En nuestras relaciones personales con los demás, estamos demasiado acostumbrados a aparentar, fingir y ocultar nuestros verdaderos pensamientos, sentimientos, intenciones y estados de ánimos; según se presenten las circunstancias y según sean las situaciones en que nos encontremos.
Por lo general, procuramos siempre mostrar las apariencias que más nos convienen, y no somos realmente sinceros al dar opiniones sobre algún tema, para quedar bien con todos.
Este comportamiento social es normal y como todos los seres humanos lo hacemos, es igualmente universal. Sin embargo, en nuestra condición como creyentes cristianos, mantenemos también una relación permanente con Dios y con el Señor Jesucristo, es por eso que debemos siempre recordar, que Él nos acompaña y nos mira por medio del Espíritu Santo.
Así como lo afirma el versículo que hace de título, Dios no mira lo que mira el hombre, Dios mira directamente tu alma o corazón. Para Dios el cuerpo humano no es ningún obstáculo material, para poder leer o captar tus pensamientos, intenciones y sentimientos.
Un buen ejercicio de fantasía nos podría ayudar a imagínarnos lo siguiente: que nuestro cuerpo de carne y huesos estuviera hecho de un plástico transparente como el vidrio, exclusivamente para Dios, y por eso a Él no le podemos ocultar nada de nuestra vida interior secreta. ¡Para Dios somos un libro abierto!
Les ruego que tengan siempre presente, lo que dijo Cristo Jesús en relación con nuestra vida de fe para con el Señor:
Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; pues también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Juan 4, 23
Para nosotros como creyentes es en primer lugar, un gran privilegio que Dios Todopoderoso esté muy cerca de nosotros, y en segundo lugar, que sepa todo sobre nuestras intenciones, luchas interiores y necesidades espirituales; para que nos pueda guiar y sostener por el camino que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo.
En la relación íntima de fe con Dios, deben estar muy conscientes y atentos de que vuestra adoración sea sincera y genuina, para evitar que se dejen arrastrar por esa arraigada costumbre de fingir y aparentar, ante las demás personas.
¡No se confundan!
No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Gálatas 6, 7