¿De dónde surgen el remordimiento de conciencia y el sentimiento de culpa?

“Por eso yo también me esfuerzo por tener constantemente una conciencia limpia ante de Dios y ante los hombres”. Hechos, 24, 16.

El remordimiento de conciencia y el sentimiento de culpa, así como la gran mayoría de los padecimientos que agobian la vida del hombre y la mujer en la sociedad moderna, son más bien de origen espiritual y mental que de origen corporal y orgánico. En Europa, los trastornos psíquicos y afectivos se han incrementado tanto en los últimos años, que los consultorios de psiquiatras, psicólogos y terapeutas emocionales están saturados de pacientes.

Sobre esas enfermedades y perturbaciones no se habla ni se comenta en la opinión pública, porque no causan dolores insoportables ni muertes, pero sí ocasionan en el alma muchos sufrimientos, angustias y tristezas, que son padecidos en secreto durante largos años, y que le impiden vivir una vida plena y feliz a las personas afectadas, a pesar de disponer de muchos bienes materiales y de poder darse cualquier gusto con su dinero.

La conciencia forma parte esencial y muy importante del alma humana. La conciencia actúa como una luz que ilumina nuestras decisiones, es esa voz que escuchamos en nuestro interior que condena o aplaude alguna acción que hemos hecho, actúa también como testigo, y por consiguiente, sabe de nuestras intenciones , y además, memoriza las acciones que hemos hecho.

La intención o el propósito por lo que hacemos determinadas acciones, concientemente y movidos por nuestra propia voluntad, es como todo lo que proviene de nuestra interioridad, una fuerza de impulso espiritual, ya que es parte integrante de la voluntad humana, la cual junto con la memoria y el intelecto conforman las tres potencias espirituales básicas del ser humano. La intención es la idea, los deseos o los pensamientos que se nos ocurren, y que por decisión propia y soberana, convertimos de manera consciente en el motivo secreto de nuestros actos voluntarios.

Para poder comprender éste tema de la intención, tenemos necesariamente que recordar esa realidad indiscutible de que el hombre es una dualidad de cuerpo y alma, que es nuestra dualidad original, que somos un cuerpo con un espíritu, que somos la unión perfecta de una naturaleza material visible y una naturaleza espiritual invisible en el mismo ser.

La conciencia es ese testigo fiel presencial que anima y corrige, aprueba y condena, ensalza y vitupera cada uno de nuestros actos, según sean dignos de asentimiento o de reprobación.

El misionero jesuíta Pedro de Calatayud (1689 – 1773) escribió un trabajo célebre sobre la pureza de la intención, en el que menciona entre muchas otras cosas interesantes, algunos efectos de la intención en la persona que actúa. El efecto que más me llamó la atención fue en el que dice textualmente: « El tercer efecto es el dejar el alma quieta, y con una vida suave y sosegada. »

San Pedro de Calatayud se refiere en ésa cita a un efecto de suma importancia para todos nosotros, seamos creyentes o no, se trata de que es la intención y no las acciones que hacemos, la fuente de una conciencia tranquila y en paz, y como resultado, de poseer un alma serena dentro de nosotros.

Ese efecto directo de la intención sobre nuestra propia conciencia, nos da en consecuencia la justa explicación de esos dos terrible padecimientos espirituales que aquejan a los seres humanos: el sentimiento de culpabilidad y el remordimiento de conciencia. El remordimiento o sentimiento de culpabilidad es una realidad espiritual a la que toda persona adulta se enfrenta en algún período o momentos de su vida. En algunos, el remordimiento es el primer paso para el arrepentimiento que concluye en la conversión. Para otros es motivo de tanto tormento y desesperación que pueden terminar incluso en el suicidio.

El predicador inglés Charles Spurgeon en un comentario sobre la enorme importancia que tiene una conciencia limpia, dijo en una manera muy ilustrativa:

“Un gramo de paz interior y tranquilidad vale más que una tonelada de oro. El que tiene buena conciencia ha ganado una riqueza espiritual mucho más deseable que todo lo que ha perdido, aunque tenga que vestirse con un traje gastado.”

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