Tu vida personal es el drama más importante del mundo y tú eres el protagonista.

Nuestra propia vida o existencia, que hemos recibido de Dios por medio de nuestros padres, no es solamente el bien terrenal más grande e importante que poseemos, sino que además, representa la única oportunidad que tenemos de vivir en este mundo.

Aunque estas circunstancias son muy ciertas, muy rara vez pensamos en esa realidad y por esa razón, tendemos a poner más atención en la vida de los demás, que en la nuestra. Estamos más pendientes de lo que hacen los otros con su vida, que lo que hacemos con la nuestra. Pocas veces pensamos en nuestro propio valor cuando nos relacionamos con los que nos rodean, y sobre todo, no estamos concientes de la gran importancia que tienen las funciones o roles que desempeñamos en nuestras relaciones con nuestros seres queridos.

Veamos de cerca algunos de esas funciones que desempeñamos a diario como: padres, esposos, hijos, hermanos, amigos, padrinos, tíos, etc. Reflexionemos también sobre el valor y la importancia que tiene nuestra actuación para ellos y sobre las grandes expectativas que ponen en nosotros esos seres queridos.

Si reflexionáramos sobre el significado de cada uno de esos papeles, y si además, tomáramos conciencia de la repercusión que tienen nuestros actos o palabras, si tuviéramos presente la gran importancia que tienen para nosotros los familiares y amigos, nos daríamos cuenta más a menudo del valor y de la relevancia que tiene nuestra función en ésos momentos.

En el gran escenario de nuestra existencia, somos siempre el protagonista principal o el personaje estelar de los acontecimientos que se dan en nuestra vida espiritual, en nuestra conciencia y en nuestro corazón.

Por eso, no deberíamos admirar ni envidiar aquellas personas que los medios de comunicación han seleccionado como los prominentes y las estrellas del escenario público mundial, ya que muchos de esos personajes han sido promovidos más por intereses comerciales y por negocios, que por obras realmente admirables.

¿De que nos sirve interesarnos por los otros y estar pendientes de lo que piensen o digan los demás, sino sabemos bien quiénes somos, ni sabemos lo que queremos hacer de nuestra vida y no escuchamos la voz de nuestra propia conciencia?

Nuestra vida espiritual es el escenario más importante y más trascendente, de todos los entornos en que podamos participar y desempeñar un papel durante nuestra existencia terrenal.

Así lo afirma Jesucristo con otras palabras cuando dice en el evangelio de San Mateo:
«Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?
Mateo 16, 26

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