¡Aleluya! Dad gracias al Señor porque es bueno. Porque es eterna su misericordia. Salmo 109, 1
En el viejo Testamento, algunos profetas y hombres de Dios ya afirmaban, que la misericordia y el amor de Dios eran eternos para con los hombres y las mujeres, lo cual, se puede interpretar como una señal precursora de Dios para el pueblo de Israel, de lo que vendría anunciar formalmente Jesucristo a la humanidad miles de años después: la promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos, después de la muerte inevitable.
Si el amor y la misericordia, que Dios nuestro Creador nos tiene y nos profesa, son eternos, es lógico pensar entonces, que Dios nos ama no solamente durante nuestra breve vida en este mundo terrenal, sino aún después de morir, durante nuestra vida espiritual y eterna.
Pues estoy seguro que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor. Romanos 8, 38-39
Con estas palabras describe San Pablo el inmenso y poderoso amor de Dios hacia sus hijos. Si el amor que nosotros seres pecadores, imperfectos y limitados le tenemos a nuestros hijos es ya muy fuerte, el amor y la misericordia de Dios Padre hacia la humanidad son todavía infinitamente mayores.
Dios ha creado al ser humano con un alma espiritual y eterna, la cual hizo a imagen y semejanza suya, para poder amarnos, ayudarnos, aconsejarnos, guiarnos y salvarnos durante nuestro paso a través del misterio que representa la vida terrenal y transitoria.
Creo firmemente que Dios por su gran amor y misericordia, nos ha creado para que dependamos de Él en nuestra preparación o adiestramiento, que estamos recibiendo en este mundo, para la vida eterna prometida por nuestro Señor Jesucristo.
Por lo tanto, acerquémonos con plena confianza a la sede de la gracia, a fin de obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno. Hebreos 4, 16
Pase lo que pase en tu vida y aún a pesar de no comprender lo que sucede, te ruego que mantengas tu fe en Jesucristo y que recuerdes tu alma inmortal que llevas escondida dentro de tí.