«Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” San Juan 8, 12
¡Qué anuncio tan grandioso y maravilloso, hizo el Señor Jesucristo como Hijo de Dios, al mundo en esta oportunidad! Esas son también palabras de vida eterna, que únicamente Jesús como Dios Encarnado, fue capaz de decir en la historia de toda la humanidad. Puesto que se trata, de una luz para alumbrar las almas de los habitantes de todo el mundo: la luz espiritual de la vida eterna, que solo la pueden apreciar los ojos de la fe.
Es por eso que en la noche en que nació el Niño Jesús en Belén, los pastores que que vigilaban allí sus rebaños de ovejas, vivieron la siguiente experiencia:
Y un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Lucas 2, 9-11
Jesús dió testimonio de sí mismo y de Dios su Padre que lo envió al mundo, para revelar a la humanidad el amor eterno de Dios, su misericordia, su compasión, su perdón para todos los pecadores arrepentidos; y su promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos.
Jesús utiliza la palabra «luz» en el versículo del apóstol Juan, como un símbolo o imagen que representa realidades espirituales que no pueden ser captadas por la vista, pero sí pueden ser fácilmente captadas por nuestro espíritu o alma. De igual manera, usa la expresión “andar en tinieblas”, como símbolo de la oscuridad o falta de luz.
Cualquiera podría preguntarse: ¿Es posible andar en tinieblas a plena luz del mediodía? Y yo respondo: En nuestra vida espiritual secreta, sí!,
Aquí les doy un ejemplo: vivir con remordimiento de conciencia, inquietud, temor a la muerte, desesperanza, falta de amor verdadero y aflicción.
¿No les parece que esa condición de vida, puede representar fielmente “andar con tinieblas en el alma”?
Recordemos siempre la esclarecedora descripción que hizo San Agustín del ser humano, de que nosotros somos en realidad un alma racional, que habita en un cuerpo mortal, al que dirige y se sirve de él. De esto resulta el concepto de la dualidad del ser humano, que el gran erudito cristiano San Agustín proclamó hace miles de años, que el humano es un ser viviente compuesto de espíritu y cuerpo.
En el Nuevo Testamento, Jesús se dirige y les habla directamente a las almas de las personas, con palabras que contienen un mensaje espiritual escondido, el cual al ser comprendido y aceptado con fe por el alma receptora, se transforma en alimento espiritual.
El respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Mateo 4, 4
El Señor Jesucristo fue luminoso como Maestro de maestros y predicador, puesto que dió a conocer el carácter espiritual y eterno de la Palabra de Dios contenida en los 5 primeros libros del Viejo Testamento. Mientras que en el Nuevo Testamento o Evangelio, expuso claramente la existencia eterna del Reino de Dios en los Cielos, hizo su promesa de vida eterna para todos los redimidos y salvados por su Obra de Redención en la Cruz, y anunció las Bienaventuranzas descritas en el Evangelio de Mateo, las cuales serán cumplidas en el Reino de los Cielos después de nuestra muerte.
Jesús es la única luz que puede guiar todas aquellas almas, que sienten hambre de amor, de esperanza, de consuelo, de misericordia y de perdón, es decir, que anhelan la paz interior y la santa calma en el corazón, que solamente en Dios podemos encontrar.
En este tiempo del mes de diciembre, cuando en pocos días estaremos celebrando la Navidad, es decir, un nuevo aniversario del nacimiento del Señor Jesucristo, nuestro Redentor, sería muy oportuno llenarnos de regocijo y de gratitud por el gran Amor, la Gracia y la Misericordia, que Jesús ha derramado sobre nosotros y que por medio de su luz divina, haya disipado las tinieblas que nos acompañaban en nuestro andar y concedido tener la luz de la vida.
¡Qué bueno es para los creyentes cristianos, saber que además de la luz brillante que percibe el cuerpo, también disponemos siempre de la luz eterna de Cristo Jesús, que llega directamente al alma. Gracias Señor!