Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Proverbios 3, 5

Puesto que la fe es la ÚNICA puerta hacia Cristo, la primera regla es que creas lo más perfectamente posible en Él y en las Sagradas Escrituras, reveladas por su Espíritu. No dejes que nada influya sobre ti, principalmente el hecho de que la gran mayoría de la gente vive como si el Reino de los Cielos y el infierno fueran cuentos de viejas. Cree con firmeza y no te pongas temeroso. Pues, aunque digan lo que digan los demás y todos se vuelvan locos, Dios no puede mentir. No puede dejar de suceder lo que Dios en la Biblia profetizó que sucedería. Si crees que hay un Dios, debes creer que él es la verdad. *

Ten también por seguro que nada de lo que oyes con tus oídos, ves con tus ojos o tomas en tus manos es tan verdadero. Nada tan cierto e incuestionable como lo que leemos en las Escrituras, inspiradas por Dios, que es la pura verdad, que nos fueron reveladas por profetas. Nos las transmitió el mismo Jesucristo en persona con su palabra y las puso en práctica con su ejemplo.

El teólogo español Fray Diego de Estella (1524-1578) dijo: ”Cuanto hay en el mundo es falso y vano, porque es pasado, presente y futuro. Lo pasado ya no existe, lo que está por venir es incierto y lo presente es inconstante y momentáneo”

Si somos sinceros con nosotros mismos podemos constatar que lo que vemos a nuestro alrededor y lo que percibimos de la gente no es más que una farsa, porque en realidad la gran mayoría de las personas solo vive de apariencias, lo cual propicia una vida ficticia y sin sentido. Es como un teatro de máscaras en el que lo único que cuenta es aparentar, ya que lo importante es quedar bien ante los demás, impresionar y que nos tengan por importantes, dichosos o privilegiados, aunque no sea verdad.

Debido a la enorme influencia de los medios de comunicación y de la publicidad, el mundo de hoy en día se ha convertido en un gran escenario de la mentira, donde las mentiras se escriben, se dicen y se divulgan con naturalidad, maestría y elegancia; y donde cada uno incluso se cree y defiende su propio engaño.

En la Biblia, el rey David, en sus Salmos, se describió a sí mismo como un ser pobre y necesitado, no porque le faltasen honras y riquezas, sino porque entendía que todo era engaño y vanidad, y porque en algunos momentos críticos sentía que le faltaba su Dios.

A medida que vamos tomando conciencia de la clara contradicción que existe entre nuestra conciencia, nuestros propios pensamientos y valores, que es lo verdadero; y el acontecer cotidiano en el mundo exterior que nos circunda, que es lo aparente y engañoso; vamos llegando a la conclusión de que el ámbito de nuestra vida interior espiritual, de nuestra propia conciencia es el más auténtico y, sobre todo, el más importante.

Es la vida del alma, de nuestros pensamientos, deseos, sentimientos, en resumen, de nuestra vida interior espiritual, la que contiene la verdad y la esencia eterna de la vida humana.

No hay doctrina humana que no esté viciada por la negrura de algún error. Solamente el antiguo Testamento y la doctrina de Cristo es toda pura, toda blanca, toda ella sincera. El hecho de que sea un tanto dura y áspera nos adentra en su significado oculto escondido en el sentido literal.

Mientras tanto, recuerda una y otra vez que no debes tocar la Sagrada Escritura sino con pureza total de espíritu. Y lo primero que has de entender es el valor de estos escritos. Piensa que, siendo como son verdadéros oráculos, proceden del más profundo secreto de Dios. Si te acercas a ellos con reverencia, veneración y humildad, te sentirás poseído de su fuerza, inefablemente raptado y transfigurado. Experimentarás las delicias del esposo o esposa feliz, gustarás las riquezas de Salomón, saborearás los tesoros escondidos de la eterna sabiduría.

Considera, pues, que nada de lo que ves con tus ojos y tocas con tus manos es tan real como las verdades que lees en la Biblia. Pasarán el cielo y la tierra, pero ni una sola jota o ápice de la palabra de Dios pasará sin que se cumpla. Los hombres se engañarán y errarán, pero la palabra de Dios ni engaña ni yerra.

Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión. Proverbios 3, 6-7

* Los textos que están en letra cursiva los he tomado de la obra “Enquiridion” de Erasmo de Rotterdam (1466 – 1536), gran teólogo católico y erudito holandés, quien favoreció y defendió la práctica auténtica del cristianismo interior o espiritual, en contraposición con la práctica religiosa exterior de rituales, hábitos y apariencias.

Dios creó al ser humano para que viva dos vidas diferentes: una primera vida pasajera en este mundo, y una segunda vida eterna en el Reino de los Cielos.

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; que como yo os he amado, así también os améis unos a otros. Juan 13, 34

Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos a los otros: no mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los demás. Filipenses 2, 3-4

En el reino animal existen dos ejemplos muy conocidos de criaturas insignificantes, que fueron creadas para vivir dos vidas diferentes: las ranas y las mariposas. Sabemos que las ranas nacen y viven su primera vida en el agua en forma de renacuajos y después de un proceso natural llamado metamorfosis, se convierten en ranas adultas para vivir en los bosques.

Las mariposas viven un tiempo como orugas o gusanos arrastrándose en la tierra o en las plantas, para después transformarse en una bella mariposa y volar por el aire para alimentarse del nectar de las flores.

Si Dios el Creador Omnipotente del universo, creó estas dos criaturas para que vivan dos vidas completamente diferentes, ¿no habría sido Dios capaz de crear al ser humano con un cuerpo físico y un alma espiritual, para que el hombre pueda vivir también dos vidas muy diferentes, la primera y transitoria en este mundo, y la segunda, eterna y definitiva en el Reino de los Cielos?

Solamente es necesario que tú amigo lector, en primer lugar, por medio de un sencillo, humilde y auténtico acto de fe reconozcas y aceptes sin lugar a dudas, que todo el contenido de la Biblia es la única y verdadera Palabra de Dios, la cual fue escrita por infinidad de personajes históricos, quienes fueron cada uno inspirados directamente por el Espíritu de Dios, para que quedara estampada en papel como legado eterno para toda la humanidad.

Y en segundo lugar, que creas en nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, quien vino al mundo para revelar la verdad de Dios, que había estado oculta a la humanidad por un manto de misterio desde el inicio de los tiempos, la cual es conocida como la Buena Nueva o el Evangelio de Jesucristo: La promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos.

El Espíritu Santo de Dios descendió también a este mundo junto con Cristo Jesús, y desde entonces y por mandato expreso de Dios, habita entre nosotros con la importantísima misión de tocar y mover directa e imperceptiblemente el alma de los creyentes, para que reciban a Jesús como su amado Maestro, Salvador Misericordioso y gran Perdonador de pecados.

No necesitamos en absoluto a ningún intermediaro mortal (sacerdote, pastor, monje, predicador, etc) que medie entre Jesús y nosotros, para recibir al Señor Jesucristo en nuestro corazón. En la Biblia podrás encontrar muchos verdaderos héroes y heroínas de la fe, quienes por medio de su vida, sus actos y sus palabras inspiradas, nos pueden servir de ejemplo e inspiración para iniciarnos y mantenernos en la Verdad, el Camino y la Vida que es Jesús, nuestro salvador.

Lamentablemente en este tiempo moderno, materialista y gobernado por el amor al dinero, no se puede seguir confiando en los representantes y el personal de las iglesias cristianas, debido a que la gran mayoría no creen firmemente en la promesa de vida eterna, y la prueba más evidente de mi afirmación, es que ellos nunca hablan ni escriben con entusiasmo y con viva esperanza sobre la alegrías del Cielo.

Los llamados presbísteros, clérigos y pastores se han dedicado principalmente a hablar de la moral, de lo que debemos hacer, de cumplir con la obligaciones de la religión y sus sacramentos, de la ofrenda, de la pobreza, de las guerras y catastrofes, de la política actual, de los problemas de la sociedad, etc, todo esto referido a procurar llevar una mejor vida de apariencias aquí en este mundo cruel y sin remedio, como si fueran a vivir aquí para siempre, y sin pensar para nada, en que la avalancha de la muerte, les va a quitar todo de un solo zarpazo, cuando menos lo esperen.

Por el contrario, el Señor Jesucristo en sus enseñanzas y sermones, siempre se refirió a la futura vida eterna y al Reino de los Cielos, e igualmente lo hicieron sus fieles discípulos y apóstoles, valorando menos la dura y corta vida que sus seguidores y oyentes estaban viviendo, porque la vida terrenal es así para todos por igual, sean ricos o sean pobres, y valorando más la vida eterna, porque ella será nueva y abundante para todos aquellos que se la merecen y la desean con todo su corazón.

Vivir sin la esperanza de una mejor vida despues de la muerte, priva a esta vida terrenal de su sentido y su propósito principal, el cual consiste en perfeccionar nuestra vida espiritual interior por medio de la fe en Dios, el amor a nuestros seres queridos y la esperanza en la vida eterna, o dicho de otra manera, vivir con los pies bien puestos sobre la tierra, que es adonde pertenecen, PERO tambien con nuestra alma puesta en el Reino de Dios, que es adonde ella pertenece.
No se trata en absoluto de desatenderse de la realidad del mundo, claro que no. Se trata de vivir llenos de esperanza, la cual es el gran motor invisible que impulsa y sostiene nuestra existencia, venciendo todas las dificultades que se nos puedan presentar.
Lo más importante de la vida cristiana, es aferrarse esa gran esperanza de que algún día en el futuro, después de la inevitable muerte, nos espera la segunda vida nueva y eterna, que será sin lágrimas, sin dolores, sin preocupaciones, sin problemas, sin enemigos, sin odio, sin rencor, etc.
  
Todo esto ha quedado escrito en el Nuevo Testamento, para poderlo leer con fe, atención e interés. De corazón les doy este consejo.