« Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.»
Mateo 5, 5
La fe en Dios es una realidad muy necesaria ante nuestra muerte ineludible y no un asunto sin importancia y sin beneficio personal, como mucha gente atrevida lo considera hoy en día .
Una verdadera fe es lo que cuenta, puesto que no se trata de practicar exteriormente una religión o un ritual tradicional, sino una auténtica fe en Dios para vivir y para morir, es decir, una fe que ilumine la vida cuando todo se vuelva oscuro y tormentoso en el presente o en el futuro.
El consuelo que igualmente viene de Dios, es una realidad espiritual que como bálsamo divino, alivia y conforta nuestro corazón cuando está quebrantado y apesumbrado por las penas que nos depara el destino. Sabemos muy bien que en la vida no solamente tenemos experiencias buenas, agradables y enriquecedoras, sino que además padecemos una serie de vivencias tristes, decepciones, enfermedades, fracasos y la pérdida de seres queridos. Así es la vida en este mundo: dura e impredecible.
La pala de la aflicción que cava hoyos de sufrimiento inesperadamente en nuestra vida, son llenados por Dios con su consuelo misericordioso, el cual va mitigando nuestras penas lentamente hasta quitarlas del todo. Los creyentes tenemos a nuestro alcance un consuelo muy particular y eficaz en los momentos de penas y sufrimientos.
El rey David aún disponiendo de todo el poder y las riquezas durante su reinado en Judea, siempre acudía a Dios en oración durante sus momentos de aflicción y de angustias: « En medio de mis angustias y grandes preocupaciones, tú me diste consuelo y alegría. »
Salmo 94,19
No obstante, como cada quién posee la plena libertad de conducir su vida y escoger lo que considere más conveniente, los seres humanos tendemos a buscar consuelo también en diversas fuentes, por ejemplo: Los amigos de la bebida y los tragos buscan su consuelo en el alcohol, tratando de ahogar sus penas. Los ambiciosos, quienes creen que el dinero es la solución ideal para todos sus problemas, se sienten consolados cuando sus cuentas bancarias están repletas. Y algunos otros recurren a las drogas ilegales o narcóticos creyendo encontrar en esas sustancias la consolación que tanto necesitan.
El amor y el consuelo de Dios, son sin duda alguna, necesidades espirituales primordiales del alma humana. Los que creemos en el amor y en el consuelo de nuestro Señor Jesucristo, los hemos recibidos y experimentado en nuestras propias vidas. Si algunos de ustedes no creen, ustedes mismos se estarían privando de uno de los más grandes consuelos que se encuentran en las Sagradas Escrituras.
« que nuestro Señor Jesucristo mismo, y Dios nuestro Padre, que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia, consuele vuestros corazones y os afirme en toda obra y palabra buena. »
2 Tesalonicenses 2, 16-17