El hospital como lugar de encuentro espiritual del enfermo consigo mismo y con Dios

La enfermedad es en la vida humana una realidad natural e inevitable, y por ser una realidad debe tener en consecuencia un sentido y un propósito para nuestra vida. Tratando de encontrar alguno de sus propósitos, podríamos afirmar que los hospitales y centros de rehabilitación de enfermos son también lugares de reencuentros espirituales, los cuales en lo que respecta a los pacientes, se dan por lo general en contra de su voluntad. Los enfermos y pacientes se reencuentran con su alma y con Dios.

Si pensamos en nuestras estadías como pacientes en un hospital, quizás podamos recordar alguna experiencia espiritual interior vivida en esa oportunidad. En todo caso cuando estamos enfermos, el sufrimiento que padecemos nos convierte en primer lugar en seres muy necesitados y desamparados. Por lo general, después por el mero sufrir se pasa por un estado de desesperación, que conduce al paciente a conocer a su propio yo, a tomar conciencia de su alma.

El sufrimiento nos convierte de forma instantánea en personas necesitadas, en indigentes que urgen de atención y consuelo. Y a mayor sufrimiento, mayor será la necesidad que nos apremie.

Según el místico alemán Maestro Eckhard, el sufrimiento genera en nosotros una serie de deseos insatisfechos que nos hacen conscientes de que nos falta algo, o dicho de otra manera, nos hace sentir la ausencia de Dios, que es lo que hace surgir en la persona el recuerdo de Dios.

En ésta fase el individuo se hace consciente de la necesidad de acudir a Dios como su única fuente segura y confiable de ayuda, de fortaleza, de guía, de consuelo, de paz interior; pero igualmente se hace conciente de sus debilidades, de sus pecados, de su falta de esperanza; todo lo cual lo puede conducir finalmente al arrepentimiento sincero. El arrepentimiento es el sentimiento que mueve al enfermo que sufre a dar el paso hacia la fe en Dios, Creador y Señor del universo, quien es la verdad absoluta y la vida eterna.

En ésta vida todo ser humano padece sufrimientos y penas que no se pueden evitar. Ese es uno de los misterios inescrutables de la vida humana. Debido a que el sufrimiento forma parte integrante de la vida, es en consecuencia universal e inevitable.

El gran desafío para nosotros consiste entonces, en la forma de asumir el sufrimiento y de padecerlo, para que con la ayuda y el consuelo de Dios logremos transformarnos en la aflicción.