¿Nos hemos convertido en personas light, en individuos sin contenido y sin sustancia?

El psiquiatra español Enrique Rojas escribió en 1992 el libro « El hombre light: una vida sin valores », cuya temática era de gran actualidad en esa época, y sin duda alguna, hoy en día sigue siendo más actual que nunca. Rojas en su obra afirma: « Un individuo asi se parece mucho a los denominados productos light de nuestros días: comidas sin calorías y sin grasas, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, tabaco sin nicotina, Coca-Cola sin cafeína y sin azúcar, mantequilla sin grasa… y un hombre sin sustancia, sin contenido, entregado al dinero, al poder, al éxito y al gozo ilimitado y sin restricciones…. « podríamos decir que estamos ante el retrato de un nuevo tipo humano cuyo lema es tomarlo todo sin calorías…. « La vida light se caracteriza porque todo está descalorizado, carece de interés y la esencia de las cosas ya no importa, sólo lo superficial es válido ».

Después de leer una observación tan crítica sobre la sociedad occidental contemporánea y sobre nuestro estilo de vida, como la que ha hecho el señor Rojas en su libro, uno no puede dejar de reflexionar y de reconocer que efectívamente vivimos en una sociedad cuyo propósito principal es consumir y pasarlo bien, sin pensar mucho en los valores humanos y las virtudes espirituales como la fe en Dios, el amor y la esperanza cristiana, es decir, ese estilo de vida superficial y sin contenido, al que nos han acostumbrado los medios de comunicación y la publicidad.

El uso permanente de la publicidad en los medios de comunicación, ha creado de manera artificial una infinidad de necesidades y de valores superfluos en la sociedad, logrando así persuadir a la gente a adquirir nuevos estilos de vida, los cuales por el efecto de demostración y esa tendencia natural a imitar nuevas modas, actitudes y aspiraciones, se han estado imponiendo paulatinamente sobre los viejos hábitos tradicionales.

Al olvidarse de Dios, el ser humano no se da cuenta de que simultáneamente se está olvidando de sí mismo, porque en realidad la esencia del hombre es su interioridad, es decir, el fondo de sí mismo, donde se encuentra el alma y por lo tanto la imagen de Dios. Y al olvidarse de su contenido, el hombre contemporáneo se siente entonces como si estuviera vacío, y al creerse vacío, pierde su finalidad original y termina así por perder el sentido de su propia vida.

Nosotros sí tenemos un gran contenido, un contenido espiritual e inmortal: nuestra alma. Ese espíritu que Dios nos insufló y que es la propia esencia de nuestra existencia. El alma humana vale por todo el universo, por ser el alma la imagen de Dios en el hombre. Y por esa misma razón, los seres humanos somos para Dios un fin y no un medio. Nuestro espíritu inmortal y con él nuestra conciencia son el objeto de amor por parte de Dios. Y fue justamente por amor y por la salvación de nuestras almas, que Dios envió a su Hijo Jesucristo a vivir entre nosotros, para revelarnos su inagotable amor y sus verdades eternas.

El alma está ciertamente en nuestro interior, pero si nosotros no nos volvemos hacia adentro y le prestamos atención, entonces, para nosotros, es como si élla no existiera. El alma está dentro de nosotros, y el fracaso en reconocer su existencia, es debido a nuestra incapacidad de apartar nuestra atención de la interminable cantidad de asuntos innecesarios y estímulos, que contínuamente nos transmiten los medios de comunicación.

Por tanto, la práctica de la oración diaria, o la meditación espiritual, es esencial en ésta búsqueda. La oración y la lectura de la Biblia harán posible el fortalecimiento de nuestra vida interior espiritual.

Termino con unas frases de uno de mis favoritos autores, el predicador inglés Charles Spurgeon, que aparecen en un libro de reflexiones para cada día llamado « manantiales en el desierto »:
“Levántate creyente, de tu baja condición. Arroja tu pereza, tu letargo, tu frialdad o cualquier otra cosa que pueda interferir con tu amor casto y puro a Jesucristo. Házle a Él la fuente, el centro y la circunferencia de los deleites de tu alma. No permanezcas por un momento más satisfecho con lo poco que has alcanzado. Aspira a una vida más noble, más elevada y más completa. Hacia el cielo!”

 

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