El rencor le hace daño sólo al que lo siente, y así se castiga a sí mismo.

No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el pecho de los necios.
Eclesiastés 7, 9

El odio provoca discusiones, el amor cubre todas las faltas. Proverbios 10, 12

Los sentimientos, pasiones y emociones que sentimos, siempre ejercen efectos directos sobre el cuerpo, que pueden afectar la salud de modo positivo o negativo. El rencor, el resentimiento y el odio se encuentran entre los más perjudiciales, especialmente para el estado anímico y emocional de la persona.
Y lo que la mayoría de la gente aún no sabe sobre el rencor y el odio, consiste en que los que más sufren y más daño se hacen, son las personas que guardan rencor en su corazón y no los individuos a quienes va dirigido el desprecio.

Imaginémos el rencor como si fuera un puñal muy cortante de doble filo, pero la persona que se enoja o se cabrea, en vez de agarrar el puñal por la empañadura o mango, lo tiene necesariamente que agarrar por la hoja bien afilada, y de esta manera, el rencoroso creyendo poder herir al otro con su rencor, se hiere y se hace daño a sí mismo.

Siempre he pensado que Dios ha creado los sentimientos de rencor y de odio deliberadamente así de contraproducentes, para motivarnos más bien a amar, a perdonar y a tolerar al prójimo. En consecuencia, sentir rencor y odio es pura pérdida y mortificación. Es por eso que deberíamos huír del sentimiento de odio, tal como huiríamos de una serpiente venenosa, si se aparece de repente en nuestro camino.

Dios Padre sabe mucho mejor que nosotros, lo que más nos conviene en la vida.
Es por esa razón, que el persistente consejo de Jesús para tí y para mí siempre ha sido: amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo.
Pero nosotros como sabiondos e inteligentes que nos creemos, y además creyendo que sabemos mejor que Dios lo que nos beneficia más, preferimos entonces sentir más frecuentemente rencor y enojo en nuestro pecho, que sentir amor y cariño.

Por un lado, las características y efectos perjudiciales del rencor sobre nuestra salud, y por el otro, la insistencia en el Evangelio sobre la gran importancia del amor verdadero para la existencia humana, representan una demostración práctica adicional de la verdad divina contenida en la Biblia y de la enorme utilidad de la Palabra de Dios para la vida espiritual de los creyentes cristianos, siempre y cuando obedezcamos sus consejos.

Los niños pequeños igualmente nos demuestran a diario, tanto con su manera de ser y la gran capacidad de amar que poseen, así como con la de perdonar y olvidar los malos tratos que a veces reciben, que ellos sí son capaces de vivir una vida feliz a pesar de todo, porque NO guardan rencor ni odian como sí lo hacemos los adultos habitualmente.

De las exhortaciones de la Biblia mencionadas, y en particular, de nuestras experiencias negativas sentidas en carne propia, podemos sacar como conclusión lo siguiente: Sentir rencor y odio no solamente nos hacen daño, sino que sobre todo nos hacen infelices.