El amor a Dios y el amor a sí mismo son los motivos más excelentes para perdonar y pedir perdón.

Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdónandoos los unos a los otros, como también Dios os perdonó en Cristo. Efesios 4, 32

Perdonar a los que nos lastiman y maltratan con palabras o con hechos es también un arte que es necesario aprender en la vida. Es cierto, que es un arte muy complejo y difícil, debido a que pertenece al mundo interior de nuestras pasiones, pensamientos y emociones que desconocemos totalmente. Y en virtud de que en la escuela no nos enseñan nada sobre ese mundo emocional, es entonces a través de nuestros conflictos personales y malas experiencias en el trato con los demás, como aprendemos a reconocer los errores cometidos y las reacciones negativas que hemos tenido hacia ellos.

La vanidad, el orgullo, el rencor, el odio, la envidia y los prejuicios son algunas de esas pasiones negativas del ser humano, que como obstáculos se interponen en nuestro camino hacia la paz interior y la felicidad duradera, que todos anhelamos alcanzar algún día, si deseamos vivir una vida plena y con sentido.

Jesucristo, en su célebre consejo en relación a que no deberíamos de juzgar a los demás, se refiere claramente a los grandes obstáculos interiores que tenemos y que no nos permiten ni razonar ni ver adecuadamente:
«No juzguen para que no sean juzgados. Porque con el juicio con que ustedes juzguen, serán juzgados; y con la medida con que midan, se les medirá. «¿Por qué miras la pelusa que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? Mateo 7, 1-3

Todos conocemos ese famoso refrán que dice: « Errar es humano », es decir, todos sin excepción cometemos errores, pero en realidad más humano todavía, es echarle la culpa a los demás.

De esas pasiones, el rencor y el odio que sentimos hacia alguien que nos ha lastimado y a quién no hemos perdonado, se convierten con el tiempo en una pesada carga o una hiriente espina que se arraiga en nuestro corazón, causándonos en secreto inquietud y pesadumbre.

El significado original de perdonar en latín es regalar a un deudor la deuda que tendría que pagar al acreedor, por lo tanto, el perdón es un regalo que se hace.

Ahora bien, como creyentes cristianos que somos, y quienes hemos recibido por Gracia y Misericordia de Dios y de nuestro Señor Jesucristo, su amor eterno y el perdón de nuestros pecados (o deudas) sin haberlo merecido, todos nosotros le debemos a Dios amor, obediencia y reverencia.

Así como dijo San Juan de la Cruz « El amor sólo con amor se paga », nuestro amor a Dios debería ser el primer gran motivo para perdonar a cualquiera que nos ofenda.
El segundo gran motivo para perdonar consiste en hacerlo por amor a uno mismo, porque al perdonar nos liberamos de la desagradable carga del resentimiento y del odio que nos agobia, y en consecuencia, el perdón viene a ser también un regalo que nos hacemos a nosotros mismos.

Es por esto entonces, que al perdonar y al pedir perdón, ese magnífico acto se convierte en una gran bendición, por ser un regalo múltiple: regalo para Dios, para uno mismo y para el ofensor.

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