Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Lucas 13, 15
Así como el amor espiritual en los seres humanos es una fuente de gozo y felicidad, muy por el contrario, el amor al dinero es una fuente de odio y de codicia. En vista de que sobre los frutos del amor espiritual verdadero los conocemos bien, y que me he referido ya a ese tema en varias reflexiones, en esta oportunidad trataré el tema de los perjudiciales frutos del amor al dinero y de la codicia.
Lo primero que deseo dejar claro es, que si bien es cierto que vivimos bajo un sistema económico capitalista basado en el poder del dinero y de la acumulación de capital, el cual fomenta e impulsa permanentemente el consumo de bienes y servicios. Lo segundo y mucho más importante, es que en el sistema político democrático que tenemos, disponemos de plenas libertades ciudadanas, que nos permiten vivir y dirigir nuestra vida personal, según lo que nos dictan nuestra propia conciencia y nuestras creencias religiosas, es decir: cada individuo tiene el derecho y la capacidad de escoger el estilo de vida y la manera de vivir, que más se ajuste a sus valores morales y a su fe cristiana.
En el Nuevo Testamento el Señor Jesucristo nos advirtió a los creyentes cristianos de forma clara y categórica, no dejarnos cautivar y hechizar por el deseo excesivo de bienes y riquezas, que los medios de comunicación y las empresas comerciales con sus mensajes de publicidad, día y noche se empeñan en persuadirnos, para que compremos sus productos y así disfrutemos de la vida.
A continuación dos de sus advertencias más conocidas:
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que una persona rica entre en el reino de Dios. Marcos 10, 25
Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas. Mateo 6, 24
En relación a ésta advertencia, de que no se puede servir a la vez a dos señores o amos, existe la siguiente palabra creada en la antigua Grecia por filósofos notables, que describe el desprecio o el odio hacia los seres humanos, la cual en estos tiempos modernos no se usa y es por lo tanto desconocida: La Misantropía y el misántropo, quien es el que sufre de ese mal.
Como ejemplos conocidos de misántropos hoy en día están los siguientes: los racistas, quienes desprecian seres humanos de otras razas diferentes a la suya; los aristócratas que tienen un complejo de superioridad social y cultural, quienes desprecian a la gente humilde y pobre. Sin embargo, el misántropo más común y más terrible son los delincuentes y criminales, quienes por medio de robos, estafas, secuestros de personas adineradas, negocios ilegales como el tráfico de drogas estupefacientes, etcétera; se convierten en ricos o millonarios en pocos años, pero causan muchos daños a la sociedad en general, a la que desprecian. Y es precísamente por el daño y la zozobra que causan en las sociedades, que los misántropos son también llamados: los enemigos de la humanidad.
El hecho de ser rico o millonario, no es algo malo ni pecaminoso en sí mismo, sino que es la abundancia de dinero y de bienes, lo que va estimulando e induciendo el amor al dinero y el deseo de más riquezas en el individuo, que es lo que conduce de manera imperceptible a los misántropos a obrar mal y a cometer graves pecados.
Son innumerables los casos que aparecen a diario en los periódicos de personas ordinarias que movidos por la codicia y la envidia, cometen actos de corrupción administrativa en sus puestos de trabajos, estafas, asesinatos para apoderarse de una herencia familiar y muchos delitos más.
En esta vida terrenal los creyentes cristianos tenemos que hacer el compromiso, de tomar una decisión muy importante y trascendental en relación a cuál señor o amo vamos a servir: a Dios o a las riquezas?
En mi caso personal, la decisión ha sido tan natural y espontánea, que ni siquiera tuve que pensarlo. ¿Cómo no voy a entregarle mi alma y mi cuerpo a Dios Padre Todopoderoso y eterno, a nuestro propio creador y creador del Cielo y de la Vida Eterna, del Universo y de todo lo que existe en este planeta; asi como creador y fuente del Amor espiritual y de la Verdad?
¿Y qué son las riquezas y el dinero? Nada, solamente humo que aparece y se desvanece, y sobre todo ellas son las raíces de todos los males que perjudican a la Humanidad.
Para aquel creyente cristiano que ha tomado la magnífica decisión en su vida, de servir por amor a Dios Padre y al Señor Jesucristo con toda su alma y su corazón, puede sentirse confiado y seguro de que ha tomado el camino estrecho y correcto, para alcanzar las Bienaventuranzas del conocido Sermón de Jesús en el Monte (Mateo 5 :1-12), con la dirección y la ayuda del Espíritu Santo.