La fe cristiana en tiempos de los medios audiovisuales y de las apariencias omnipresentes, que falsean la realidad constantemente.

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos (acciones) los conoceréis. Mateo 7, 15

Hoy más que nunca vivimos atrapados en las apariencias, debido a la omnipresencia de los medios audiovisuales que nos acosan y atraen nuestra atención, y por estas razones, lo que vemos en las pantallas parece ser la realidad, pero NO lo es, lamentablemente.

Es posible que muchos de ustedes aún no sepan, que desde hace por lo menos 15 años, se pueden manipular y alterar fácilmente videos y audios originales, por medio de computadores especiales. Por lo tanto, ni siquiera se puede confiar en los videos y películas que son colocados en internet.

Los medios audiovisuales llaman fuertemente la atención porque producen en el público una gran excitación visual y auditiva, causados por los incesantes sonidos y imágenes, los cuales penetran directamente por los ojos y oidos, aunque no siempre los deseamos recibir, como por ejemplo la propaganda comercial.
La propaganda, videos y películas son diseñados y elaborados por empresas comerciales, solamente para atraer la atención y para crear nuevos deseos y necesidades en los televidentes. De esa forma astuta y engañosa nos motivan a comprar algún producto, y nos inducen a creer que es verdad lo que ellos nos muestran con escenas fingidas y diálogos estudiados y además, que esos videos forman parte de la realidad. La gran mayoría del contenido de lo que nos muestran los medios de comunicación y las redes sociales es ficticio.

En las sociedades de consumo y altamente dominadas por las apariencias, todo lo esencial del ser humano que no podemos percibir con los ojos, como son los sentimientos, pensamientos, intenciones, anhelos, emociones, temores, preocupaciones, tristezas, aflicciones, etc; es decir, su vida espiritual interior, nos importan poco o nada, puesto que estamos ya acostumbrados a rendirle culto a las apariencias. Esto es debido a que desde hace 50 años, nuestra sociedad de consumo está más orientada al TENER que al SER, y sin darnos cuenta, hemos adoptado la siguiente manera de pensar: yo soy lo que tengo y el que nada tiene, no es nadie.

Todo lo relacionado con la fe en Dios, el amor espiritual y la esperanza cristiana forman parte de nuestro SER interior o alma que es inmortal y eterna, mientras que todo lo material que poseemos, forman parte de las apariencias, que como muy bien sabemos: engañan y cesan con el tiempo.

De esta situación se nota claramente, que entre las actitudes de TENER y de SER existe una interacción natural antagónica, es decir, de rivalidad: cuando una actitud es fortalecida, la otra es debilitada. Esta es solamente una de las muy diversas explicaciones de la falta de interés por la religión y de la drástica reducción en la membresía activa de feligreses en las iglesias cristianas tradicionales, que se observa en las sociedades de consumo de los países industrializados.

El Señor Jesucristo nos lo dijo con su célebre advertencia: «Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o apreciará a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas”. (Mateo 6, 24)

En consecuencia, los creyentes cristianos debemos elegir de manera muy consciente y voluntaria, entre esas dos actitudes de vida: TENER o SER.

Este aspecto de la influencia de los medios sobre nosotros, es muy necesario tomarlo en cuenta de forma consciente, pues sería una verdadera lástima permitir por pura distracción e ingenuidad, que nos desvien la atención de nuestra relación personal con Dios y de nuestras auténticas necesidades espirituales.

Desde que los teléfonos inteligentes aparecieron en el mercado, la influencia de los medios sobre nosotros se ha intensificado aún más, y estamos sujetos a una distracción casi permanente de nuestras necesidades espirituales y de nuestra propia alma.
La verdadera felicidad habita en el alma humana y no fuera de nosotros, y sin embargo, es allí en lo exterior donde todos la hemos estado buscando sin éxito.

San Agustín de Hipona también estuvo buscando la felicidad fuera de sí y fue tras ella; pero en un momento de lucidez, se dio cuenta que la tenía dentro, muy dentro de su propia alma, hasta llegar a exclamar lo siguiente:

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba, y me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por Ti.
Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo.
Me retenían lejos de Ti todas las cosas, aunque, si no estuviesen en Ti, nada serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera. Brillaste y resplandeciste y pusiste en fuga mi ceguera.
Exhalaste tu perfume y respiré y suspiro por Ti.
Gusté de Ti y siento hambre y sed.
Me tocaste y me abraso en tu paz.

Para concluir deseo recordarles, que lo que ustedes sienten en su corazón, es la verdadera realidad de su alma, lo cual es lo más valioso y trascendente. Los pensamientos son inestables, o pueden cambiar e incluso ser cambiados fácilmente por la influencia de los medios y de las modas.
Nuestra intuición es la capacidad natural, que nos puede ayudar a identificar y a distinguir entre las verdades espirituales de las apariencias engañosas.  

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