La fe, la esperanza y el amor son las tres columnas invisibles que sostienen la vida espiritual humana

Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. 1. Corintios 13, 13

Así como la bóveda celeste del universo está apoyada sobre unas columnas invisibles que la sustentan, la vida espiritual humana está sostenida igualmente por tres grandes pilares espirituales que son igualmente invisibles: el amor, la fe y la esperanza.

La visión de la eternidad se apoya en la fe, es impulsada por la esperanza y se nutre continuamente de la llama eterna del amor de Dios.
Si utilizamos el lenguaje de los navegantes con el fin de describir la frase anterior en forma alegórica, se podría decir de la forma siguiente: El amor de Dios, cual viento espiritual inagotable, está soplando siempre. Sólo tenemos que subir las velas de nuestra fe, para que con la viva esperanza como navío, naveguemos sin temor alguno en el tempestuoso mar de la vida, rumbo a las playas eternas de nuestra patria celestial.

El verdadero norte del mensaje evangélico cristiano es y será siempre Jesucristo, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Sólo Jesús promete respuestas insuperables para los tres anhelos más relevantes de la vida de todo ser humano:

  • Saber que será de nuestra existencia, después de la muerte del cuerpo
  • el deseo de conocer la verdad absoluta
  • el anhelo de vivir eternamente.

Jesús al ser el camino hacia el Reino de Dios, es la razón de ser de nuestra fe.
Jesús al ser la verdad (hijo de Dios Todopoderoso), es el origen y la fuente del amor.
Jesús al ser la vida eterna, es el objeto de nuestra esperanza.

En vista de que estos tres ardientes anhelos de cada ser humano han de ser cumplidos en la eternidad, se hace  absolutamente necesario en la proclamación de la fe, que vinculemos constantemente nuestra vida terrenal con las realidades eternas que nos esperan después de la muerte.
No se puede proclamar el evangelio de manera convincente, sin hablar de la eternidad y sin establecer la conexión con las promesas de Jesús y con el Reino de Dios en los Cielos, escritas en la Biblia.

La fe, la esperanza y el amor como potencias espirituales sostienen nuestra vida espiritual, y como pilares que son, deben seguir siendo firmes y robustos.
Sólo con la mirada puesta fijamente en la vida eterna en el reino de los Cielos, podemos nosotros los creyentes, contribuir al fortalecimiento efectivo de nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza.

La historia de más de 2000 años del cristianismo no es sólo la historia de una fe religiosa, de sus fieles y de las iglesias o congregaciones, sino sobre todo la historia de la esperanza cristiana de la salvación, que se basa firmemente en la obra redentora, la intercesión de Jesucristo y en su promesa de la vida eterna para los creyentes.

La fuerza vigorosa, la propagación y el crecimiento del cristianismo en el mundo desde sus inicios hasta la actualidad, se ha sustentado y se ha nutrido de ese maravilloso encuentro del ser humano con Dios, el Dios eterno; pero sobre todo se ha nutrido del encuentro con esa esperanza viva de la vida eterna, una esperanza inimaginable, tan grande, tan maravillosa, tan poderosa que supera con creces cualquier otra esperanza común de la vida humana como son: el triunfo, el poder, la libertad, la gloria, la salud, la riqueza, la familia, el trabajo y la fama.

La esperanza nos anima a vivir esperando en sus promesas y a tener confianza en Dios, aún en medio de las horas más oscuras de la historia de la humanidad, de los sufrimientos y de las dificultades de la vida cotidiana que encontramos en la realización de nuestra misión en la vida.
La esperanza nos conduce a contemplar el futuro con confianza e ilusión, porque tenemos la mirada puesta en el Señor Jesús.

Cristo es la esperanza que no falla nunca, para aquellos que creen en él.

La actitud de la esperanza es la cualidad por excelencia que caracteriza a los creyentes de fe firme, porque saben que Dios es fiel y que Dios ha cumplido su promesa en la obra Redentora y de Salvación de Jesús nuestro Señor.

Que el Dios de la esperanza los llene de alegría y de paz en la fe, para que la esperanza sobreabunde en ustedes por obra del Espíritu Santo. Romanos 15, 13

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