Conociendo nuestra propia espiritualidad y la huella que Dios dejó de sí mismo en nosotros.

Pero confiados en todo tiempo, y sabiendo que mientras moramos en el cuerpo, andamos lejos del Señor porque andamos por fe y no por vista. 2. Corintios 5, 6-7

¿Sabías tú amigo lector, que tú tambien eres un tesorero?

Sí, y cuando digo tesorero me refiero a la persona que es reponsable de custodiar y administrar un tesoro.

Tú tienes un gran tesoro dentro de tí, pero es posible que tú, como la gran mayoría de la gente, lo ignores completamente. Ese gran tesoro es tu alma divina e inmortal, tú dimensión espiritual.

Fíjate en los niños que están cerca de ti, tus hijos, los hijos de tus amigos o de tus vecinos. ¿No son los niños los seres humanos más felices y los que más paz interior tienen en el mundo? ¿No son ellos los que se divierten con todo, los que siempre están contentos y satisfechos consigo mismo? ¿No son ellos los que aman de corazón tan facilmente y son tan dignos del cariño que reciben de sus familiares y allegados?

Pues los niños son los seres más espirituales, sinceros y auténticos que existen, por eso ellos aman sin límites, creen y confian en lo que intuyen con su alma vigorosa de sus familiares y de sus amigos. Sin duda alguna, los niños “ven” más con el alma que con sus ojitos.
Las cualidades como la alegría, la credulidad, la inocencia, la sencillez, la humildad, la ternura, la sinceridad y la paz interior son virtudes que caracterizan la manera de ser de los niños.

Por experiencia propia, sabemos que esas son solo algunas de las grandes cualidades que el ser humano posee en su caudal natural de facultades espirituales, pero las cuales durante el avance de su desarrollo hacia su condición de adulto, van siendo gradualmente arrinconadas y sustituidas por otros estados del alma menos sensibles, y debido también a las duras experiencias, convencionalismos, prejuicios y suspicacias aprendidas, terminan siendo reprimidas.

Sin embargo, lo importante es recordar que esas nobles virtudes son innatas, que aún forman parte integrante de nuestra existencia y que están siempre presentes en nosotros, aunque algo adormecidas.

Por fortuna, ese tesoro espiritual de la niñez lo tenemos todos los adultos en un estado latente en nuestra personalidad. No obstante, podemos ser capaces de activar las cualidades espirituales del niño que aún llevamos dentro, cuando impulsados por el amor, nos sentimos atraídos por alguien en una relación sentimental de amistad o de pareja.

Estos atributos del alma mencionados, representan apenas una pequeña parte de nuestro tesoro espiritual, puesto que en nuestra dimensión espiritual hay mucho más todavía.

Debido a que nuestra alma fue hecha a imagen y semejanza de Dios, posee algo infinitamente más valioso y más importante: su origen divino y una vida eterna. El alma es la huella que Dios dejó de sí mismo en nosotros y que nuestro cuerpo de carne esconde muy bien. Por eso el alma es el mayor y el único tesoro divino que poseemos, ya que es la esencia espiritual de lo que somos, es inmortal y por consiguiente, después de la muerte vivirá eternamente.

El alma espiritual que todos llevamos dentro es nuestro gran tesoro. Esto lo dijo en forma figurada el apóstol Pablo a los Corintios en su segunda carta, al hacer la siguiente afirmación:
“Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios.” 2. Corintios 4, 7

Y como nosotros custodiamos ese tesoro, por esa sencilla razón: todos somos tesoreros!

La negación de Dios y de la naturaleza espiritual del alma humana, imposibilitan la comprensión total de la vida.

Los sabios pasarán vergüenza, serán abatidos y presos; he aquí, ellos han desechado la palabra del SEÑOR, ¿y qué clase de sabiduría tienen?
Jeremías 8, 9

En una entrevista que le hizo un canal de televisión español al escritor Gabriel García Márquez, premio Nobel de literatura de Colombia, cuando tenía la edad de 67 años, la periodista le preguntó: si usted pudiese escoger su propia muerte, ¿qué tipo de muerte escogería? y García Marquez respondió: “yo me niego a escoger la muerte, porque para mi la única opción es la vida. La muerte es una trampa y una injusticia para el ser humano, porque tiene que morir invitablemente.”

La respuesta del escritor me ha extrañado mucho, puesto que uno no espera, de un escritor y portador del premio Nobel con una vasta experiencia de vida como periodista, quien ha consultado tantas fuentes de información y leído infinidad de libros, que dé esa respuesta acerca de la realidad de la vida humana más cierta y conocida que existe.
Una buena explicación para esa respuesta, es el hecho de que García Márquez era ateo, según lo menciona su biógrafo Gerald Martín en una declaración, como justificación de que en el funeral del escritor en México, no hubo una ceremonia religiosa después de su muerte.

El ateísmo es muy frecuente entre los grandes intelectuales, filósofos, científicos y escritores en estos tiempos modernos, debido a la gran influencia que tuvo el movimiento intelectual llamado el “siglo de la luces” a mediados del siglo 18, cuyo principal objetivo fue combatir la ignorancia y el fanatismo religioso mediante las luces del conocimiento y de la razón.

Afortunadamente, ha habido tambien grandes intelectuales cristianos como el escritor francés Víctor Hugo (1802-1885), autor de las novelas entre las cuales están: “Los miserables”, “Nuestra señora de París”, “El hombre que ríe” y “Cromwell”.
Víctor Hugo fue un fervoroso creyente, quien seguramente leyó la Biblia, pues tuvo muy claro la descripción de cómo fue creado el hombre con un cuerpo de carne y un alma insuflada por Dios, a su imagen y semejanza.
Las dos siguientes citas de él, comprueban sus convicciones cristianas sobre la constitución del ser humano y su destino último:
“El cuerpo humano no es más que apariencia y esconde nuestra realidad. La realidad es el alma”

“Desgraciado quien no haya amado más que cuerpos, formas y apariencias. La muerte le arrebatará todo. Procurad amar las almas y und día las volvereis a encontrar”.

La antropología moderna, la cual es extremadamente simplista, considera al hombre como un primate o mono inteligente (Homo sapiens) desde hace más de 100 años, reduciendo de esta manera al ser humano a un cuerpo de carne y huesos que posse raciocinio y que según la teoría de la evolución de Charles Darwin, descendió de los monos.
Por cierto, esa teoría yo nunca la he aceptado, por estar basada en simples apariencias corporales, imaginaciones y sin un fundamento científico comprobable.
Si esa teoría fuera verdadera, no deberían de existir hoy los gorilas, orángutanes y monos chimpancés, pues debieron haber evolucionado también y estar hablando y habitando viviendas como nosotros. ¿No les parece?

El argumento más relevante e irrebatible en que me baso para rechazar la teoría de Darwin, son las siguientes facultades y virtudes espirituales del ser humano, las cuales son únicas y exclusivas entre todos los seres vivos: el intelecto, la conciencia, la memoria, la voluntad, la fe en Dios, la esperanza de vida eterna, el amor al prójimo, el orgullo, la vanidad, el egoísmo, la ambición, la hipocresía, la envidia, la lealtad, la intención, la traición, el rencor, los celos, fingir lo que no se siente, presumir de méritos ajenos ante los demás, etc.  

No es solamente la facultad de pensar o el raciocinio lo que nos diferencia de los primates y de los demás animales, sino que es principalmente ese prodigioso e inexplicable conjunto de capacidades espirituales de nuestra alma, lo que nos eleva y nos hace a cada uno de nosotros seres únicos e irrepetibles.

¿La inteligencia sin la conciencia y sin el amor espiritual al prójimo, de qué le sirve al ser humano? No nos sirve en absoluto, porque asi el hombre se convierte en el ser vivo más destructivo y criminal del planeta, algo muchísimo peor que un animal de rapiña. Esa es la triste realidad, que se ha dado en la historia reciente, como es el caso de la ideología del Nazismo en Europa, el cual además de haber iniciado la segunda guerra mundial, también provocó uno de los peores genocidios de la historia universal. Y como también es el caso actual de la contaminación desenfrenada de la naturaleza y del clima global, que esta destruyendo los medios naturales de vida de la humanidad.  

Es realmente injustificable e incomprensible, que el gremio de antropólogos hayan omitido voluntariamente estas cualidades y virtudes humanas en sus estudios, para definir lo que es el ser humano. Personalmente, la considero una degradación de la dignidad humana y un insulto a nuestra realidad como seres de naturaleza espiritual.

La Biblia, además de ser la Palabra de Dios, es el libro por excelencia de la vida humana, porque se refiere ampliamente tanto a su vida breve y pasajera en este mundo, como a su vida eterna en el Reino de los cielos.

La Biblia, entre muchos otros temas, nos enseña lo siguiente:

  • el origen de la tierra y del ser humano
  • qué y cómo somos verdaderamente los seres humanos
  • el sentido de nuestra vida terrenal y el propósito final
  • el destino último y definitivo después de la muerte
  • las virtudes, las fortalezas, las debilidades y los defectos de la raza humana
  • el mal y el bien
  • el sufrimiento, la angustia, la desesperanza, el dolor, la tragedia, las guerras, los conflictos entre humanos, el odio, la envidia, la traición, el engaño, la hipocresía, el abatimiento, la depresión, la tristeza, la felicidad, la bienaventuranza, alegría, satisfacción
  • El amor, el consuelo, la paz interior, la misericordia y el perdón de Dios; la suprema sabiduría de Dios que gobierna el mundo y los hombres.
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