No esperemos justicia en este mundo injusto y arbitrario, confiemos en Dios justo y misericordioso.

« Los jueces de la tierra juzgan y condenan a los acusados, es decir, hombres pecadores juzgan y condenan a hombres pecadores.» San Agustín

En este mundo no puede haber justicia verdadera e imparcial, porque los seres humanos debido a nuestra misma naturaleza, poseemos demasiados defectos y siempre adquirimos vicios o hábitos de obrar mal en el transcurso de la vida.
San Agustín lo explica bien en su comentario sobre los jueces en el mundo, quienes siendo también hombres pecadores, juzgan y condenan a otros hombres igual de pecadores como éllos. El argumento de Agustín es claro y simple: Si los jueces no están libres de pecados, no son dignos tampoco de recibir la autoridad moral para juzgar a otros pecadores.
Existen además innumerables factores humanos, sociales y políticos, que combinados hacen realidad la mala aplicación de la justicia y la arbitrariedad de los jueces, que reinan en el mundo desde que existe la humanidad y de las que somos víctimas todos nosotros en esta vida terrenal.
¿Quién no ha sufrido una injusticia o arbitrariedad en carne propia por parte de alguna autoridad, o ha escuchado sobre: jueces corruptos, jueces racistas y discriminadores, jueces politizados, jueces sin escrúpulos, jueces misógenos, etc; es decir, todos jueces parciales y oportunistas?

Mientras vivamos en este mundo, tenemos necesariamente que acostumbrarnos a las injusticias y las arbitrariedades de los hombres, por lo tanto no debemos confiar en la justicia terrenal. Si la mayor injusticia y la más arbitraria jamás cometida en toda la historia, ha sido el juicio y la crucifixión de Jesucristo, siendo Hijo de Dios, justo y libre de pecado; ¿qué podemos esperar nosotros?

El escritor español Francisco de Quevedo (1580-1645) en un escrito que redactó sobre los argumentos de la inmortalidad del alma, se refirió de la siguiente manera a la imposibilidad de que los tribunales de este mundo puedan castigar o tener acceso alguno al espíritu humano:
« En el mundo no hay verdugos, ni tormentos para los pecados sino para los pecadores. Quién peca es la voluntad, y esta es potencia espiritual del alma: está fuera de la jurisdicción del cuchillo, de la soga y del fuego. Si no hay otra vida, alma inmortal y Dios, el pecado se queda sin pena y sin juez. Los tribunales de la tierra ajustician al homicida, al ladrón y al adúltero, para conseguir los efectos del escarmiento.»

Como creyentes cristianos confiemos plenamente en Dios y pongamos toda nuestra esperanza en la vida eterna prometida por nuestro Señor Jesucristo, de quienes sí podemos esperar Gracia, Justicia y Misericordia en el día del Juicio Final.

Recordemos las palabras de San Pablo: Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: « Mía es la venganza, yo pagaré » dice el Señor. Romanos 12, 19

Concluyo con un par de muy buenas frases sobre la injusticia:
« Si sufres injusticias consuélate, porque la verdadera desgracia es cometerlas. » Pitágoras, filósofo y matemático griego.

“La justicia es un perro rabioso que sólo muerde a la gente de pocos recursos”
Álvaro Salóm Becerra, escritor colombiano.

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