Negaron a Jehová, y dijeron: “Él no es, y no vendrá mal sobre nosotros, ni veremos espada ni hambre.” Jeremías 5, 12
El método científico que es utilizado, para averiguar el origen de cualquier fenómeno o interrogante en el ámbito del comportamiento humano y de las relaciones personales, rechaza totalmente las realidades espirituales que existen en nuestros cuerpos y en la sociedad en que vivimos. Esa exclusión de la dimensión espiritual de nuestras vidas, ha sido un gravísimo error de la ciencia porque los científicos no toman en cuenta el alma, que es la esencia de los seres humanos, en sus investigaciones e informaciones que le dan a la sociedad.
La ciencia cuando no es capaz de aclarar los fenómenos de naturaleza espiritual, los llamados “misterios de la ciencia”, lo que acostumbra hacer es, oscurecer e impedir la compresión del hecho espiritual, alterando y confundiendo la realidad de las cosas, para que no se conozca la verdad.
Hace unos 250 años, la ciencia y sus defensores académicos, criticaron mucho a la iglesia católica por su oposición a reconocer y aceptar algunos descubrimientos científicos de la época, conocida como el período de la ilustración. De ese conflicto de intereses y opiniones entre la religión y la ciencia sobre un tema, surgió el término “oscurantismo”, usado para describir la actitud de las autoridades eclesiásticas, de dedicarse a oscurecer o privar al pueblo creyente cristiano del nuevo conocimiento científico.
La ciencia moderna con todo su avance científico y con los innumerables aparatos tecnológicos que ha desarrollado, no han podido esclarecer el origen ni mucho menos explicar el funcionamiento de la conciencia humana.
Si se le preguntara al mejor psiquiatra del mundo: ¿Cómo funciona la conciencia o cómo se origina el remordimiento de conciencia? Si el médico es sincero, tendrá que decir que no sabe, porque la conciencia es de naturaleza espiritual y forma parte del alma humana.
Por esa única razón, la ciencia ignora a la conciencia e incluso no le da importancia, y ni siquiera la mencionan en sus publicaciones! Esa actitud indiferente de la ciencia parece increíble, pero es cierta.
El amor verdadero es también espiritual y de origen divino, pues el amor es una de las más excelentes virtudes o facultades que Dios le concedió exclusivamente a los seres humanos, en el tiempo de la Creación.
En el caso particular del amor, la ciencia al verse imposibilitada de explicar el verdadero origen espiritual del amor, decidió hacer la trampa y el engaño de afirmar que el amor es como el sexo, es decir, un proceso biológico controlado por hormonas. Eso es una gran mentira, puesto que en el amor materno y el amor entre los miembros de la familia o entre amigos, no interviene para nada el deseo sexual.
De esa manera, la ciencia ha degradado el amor espiritual universal entre los seres humanos a un instinto natural del cuerpo, como es el sexo; lo cual es absolutamente falso, y además los ha igualado de manera perversa al afirmar, que hacer el amor y hacer el sexo es lo mismo.
Por todo lo dicho, los creyentes cristianos deberíamos de tener cuidado al leer y escuchar explicaciones de los profesionales y académicos sobre los temas referidos a nuestra vida sentimental y nuestra vida social en general, pues muchas de sus opiniones son equivocadas.
En vista de que la ciencia y los medios de comunicación, han creado una alianza de intereses con el fin de difundir informaciones que les generan ganancias y beneficios mercantiles, es muy conveniente que los cristianos no nos dejemos confundir ni manipular por tantas informaciones falsas que recibimos a diario.
Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. 2. Pedro 2, 1