Recuerda cristiano, la vida abundante y eterna no está en tu cuerpo, sino en tu espíritu o alma inmortal.

El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida. Juan 6, 63

Para ser capaz de comprender bien y de captar el verdadero significado del mensaje del Nuevo Testamento en la Biblia, es necesario tener en mente nuestro espíritu o alma inmortal, que habita en nuestro cuerpo y que nos da la vida que es manifestada por el cuerpo, y del cual, el alma se sirve como instrumento para obrar. En la Biblia, el Señor Jesucristo se dirige directamente a nuestra alma inmortal y no a nuestro cuerpo mortal y transitorio. Por eso Jesús en sus enseñanzas, siempre se refería a lo eterno y a la eternidad; y anunció la Buena Nueva del Reino de los Cielos, es decir, la promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos:

  • Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Mateo 5, 3
  • Venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Mateo 6, 10
  • No amontoneis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbe que corroen. Amontonad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbe que corroan. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. Mateo 6, 19-20
  • Pues ya sabe vuestro Padre Celestial que teneis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Mateo 6, 32
  • Pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna. Juan 4, 14

Por ejemplo, en esta última enseñanza, Jesús al decirle a la mujer samaritana que no tendrá sed jamás si bebe del agua que él le dará, es evidente y lógico que no se refiere al cuerpo de la mujer, sino a su alma espiritual. Por esa razón, al leer el Evangelio es indispensable que nos identifiquemos más con nuestra alma inmortal, que con nuestro cuerpo. Recuerda, Jesús le habla a nuestra alma viva, que es lo que somos en realidad, porque nuestro cuerpo de carne es solamente el recipiente o el cascarón en el cual habita el alma.

El cuerpo frágil, delicado, enfermizo y mortal, es precísamente lo que no nos permite tener vida en abundancia en este mundo, porque apenas una insignificante circunstancia del ambiente natural en que vivimos nos puede afectar, enfermar o entristecer, como por ejemplo: calor, frío, zancudos, virus, lluvia, ruido, ofensas, fracasos, traiciones, engaños, desamores, etc. En consecuencia, es sencillamente imposible que un ser humano pueda tener abundancia de vida en este mundo terrenal.  
Por eso la frase que dijo Jesucristo “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10, 10); se refiere igualmente a la vida eterna en el cielo y NO a poseer abundancia de dinero, propiedades y lujos, como algunos cristianos se lo imaginan de manera muy equivocada.  
Todas las Bienaventuranzas que anunció Jesús en el sermón del monte, están referidas a la vida eterna en el Reino de los Cielos, después de la muerte invitable del cuerpo. La palabra Bienaventurado significa en realidad: aquel que goza de Dios en el Cielo.

Cuando leas o escuches la Palabra de Dios, piensa en tu alma que llevas dentro de tí, imagina el ser espiritual que eres y que vive en ese cuerpo tuyo, esa alma con la que te diriges a Dios y le hablas en secreto durante tus oraciones.

San Agustín de Hipona movido por su gran fe y esperanza, afirmaba: “Por mi alma misma subiré a Dios.”

Desde el punto de vista de la religión y de la fe, nuestra dimensión espiritual o el alma, es la que adquiere la preferencia y se antepone al cuerpo, porque fue creada por Dios a su imagen y semejanza, para vivir eternamente, mientras que el cuerpo de carne y huesos fue creado para vivir un tiempo determinado y finalmente morir.

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