Todas aquellas personas, en quienes se ha manifestado el amor verdadero en su vida, y lo expresan con toda el alma hacia su pareja, familiares, hijos, amigos o compañeros de trabajo; se puede afirmar con certeza que han sido cristianos bendecidos grandemente por Dios, debido a que forman parte de un grupo de creyentes Bienaventurados, es decir, cristianos que viven una vida que honra a Dios y al Señor Jesucristo en agradecimiento y correspondencia al amor del Padre Todopoderoso y de su Hijo Unigénito hacia nosotros.
En nuestra sociedad que es tan materialista, la gente vive de las apariencias y se fija y orienta solamente en lo que ven sus ojos, esta realidad está expresada por el antiguo refrán popular: “Los vestidos y los trajes hacen a las personas”. Esta afirmación, a pesar de que sabemos por experiencia que es falsa, sin embargo, muchas veces nos dejamos impresionar y persuadir por las apariencias. Los vestidos son en realidad sólo ropa o trapos que cubren el cuerpo, y no mejoran el carácter ni la personalidad del individuo. Esto lo expresa claramente el conocido refrán popular: “Aunque el mono se vista de seda, mono se queda”.
En cambio, el apóstol Pablo en su carta a los Colosenses, nos recomienda de corazón que nos vistamos con algunas virtudes espirituales, que también pueden adornar nuestro comportamiento y que ciertamente sí son percibidas en el trato personal con los demás:
Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Colosenses 3, 12 -14.
El amor es el vínculo perfecto
Vincular significa unir, atar o encadenar. Por lo tanto el vínculo es lo que ata con firmeza a las personas. El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Recordemos que de las tres virtudes cristianas principales, el apóstol Pablo considera que el amor es la de mayor importancia:
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. 1. Corintios 13, 13
Por medio de esta categórica afirmación, Pablo coincide con el mayor de los mandamientos de Dios:
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. Mateo 22, 37-39
El amor espiritual que surge o brota de nuestra alma divina e inmortal, es en consecuencia eterno. Si se ha amado a una persona con toda el alma, dejar de amarla es imposible.
La evidencia material más conocida de esa realidad, es la existencia de los cementerios en todos los pueblos y comunidades del mundo entero, a los cuales los familiares de los difuntos acuden por amor, para cuidar y mantener las tumbas de sus seres amados, manifestándoles asi su cariño hasta el final de sus vidas terrenales.
Y si la relación amorosa es eterna, resulta lógico y sensato esperar que despúes de la muerte, nos seguiremos amando en el Reino de los Cielos.
Concluyo con esta esperanzadora cita del gran escritor francés Victor Hugo:
“Desgraciado quien no haya amado más que cuerpos, formas y apariencias. La muerte le arrebatará todo. Procurad amar las almas y un día las volvereís a encontrar.”