La vanidad y el orgullo son las raíces del ateísmo. Lo peor es ignorar la propia ignorancia.

Los ojos altivos, el corazón orgulloso y el pensamiento de los malvados, todo es pecado. Proverbios 21:4

La frase: “disculpen mi falta de ignorancia “; es una genial creación del gran cómico mexicano Mario Moreno, quién personificó en sus películas al famoso Cantinflas, un personaje que se caracterizaba por una forma de hablar tan bien elaborada y tan embrollada que las personas quedaban bien impresionandas de él, pero sin comprender efectivamente lo que les habia dicho.

Todos sabemos, que la ignorancia se define como la falta de conocimiento o el desconocimiento acerca de una materia dada.

Pues bien, en el universo conocido hasta ahora, del cual nosotros los humanos también formamos parte, existe una infinidad de materias tan numerosa, que una persona por más inteligente y capaz que sea, y por más que se dedique en forma exclusiva al estudio y a adquirir conocimientos sin cesar, su reducido tiempo de vida terrenal, solamente le permitirá conocer apenas una minúscula fracción del total de materias, y su conocimiento será todavía en el mejor de los casos, muy superficial. Así será de inmenso el campo universal de los conocimientos hoy en día.

Cuando Sócrates llegó a decir su famoso adagio „ Yo sólo sé, que no sé nada“, en un diálogo de Platón, no se refería a que él fuese ignorante sino que imaginándose todo lo que desconocía, o mejor dicho, aceptando que su ignorancia era muy grande, él daba a entender así que no sabía nada, reconociendo humildemente sus propias limitaciones como ser humano. Ese pequeño gran detalle es una evidencia poco conocida, de la grandeza de su genio como gran pensador y filósofo que fue en la Antigua Grecia.

Es un hecho sumamente curioso y al mismo tiempo muy instructivo, que me ha llamado la atención desde hace muchos años, el que un gran número de las llamadas grandes y prominentes personalidades de la historia moderna hayan afirmado no creer en la existencia de Dios, y que por lo tanto, se consideraron ateos.

Entre esos ateos célebres se encuentran: Sigmund Freud, Carlos Marx, Simone de Beauvoir, Ernest Hemmingway (premio nobel de literatura), John Lennon, José Samarago (premio nobel de literatura), Friederich Nietzsche, George Bernard Shaw, Bertrand Russell, Michel Foucault, Albert Camus (premio Nobel de literatura), Woody Allen, Fidel Castro, Stephen Hawking y muchos otros más.

Según mi opinión, cualquier ser humano que afirme y crea que Dios como ser espiritual y creador del Universo no existe, no es sino una victima más de la conocida tragedia humana: el exceso de vanidad, orgullo y soberbia.

Y contra esa debilidad humana no es nadie inmune, y mucho menos aquellas personas prominentes que se han destacado en algo, y que por lo tanto, han logrado sobresalir en la historia de la humanidad.

Si el orgullo y la vanidad son defectos tan humanos, que se dan de forma natural en todos los hombres y mujeres sin distinción de clase social o grado de educación, es entonces lógico y normal esperar, que justamente las personalidades famosas, se sientan más abrumados aún por el orgullo y la vanagloria,  y además, con mayor intensidad y persistencia que una persona común.

No hace falta tener un título de profesor de psicología, para saber que los grandes y famosos durante su vida colmada de honores y reconocimientos, sintieron con más fuerza y tenacidad la tentación de sentirse orgullosos, que cualquier otro individuo corriente, y que en consecuencia, debieron enfrentar una lucha interior muy dura contra el orgullo y la vanidad, para no dejarse dominar por éllos.

Y me temo que muchos de esos personajes, no lograron mantener a raya su vanagloria, dejándose influenciar en su entendimiento y en su conciencia por la soberbia, para terminar considerándose seres superiores dotados de un talento sobrenatural y creerse finalmente semidioses.
Éste fenómeno humano es tan común, que se conoce como: endiosamiento.

Entre los médicos y cirujanos modernos ese fenómeno es tan frecuente, que en algunos países se refieren a ese gremio en tono burlesco, como los “semidioses vestidos de blanco”.

Por esa razón a mi ya no me extraña más el hecho, de que algunos célebres y famosos se consideren ateos y no crean en Dios, ni en las realidades  espirituales.

No creyeron antes, ni creen ahora todos aquellos seres humanos carcomidos interiormente por el exceso de orgullo y vanidad, estado del alma ése, que les impide acercarse a Dios Todopoderoso y les imposibilita  conocer y experimentar el mundo espiritual que nos rodea y la maravillosa esperanza viva del Reino de los Cielos.

De acuerdo a la definición de la ignorancia, todas aquellas personas que tengan una falta total de conocimientos acerca de una materia dada, son por lo tanto, unos ignorantes en esa materia.

Los ateos, que por propia voluntad, se han abstenido de creer y de desear conocer a Dios y a su Santa Palabra, son desde el punto de vista de los conocimientos, unos grandes ignorantes, y desde el punto de vista de no querer aceptar y reconocer ni sus propias debilidades innatas, ni tampoco sus limitaciones naturales como seres humanos mortales, son también unos estúpidos.

El gran cientifico alemán Albert Einstein, sabiendo aceptar y reconocer, sus propias debilidades y limitaciones como ser humano, escribió el siguiente adagio: “Solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. De la primera no estoy tan seguro.”

Si la estupidez en el ser humano, es una más de las tantas debilidades naturales que TODOS sin excepción poseemos, no nos debe sorprender en absoluto, que todos los ateos célebres y famosos de la historia de la humanidad, como seres humanos que eran, y haciéndole honor a su condición, hayan sido también unos grandes ignorantes y estúpidos.

Yo por mi cuenta les recomendaría, en el caso de que alguno de ustedes  se encontrara con una persona atea en una próxima ocasión, y les reprochara su fe y el ser ingenuos, crédulos, humildes, sumisos y amorosos con Dios nuestro Padre Celestial, le digan como respuesta: ¡disculpa mi falta de ignorancia!

Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido. Lucas 14, 11

La incredulidad y la idolatría en la sociedad moderna, no alteran la fidelidad eterna de Dios.

Si fuéremos infieles, el permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo.
2 Timoteo 2, 13

Las iglesias cristianas tradicionales como la católica y diferentes denominaciones protestantes del mundo occidental, se encuentran en una grave crisis de fe y de existencia desde hace ya mucho años. Han perdido millones de feligreses, lo cual ha causado en todos los países europeos, que muchos templos cristianos en desuso se estén utilizando como: museos, salones de conferencias, restaurantes, alojamientos para refugiados extranjeros, etc. Tambien el personal eclesiástico de sacerdotes y pastores se ha reducido en consecuencia, por falta de vocación y de interés de la juventud en esa profesión.   

LA SECULARIZACIÓN EN LAS IGLESIAS CRISTIANAS Y DE SUS SACERDOTES O PASTORES

Así como lo afirmó el filósofo griego Heráclito de Efesos en la antigüedad con la frase: “la única constante es el cambio”; sabemos que las épocas cambian, la gente cambia, las costumbres cambian y las instituciones humanas cambian con el tiempo. El término secularización proviene de la palabra en latín Saeculum o siglo, y consiste en la adaptación de la iglesia a la época moderna y profana en que estamos viviendo, caracterizada por una sociedad de personas autónomas y orgullosas, quienes han dejado atrás la tutela de la iglesia y de la religión, y que se imaginan que son dueñas de su propio destino y no les incomoda ser indiferentes hacia los asuntos sagrados y divinos.

Aunque la religión se refiere a la relación personal con Dios y a nuestras cualidades y necesidades espirituales, debído a ese proceso de adaptación que se ha dado dentro de las iglesias, sus representantes y teólogos desde hace ya 200 años, se han estado dedicando a predicar y hablar principalmente sobre temas sociales, económicos, políticos, culturales y de la salud en la sociedad actual, con mucho tacto y delicadeza, evitando mencionar palabras “desfavorables» como: pecado, moral cristiana, muerte, condenación, vida eterna, hombre espiritual, Hijo de Dios, Espíritu Santo, Reino de los Cielos, infierno, el maligno, etc; para no incomodar y ahuyentar a los pocos asistentes al servicio religioso.

Precísamente este proceso de secularización ha acentuado y acelerado la crisis y la decadencia que atraviezan las iglesias tradicionales, y todo eso, por no haber permanecido fiel a Dios y a su Palabra y por haberse apartado de sus enseñazas y consejos.

En la larga historia de las religiones tradicionales estos cambios siempre han sucedido y por lo tanto es algo normal, ahora bien lo más importante es saber y mantener siempre presente en nuestra conciencia, es que independientemente de que suceda lo que suceda entre los seres humanos, el Dios Eterno permanece fiel con su pueblo, así como lo confirma acertadamente el apóstol Pablo en su segunda carta a Timoteo: Si fuéremos infieles, el permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo.
¡Qué maravillosa verdad y poderoso consuelo nos da Pablo a los creyentes cristianos con esas palabras! Este versículo es un efectivo bálsamo para nuestra alma inquieta y asombrada, por ser nosotros testigos presenciales de estos negativos cambios y corrupciones que están sucediendo en las iglesias y en la sociedad moderna.

Si los sacerdotes, pastores y teólogos no creen en el Evangelio de Jesucristo, y si además la así llamada opinión pública lo rechaza, con todo, el Evangelio sigue siendo la misma verdad eterna. La opinión pública no es la comprobación ni la medición de la verdad, pues ha cambiado continuamente y seguirá cambiando. La suma total del pensamiento de hombres que fallan, es menos que nada cuando se contrasta con la mente de Dios, que es infalible, revelada a nosotros por medio del Espíritu Santo en las palabras verdaderas de las Escrituras. Pero algunos opinan que el “anticuado” Evangelio no puede estar en lo correcto, porque, vean, todos dicen que no está actualizado y que está equivocado. Esa es una razón para estar más seguros de que está en lo correcto, pues el mundo entero está bajo el maligno y su juicio está bajo su influencia. ¿Qué son las multitudes cuando todas ellas están bajo la influencia del padre de las mentiras? La mayoría más grande en el mundo es una minoría de un solo individuo, cuando el creyente está del lado de Dios.

Aunque el mundo entero no crea, el Evangelio de Dios no debe ser alterado para que se adapte a los caprichos y a las fantasías del hombre, sino que ha de ser proclamado aún en toda su verdad y singularidad, en toda su autoridad divina, sin eliminar nada, sin adaptaciones u omisiones.

Si los más selectos maestros, los predicadores, y los escritores no creen, Él permanece fiel. Una de las pruebas más duras para los jóvenes cristianos es la caída de un eminente maestro. He conocido a algunos que han estado casi a punto de renunciar a su fe, cuando alguien que parecía muy sincero y fiel ha renegado sorpresivamente de la religión. Recordamos que tales cosas han ocurrido, para nuestro intenso dolor; por tanto, quiero expresarlo muy, muy claramente. Si llegara a suceder que cualquiera a quien tú le rindes reverencia porque ha sido de bendición para tu alma—a quien amas porque has recibido de él la palabra de vida—si esa persona sobre quien, tal vez, te has apoyado demasiado, resultara en el futuro no ser veraz y fiel, y no creyera, no sigas su incredulidad.

A continuación voy incluir un extracto del texto de un magnífico sermón del predicador inglés Charles H. Spurgeon sobre este mismo tema:

Pedro niega a su Maestro: no sigas a Pedro cuando esté haciendo eso, pues tendrá que regresar llorando y le oirás predicando a su Maestro de nuevo. Peor aún, Judas vende a su Maestro: no sigas a Judas, pues Judas morirá de una muerte terrible, y su destrucción será una advertencia para otros para que se aferren más estrechamente a la fe. Pudieran ver que el hombre que estuvo como un cedro del Líbano cae por un golpe del hacha del diablo, pero no por eso piensen que los árboles del Señor, que están llenos de savia, caerán también. Él guardará a los Suyos, pues conoce a los que son Suyos.

No prendan su fe con agujas a la manga de ningún hombre. Su confianza no ha de apoyarse en ningún brazo de carne, ni deben decir: “Yo creo gracias al testimonio de tal y tal, y retengo la forma de las sanas palabras porque mi ministro la ha retenido,” pues todas esos apoyos pueden desaparecer y pueden fallarte de pronto. Permítanme expresar esto muy, muy claramente: si nosotros no creemos o si quienes parecieran ser los más distinguidos maestros de la época, si quienes han sido los más exitosos evangelistas del período, si quienes ocupan un alto lugar en la estima del pueblo de Dios, en una mala hora, abandonaran las verdades eternas y comenzaran a predicarles algún otro evangelio que no sea el Evangelio de Jesucristo, yo les suplico que no nos sigan sin importar quiénes pudiéramos ser, o qué pudiéramos ser. No permitan que ningún maestro, por grande que pudiera ser, los conduzca a la duda, pues Dios permanece fiel. Apéguense a la voluntad y a la mente reveladas por Dios, pues “Él no puede negarse a sí mismo.

“Ningún éxito en la vida justifica el fracaso en la vida familiar”

La frase que uso como título de esta reflexión es de Fernando Parrado, uno de los sobrevivientes del avión uruguayo que se estrelló con 45 personas a bordo en 1972 en los Andes a una altura de 4.000 metros sobre el nivel del mar, accidente éste del que surgieron el libro y la película titulados “El milagro de los Andes”.

Los 27 sobrevivientes del accidente tuvieron que enfrentarse a duras condiciones ambientales para lograr sobrevivir con temperaturas bajo cero de -25 a -42 °C en las montañas congeladas, aún en plena época de nevadas, en medio de la primavera austral.

Fernando Parrado, uno de los únicos 16 pasajeros que lograron sobrevivir después de más de 2 meses de una colosal lucha por sus vidas, a 36 años de aquella historia que asombró al mundo, consiguió conmover a 2.500 participantes de un foro de negocios y capacitación empresarial, al transmitirles las lecciones que aprendió de sus experiencias durante y después de la tragedia de vivir 72 días sin agua ni comida, sobre un glaciar en plena Cordillera.

Su conferencia en ese foro de capacitación empresarial, la inició con el relato acompañado de fotos y videos de cómo y por qué, él y sus otros 15 compañeros lograron sobrevivir en un lugar y bajo unas condiciones extremas donde no se podía sobrevivir. Parrado narró los momentos que lo marcaron de aquella terrible odisea a 4.000 metros de altura en la que perdió a su madre y a su hermana, además de buena parte de sus amigos.

Entonces sobrevino el momento más inesperado de la charla: «Esta no es la historia que vine a contar», avisó. Y se puso contar entonces, que su verdadera historia empezó al regresar a su casa, sin su madre y su hermana, sin sus amigos de la infancia y al encontrar a su padre con una nueva pareja.
Y dijo entre otras cosas lo siguiente: “Lo importante viene después del trabajo.
Las empresas son importantes, el trabajo lo es, pero lo verdaderamente valioso está en casa después de trabajar: la familia.
No se olviden de quien tienen al lado, porque no saben lo que va a pasar mañana.»

Con su insólito testimonio personal, el señor Parrado está transmitiendo una admirable y valiente exhortación para la reflexión, a cientos de miles de personas en el mundo, quienes tienden a considerar como más valiosos al éxito profesional, el ganar mucho dinero y el prestigio de tener una posición gerencial, que su propia vida sentimental y familiar.

Parrado con su mensaje al mundo, esta confirmando la gran importancia que tiene en nuestras vidas el hecho de reflexionar bien sobre las decisiones que estamos por tomar y que previamente deberíamos de establecer las prioridades: ¿Qué es en esta vida lo esencial, lo conveniente y lo accesorio para nosotros?

El señor Parrado asi como innumerables personas anónimas han logrado reconocer y percatarse de lo esencial de la vida, sin embargo, después de experimentar en carne propia duras y trágicas experiencias.

La otra gran guía verdadera y vasta en enseñanzas, que disponemos para conocer y poder instruirnos sobre los temas esenciales de la existencia humana es la Biblia. Las sagradas escrituras son las revelaciones de Dios, que como alimento espiritual del alma humana, se refieren casi exclusivamente a nuestras necesidades espirituales básicas o esenciales, las cuales son universales, es decir, son las mismas en todos los seres humanos que han existido en todas las épocas de la historia de la humanidad.

Como ejemplo transcribo a continuación un párrafo de la Biblia, que se refiere a lo más esencial de la vida de los hombres y las mujeres:

Cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él. Uno de ellos, que era maestro de la Ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?». Jesús le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos. Mateo 22, 34-40

Ya lo afirmaba Jesucristo hace más de 2.000 años que el amar a alguien y el ser amado, es para todo ser humano la necesidad espiritual más importante, porque es de las facultades humanas, la más esencial.

Parrado en su conferencia confirma con otras palabras lo anunciado al mundo por Jesús, cuando asegura que “lo importante viene después del trabajo”. ¿Y a qué personas les dedicamos nuestro tiempo y nuestra energía vital después del trabajo? A nuestra familia y amigos, es decir, a nuestros seres más amados y más estimados, a quienes nos unen verdaderos lazos invisibles de amor y de cariño.

Es en el ámbito de nuestras relaciones personales, donde ese dominio invisible de lo espiritual se hace realidad y está en constante actividad. Ése es el terreno fértil  donde la infinidad de lazos invisibles de amor nacen, se desarrollan, se alimentan e intercambian, haciendo posible las relaciones humanas.

Los lazos espirituales de amor entre familiares, los cuales no se ven pero se sienten,  es lo que verdaderamente tiene valor y lo que cuenta en la vida. Eso es lo fundamental en la vida humana. 

Sin duda, tener una vivienda, por ejemplo, es necesario e importante, pero lo ESENCIAL es la vida familiar que dicha vivienda abriga y que uno mismo sustenta y atiende con tanta dedicación todos los días.

Independiente de tus inclinaciones y preferencias, yo personalmente te aconsejo lo siguiente:  
Escucha primero lo que te dicen tu conciencia y los profundos deseos de tu corazón. No te dejes persuadir por lo que hacen los demás, por lo que está de moda, ni mucho menos creer los mensajes manipuladores de la publicidad, de que la vida sólo se puede disfrutar y vivir con mucho dinero, para poder satisfacer todos aquellos antojos, que esa misma publicidad, sin darte cuenta, te ha metido en la cabeza.

Concluyo con un refrán muy famoso creado por la sabiduría popular, cuyo acierto y prudencia son insuperables: “ El trabajo es tan malo, que pagan por hacerlo.”

Si un problema nos lleva a buscar la ayuda de Dios en oración, ese problema es una bendición para nuestra vida.

En esta vida incierta y arriesgada, estamos siempre propensos a pasar por dificultades, accidentes, enfermedades y situaciones imprevistas que incluso nos pueden colocar al borde de la muerte, las cuales están totalmente fuera de nuestro control y no las podemos evitar. Por lo tanto, nuestro destino en este mundo es el de enfrentar a menudo todo tipo de problemas.

Cada quien reacciona y enfrenta los problemas de una manera individual, según sean el carácter y el estado de ánimo de la persona y las consecuencias que causa el problema. Las posibles reacciones pueden ser muy variadas: rabia, desesperación, temor, pánico, inseguridad, frustración, tristeza, etc.
Según sea la gravedad del problema, el Espíritu Santo que mora entre nosotros, puede actuar sobre el alma de la persona afectada y animarla a acudir a Dios por ayuda.
Fíjense en este versículo del profeta Oseas, quien haciendo uso de metáforas, describe una manera de cómo Dios nos atrae hacia Él:
Con cuerdas de hombre los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse comida delante de ellos. Oseas 11, 4

La frase que hace de título es del predicador inglés Charles H. Spurgeon, y la he seleccionado, porque describe muy bien una experiencia común, de la que muy pocos creyentes estamos conscientes: que la mayoría de los problemas graves que nos afectan y nos llevan a buscar refugio en Dios, son en realidad bendiciones para nuestra vida espiritual, porque fortalecen nuestra fe y esperanza en Dios.

Como creyentes que somos, lo primero y más importante es entender el gran valor de la Sagrada Escritura para nuestra fe, recordemos que estos escritos provienen de la sabiduría de Dios, y en consecuencia las palabras alli contenidas, además del sentido literal de la letra, poseen un mensaje espiritual que es capaz de proveer a nuestra alma alimentos espirituales como son: amor, confianza, esperanza, consuelo, paz interior, perdón, serenidad, paciencia, fortaleza, ternura, perseverancia, valentía, etc; virtudes estas que nos proporcionan las fuerzas necesarias y nos alientan a superar las dificultades que nos depare el destino.

Los salmos son una fuente variada y abundante de magníficos ruegos, oraciones y clamores, con los que el Rey David clama a Dios por ayuda, perdón y misericordia, haciendo uso de un precioso lenguaje lleno de palabras edificantes, enternecedoras y conmovedoras. 

Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos. Salmo 57, 1-3

No hay nada como la fe en Dios para ayudarnos en el momento de gran temor y de  necesidad. La fe disuelve el temor, asi como el sol lo hace con la niebla.

Por el contrario, las palabras provenientes de los seres humano, pueden tener por lo general, efectos positivos o negativos en los sentimientos, en la conducta y en el estado de ánimo de las personas.
La palabra humana puede ser usada para comunicar y enseñar obras virtuosas y actitudes ejemplares, pero tambien para manipular las opiniones y las actuaciones de una población con fines de lucro o políticos.

En la sociedad de consumo en que vivimos, los medios de comunicación utilizan la palabra como instrumento de publicidad y de manipulación psicológica para estimular en los ciudadanos la compra de productos y servicios. Los medios hacen uso de las palabras para transmitir mentiras y falsas informaciones todos los días, con el único propósito de captar la atención del público y de ganar dinero.

Otro efecto negativo de la palabra en el lenguaje humano, es su capacidad de herir los sentimientos y la sensibilidad emocional de las personas a las que están dirigidas. Como todo en este mundo cruel, el uso de la palabra tiene lamentablemente tambien su lado oscuro y dañino.

Como ustedes bien pueden distinguir, en la palabra de Dios podemos confiar ciegamente, mientras que confiar en la palabra de este mundo, es como caminar sobre un campo minado: hay que tener mucha precaución.

En relación al uso de las palabras, el apostol Pablo nos da el siguiente consejo:
Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia a los oyentes. Efesios 4, 29

Reconoced que Jehová es Dios Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Salmo 100, 3

Debido a su incontenible vanidad natural, el ser humano podrá vanagloriarse de cualquier presunción que se le ocurra y hasta presumir de que es un Emperador o el dueño de medio mundo, pero creerse más sabio e inteligente que Dios, eso es la evidencia máxima de su estupidez.

Este magnífico versículo de David lo puedo describir con gusto y satisfacción, como el más efectivo y certero golpe de hacha que se puede dar en la raíz del orgullo y de la vanidad. Por esa razón, es recomendable leerlo esporádicamente, cuando notemos que la vanidad está ascendiendo hacia nuestra mente y nos estamos alejando de Dios.

Y debido precísamente a que la pura verdad está escrita en la Palabra de Dios, es que la mayoría de la gente en las sociedades occidentales le tienen cierta alergia a la Biblia y la rechazan, porque la perciben demasiada cruel y sincera para sus nuevos gustos y costumbres. Esto me hace recordar un artículo de periódico que leí hace años, sobre individuos y familias suizas que por su crueldad les incomodaba tener que ver unos Crucifijos tallados en madera, en los senderos para caminar en las colinas de los cantones católicos, lo cual es una antigua tradición cristiana de siglos. En el pasado el uso de los crucifijos eran algo normal, bien aceptado y muy extendido. Pero hoy, debido a un exceso de vanidad y orgullo que predomina en la sociedad moderna, los ciudadanos de hoy se creen que son más santos y más humanos que la gente en la antigüedad!

La crueldad humana es una realidad que es necesario aceptar, porque está en los genes de TODOS los seres humanos del mundo, lo cual significa que cualquier persona posee la capacidad natural de cometer crueldades y pecados graves, bajo ciertas circunstancias. Recordemos solamente dos inmensas crueldades: el terrorismo de estado y el Holocausto en la alemania Nazi y el lanzamiento de las bombas atómicas por USA sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en Japón.

En estos tiempos modernos en que el desarrollo de las ciencias y tecnologías ha tomado tanto auge, la vanidad y el orgullo han ido también aumentando en la sociedad en una proporción aún mayor, en particular y de manera muy intensa en el gremio de los científicos, investigadores y tecnólogos, quienes se consideran a si mismos ser semidioses, capaces de crear nuevas creaturas mediante la manipulación genética y la biología molecular, movidos en parte por la curiosidad científica, pero sobre todo, por la insaciable codicia y las ansias de poder.
Estos nuevos “Sacerdotes” de la estupidez, embriagados por su delirio de grandeza, están causando graves daños irreparables a la naturaleza y a la salud pública.
Y a pesar de las frecuentes advertencias y protestas que vienen haciendo públicamente infinidad de organizaciones ambientalistas y de salud, ellos continúan imperturbables y firmes en sus actividades destructivas y perjudiciales para la humanidad.

Esa actitud tan absurda e irracional es el fruto del orgullo y de la vanidad, las cuales son muy capaces de apagar la llama de nuestra fe en Dios, de alejarnos de Él e incluso de que lo ignoremos completamente.

Jesús le dijo: Tomás, porque me has visto, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Juan 20, 29

Tal como lo dijo el Señor Jesucristo, bienaventurados son los que creen.
En lo personal estoy convencido de que aquellos que creen en Jesús y en su promesa de vida eterna, también son más inteligentes para lograr vivir de manera  exitosa su vida en este mundo, puesto que los creyentes que confían en Dios y se dejan guiar por el Espiritu Santo, les son concedidos sus deseos más profundos de su corazón, y por lo tanto terminan siendo más felices.

Confia en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacenterás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Salmo 37, 3-4

Así mismo ha sido mi propia experiencia en mi vida como creyente:
de mis más profundos deseos desde mi juventud hasta hoy en día, Dios en su gran Misericordia y amor me ha concedido los dos más importantes: una excelente relación de amor con mi esposa; y una familia amorosa y armoniosa compuesta por 4 hijos, 5 nietos, una nuera y un yerno, todos magníficos. ¡Gloria a Dios y mi eterno agradecimiento!

Prefiero mil veces confiar en Dios, Creador y Señor del Universo, de la Humanidad, de la naturaleza y de este mundo en que vivimos, que confiar en la imperfecta y muy limitada sabiduría e inteligencia humanas.

Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Proverbios 3, 5

Puesto que la fe es la ÚNICA puerta hacia Cristo, la primera regla es que creas lo más perfectamente posible en Él y en las Sagradas Escrituras, reveladas por su Espíritu. No dejes que nada influya sobre ti, principalmente el hecho de que la gran mayoría de la gente vive como si el Reino de los Cielos y el infierno fueran cuentos de viejas. Cree con firmeza y no te pongas temeroso. Pues, aunque digan lo que digan los demás y todos se vuelvan locos, Dios no puede mentir. No puede dejar de suceder lo que Dios en la Biblia profetizó que sucedería. Si crees que hay un Dios, debes creer que él es la verdad. *

Ten también por seguro que nada de lo que oyes con tus oídos, ves con tus ojos o tomas en tus manos es tan verdadero. Nada tan cierto e incuestionable como lo que leemos en las Escrituras, inspiradas por Dios, que es la pura verdad, que nos fueron reveladas por profetas. Nos las transmitió el mismo Jesucristo en persona con su palabra y las puso en práctica con su ejemplo.

El teólogo español Fray Diego de Estella (1524-1578) dijo: ”Cuanto hay en el mundo es falso y vano, porque es pasado, presente y futuro. Lo pasado ya no existe, lo que está por venir es incierto y lo presente es inconstante y momentáneo”

Si somos sinceros con nosotros mismos podemos constatar que lo que vemos a nuestro alrededor y lo que percibimos de la gente no es más que una farsa, porque en realidad la gran mayoría de las personas solo vive de apariencias, lo cual propicia una vida ficticia y sin sentido. Es como un teatro de máscaras en el que lo único que cuenta es aparentar, ya que lo importante es quedar bien ante los demás, impresionar y que nos tengan por importantes, dichosos o privilegiados, aunque no sea verdad.

Debido a la enorme influencia de los medios de comunicación y de la publicidad, el mundo de hoy en día se ha convertido en un gran escenario de la mentira, donde las mentiras se escriben, se dicen y se divulgan con naturalidad, maestría y elegancia; y donde cada uno incluso se cree y defiende su propio engaño.

En la Biblia, el rey David, en sus Salmos, se describió a sí mismo como un ser pobre y necesitado, no porque le faltasen honras y riquezas, sino porque entendía que todo era engaño y vanidad, y porque en algunos momentos críticos sentía que le faltaba su Dios.

A medida que vamos tomando conciencia de la clara contradicción que existe entre nuestra conciencia, nuestros propios pensamientos y valores, que es lo verdadero; y el acontecer cotidiano en el mundo exterior que nos circunda, que es lo aparente y engañoso; vamos llegando a la conclusión de que el ámbito de nuestra vida interior espiritual, de nuestra propia conciencia es el más auténtico y, sobre todo, el más importante.

Es la vida del alma, de nuestros pensamientos, deseos, sentimientos, en resumen, de nuestra vida interior espiritual, la que contiene la verdad y la esencia eterna de la vida humana.

No hay doctrina humana que no esté viciada por la negrura de algún error. Solamente el antiguo Testamento y la doctrina de Cristo es toda pura, toda blanca, toda ella sincera. El hecho de que sea un tanto dura y áspera nos adentra en su significado oculto escondido en el sentido literal.

Mientras tanto, recuerda una y otra vez que no debes tocar la Sagrada Escritura sino con pureza total de espíritu. Y lo primero que has de entender es el valor de estos escritos. Piensa que, siendo como son verdadéros oráculos, proceden del más profundo secreto de Dios. Si te acercas a ellos con reverencia, veneración y humildad, te sentirás poseído de su fuerza, inefablemente raptado y transfigurado. Experimentarás las delicias del esposo o esposa feliz, gustarás las riquezas de Salomón, saborearás los tesoros escondidos de la eterna sabiduría.

Considera, pues, que nada de lo que ves con tus ojos y tocas con tus manos es tan real como las verdades que lees en la Biblia. Pasarán el cielo y la tierra, pero ni una sola jota o ápice de la palabra de Dios pasará sin que se cumpla. Los hombres se engañarán y errarán, pero la palabra de Dios ni engaña ni yerra.

Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión. Proverbios 3, 6-7

* Los textos que están en letra cursiva los he tomado de la obra “Enquiridion” de Erasmo de Rotterdam (1466 – 1536), gran teólogo católico y erudito holandés, quien favoreció y defendió la práctica auténtica del cristianismo interior o espiritual, en contraposición con la práctica religiosa exterior de rituales, hábitos y apariencias.

Dios creó al ser humano para que viva dos vidas diferentes: una primera vida pasajera en este mundo, y una segunda vida eterna en el Reino de los Cielos.

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; que como yo os he amado, así también os améis unos a otros. Juan 13, 34

Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos a los otros: no mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los demás. Filipenses 2, 3-4

En el reino animal existen dos ejemplos muy conocidos de criaturas insignificantes, que fueron creadas para vivir dos vidas diferentes: las ranas y las mariposas. Sabemos que las ranas nacen y viven su primera vida en el agua en forma de renacuajos y después de un proceso natural llamado metamorfosis, se convierten en ranas adultas para vivir en los bosques.

Las mariposas viven un tiempo como orugas o gusanos arrastrándose en la tierra o en las plantas, para después transformarse en una bella mariposa y volar por el aire para alimentarse del nectar de las flores.

Si Dios el Creador Omnipotente del universo, creó estas dos criaturas para que vivan dos vidas completamente diferentes, ¿no habría sido Dios capaz de crear al ser humano con un cuerpo físico y un alma espiritual, para que el hombre pueda vivir también dos vidas muy diferentes, la primera y transitoria en este mundo, y la segunda, eterna y definitiva en el Reino de los Cielos?

Solamente es necesario que tú amigo lector, en primer lugar, por medio de un sencillo, humilde y auténtico acto de fe reconozcas y aceptes sin lugar a dudas, que todo el contenido de la Biblia es la única y verdadera Palabra de Dios, la cual fue escrita por infinidad de personajes históricos, quienes fueron cada uno inspirados directamente por el Espíritu de Dios, para que quedara estampada en papel como legado eterno para toda la humanidad.

Y en segundo lugar, que creas en nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, quien vino al mundo para revelar la verdad de Dios, que había estado oculta a la humanidad por un manto de misterio desde el inicio de los tiempos, la cual es conocida como la Buena Nueva o el Evangelio de Jesucristo: La promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos.

El Espíritu Santo de Dios descendió también a este mundo junto con Cristo Jesús, y desde entonces y por mandato expreso de Dios, habita entre nosotros con la importantísima misión de tocar y mover directa e imperceptiblemente el alma de los creyentes, para que reciban a Jesús como su amado Maestro, Salvador Misericordioso y gran Perdonador de pecados.

No necesitamos en absoluto a ningún intermediaro mortal (sacerdote, pastor, monje, predicador, etc) que medie entre Jesús y nosotros, para recibir al Señor Jesucristo en nuestro corazón. En la Biblia podrás encontrar muchos verdaderos héroes y heroínas de la fe, quienes por medio de su vida, sus actos y sus palabras inspiradas, nos pueden servir de ejemplo e inspiración para iniciarnos y mantenernos en la Verdad, el Camino y la Vida que es Jesús, nuestro salvador.

Lamentablemente en este tiempo moderno, materialista y gobernado por el amor al dinero, no se puede seguir confiando en los representantes y el personal de las iglesias cristianas, debido a que la gran mayoría no creen firmemente en la promesa de vida eterna, y la prueba más evidente de mi afirmación, es que ellos nunca hablan ni escriben con entusiasmo y con viva esperanza sobre la alegrías del Cielo.

Los llamados presbísteros, clérigos y pastores se han dedicado principalmente a hablar de la moral, de lo que debemos hacer, de cumplir con la obligaciones de la religión y sus sacramentos, de la ofrenda, de la pobreza, de las guerras y catastrofes, de la política actual, de los problemas de la sociedad, etc, todo esto referido a procurar llevar una mejor vida de apariencias aquí en este mundo cruel y sin remedio, como si fueran a vivir aquí para siempre, y sin pensar para nada, en que la avalancha de la muerte, les va a quitar todo de un solo zarpazo, cuando menos lo esperen.

Por el contrario, el Señor Jesucristo en sus enseñanzas y sermones, siempre se refirió a la futura vida eterna y al Reino de los Cielos, e igualmente lo hicieron sus fieles discípulos y apóstoles, valorando menos la dura y corta vida que sus seguidores y oyentes estaban viviendo, porque la vida terrenal es así para todos por igual, sean ricos o sean pobres, y valorando más la vida eterna, porque ella será nueva y abundante para todos aquellos que se la merecen y la desean con todo su corazón.

Vivir sin la esperanza de una mejor vida despues de la muerte, priva a esta vida terrenal de su sentido y su propósito principal, el cual consiste en perfeccionar nuestra vida espiritual interior por medio de la fe en Dios, el amor a nuestros seres queridos y la esperanza en la vida eterna, o dicho de otra manera, vivir con los pies bien puestos sobre la tierra, que es adonde pertenecen, PERO tambien con nuestra alma puesta en el Reino de Dios, que es adonde ella pertenece.
No se trata en absoluto de desatenderse de la realidad del mundo, claro que no. Se trata de vivir llenos de esperanza, la cual es el gran motor invisible que impulsa y sostiene nuestra existencia, venciendo todas las dificultades que se nos puedan presentar.
Lo más importante de la vida cristiana, es aferrarse esa gran esperanza de que algún día en el futuro, después de la inevitable muerte, nos espera la segunda vida nueva y eterna, que será sin lágrimas, sin dolores, sin preocupaciones, sin problemas, sin enemigos, sin odio, sin rencor, etc.
  
Todo esto ha quedado escrito en el Nuevo Testamento, para poderlo leer con fe, atención e interés. De corazón les doy este consejo.

Según la Palabra de Dios, la vida humana se hace realidad en dos dimensiones: una visible o corporal y otra invisible o espiritual.

No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven: porque las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas.
2 Corintios 4, 18

Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, El le ha dado a conocer. Juan 1, 18

La vida humana fue un misterio en el pasado, lo es hoy en día y lo seguirá siendo en el futuro. Y la razón principal es el hecho verdadero, de que poseemos una dimensión que no se ve, es decir, invisible. Sin embargo, hoy cualquier persona respondería de inmediato, que eso para nuestra época no es cierto, porque con los grandes adelantos de las ciencias que ha alcanzado la humanidad, lo conocemos y sabemos TODO sobre la vida humana, y que en consecuencia, no existe ningún misterio ni algo que no sea conocido por los expertos.
¡NO lo sabemos todo! Apenas conocemos lo de nuestra dimensión visible, el cuerpo de carne y huesos, es decir: la mitad.
La otra mitad no la conocemos porque no la vemos, y si no la vemos no creemos que exista, y por lo tanto, la ignoramos.
 
“Ver para creer” este es lema o el pensamiento fundamental, que sirve de guía para la conducta de incredulidad y escepticismo de la gran mayoría de gente ante el tema espiritual.
Debido a ese error y equivocada actitud, es precísamente que en nuestra sociedad occidental tan desarrollada, tan bien educada con los más altos estudios en ciencias y tecnologías como nunca antes en la historia de la humanidad, se están manifestando una cantidad de misteriosos fenómenos sociales, los cuales todos conocemos y que incluso nos parecen “normales”, pero que en el fondo NO son congruentes con el alto grado de bienestar económico y social de nuestra sociedad.

Entre esos extendidos fenómenos sociales, me limito a mencionar los siguientes:
El vacío existencial o la sensación de que la vida no tiene sentido, individuos hartos de la vida, el extendido consumo de drogas ilícitas, la violencia en la pareja y en la familia, la obesidad, el suicidio de jóvenes, la alta tasa de divorcios entre parejas, el pánico a la muerte, el descontento a pesar de poseer todos los bienes y comodidades imaginables, la falta de paz interior, el alcoholismo, etc.

A estos fenómenos se les podrían dar el calificativo de contradictorios o incoherentes.
Estoy convencido de que dichos fenómenos son consecuencias imprevistas del alto bienestar económico y social en los países industrializados, con los cuales no contaban en absoluto, los dirigentes políticos, los académicos, sociólogos, urbanistas, psiquiatras, médicos, etc.

Todo el mundo habla del amor, que es invisible por cierto, pero la gran mayoría de la gente se casan por interés o conveniencia y se dejan engañar por las apariencias visibles. Todo el mundo habla de la felicidad que es invisible también, pero la buscan donde ella no se encuentra, es decir: en el dinero, en las comodidades, en el consumo de bienes, en la diversión, etc.  

En en los tiempos bíblicos cuando vino al mundo el Señor Jesucristo, reinaba en esos pueblos antíguos una situación social y económica diametralmente opuesta a la de nuestros tiempos, caracterizadas por extrema pobreza, falta total de: servicios públicos, escuelas, hospitales, carreteras e infraestructura, etc.
Bajo esas paupérrimas circunstancias en que vivia el pueblo común o plebe, el Señor Jesucristo dió a conocer su Evangelio, el cual está lleno de mensajes espirituales sobre la fe, el amor al prójimo, la esperanza, el consuelo, la paz interior, la fraternidad, la dicha interior, la pacienca y el júbilo, todas ellas virtudes humanas naturales, para ser ejercitadas en el presente, pero siempre con la mirada puesta en su promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos, posterior a la muerte inevitable.

Cristo Jesús no vino a mejorar las condiciones materiales de la vida terrenal de esos pueblos antíguos, ni mucho menos vino a inmiscuirse en la política gubernamental de los ricos y poderosos con el fin de cambiar los sistemas de gobierno de la época y de eliminar la injusticia social imperante.

Jesús vino para enseñar y demostrar en primer lugar, que Él era el Hijo de Dios y el camino, la verdad y la vida, y que nadie viene al Dios Padre sino por Él; y en segundo lugar, que los seres humanos poseemos un alma inmortal y una vida interior espiritual, la cual gobierna y dirige los actos o acciones de nuestro cuerpo.

El avivamiento espiritual y el fortalecimiento de la vida espiritual humana, que trajo consigo la introducción de la fe cristiana en aquellos tiempos, fue indudablemente el motor que impulsó tanto el desarrollo de la evangelización cristiana en el mundo antíguo, como la extraordinaria expansión territorial, que el Cristianismo ha logrado en el mundo entero hoy en día.

Todos los hechos y explicaciones expuestos hasta aquí, me comprueban una vez más, que la dimensión espiritual o invisible es la esencia fundamental de nuestra existencia como seres humanos y que es ella la que sostiene como un sólido pilar invisible la naturaleza humana. 

Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa. Romanos, 1, 20

Es indispensable, que el creyente cristiano crea en su origen bíblico y se conozca bien a sí mismo, para el ejercicio pleno de su fe en Dios.

Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Salmo 8, 1-2

El rey David de Judea fue uno de los grandes héroes de la fe en la Antigüedad, y como tal, fue un gran precursor junto a Abraham de la fe cristiana. David creyó plenamente en la descripción de la creación del hombre que está escrita en el libro de Génesis, según la cual el ser humano fue hecho por Dios a su imagen y semejanza, y que lo formó del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un alma viviente.
Es pues, el hombre un animal prodigioso, compuesto de dos componentes muy diferentes entre sí, del alma o espíritu humano, que es como algo divino, y del cuerpo, como el de un simple animal. En cuanto al alma, somos tan capaces de lo divino que podemos sobrepasar la misma naturaleza de los ángeles y hacernos una misma cosa con Dios. De manera que si no estuviéramos unidos al cuerpo, seríamos algo divino; y si no estuviéramos dotados de alma espiritual, seríamos unas bestias.

A estas dos naturalezas, tan diferentes entre sí, las unió Dios, el Creador Supremo en feliz armonía. Pero fue la serpiente, en el jardín de Eden, la que las dividió con tan lamentable discordia, que ya no pueden separarse una de otra sin gran tormento, ni vivir juntas sin contínuo conflicto. Tan encarnizada lucha entablan entre sí, las que siendo una misma cosa, se manifiestan como si fuesen contrarias.
El cuerpo, porque es visible se deleita en las cosas visibles; por ser mortal, va tras las cosas temporales, y tiende hacia la tierra por ser pesado. El alma, por el contrario, acordándose de su condición de origen divino, tiende a subir hacia Dios con todas sus fuerzas. Desprecia las cosas materiales, pues sabe que son apariencias pasajeras, y busca las que son verdaderas y eternas. Como inmortal que es el alma, su amor está entre las cosas inmortales; siendo del cielo, anhela las celestiales.

El apostol Pablo a estas dos naturalezas o componentes del ser humano, las describe en forma figurada como: el hombre exterior (cuerpo) y el hombre interior (alma). Y la lucha que mantienen entre sí, la describe de la siguiente manera: “Si vivís en el Espíritu , no dareis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no haceis lo que quisierais”. Gálatas 5, 16-17

San Pablo, al explicar ampliamente los frutos de la carne o cuerpo y del espíritu o alma, vuelve a decir: “El que siembre en su carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu cosechará vida eterna” Gálatas 6, 8

En estos dos grandes personajes de la Biblia: el rey David con sus 150 Salmos, y San Pablo, como el mejor intérprete tanto del viejo como del nuevo Testamento; disponemos de dos magníficos Héroes de la fe, de quienes mucho es lo que podemos conocer, sobre la verdadera naturaleza humana, sus virtudes y sus debilidades.

«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.» Juan 16, 33

Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14, 6

Dios y su Hijo Jesucristo son los creadores y autores de la verdad absoluta, por esa razón y con toda autoridad, Jesús puede también afirmar que Él es la verdad. En consecuencia, la Palabra de Dios es la pura verdad.
En este versículo que hace de título, Jesús le advierte a la humanidad que TODOS tendremos aflicción en este mundo terrenal, palabra que significa: sentir pesadumbre espiritual o sufrimiento físico.

Aunque a la gran mayoría de los seres humanos, no les agrade escuchar o leer esta importantísima advertencia del Señor Jesucristo, ese mensaje pleno de verdad y de sinceridad, nos ayudará muchísimo a aceptar con consuelo y resignación cualquier sufrimiento en el transcurso de nuestras vidas, por la sencilla razón de que todo ser humano, desde el mismo instante de su nacimiento en este mundo, tendrá inevitablemente que sufrir, porque la aflicción es un componente esencial de la vida terrenal.

Esa advertencia directa y franca nos la hace Jesús por puro amor, como todo lo que Él hizo por la humanidad. Así como lo hacen los padres por el bien de sus amados hijos durante la crianza y la adolescencia, con el fin de prepararlos para soportar y enfrentar la dura vida como adultos.  

Si el mismo Jesús siendo el Hijo de Dios, el único hombre Santo y libre de pecados que ha existido, tuvo que soportar y sufrir ese horroroso castigo físico y la humillación pública durante su camino hacia el Calvario en Jerusalen, para ser crucificado, que era el tipo de muerte más dolorosa en la época del imperio romano; ¿cómo podemos esperar nosotros como pecadores, vivir una vida sin sufrimientos, sin dolores, sin aflicciones, sin problemas, sin traiciones, sin humillaciones, etc.?

No les parece esa expectativa generalizada algo demasiado ingenuo, iluso y absurdo?
Piensen en las innumerables enfermedades, dolores, angustias, preocupaciones, accidentes, guerras, crímenes, engaños, traiciones, crueldades, muertes, problemas, conflictos, etc; que forman parte de la vida humana común y que no los podemos evitar.

Dios con su sabiduría y soberanía ha creado expresamente este mundo así como es, con un divino y sublime propósito, el cual nosotros los seres humanos no somos capaces de comprender. El mundo es como es, y no como debería ser.
En consecuencia, tenemos que aceptar este mundo cruel y nuestro destino con mucha fe y esperanza en Dios, porque esa es su voluntad.

Debo decir aquí, que la gran mayoría de los sacerdotes y pastores de las iglesias tradicionales, no han tenido el coraje y la franqueza de hacer sermones y predicaciones sobre esta relevante advertencia del Señor Jesucristo para los creyentes cristianos, por el temor injustificado de crear la percepción en las congregaciones de que el cristianismo es una religión, que favorece de manera indirecta el sufrimiento como medio para alcanzar la salvación. Es posible que dicho temor, esté basado en la muy equivocada creencia antigua de la iglesia católica, de que la autoflagelación o castigar el cuerpo como penitencia podía contribuir al perdón de los pecados y a la salvación, creencia ésta que es totalmente falsa. La aflicción a la que Jesús se refiere es ese sufrimiento INVOLUNTARIO, que nos afecta y que no podemos evitar.
Debido a ese temor, la aflicción y el sufrimiento humano se han convertido en temas tabú entre los predicadores, una actitud que considero es lamentable y contraproducente.

La Palabra de Dios debe ser predicada por amor y siempre mencionando la verdad que contiene, y no por temor, para tratar de complacer más los oídos de la congregación, que a Dios Padre.