El amor de Jesucristo por nosotros es más fuerte que la muerte

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Juan 13, 1

Dios es amor. Esta es quizás la descripción más sencilla, más instructiva y más acertada para expresar lo que Dios debería de significar para todos los creyentes cristianos del mundo. Dicha frase se encuentra cerca del final de la Biblia en la primera epístola de San Juan: Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él.
(1 Juan 4, 8-9)

Dediquemos unos minutos a recordar la promesa de vida eterna del Señor Jesucristo y la obra de redención para el perdón de nuestros pecados; y también a imaginarnos primero, el rechazo y desprecio que recibió de sus hermanos de raza judíos; segundo, las vejaciones y humillaciones que Jesús tuvo que soportar antes de ser crucificado, y finalmente, la terrible y lenta muerte que padeció en la cruz del Calvario.
Y ahora les ruego que pensemos, en que Jesucristo siendo Hijo único de Dios, pasó por todo eso, únicamente por amor a toda la Humanidad y por amor a Dios Padre.

Igualmente es oportuno que recordemos, que el amor de Dios hacia nosotros es eterno, puesto que Dios no ama a nuestros cuerpos mortales que perecen, sino que ama sobre todo a nuestras almas o espíritus inmortales que vivirán eternamente.

El amor divino es inagotable, no tiene fin y tampoco tiene ningún obstáculo que lo detenga o interrumpa.
Dios nos ama desde que nacemos en este mundo y nos seguirá amando sin interrupción después de la muerte.

La promesa de vida eterna está plasmada clara y diáfanamente en el Evangelio para todos, solamente es necesario creer en Jesucristo y esperar con fervor en esa esperanza viva, confiando con la fe firme de un niño pequeño, en que el Hijo de Dios cumplirá su promesa.

Roguémosle al Espiritu Santo que nos fortalezca nuestra fe y nos conceda la humildad necesaria, para aferrarnos al amor y a la misericordia del Salvador que nos ama hasta el extremo.

La unión por amor de una pareja para toda la vida, solamente puede ser obra de Dios.

« Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y serán una sola carne. » Génesis 2, 24

Sobre el amor se ha dicho y escrito muchísimo, pero son muy pocos los autores que han reconocido que el verdadero origen y la fuente del amor entre parejas es un misterio, puesto que no se sabe porqué el amor aparece y desaparece de repente, y además, porque es algo completamente inesperado. El amor humano es un misterio porque es una facultad del alma, y por lo tanto, es espiritual. Pero como la ciencia no quiere reconocer la existencia del alma ni de Dios, los científicos intentan explicar el origen del amor con unas teorías neuroquímicas cada vez más absurdas, que lindan ya con el ridículo.

Yo por mi parte estoy convencido de que el origen y la fuente del amor es Dios, no solamente porque así lo afirman las Sagradas Escrituras, sino también por mi propia experiencia y porque es una realidad espiritual tan evidente y perceptible en la vida, que resulta una necedad negarlo.

El enamoramiento es la manifestación espiritual por excelencia en la vida, y es igualmente la más notoria que pueda sentir un ser humano, sobre todo por su condición de ser tan misteriosa y hasta mágica. Tal como sucede con todo lo que es de la dimensión espiritual que forma parte de nuestro cuerpo, cada individuo lo percibe a su manera y por medio de las usuales vivencias, sentimientos, pensamientos, imaginaciónes, ideas, pasiones y emociones que se viven o se padecen en esos bellos instantes.

Asi como sucede en el fenómeno espiritual llamado la ofuscación del entendimiento, en que nuestra mente se oscurece o se nubla, y por consiguiente, no somos capaces de percibir todo lo que esta presente en la realidad. En el caso del enamoramiento sucede todo lo contrario, nuestra mente se aclara o se ilumina, y entonces de repente, percibimos nuevos detalles y aspectos en la persona amada, de los cuales anteriormente no nos habíamos percatado.

La persona amada tiene ahora algo que nos atrae mucho, posee un brillo que emite y centellea como lo hace un faro desde la costa a los barcos que navegan de noche en el mar oscuro, de ese mismo modo, la amada con su brillo resplandeciente señala y orienta al enamorado, quien a partir de ese momento sólo tiene ojos para mirarla a élla.

A continuación, se despierta en el enamorado su conciencia amorosa, la cual le susurra suavemente, que esa persona tan atrayente es muy digna de ser amada. Asi sucede entonces, como por arte de magia, que todo aquello que forma parte de la persona amada como su aspecto físico, su personalidad, sus gestos y hasta sus defectos, le gustan al enamorado.

En la experiencia del enamoramiento, lo que hace tan maravilloso al amor verdadero, es que el enamorado logra más adelante considerar a su amada como parte integrante de su propio ser, culminándose así la milagrosa obra de que ya no son dos seres opuestos y ajenos, sino que se han fusionado espiritualmente en un sólo ser.
Tal como Dios lo prometió y está escrito en el versículo del Génesis.