¿Qué has logrado en tu vida que no hayas recibido como don o regalo de Dios?

Porque ¿quién te distingue? ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido? 1 Corintios 4, 7

El ser humano se olvida de Dios con facilidad, sobre todo cuando tiene bienestar económico, comodidades materiales, buena salud y prosperidad.
En esas condiciones favorables de desarrollo social y económico se vive desde hace varias décadas en muchos países del mundo. Además, ese estado de bienestar tan prolongado, ha contribuido a inflar la vanidad y el orgullo humano en tal grado, que el hombre y la mujer modernos creen que todo lo que han logrado en su vida, ha sido hecho única y exclusivamente por ellos mismos. De esta manera se han estado apropiando de méritos ajenos, los cuales en realidad le corresponden a Dios, porque todos somos el resultado de su grandiosa obra de la Creación, de su Gracia y su Misericordia.
Veamos en primer lugar las propias cualidades, características y talentos de nuestro cuerpo y mente, con las que hemos nacido y hemos recibido como regalo de Dios:

Belleza corporal
Mujeres y hombres presumen de su belleza corporal y se jactan de ella, como si éllos mismos hubiesen hecho su cuerpo así. La belleza del cuerpo no puede considerarse como un mérito personal, porque no hemos hecho nada para adquirirla.

Talentos naturales o innatos
Son todas aquellas capacidades, fortalezas y habilidades que nos destacan de los demás. Algunas surgen solas y se hacen evidentes, otras quedan algún tiempo ocultas hasta que las logramos identificar y poner en práctica. Entre los talentos más conocidos están: inteligencia, liderazgo, organización, auto-disciplina, iniciativa, cálculo matemático, oratoria, prudencia, inspiración artística, creatividad, destreza manual, espiritualidad, capacidad de análisis y lógica, etc. Todos esos talentos también los hemos recibido de Dios gratuítamente.

Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; Deuteronomio 8, 11-14

No sea que digas en tu corazón: « Mi poder y la fuerza de mi mano me han producido esta riqueza. » Pero acuérdate del Señor tu Dios, porque El es el que te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar Su pacto, el cual juró a tus padres como en este día. Deuteronomio 8, 17-18

En relación a nuestro nacimiento, condición social, desarrollo personal y prosperidad, es decir nuestro destino, la influencia de Dios sobre la vida de cada uno de nosotros es innegable.
No pudímos decidir nuestro nacimiento, familia y el país. En cambio, Dios sí lo ha hecho: Antes de haberte formado yo en el vientre materno, te conocía. Jeremías, 1, 5
Las oportunidades para prosperar, las amistades y las relaciones personales que hemos tenido en la vida, ni las creamos de la nada, ni las buscamos nosotros. Simplemente nos han sido dadas por un destino predeterminado por Dios.

Los creyentes cristianos debemos tener siempre presente, que el orgullo y la vanidad son después del pecado, los mayores enemigos de nuestra relación personal con Dios, porque sin darnos cuenta, nos hacen olvidarlo y alejarnos de Él.
Si un angel de Dios alguna vez nos preguntara: ¿qué tienes tú que no hayas recibido de Dios?
Tendríamos que responder si somos sinceros: mis pecados, mi poquita fe, mi falta de obediencia a tus mandamientos, mis equivocaciones, mi orgullo y mi vanidad inflados. Eso sí que es parte de nuestras propias obras y lo hemos hecho nosotros mismos.

Jesucristo en su vida en este mundo nos enseñó y nos demostró con sus acciones la virtud de la humildad para poder relacionarnos con Dios Padre y para ser capaces de servirnos mutuamente unos a otros. Es por eso que todo aquello que fomente el orgullo y la vanidad en tu vida, no concuerda con la verdadera doctrina del Evangelio de Jesús.

Amiga cristiana y amigo cristiano, si deseas sentirte aún más cerca de Dios, necesitas aumentar tu confianza, amor y humildad, para aprender a depender de Él asi como dependías de tu madre cuando eras un niño y necesitabas sus consejos y orientaciones.