¿Será el espacio infinito del universo, lo que Jesucristo anunció como el Reino de los Cielos?

Alégrense los cielos y regocíjese la tierra; y digan entre las naciones: El Señor reina. 1 Crónicas 16:31

El Señor ha establecido su trono en los cielos, y su reino domina sobre todo. Salmo 103, 19

Seguramente muchos creyentes cristianos nos hemos preguntado: ¿cómo será el Reino de los Cielos ? y ¿dónde estará?
En mis intentos por imaginarme cómo podría ser ese Reino y dónde podría estar, me he concentrado en lo que la humanidad desde hace miles de años conoce como el cielo o firmamento: la bóveda celeste ubicada arriba de nosotros, en la que se encuentran los astros y las estrellas.
He fijado mi interés en el firmamento por la sencilla y lógica razón, de que así lo indicó Jesús en el Evangelio: de los Cielos.

En la Antigüedad los sabios y astrónomos de las civilizaciones más adelantadas de la época que fueron los egipcios, los babilonios y los griegos, creían y afirmaban que el universo era esférico y finito. Fue apenas alrededor del año 1700, cuando el físico inglés Isaac Newton publica su conocida teoría de la gravitación universal y comprueba junto a varios astrónomos de la época, que el universo no tiene límites ni tampoco es esférico. Para Newton el universo es infinito e inalterable, es decir, eterno.

Hoy en día, algunos astrónomos están trabajando en base a teorías cosmológicas e interpretaciones de la teoría Cuántica, las cuales afirman que además del universo visible y conocido, deben existir varios universos o mundos paralelos, a los cuales los seres humanos no tenemos acceso.
La Palabra de Dios se refiere en innumerables versículos y pasajes a los cielos, como lugar donde Dios tiene su trono y en el que reina soberanamente así como en la tierra.

San Juan declara en el capítulo 4 de su evangelio (Juan 4, 24): Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad.
Si Dios es espíritu, su reino tiene que ser necesariamente espiritual, y al ser de naturaleza espiritual es igualmente invisible y eterno, y en consecuencia debe ser otro universo paralelo, pero real y existente porque así lo afirma la palabra de Dios.

En la oración fundamental de todo cristiano el Padre Nuestro, que el Señor Jesucristo nos enseñó y nos pidió que rezaramos, dice en la tercera frase: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo”.
Desde hace más de dos mil años los creyentes cristianos hemos estado rogándole a Dios por medio de la oración Padre Nuestro, que su voluntad sea hecha simultáneamente en dos mundos diferentes y paralelos: en el mundo terrenal, por nosotros los seres mortales que existimos aquí todavía, y en el mundo celestial, por las almas inmortales que existen allá, desde que murieron y pasaron a esa mejor vida eterna.
En el Reino de los Cielos viven las almas de todos aquellos cristianos que han muerto antes de nosotros y que creyeron en espíritu y en verdad en Dios. Esas almas humanas en la eternidad deben hacer también la voluntad de Dios, así como nosotros aquí en la tierra, mientras vivamos en nuestro cuerpo mortal.

Las almas inmortales de todos los seres humanos que han existido y que han muerto, siguen existiendo y viviendo espiritualmente en la eternidad.  Eso lo afirmó claramente  Jesucristo cuando le dijo a los Fariseos: “Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, ustedes están muy equivocados.”(Marcos 12, 27). Sería completamente absurdo y no tendría ningún sentido, que hubiese un Dios eterno de seres humanos muertos que no existen en absoluto, que son la nada.
Dios Todopoderoso y eterno posee y reina en un mundo espiritual poblado por almas que ya viven eternamente junto con Él, los ángeles y las huestes celestiales.

Les ruego que no duden de la Palabra de Dios, porque es la verdad eterna que no cambia nunca y es el alimento espiritual para nuestra fe y nuestra esperanza en Jesucristo. Sabemos que para Dios Todopoderoso y Creador del universo, no hay nada imposible.

Imposible para mí como cristiano, es que Dios NO haya creado a los seres humanos con un espíritu inmortal a imagen y semejanza suya, y que después de la muerte, el espíritu humano o alma, NO siga existiendo con una vida eterna y abundante en el Reino de los Cielos.

Si en una noche con el cielo despejado y lleno de estrellas, se les ocurre mirar hacia arriba, les sugiero que piensen y recuerden que en algún lugar de esos cielos infinitos está el trono de Dios, y que allí Jesucristo nos prometió preparar nuestra futura morada eterna.