Si tuvieses que elegir entre una casa grande o una familia amorosa y feliz, qué escogerías?

Y Él le dijo: amarás al señor tu dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a tí mismo.… Mateo 22, 37-39

Siempre estamos expuestos a comparar y elegir entre dos opciones. En la gran mayoría de las ocasiones, se trata de elegir entre diversos objetos y productos similares que deseamos comprar o actividades que queremos hacer. Sin embargo, existen algunos momentos en que tenemos que tomar una importante decisión para elegir entre objetos y personas, es decir, dos opciones muy distintas e incluso contrarias, la cual puede traer consigo serias consecuencias y dificultades para las personas afectadas por esa decisión.

Como ejemplo voy a describir una situación conocida que es real y bastante común:
Un trabajador, su esposa y dos hijos pequeños viven en un apartamento alquilado desde hace 10 años. Para poder comprarse una casa grande, el padre de familia decide buscar un trabajo con mejor sueldo en una empresa de perforación de pozos petroleros, pero tiene que trasladarse a vivir solo en un campo petrolero muy lejano.
En éste ejemplo, el señor prefiere sacrificar la convivencia diaria con su esposa e hijos por un largo tiempo, por el interés de ser propietario de una casa grande,  asumiendo con su decisión todos los riesgos y repercusiones negativas, que una prolongada separación podría provocar en la relación familiar.

Debido a que no podemos poseer TODO lo que deseamos, se hace pues necesario establecer prioridades, esto es, definir lo que para nosotros es más valioso y lo que es menos valioso en la vida.
La vida familiar con los lazos de cariño e intercambios de caricias que allí se crean y se dan diariamente, es el alma de una vivienda. Una casa no es más que un techo y unas paredes de materiales inertes y fríos, que encierran dentro de sí a una familia que vive allí. Básicamente, una vivienda cumple la función de un cofre, que resguarda y protege a los que habitan en ella.
Así como un cofre jamás es más valioso que el tesoro que guarda, así mismo la familia debería ser siempre para nosotros ese gran tesoro que le da amor y sentido a nuestra existencia y le otorga vida a la vivienda.

San Agustín de Hipona, uno de los más grandes doctores del Cristianismo escribió la obra titulada: la primacía del amor. Según San Agustín, cuando el ser humano ama de verdad a alguien, se identifica y se une espiritualmente al alma del ser amado.
Por los animales y objetos materiales lo más que podemos sentir es un apego o un simple afecto, el cual es siempre vano y dura muy poco.

El Señor Jesucristo nos enseñó que el mandamiento más importante es: amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo. El amor verdadero es espiritual y eterno, y en consecuencia, solamente puede surgir y desarrollarse entre seres de naturaleza espiritual. El amor espiritual que sentimos por nuestros seres queridos nos une también con Dios, y de esta manera, nos hace partícipes de la eternidad de Dios.

Ninguna casa grande ni ningún palacio son capaces de inyectarle amor a las personas que habitan en ellas y tampoco de hacerlas felices. Esa construcciones solamente pueden hacerles sentir orgullo, vanagloria, notoriedad, soberbia y engreimiento. Y nada más.

Únicamente los lazos invisibles de amor que nacen, se desarrollan y se nutren mutuamente entre los miembros de la familia en su convivencia diaria, son capaces de llenar de amor, felicidad y armonía el seno familiar.

« Desgraciado quien no haya amado más que cuerpos, formas y apariencias. La muerte le arrebatará todo. Procurad amar las almas y un día las volveréis a encontrar. » Victor Hugo, escritor francés

La unión por amor de una pareja para toda la vida, solamente puede ser obra de Dios.

« Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y serán una sola carne. » Génesis 2, 24

Sobre el amor se ha dicho y escrito muchísimo, pero son muy pocos los autores que han reconocido que el verdadero origen y la fuente del amor entre parejas es un misterio, puesto que no se sabe porqué el amor aparece y desaparece de repente, y además, porque es algo completamente inesperado. El amor humano es un misterio porque es una facultad del alma, y por lo tanto, es espiritual. Pero como la ciencia no quiere reconocer la existencia del alma ni de Dios, los científicos intentan explicar el origen del amor con unas teorías neuroquímicas cada vez más absurdas, que lindan ya con el ridículo.

Yo por mi parte estoy convencido de que el origen y la fuente del amor es Dios, no solamente porque así lo afirman las Sagradas Escrituras, sino también por mi propia experiencia y porque es una realidad espiritual tan evidente y perceptible en la vida, que resulta una necedad negarlo.

El enamoramiento es la manifestación espiritual por excelencia en la vida, y es igualmente la más notoria que pueda sentir un ser humano, sobre todo por su condición de ser tan misteriosa y hasta mágica. Tal como sucede con todo lo que es de la dimensión espiritual que forma parte de nuestro cuerpo, cada individuo lo percibe a su manera y por medio de las usuales vivencias, sentimientos, pensamientos, imaginaciónes, ideas, pasiones y emociones que se viven o se padecen en esos bellos instantes.

Asi como sucede en el fenómeno espiritual llamado la ofuscación del entendimiento, en que nuestra mente se oscurece o se nubla, y por consiguiente, no somos capaces de percibir todo lo que esta presente en la realidad. En el caso del enamoramiento sucede todo lo contrario, nuestra mente se aclara o se ilumina, y entonces de repente, percibimos nuevos detalles y aspectos en la persona amada, de los cuales anteriormente no nos habíamos percatado.

La persona amada tiene ahora algo que nos atrae mucho, posee un brillo que emite y centellea como lo hace un faro desde la costa a los barcos que navegan de noche en el mar oscuro, de ese mismo modo, la amada con su brillo resplandeciente señala y orienta al enamorado, quien a partir de ese momento sólo tiene ojos para mirarla a élla.

A continuación, se despierta en el enamorado su conciencia amorosa, la cual le susurra suavemente, que esa persona tan atrayente es muy digna de ser amada. Asi sucede entonces, como por arte de magia, que todo aquello que forma parte de la persona amada como su aspecto físico, su personalidad, sus gestos y hasta sus defectos, le gustan al enamorado.

En la experiencia del enamoramiento, lo que hace tan maravilloso al amor verdadero, es que el enamorado logra más adelante considerar a su amada como parte integrante de su propio ser, culminándose así la milagrosa obra de que ya no son dos seres opuestos y ajenos, sino que se han fusionado espiritualmente en un sólo ser.
Tal como Dios lo prometió y está escrito en el versículo del Génesis.

¿Qué le ha traído de bueno el feminismo a la mujer y a la familia?

Me gustaría que alguien me explicara, ¿qué ventajas o beneficios concretos le han aportado a la mujer moderna y a la familia, los cambios que ese movimiento internacional ha inducido en la vida familiar cristiana tradicional?
Aquí en suiza donde resido hace 27 años, la ideología del feminismo es muy popular y debido a eso, el tema de la emancipación femenina ha calado muy bien entre las mujeres y se ha propagado rápidamente. Por esa razón se puede afirmar, que la mujer suiza está bastante emancipada.

Ahora bien , lo que yo percibo como hombre, al tratarlas y observar sus actitudes ante la vida y su conducta social, es todo lo opuesto a los atributos del carácter femenino, que conozco y a los que estoy acostumbrado. En vez de desarrollar y perfeccionar las características naturales propias de las féminas, las mujeres emancipadas suizas lo que han hecho es imitar lo que los varones vienen haciendo desde hace miles de años, al copiar las actitudes y los defectos específicos del género masculino.

Tanto se asemejan hoy en día las mujeres feministas a los hombres, que a ese movimiento denominado feminista, deberían de llamarlo más bien movimiento machista, porque desde mi punto de vista de admirador incondicional de la mujer, la emancipación femenina desafortunadamente se ha degenerado, y me temo que, sus efectos se hayan tornado en contraproducentes para las propias mujeres.

A continuación paso a mencionar algunos de esos efectos contraproducentes:

IMITACIÓN DE ACTITUDES TÍPICAS DE LOS VARONES
Sin darse cuenta de éllo, las mujeres han adoptado las siguientes características del genio masculino: calculador, egoísta, interesado, ambicioso, mercantilista, astuto, inescrupoloso y malicioso. Todas estas pasiones innobles son producto de ese ambiente duro, brutal, despiadado y perverso del mundo laboral, de los negocios y de la política, ya que cada persona obligatoriamente tiene que imponerse a los demás, para poder mantenerse en la lucha y alcanzar sus metas.

MENOR ATRACTIVIDAD AFECTIVA Y ESPIRITUAL
Como consecuencia lógica del endurecimiento del corazón de la mujer, que resulta de la experiencia vivida en el cruel escenario de la vida pública, se disminuyen las propiedades singulares del espíritu femenino como son: la ternura, la sencillez, la delicadeza, la dulzura, la compasión, la sensibilidad, la clemencia, la comprensión, y la ingenuidad; es decir, el encanto afectivo del alma de niña. Precísamente esas cualidades espirituales femeninas, que son las que hacen irresistible a la mujer para cualquier hombre durante toda la vida.

MATRIMONIOS FRACASADOS Y MUJERES QUE VIVEN SOLAS
La tasa de divorcios en suiza ha pasado del 13% en el año 1950 al 53% en el 2008, de lo cual resulta la enorme cantidad de madres y mujeres divorciadas que terminan viviendo solas, y todo eso a pesar de que las mujeres disponen hoy en día de mucho mayor libertad sexual y de mayores posibilidades para elegir a su pareja que antes. A las divorciadas se les suman aquellas mujeres solteras, que no logran conseguir una pareja permanente, más por razones subjetivas (afectivas, espirituales) que por razones relacionadas con su cuerpo y apariencia.

La mujer moderna tiene que estar muy conciente de que la tentadora invitación del mal  llamado “feminismo”, es como todo en la vida: un arma de doble filo. El amor y la ambición son dos fuerzas espirituales antagónicas que se excluyen mutuamente. El egoísmo y las ansias de riquezas refrenan el amor. Y sabemos muy bien, que el amor verdadero es la fuerza espiritual que nutre y sustenta la relación de la pareja y las relaciones dentro de la familia.

La tradición cristiana milenaria de repartir los papeles del hombre y la mujer, en que la mujer labora en la privacidad y seguridad de su hogar, y el hombre en la calle expuesto al mundo despiadado y brutal, no es arbitraria ni injusta, sino muy sabia y conveniente para la familia entera.

Es bien sabido que el ambiente callejero y de trabajo tienden a influir y pervertir moralmente al ser humano, por lo tanto pienso que ustedes comprenderán, que es mucho más apropiado para la relación amorosa de la pareja, la convivencia y el bienestar de los hijos en una familia, cuando sólo uno de los dos integrantes del matrimonio (el hombre preferiblemente) sea el que esté pervertido o estropeado, y no los dos, como es el caso de la famila moderna: el hombre y su mujer emancipada.

Espérame en el cielo, si es que te vas primero

Pero el amor del Señor es eterno para aquellos que lo honran; su justicia es infinita por todas las generaciones. Salmo 103, 17

Seguramente muchos de ustedes, que están rondando los 60 años de edad, habrán escuchado esa linda canción titulada « Espérame en el cielo » interpretada y hecha famosa por el trío Los Panchos. Todos sabemos que ese trío en su larga carrera artística, se dedicó a dar a conocer en el mundo la canción romántica latinoamericana por excelencia: el bolero.
Los Panchos le cantaron al amor entre parejas tanto en sus diversos matices como en sus amargos desenlaces, pero afortunadamente, también le cantaron al amor triunfante, profundo y eterno como en este bolero en particular.

Ese amor verdadero que surge del fondo del alma, que vence todos los obstáculos y que prevalece en el tiempo, es eterno por ser de naturaleza espiritual. A la pareja que se ama mutuamente de ese modo, no le basta la duración de la vida en esta tierra para vivir ese amor, y por lo tanto, su gran anhelo es poder continuar disfrutando del amor aún después de la muerte.

De manera que esta canción como muchas otras manifestaciones artísticas del amor profundo, transmiten la visión de la eternidad de la relación sentimental, o bien comunican su deseo de eternizarse en ese amor.

El Señor se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto te soporté con misericordia. Jeremías 31, 3
Al ser Dios eterno, su amor hacia nosotros es igualmente eterno, porque Él nos creó con un alma inmortal, la cual después de la muerte, seguirá viviendo eternamente. Si no tuviéramos dentro del cuerpo un alma viviente inmortal, creada y destinada por Dios a vivir eternamente, no seríamos capaces de sentir el anhelo por un amor eterno, por un amor que dure para siempre.

Para nosotros como creyentes cristianos, es de suma importancia creer que el Dios eterno nos ha creado con un alma inmortal, con la clara intención de seguir amándonos después de la muerte inevitable de nuestro cuerpo. El Dios eterno y todopoderoso no es un Dios de cuerpos muertos, sino un Dios de almas vivas y eternas en el Reino de los Cielos.

Es en el fondo de nuestra alma inmortal, donde nace ese amor eterno que podemos llegar a sentir por alguien y que deseamos que no termine nunca, y no proviene de nuestro cuerpo carnal, que lo que siente y desea es satisfacer un apetito sexual lo antes posible.

La capacidad que tenemos de amar a alguien eternamente, es la virtud espiritual más grandiosa que Dios nos ha concedido como un don divino, y al mismo tiempo, como una prerrogativa del alma humana.

Concluyo con un trozo muy expresivo del texto de esa bella canción:
Nuestro amor es tan grande, y tan grande, que nunca termina.
Y esta vida es tan corta y no basta para nuestro idilio.
Por eso yo te pido, por favor, me esperes en el cielo.
Y ahí, entre nubes de algodón, haremos nuestro nido.

¿Hay algo mejor que decirle sí al corazón, cuando pide cariño verdadero?

Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha. 1. Corintios 13, 2-3

¡Más claro no canta un gallo! decimos así popularmente, cuando algún mensaje es expresado con la claridad del cristal. En este mensaje que acaban de leer, San Pablo manifiesta, con simples y magníficas comparaciones, la enorme importancia que el amor tiene en la vida humana. Ahora bien, al leer o escuchar un mensaje de la Biblia, la dificultad no está generalmente en la comprensión del texto, sino sobre todo en que el lector u oyente tenga fe en esas sagradas palabras y las acepte como una verdad para guiar su vida.

Muchos se preguntan hoy, pero si el amor es tan importante en la vida, ¿por qué entonces no se habla y se escribe sobre el amor todos los días, así como se habla y se escribe sobre otros temas como: el dinero, los precios, la ropa de moda, los viajes de vacaciones, las ofertas en el supermercado, los cosméticos, la salud, las medicinas, etc, etc? La respuesta es muy sencilla, y sin embargo, no deja de sorprender: Porque el amor al que se refiere San Pablo es el amor hacia los demás, el cual solamente lo podemos sentir y experimentar en el corazón, por ser una facultad espiritual humana que es invisible, y como tal, NO se puede comprar ni vender. Además, por no ser el amor negociable ni vendible, es sencillamente ignorado por los medios de comunicación y por la sociedad de consumo.

Las enseñanzas y mensajes contenidos en la Biblia están dirigidos al alma o espíritu humano, están destinados a alimentar nuestra dimensión espiritual constituída principalmente por la conciencia, el intelecto y la voluntad. De allí surge la célebre frase del Señor Jesucristo, en la que se refiere a la Palabra divina como el alimento espiritual: Pero Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mateo 4, 4)

La gente que sin reflexionar da por sentado, que la palabra Dios es un vocablo vacío, sin ningún contenido útil y adaptado a nuestra época y que es algo obsoleto para el hombre y la mujer modernos, no saben todavía lo equivocados y desorientados que están, ya que se han olvidado del elemento más importante, se olvidan, que éllos también tienen un espíritu dentro de su cuerpo.
Todo lo que es espíritual no cambia, porque es eterno, y es además la esencia y fuerza de la vida humana. Todo lo material y perceptible si cambia con las épocas, particularmente el aspecto exterior de las personas, la cosas y las costumbres, que es lo que se manifiesta y se puede percibir con la vista.

Por esa razón, el alma humana, sus pasiones y virtudes fueron, son y seguirán siendo las mismas por los siglos de los siglos. Cada ser humano que existió hace miles de años y los que existimos ahora, tenemos exactamente el mismo núcleo espiritual, la misma interioridad así como las mismas cualidades y defectos.

De nuestras cualidades espirituales, el amor es la más maravillosa y la más importante para poder vivir una vida plena y feliz, a pesar de que esa bella virtud humana sea actualmente ignorada por la sociedad de consumo, y también a pesar de las penas, pérdidas, problemas, fracasos, aflicciones y necesidades materiales que caracterizan nuestra vida en este mundo cruel y sin piedad.

Concluyo con un pensamiento muy cierto que leí hace poco sobre la importancia del amor en la vida:

Con el amor sucede como con el sol. Amanece el amor en nuestras vidas, entonces la luz se hace presente, entonces nuestro interior se pondrá cálido. Desaparece el amor de nuestras vidas, entonces crecen allí el frío, las negras sombras y los oscuros pensamientos proliferan. Tengo amor, me pueden faltar muchas cosas. A quién le falta amor, a ese le falta todo. Con amor se siembra confianza, se cura lo quebrantado y se comparte el sufrimiento. El amor hace posible lo imposible.

 

El amor que una persona le manifiesta a los demás, es lo que le hace aumentar su belleza y su atractivo

No se preocupen tanto por lucir peinados rebuscados, collares de oro y vestidos lujosos, todas cosas exteriores, sino que más bien irradie de lo íntimo del corazón la belleza que no se pierde, es decir, un espíritu gentil y sereno. Eso sí que es precioso ante Dios. 1 Pedro 3, 3-4

¿Quién no ha escuchado o leído el conocido refrán que dice: La suerte de la fea, la bonita la desea? La sabiduría popular expresa ilustrativamente esa realidad tan evidente que se percibe en las relaciones personales, que la simpatía y el encanto de una persona, surgen de su interior, de su alma, es decir, de su forma de ser y de actuar. La belleza exterior de la persona es sin duda atractiva y llama la atención, pero se queda en eso simplemente, en una excitación muy breve que atrae la atención o deleita por un momento y después pasa. Por esa razón, se sabe que la belleza exterior humana es superficial, y tan superficial es, que algunos escritores la han comparado con una simple capa de barniz y con la profundidad de nuestra epidermis que es de apenas 0,5 a 1,5 milímetros de espesor.

En la antigüedad, ya los filósofos, teólogos y demás letrados afirmaban que la belleza y la fascinación de un individuo salen de su corazón. San Agustín escribió: “La belleza crece en ti en la misma proporción en que crece tu amor, puesto que el amor mismo es la belleza del alma.”
Agustín define al amor como el ingrediente indispensable que hace crecer o aumentar la belleza, hermosura o atractivo en un ser humano de una manera efectiva y duradera.

Platón en su obra El banquete refiriéndose a la belleza del cuerpo y a la belleza del alma, decía que amar de verdad a alguién es liberarse de las apariencias del cuerpo, porque “cuando uno ama una alma bella, permanece fiel toda la vida, porque lo que ama es durable”.

Y Sócrates hablando sobre la belleza femenina, dijo: «La belleza de la mujer se halla iluminada por una luz que nos lleva y convida a contemplar el alma que habita tal cuerpo, y si aquélla es tan bella como ésta, es imposible no amarla.»

Hasta aquí hemos mencionado algunos argumentos irrefutables tanto de la sabiduría popular como de la sabiduría de la filosofía, los cuales confirman que la belleza interior de los seres humanos es la más importante, más valiosa y más perdurable.

Ahora bien, la belleza exterior es un atributo sumamente subjetivo y es un asunto muy personal porque se trata del gusto individual y único que tiene cada ser humano. Por su parte, el amor es una fuerza espiritual que viene de Dios y como tal es universal y enigmático, por consiguiente, la belleza del alma en los seres humanos es igualmente universal y misteriosa.

No ha sido por mera casualidad, sino por voluntad expresa de Dios que el amor y la belleza espiritual interior sean los factores determinantes y los que más cuentan en las relaciones personales.
Amar y ser amado son necesidades primarias del alma, y por eso cada ser humano se esmera en satisfacerlas a su manera muy particular. Sin embargo, cada individuo tiene que aprender a distinguir muy bien entre la necesidad biológica del sexo y la necesidad del amor espiritual e incondicional.

El sexo es el deseo natural del cuerpo que tiene por finalidad el placer y la satisfacción sexual inmediata. El amor puro es el deseo del alma que tiene como finalidad que el gozo espiritual que se experimenta amando a alguien no deje de existir nunca, es decir, que se haga eterno.

Cuando estoy con mi nieto, me siento más cerca de Dios

«Algunas personas le presentaban los niños para que los tocara, pero los discípulos les reprendían. Jesús, al ver esto, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.» Marcos 10, 13-16

Mi primer nieto va a cumplir el próximo mes de septiembre apenas dos años de edad. La experiencia de ser abuelo por primera vez, de poder cargar al nieto recién nacido en los brazos, y después, de tener la oportunidad de verlo crecer y compartir con él un día a la semana; ha sido para mí un acontecimiento tan prodigioso, que lo considero un verdadero privilegio. Ciertamente, todos los abuelos y abuelas han vivido también con sus respectivos nietos experiencias de amor maravillosas y muchos momentos tiernos, que les son inolvidables. Sin embargo, deseo darles a conocer lo que me ha movido a calificar mis viviencias de abuelo como un privilegio.

El primer cambio imperceptible que uno como abuelo tiene que reconocer, es el que ha sucedido en nuestro estado anímico como personas mayores, que misteriosamente nos capacita percibir a nuestros nietos con una mayor profundidad, como si estuvieramos apreciando algo más en ellos, algo como un brillo que sale de su interior y que nos cautiva atrayendo nuestra atención. Algo que cuando joven no fui capaz de apreciar ni de sentir con mis propios hijos, cuando estaban pequeños.

Para mí, ese brillo natural que poseen e irradian todos los niños no es más que el amor puro y candoroso que es manifestado por su alma vigorosa, y al cual yo le he puesto el nombre de brillo de amor. La enorme capacidad que poseen los niños pequeños de amar espiritualmente y sin condiciones, es precísamente lo que les hace transmitir a los demás ese encanto y esa ternura irresistibles que los caracterizan.

Estoy plenamente de acuerdo con la opinión del místico español Juan de la Cruz cuando al referirse a las huellas de Dios en este mundo, escribió la siguiente frase: „El alma, hecha a imagen y semejanza de Dios, es la mejor huella que Dios dejó de sí en la creación”.

Jesucristo nos lo reveló y lo enseñó en la memorable escena con los niños, en que Él les dice a sus discípulos: «Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.»

En nuestros tiernos y cariñosos hijos o nietos pequeños, tenemos los adultos el grandioso privilegio de contemplar y percibir en plena acción y durante el brevísimo período de la infancia, cómo las cualidades espirituales invisibles del alma divina se hacen visibles. Sólo hace falta en primer lugar, creer que éllas existen teniendo siempre presente que el cuerpo las esconde, y en segundo lugar, desear verlas conscientemente mediante la observación atenta y cuidadosa de todo lo que hacen y dicen los niños.

Tanto la historia de los tres Reyes magos que vinieron del Oriente para adorar al recien nacido Niño-Dios, como también ese acto insólito y hasta revolucionario de Jesús, de elevar al niño al primer plano y de ponerlo como ejemplo para los adultos, marcaron el inicio de un proceso de cambio en el concepto tradicional sobre la infancia y de su nuevo significado religioso.

A partir de la edad media comienzan a aparecer en el arte de la pintura, la representación de niños pequeños como ángeles y el niño Jesús o el Niño-Dios, en murales de iglesias y en cuadros con motivos religiosos. El alma pura, amorosa y vigorosa de los niños es lo que los hacen semejantes los ángeles de Dios, pero los pintores como no podían pintar algo invisible como es el alma, tuvieron que materializarla por medio de la figura de sus cuerpecitos.

Después de haberles dado esta explicación personal, espero que ahora comprendan mejor, por qué cuando estoy con mi nieto, me siento más cerca de Dios.

El amor incondicional entre la madre y sus hijos es un gran privilegio de las mujeres.

« Pero (la mujer) se salvará engendrando hijos, si permanece en fe, amor y santidad, con modestia »
1 Timoteo 2,15

Hay que reconocer que es muy cierto, que durante milenios en casi todas las civilizaciones y pueblos originarios del mundo, las mujeres han tenido menos derechos y libertades que los hombres. Las comunidades y sociedades estaban dominadas por los hombres, quienes desempeñaban las funciones más importantes en todos los cargos y profesiones. En la familia, los hijos varones fueron siempre más estimados y favorecidos que las hembras. Las hembras se encargaban exclusivamente de la crianza de los niños, de los quehaceres del hogar y de la confección de telas y ropa.

Mirando el pasado y ahora que en estos tiempos modernos, la situación de los derechos y libertades de las mujeres ha cambiado tanto, no es posible para nadie y tampoco sería justo, hacer ningún juicio de valor en relación al trato que anteriormente le dieron los hombres a las mujeres.

Si como cristianos creemos en la Providencia y en la soberanía de Dios sobre todo lo que sucede en este mundo, tenemos por lo tanto que aceptar, que las relaciones y el trato entre hombres y mujeres en toda la humanidad es la soberana voluntad de Dios, independientemente de si nosotros estamos de acuerdo o no. Resumiendo, Dios sabe muy bien lo que hace en su creación y sabe todo lo que nos conviene, aunque no nos agrade.

Voy a referirme a un privilegio exclusivo de las mujeres, el cual creo que es el más maravilloso de todos, pero que sin embargo y desafortunadamente, ha estado perdiendo en la mujer moderna el valor y la reputación que tuvo en la antigüedad. Se trata del amor verdadero e incondicional que puede surgir y desarrollarse entre una madre y sus hijos.
Si existe un amor humano, que se asemeja al amor de Dios hacia nosotros, ese sería el amor de madre.

Una vez adultos, los hombres y especialmente las mujeres, se concentran en la búsqueda del amor romántico entre parejas, deseando con ardor conseguir esa relación sentimental perfecta que los pueda unir a una persona para convivir y compartir felizmente la vida juntos. Pero resulta que en la dura realidad de la vida, tanto en los tiempos pasados como en estos tiempos modernos de libertades y derechos, la tan anhelada relación idílica, no se llega a dar en la gran mayoría de las parejas o bién nunca se encuentra el alma gemela.

Dios en su gran misericordia y justicia, le ha otorgado a la mujer el glorioso don del amor de madre como exclusivo privilegio, quizás para compensar la posible falta de una relación feliz con su marido y también para premiarla por todos los sacrificios, los renunciamientos, los dolores, los trabajos, las preocupaciones, las cargas, las responsabilidades, etc; que las mujeres al engendrar hijos tienen que padecer y desempeñar en su papel de madres, hasta el último aliento en el día de su muerte.

Si el amor verdadero es la virtud y vivencia espiritual más grandiosa e importante en la existencia de un ser humano, se podría afirmar en consecuencia, que el amor de madre es el gran privilegio divino de las mujeres.
« He aquí, don del SEÑOR son los hijos; y recompensa es el fruto del vientre » Salmo 127, 3

Los niños son más felices porque no les cuesta nada amar a la gente, y eso les hace tanto bien.

Si se hiciera una encuesta en el mundo entero sobre la felicidad en el ser humano, habría únicamente una pregunta, en cuya respuesta todos estaríamos de acuerdo: ¿quiénes son más felices, los niños o los adultos? Sin duda alguna, los niños son los seres humanos más felices que existen, y eso es así por la Gracia Dios.

Al nacer cada ser humano posee un alma de niño, que se manifiesta durante el breve período de la infancia, por medio de esas cualidades conocidas como son: la alegría de vivir, la ternura, la inocencia, la sencillez, la humildad, la sinceridad y la paz interior; virtudes espirituales éstas que caracterizan la forma de ser de todos los niños.

El encanto natural, la gracia que irradian, la irresistible ternura y lo que hace a los niños dignos de ser amados por los demás, está en su interioridad espiritual, en su gran capacidad de amar, en sus sentimientos, en sus actitudes, en sus pautas de conducta, es decir, en su vigorosa alma de niño.

Cuando somos adultos, la infancia la recordamos de vez en cuando como un paraíso dorado en el que una vez vivimos, e incluso ese tiempo maravilloso lo llegamos a extrañar como un divino tesoro que se nos fue, para nunca más volver.

Pero resulta que en realidad el tesoro de la niñez, todos los seres humanos sin exepción, lo tenemos siempre en nuestra personalidad en estado latente, no obstante, podemos ser capaces de activar las cualidades espirituales del niño que aún llevamos dentro, movidos por la inspiración del amor.

El orgullo y la vanidad que con el pasar de los años florecen y prosperan en el alma adulta, en primer lugar, nos hacen olvidar que una vez fuimos también niños cariñosos y alegres; y en segundo lugar, nos colocan sobre los ojos un velo, que no nos permite reconocer y apreciar esas cualidades del alma en los niños, que por momentos nos rodean, cualidades que podrían ser muy valiosas para nuestra propia vida y que merecerían ser imitadas.

En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?» Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos y declaró: «En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos.” Mateo 18, 1-5

En su respuesta Jesucristo dijo claramente lo que tenemos que hacer y dónde tenemos que buscar.
Somos nosotros mismos los que tenemos que cambiar y no los demás ni lo que está fuera de nosotros. Por lo tanto la búsqueda debe ser en el alma, en nuestra propia interioridad espiritual para poder llegar a ser como los niños. El gran tesoro está dentro de nosotros.

El amor verdadero es para corazones audaces y confiados

El amor es una doble manifestación de fe, puesto que uno al amar pone su confianza en sí mismo y también en la persona amada. En consecuencia, amar a alguién es actuar totalmente bajo la conducción de nuestra fe y de los sentimientos.

El proceso de enamoramiento podríamos ilustrarlo de la siguiente forma: Cuando aparece de improviso el sentimiento del amor en nuestra vida y ya lo hemos reconocido como tal, primero nuestro corazón nos confirma que es verdadero, y después, confiamos que es así. De la persona amada, nuestra alma nos dice que ella es efectivamente merecedora de nuestro amor y de nuestra confianza, y también decidimos confiar que es así. Esta es la audacia de la fe en el amor.

Cuando uno se pone a observar a las parejas en su entorno social, se puede notar que son pocas las que revelan estar enamorados de verdad y que se aman profundamente. El escritor francés François de La Rochefoucauld escribió refiriendose a esa realidad: “El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto».

La gran mayoría de las personas se enamoran en algún momento de su vida, y llegan por lo tanto a sentir, cómo el espíritu del amor dentro de su ser, brota impetuoso y fluye como un manantial, y en consecuencia, viven interiormente esa experiencia única y maravillosa que es el enamoramiento, pero, debido a diversos temores que les asaltan, refrenan sus sentimientos y tras amarga lucha interior terminan por aplacarlos gradualmente.

Entre los miedos a la pasión del amor puro, están el temor de no ser correspondido o de ser engañado; y existen otros que son actualmente los más frecuentes, aquellos generados por la poderosa influencia que ejerce el medio socioeconómico y cultural que nos rodea, como el miedo de disgustar a la familia, el de contrariar las exigencias de la clase social, y aún más a menudo, el temor a sacrificar un acomodado y fácil estilo de vida que le puede proporcionar otro pretendiente más adinerado y de una mejor condición profesional.

Platón en la antigua Grecia, hablando del amor puro, dijo una vez: “No hay hombre tan cobarde a quién el amor no haga valiente y transforme en un héroe.”

De ahí se puede derivar, que el dejarse guiar por los sentimientos amorosos puros es efectivamente un acto de heroísmo, lo cual explica claramente entonces, que sean muy pocas las parejas verdaderamente enamoradas, que se logran ver hoy en día entre nosotros.

San Pablo en su primera Epístola a los Corintios Cap. 13, 4-7 hace una descripción magistral del amor verdadero: El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.  El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Ése es el amor de los felices enamorados que son tan difícil de ver entre nosotros, ése es el amor que envalentona a los cobardes, el mismo que fabrica a los que podríamos llamar: héroes del amor.