Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Él le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso. Lucas 23, 42-43
En la historia de la humanidad, siempre se han dado cambios radicales de perspectivas o puntos de vista en relación con los conocimientos, las maneras de pensar y los valores de la sociedad.
Uno de los cambios radicales más conocidos y que tuvo grandes repercusiones en la ciencia y en la filosofía, fue la comprobación científica que hizo el astrónomo polaco Nicolás Copérnico en el siglo XVI de su teoría, que era el planeta tierra, el que efectivamente giraba alrededor del sol, y no como se creía y se había aceptado durante siglos en Europa, que eran el sol y los planetas, los que giraban alrededor de la tierra.
Ese cambio radical de perspectiva se conoce hoy en día como el giro copernicano, un cambio de punto de vista totalmente nuevo, aunque para la gente de la época y para la sociedad de hoy, ese nuevo descubrimiento de Copérnico no ha significado nada para sus vidas.
Sin embargo, el cambio de perspectiva más grandioso para el ser humano, fue el que obró el Señor Jesucristo, cuando le trajo a la humanidad sus divinas revelaciones sobre la promesa de vida eterna en el Reino de Dios, la existencia del alma humana inmortal y el perdón de nuestros pecados.
Esa maravillosa revelación de Dios, de que la existencia humana no termina con la muerte del cuerpo, como se creía y estaba aceptado hasta ese momento, sino que nuestra alma espiritual, continúa viviendo eternamente, generó en los creyentes un cambio radical en su conciencia y los llenó de una nueva e insuperable esperanza, la cual transformó radicalmente sus actitudes ante su propia vida y su muerte.
Así como bien lo dijo nuestro Señor Jesucristo: « No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma » Mateo 10, 28
El alma es divina e inmortal, y nos fue insuflada por Dios para poder vivir eternamente. Lo que muere es nuestro cuerpo, eso lo sabemos muy bien. Por lo tanto, los seres humanos no morimos, sino que pasamos a una mejor vida: la vida eterna espiritual en las moradas, que Jesús prometió prepararnos en el Reino de los Cielos.
El tránsito de la vida terrenal a la existencia espiritual eterna del ser humano, lo explica a su manera el escritor italiano Dante Alighieri, en su famosa obra la Divina comedia con la siguiente metáfora:
«¿No os dais cuenta de que somos gusanos nacidos para formar la angélica mariposa que dirige su vuelo sin impedimento hacia la Justicia de Dios?
El propósito final de nuestras vidas como hijos de Dios es el siguiente:
hemos nacido para la vida eterna.
¡Gracias a Dios y al Señor Jesucristo!