¿Sabías que Dios nos ha equipado con un chaleco salvavidas espiritual?

En Dios solamente espera en silencio mi alma; de Él viene mi salvación. Salmo 62, 1

Un modo muy efectivo de explicar asuntos abstractos o difíciles de comprender, consiste en recurrir a los ejemplos y a las comparaciones de algo más conocido. Ese es justamente el caso de la maravillosa promesa de Jesucristo a la Humanidad, de que después de la muerte inevitable, nos espera una nueva vida eterna. Comprender e imaginarnos la vida eterna es para nosotros algo sumamente difícil.

Ésta revelación divina se fundamenta a su vez en el Libro de Génesis, en donde se puede leer, que Dios creó al ser humano insuflando el alma inmortal en su cuerpo mortal de carne y huesos. Es por eso que en la larga historia del Cristianismo, se ha afirmado y predicado siempre que las personas vivimos dos vidas: la vida terrenal en este mundo material y la vida eterna espiritual en el más allá o después de la muerte.

El médico y filósofo inglés Thomas Browne (1605-1682), tratando de ilustrar la doble vida humana con un ejemplo conocido del reino animal,  escribió  en su libro La religión del médico, la siguiente comparación:
« Así el hombre es ese gran y verdadero anfibio cuya naturaleza está capacitada para vivir no sólo como otras criaturas en diferentes elementos, sino en mundos bien separados y distintos; pues aún cuando para los sentidos no haya más que un solo mundo, para la razón hay dos: uno visible, otro invisible.»

Anfibio es un ser vivo que puede vivir en dos mundos muy diferentes: el acuático y el terrestre. Los que hemos estudiado ciencias naturales en la escuela sabemos que los animales anfibios como el sapo, viven su primera etapa de vida en el agua como renacuajos, y después que se han transformado en sapos, viven en la tierra posteriormente.

Si Dios Todopoderoso pudo crear animalejos como los sapos, las salamandras y las ranas, capaces de vivir dos vidas, con mucho más razón creó a imagen y semejanza suya al ser humano con un espíritu inmortal, destinado a vivir eternamente en ese otro mundo que Jesús llamó el Paraíso. El supremo propósito de nuestra alma y su razón de ser es conducirnos a Dios en esta vida terrenal, y después de la muerte al Reino de los Cielos.

Según mi opinión, otro propósito muy particular del alma humana es el de servir como un chaleco salvavidas espiritual. A continuación les doy la explicación: Lo que le da alegría y color a esta vida dura que vivimos en este mundo, son esos bellos estados del alma, que surgen de nuestra alma de niño que guardamos en nuestro interior como reliquia de nuestra infancia, los cuales emergen espontáneamente en el precíso instante en que los necesitamos, para endulzar las inevitables tristezas, sinsabores, problemas y dificultades que nos agobian de vez en cuando.

Sin el condimento del buen ánimo, la diversión, la alegría de vivir, el humor, el deleite en las cosas sencillas y el encanto de la paz interior, atributos todos del alma de niño, la vida humana no sería digna de ser llamada vida.

El alma de niño tiene además en nosotros otra función importantísima de socorro y protección, ya que es también el chaleco salvavidas espiritual con el que hemos sido equipados por Dios, para poder mantenernos a flote en esos mares de penas y aflicciones, que en ciertas ocasiones, el destino nos obliga atravesar en nuestra vida.