Si fuéremos infieles, el permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo.
2 Timoteo 2, 13
Las iglesias cristianas tradicionales como la católica y diferentes denominaciones protestantes del mundo occidental, se encuentran en una grave crisis de fe y de existencia desde hace ya mucho años. Han perdido millones de feligreses, lo cual ha causado en todos los países europeos, que muchos templos cristianos en desuso se estén utilizando como: museos, salones de conferencias, restaurantes, alojamientos para refugiados extranjeros, etc. Tambien el personal eclesiástico de sacerdotes y pastores se ha reducido en consecuencia, por falta de vocación y de interés de la juventud en esa profesión.
LA SECULARIZACIÓN EN LAS IGLESIAS CRISTIANAS Y DE SUS SACERDOTES O PASTORES
Así como lo afirmó el filósofo griego Heráclito de Efesos en la antigüedad con la frase: “la única constante es el cambio”; sabemos que las épocas cambian, la gente cambia, las costumbres cambian y las instituciones humanas cambian con el tiempo. El término secularización proviene de la palabra en latín Saeculum o siglo, y consiste en la adaptación de la iglesia a la época moderna y profana en que estamos viviendo, caracterizada por una sociedad de personas autónomas y orgullosas, quienes han dejado atrás la tutela de la iglesia y de la religión, y que se imaginan que son dueñas de su propio destino y no les incomoda ser indiferentes hacia los asuntos sagrados y divinos.
Aunque la religión se refiere a la relación personal con Dios y a nuestras cualidades y necesidades espirituales, debído a ese proceso de adaptación que se ha dado dentro de las iglesias, sus representantes y teólogos desde hace ya 200 años, se han estado dedicando a predicar y hablar principalmente sobre temas sociales, económicos, políticos, culturales y de la salud en la sociedad actual, con mucho tacto y delicadeza, evitando mencionar palabras “desfavorables» como: pecado, moral cristiana, muerte, condenación, vida eterna, hombre espiritual, Hijo de Dios, Espíritu Santo, Reino de los Cielos, infierno, el maligno, etc; para no incomodar y ahuyentar a los pocos asistentes al servicio religioso.
Precísamente este proceso de secularización ha acentuado y acelerado la crisis y la decadencia que atraviezan las iglesias tradicionales, y todo eso, por no haber permanecido fiel a Dios y a su Palabra y por haberse apartado de sus enseñazas y consejos.
En la larga historia de las religiones tradicionales estos cambios siempre han sucedido y por lo tanto es algo normal, ahora bien lo más importante es saber y mantener siempre presente en nuestra conciencia, es que independientemente de que suceda lo que suceda entre los seres humanos, el Dios Eterno permanece fiel con su pueblo, así como lo confirma acertadamente el apóstol Pablo en su segunda carta a Timoteo: Si fuéremos infieles, el permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo.
¡Qué maravillosa verdad y poderoso consuelo nos da Pablo a los creyentes cristianos con esas palabras! Este versículo es un efectivo bálsamo para nuestra alma inquieta y asombrada, por ser nosotros testigos presenciales de estos negativos cambios y corrupciones que están sucediendo en las iglesias y en la sociedad moderna.
Si los sacerdotes, pastores y teólogos no creen en el Evangelio de Jesucristo, y si además la así llamada opinión pública lo rechaza, con todo, el Evangelio sigue siendo la misma verdad eterna. La opinión pública no es la comprobación ni la medición de la verdad, pues ha cambiado continuamente y seguirá cambiando. La suma total del pensamiento de hombres que fallan, es menos que nada cuando se contrasta con la mente de Dios, que es infalible, revelada a nosotros por medio del Espíritu Santo en las palabras verdaderas de las Escrituras. Pero algunos opinan que el “anticuado” Evangelio no puede estar en lo correcto, porque, vean, todos dicen que no está actualizado y que está equivocado. Esa es una razón para estar más seguros de que está en lo correcto, pues el mundo entero está bajo el maligno y su juicio está bajo su influencia. ¿Qué son las multitudes cuando todas ellas están bajo la influencia del padre de las mentiras? La mayoría más grande en el mundo es una minoría de un solo individuo, cuando el creyente está del lado de Dios.
Aunque el mundo entero no crea, el Evangelio de Dios no debe ser alterado para que se adapte a los caprichos y a las fantasías del hombre, sino que ha de ser proclamado aún en toda su verdad y singularidad, en toda su autoridad divina, sin eliminar nada, sin adaptaciones u omisiones.
Si los más selectos maestros, los predicadores, y los escritores no creen, Él permanece fiel. Una de las pruebas más duras para los jóvenes cristianos es la caída de un eminente maestro. He conocido a algunos que han estado casi a punto de renunciar a su fe, cuando alguien que parecía muy sincero y fiel ha renegado sorpresivamente de la religión. Recordamos que tales cosas han ocurrido, para nuestro intenso dolor; por tanto, quiero expresarlo muy, muy claramente. Si llegara a suceder que cualquiera a quien tú le rindes reverencia porque ha sido de bendición para tu alma—a quien amas porque has recibido de él la palabra de vida—si esa persona sobre quien, tal vez, te has apoyado demasiado, resultara en el futuro no ser veraz y fiel, y no creyera, no sigas su incredulidad.
A continuación voy incluir un extracto del texto de un magnífico sermón del predicador inglés Charles H. Spurgeon sobre este mismo tema:
Pedro niega a su Maestro: no sigas a Pedro cuando esté haciendo eso, pues tendrá que regresar llorando y le oirás predicando a su Maestro de nuevo. Peor aún, Judas vende a su Maestro: no sigas a Judas, pues Judas morirá de una muerte terrible, y su destrucción será una advertencia para otros para que se aferren más estrechamente a la fe. Pudieran ver que el hombre que estuvo como un cedro del Líbano cae por un golpe del hacha del diablo, pero no por eso piensen que los árboles del Señor, que están llenos de savia, caerán también. Él guardará a los Suyos, pues conoce a los que son Suyos.
No prendan su fe con agujas a la manga de ningún hombre. Su confianza no ha de apoyarse en ningún brazo de carne, ni deben decir: “Yo creo gracias al testimonio de tal y tal, y retengo la forma de las sanas palabras porque mi ministro la ha retenido,” pues todas esos apoyos pueden desaparecer y pueden fallarte de pronto. Permítanme expresar esto muy, muy claramente: si nosotros no creemos o si quienes parecieran ser los más distinguidos maestros de la época, si quienes han sido los más exitosos evangelistas del período, si quienes ocupan un alto lugar en la estima del pueblo de Dios, en una mala hora, abandonaran las verdades eternas y comenzaran a predicarles algún otro evangelio que no sea el Evangelio de Jesucristo, yo les suplico que no nos sigan sin importar quiénes pudiéramos ser, o qué pudiéramos ser. No permitan que ningún maestro, por grande que pudiera ser, los conduzca a la duda, pues Dios permanece fiel. Apéguense a la voluntad y a la mente reveladas por Dios, pues “Él no puede negarse a sí mismo.”