La paz interior es el terreno fértil donde prosperan la tranquilidad y la felicidad del alma

« La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da.
No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. »
Juan 14, 17

El Señor Jesucristo en su trato con la gente, siempre acostumbraba a saludar o despedirse deseándole la paz a quién Él se dirigía, y para eso, utilizaba alguna de las siguientes expresiones: « la paz sea contigo », « paz a vosotros », « la paz os doy », « mi paz os dejo ».
En esos tiempos y en la mayoría de los pueblos ubicados en la región del mar mediterráneo, el saludo de la paz es una costumbre muy antigua, la cual se ha mantenido hasta hoy en día, como es el caso de las naciones semíticas: los judíos y los musulmanes.

La paz a la que Jesús que siempre se ha referido, es la paz interior de cada individuo, la cual es la primera que es necesario alcanzar, antes de tener paz entre unos y otros, es decir, la paz del alma o paz consigo mismo. Eso es así por la sencilla razón, de que si uno no tiene paz interior, no es posible que pueda mantener paz con los demás.
Jesús, por ser Hijo de Dios, sabía eso muy bien.

Ustedes se preguntarán ¿pero qué es tener paz interior y cómo puedo yo saber en qué momentos no la tengo?
Para obtener la respuesta a esas preguntas, solamente tenemos que observar a los niños pequeños con detenimiento y fijarnos en su actitud y en sus reacciones ante las circunstancias « desagradables » que les suceden.
A continuación una excelente descripción que hizo Santa Teresa del Niño Jesús, sobre la actitud normal del niño, quién logró ilustrar y demostrar algunos efectos de la paz interior en su conducta, con ejemplos prácticos:

„Ved al niño: está lleno de defectos, es ignorante, no sabe nada, todo lo rompe, cae a cada momento en las mismas faltas, y, no obstante, este niño es muy cándido, vive en paz, se divierte y duerme tranquilo. ¿Sabéis por qué? Tiene la simplicidad interior, se conoce tal cual es, acepta en paz la humillación de su estado, confiesa su ignorancia, su inexperiencia, sus defectos; a todo responde: «es verdad», y cuando ha hecho esta confesión, en lugar de avergonzarse, de llorar, o de enfadarse por ello, se va a jugar, habla de otras cosas como de ordinario. He aquí el secreto de la paz interior: la simplicidad de la infancia. «

Lo primero que resalta de la actitud del niño consigo mismo, es que él se acepta a sí mismo tal como es de imperfecto, y no se avergüenza ni se enfada consigo mismo por eso. El niño no se irrita a sí mismo, haciéndose reproches o críticas a sí mismo. Por su propia protección, el niño de esa manera no permite que se perturbe esa preciosa paz interior que disfruta, y que además, necesita para poderse desarrollar sin traumas ni complejos psicológicos.
Esto desmuestra que el ser humano dispone de la facultad natural, de permitir o impedir que su paz interior sea perturbada. Solamente nosotros somos capacez de alterar nuestra propia paz interior, según sea nuestra reacción a lo que sucede fuera de nosotros en nuestro entorno. Podríamos hacer mucho más esfuerzo para cuidar y conservar la paz interior, adoptando una actitud a la defensiva frente a los demás, como por ejemplo, siguiendo el refrán: a palabras necias, oídos sordos ; tal como hacen los niños.
Como adultos nos dejamos influenciar demasiado por las circunstancias, por lo que nos dicen los demás y por lo que pasa en el mundo, y lo más asombroso, es que lo hacemos voluntariamente, ya que siempre estamos mucho más pendientes de lo que piensa y hace la gente, que de lo que pensamos, creemos y hacemos nosotros.

Por su Gracia y gran misericordia, Dios le concede a diario la paz interior a nuestra alma, pero nosotros por un insignificante gesto, mirada, comentario, chisme, menosprecio o desaire; que ahora como adultos consideramos « desagradables », en vez de ignorarlos y no hacerles caso para no disturbar la calma y serenidad interior que hemos recibido, entonces nos alteramos, nos ofendemos y nos irritamos a sí mismos.
Lo cual en realidad es absurdo.

Tengamos presentes que la paz interior es un precioso tesoro espiritual.
Sin paz en nuestro corazón no alcanzaremos jamás la tranquilidad y la felicidad que deseamos y siempre estamos buscando.

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