. Jeremías 4, 22

La definición de la palabra “necio” según el diccionario de la real academia española es la siguiente: ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. Esta definición la menciono por adelantado en mi introducción al tema de esta reflexión, porque de esta palabra existen otros significados o sinónimos, que son los más frecuentemente usados por la gente en la actualidad, como por ejemplo: tonto, terco, bufón, etc.
Hace poco leí la frase “Lo verdadero es el todo” de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, un filósofo alemán del siglo XIX, en el prefacio de su obra “Fenomenología del espíritu”. El señor Hegel tratando de explicar el razonamiemto que lo condujo a concluir con dicha frase, agregó: «Todos vivimos en el mundo, por lo que nunca podremos mirar el mundo desde fuera y entenderlo como un todo«.

Esa frase de Hegel significa que, solamente se puede comprender el mundo, si se ve y se toma en cuenta todo el conjunto de diversos procesos de un sistema, que interactúan en sus relaciones y dependencias. Hegel comprendió que la unilateralidad no es solo es el mayor enemigo del pensamiento humano, sino también de nuestras acciones. Quien sólo ve una parte, ve la mitad del conjunto y, por tanto, piensa parcialmente, toma decisiones unilaterales, actúa parcialmente y en consecuencia, se equivoca. De esta limitación humana en nuestra capacidad de pensar, se originó la famosa cita de “Errar es humano” del antiguo filósofo romano Séneca, la cual es una verdad indiscutible.  
Resumiendo, por ser la realidad de la vida humana sumamente compleja desde el punto de vista de los conocimientos, la ciencia ha tratado de simplificarla, creando infinidad de disciplinas o materias de estudio, que han sido ordenadas y dispuestas a su vez, en numerosas profesiones y oficios, que todos conocemos.

Tomemos por ejemplo la Medicina, la ciencia que estudia el cuerpo del ser humano.
El cuerpo humano es un conjunto de órganos y procesos tan complejo, que tuvieron que crear diferentes especialidades médicas para estudiarlo y comprenderlo, precísamente debido a esa limitación natural de la mente humana, que es la unilateralidad del pensamiento.
A esta limitación innata en la mente que todos poseemos, se le ha añadido una limitación adicional absurda al sentido de la vista, que consiste en la siguiente conclusión materialista de mucha gente: si algo no se ve, no existe y no es real; la cual trae como tristes consecuencias: la incredulidad en Dios y en las realidades espirituales.

Los creyentes cristianos, debemos sentirnos felices y estar muy agradecidos por haber recibido de Dios su Gracia y su misericordia; y particularmente por haber despertado en nuestra alma, el deseo y la necesidad de acudir a Él y al Señor Jescucristo, para alimentar nuestra vida espiritual con su amor eterno, su consuelo, su paz, sus promesas y sus enseñazas contenidas en la Biblia.

Nosotros como creyentes cristianos, tenemos en Dios el bien supremo que un ser humano puede aspirar en esta vida terrenal.
Para San Agustín, el bien es un concepto fundamental que se relaciona directamente con Dios. Según su teología, Dios es el bien supremo y todo lo que existe en el mundo creado es bueno en la medida en que se acerca a la perfección divina.
En este sentido, San Agustín distingue entre dos tipos de bien: el bien verdadero, que se identifica con Dios, y el bien aparente, que es todo aquello que parece bueno pero que en realidad no lo es. El bien verdadero es el que le da sentido, esperanza y consuelo a esta vida dura y penosa, que tenemos que soportar en el mundo, y es la meta última de todo cristiano esperanzado: la vida eterna en el Reino de los Cielos.

Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el SEÑOR su Dios.
Salmo 146, 5

Y seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
2. Corintios 6, 18

El Dios Todopoderoso como creador del universo y dueño absoluto de la verdad, nos ha concedido a los creyentes, el gran privilegio de leer la verdad en su Sagrada Escritura contenida en la Biblia. Aprovechemos ese privilegio de conocer de manera exclusiva “lo Verdadero y el Todo” proveniente de Dios, quien TODO lo sabe y quien nos lo pone a nuestra disposición por amor.
Acerquémonos entonces a la Biblia sin prejuicios de ningún tipo, y leamos con plena confianza la Palabra de Dios, que ha sido revelada por su amor eterno a la humanidad. 

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