La gran importancia que Dios le da a los hijos y a la función maternal de la mujer

« El que reciba a un niño como este en mi nombre, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió. » Marcos 9, 37

La mujer en su condición de madre recibe muchos dones y beneficios de parte de Dios. La maternidad la convierte en la persona transmisora de vida, al dar a luz a sus hijos, y después de ese milagro de la naturaleza, les transmite y da a los hijos: su amor, alimento, atención, cuidado, consuelo, protección, amparo, asistencia, consejos, sabiduría, confianza, seguridad, enseñanza y muchos buenos valores más.
Todo éste caudal de bienes que la madre le da a sus hijos, son necesidades básicas de los niños, que requieren ser satisfechas para lograr su sano desarrollo intelectual, corporal y espiritual.

Jesús en el Evangelio de Marcos, describe un privilegio más que tienen las madres cuando reciben al nacer a cada uno de sus hijos en nombre de Jesús: el honor de recibirlo también a Él en sus corazones. ¡Cuán grande es esa bendición de Dios!
La dependencia del niño pequeño de su madre es total, y en consecuencia, la necesidad que tiene el niño de estar siempre junto a ella o en su cercanía, también es total.
Es evidente que Dios ha creado a la mujer con la función maternal en su cuerpo, para la reproducción de la especie humana y ha dispuesto para ella la crianza de los hijos.

En contraste con todo esto que he mencionado hasta ahora, deseo referirme a continuación a los cambios de conceptos y de prioridades que se han estado dando en la mujer moderna:
En la actualidad, las jóvenes madres casadas consideran más importante ir a trabajar como empleadas para ganar un dinero adicional, que quedarse en casa con sus hijos para atenderlos como ellos se merecen. Uno se pregunta en estos casos: ¿Quién necesita más de la madre, los hijos o la empresa donde trabaja?
¿Qué es más importante y necesario para el bebé, la atención y el cariño de su madre o la ropita infantil costosa que está de moda?
¿Vale la pena sacrificar por un dinero adicional, las bellas vivencias de amor y satisfacción que tiene la madre con su pequeño hijo, y terminar la jornada de trabajo con sentimientos de culpa por ser mala madre?

Muchas mujeres emancipadas afirman públicamente, que ellas son las dueñas de su cuerpo y que tienen el derecho de hacer lo que les provoque con su propio cuerpo. Pregunto: ¿Cuál es el propósito principal de los senos, dar de mamar leche materna a sus hijos o hacerlos más grandes y atractivos con silicón para los hombres?
Otras mujeres que asumen estar « liberadas del dominio de los hombres», proclaman que ellas no quieren ser reducidas « a ser sólo un simple útero reproductor para tener hijos », sino que ellas más bien desean hacer carreras profesionales en las empresas y alcanzar altos cargos de gerencia y de responsabilidad. Pregunto:
¿Y los hijos que tanto las necesitan y extrañan, dónde y con quién están?
¿No es mayor la responsabilidad que tienen como madres y no es muchísimo más importante la crianza de sus hijos, para que puedan arreglárselas bien cuando sean adultos?

Estos son apenas dos ejemplos de las creencias absurdas que los medios de comunicación han estado imponiendo sobre el nuevo estilo de vida de la mujer moderna y emancipada.
Cuando los seres humanos en el transcurso de la historia de la humanidad, se han atrevido a desafiar y a luchar contra la naturaleza, siempre han sido ellos los primeros en salir malogrados y derrotados en esa lucha. Y cuando han cometido la locura de desafiar y oponerse a la voluntad de Dios, han terminado mucho peor.
Hoy en día en nuestra sociedad se está repitiendo ese grave error una vez más y está sucediendo frente a nuestros ojos.

Querida madre, te ruego que reflexiones y recuerdes que Dios sabe mucho mejor que tú, sobre lo que más te conviene a tí y a tu familia para el tiempo presente y para el futuro. Aférrate a Dios y a su Palabra, pídele que te guíe en todas las decisiones importantes que involucren a tus seres queridos. Escucha a tu propia conciencia y no a lo que dice y hace la gente debido a las nuevas modas en la sociedad.

(La esposa) está revestida de fortaleza y dignidad, y afronta confiada el porvenir. Abre su boca con sabiduría y hay en sus labios una enseñanza fiel. Vigila la marcha de su casa y no come el pan ociosamente. Sus hijos se levantan y la felicitan, y también su marido la elogia. Proverbios 25-28