La incredulidad y la idolatría en la sociedad moderna, no alteran la fidelidad eterna de Dios.

Si fuéremos infieles, el permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo.
2 Timoteo 2, 13

Las iglesias cristianas tradicionales como la católica y diferentes denominaciones protestantes del mundo occidental, se encuentran en una grave crisis de fe y de existencia desde hace ya mucho años. Han perdido millones de feligreses, lo cual ha causado en todos los países europeos, que muchos templos cristianos en desuso se estén utilizando como: museos, salones de conferencias, restaurantes, alojamientos para refugiados extranjeros, etc. Tambien el personal eclesiástico de sacerdotes y pastores se ha reducido en consecuencia, por falta de vocación y de interés de la juventud en esa profesión.   

LA SECULARIZACIÓN EN LAS IGLESIAS CRISTIANAS Y DE SUS SACERDOTES O PASTORES

Así como lo afirmó el filósofo griego Heráclito de Efesos en la antigüedad con la frase: “la única constante es el cambio”; sabemos que las épocas cambian, la gente cambia, las costumbres cambian y las instituciones humanas cambian con el tiempo. El término secularización proviene de la palabra en latín Saeculum o siglo, y consiste en la adaptación de la iglesia a la época moderna y profana en que estamos viviendo, caracterizada por una sociedad de personas autónomas y orgullosas, quienes han dejado atrás la tutela de la iglesia y de la religión, y que se imaginan que son dueñas de su propio destino y no les incomoda ser indiferentes hacia los asuntos sagrados y divinos.

Aunque la religión se refiere a la relación personal con Dios y a nuestras cualidades y necesidades espirituales, debído a ese proceso de adaptación que se ha dado dentro de las iglesias, sus representantes y teólogos desde hace ya 200 años, se han estado dedicando a predicar y hablar principalmente sobre temas sociales, económicos, políticos, culturales y de la salud en la sociedad actual, con mucho tacto y delicadeza, evitando mencionar palabras “desfavorables» como: pecado, moral cristiana, muerte, condenación, vida eterna, hombre espiritual, Hijo de Dios, Espíritu Santo, Reino de los Cielos, infierno, el maligno, etc; para no incomodar y ahuyentar a los pocos asistentes al servicio religioso.

Precísamente este proceso de secularización ha acentuado y acelerado la crisis y la decadencia que atraviezan las iglesias tradicionales, y todo eso, por no haber permanecido fiel a Dios y a su Palabra y por haberse apartado de sus enseñazas y consejos.

En la larga historia de las religiones tradicionales estos cambios siempre han sucedido y por lo tanto es algo normal, ahora bien lo más importante es saber y mantener siempre presente en nuestra conciencia, es que independientemente de que suceda lo que suceda entre los seres humanos, el Dios Eterno permanece fiel con su pueblo, así como lo confirma acertadamente el apóstol Pablo en su segunda carta a Timoteo: Si fuéremos infieles, el permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo.
¡Qué maravillosa verdad y poderoso consuelo nos da Pablo a los creyentes cristianos con esas palabras! Este versículo es un efectivo bálsamo para nuestra alma inquieta y asombrada, por ser nosotros testigos presenciales de estos negativos cambios y corrupciones que están sucediendo en las iglesias y en la sociedad moderna.

Si los sacerdotes, pastores y teólogos no creen en el Evangelio de Jesucristo, y si además la así llamada opinión pública lo rechaza, con todo, el Evangelio sigue siendo la misma verdad eterna. La opinión pública no es la comprobación ni la medición de la verdad, pues ha cambiado continuamente y seguirá cambiando. La suma total del pensamiento de hombres que fallan, es menos que nada cuando se contrasta con la mente de Dios, que es infalible, revelada a nosotros por medio del Espíritu Santo en las palabras verdaderas de las Escrituras. Pero algunos opinan que el “anticuado” Evangelio no puede estar en lo correcto, porque, vean, todos dicen que no está actualizado y que está equivocado. Esa es una razón para estar más seguros de que está en lo correcto, pues el mundo entero está bajo el maligno y su juicio está bajo su influencia. ¿Qué son las multitudes cuando todas ellas están bajo la influencia del padre de las mentiras? La mayoría más grande en el mundo es una minoría de un solo individuo, cuando el creyente está del lado de Dios.

Aunque el mundo entero no crea, el Evangelio de Dios no debe ser alterado para que se adapte a los caprichos y a las fantasías del hombre, sino que ha de ser proclamado aún en toda su verdad y singularidad, en toda su autoridad divina, sin eliminar nada, sin adaptaciones u omisiones.

Si los más selectos maestros, los predicadores, y los escritores no creen, Él permanece fiel. Una de las pruebas más duras para los jóvenes cristianos es la caída de un eminente maestro. He conocido a algunos que han estado casi a punto de renunciar a su fe, cuando alguien que parecía muy sincero y fiel ha renegado sorpresivamente de la religión. Recordamos que tales cosas han ocurrido, para nuestro intenso dolor; por tanto, quiero expresarlo muy, muy claramente. Si llegara a suceder que cualquiera a quien tú le rindes reverencia porque ha sido de bendición para tu alma—a quien amas porque has recibido de él la palabra de vida—si esa persona sobre quien, tal vez, te has apoyado demasiado, resultara en el futuro no ser veraz y fiel, y no creyera, no sigas su incredulidad.

A continuación voy incluir un extracto del texto de un magnífico sermón del predicador inglés Charles H. Spurgeon sobre este mismo tema:

Pedro niega a su Maestro: no sigas a Pedro cuando esté haciendo eso, pues tendrá que regresar llorando y le oirás predicando a su Maestro de nuevo. Peor aún, Judas vende a su Maestro: no sigas a Judas, pues Judas morirá de una muerte terrible, y su destrucción será una advertencia para otros para que se aferren más estrechamente a la fe. Pudieran ver que el hombre que estuvo como un cedro del Líbano cae por un golpe del hacha del diablo, pero no por eso piensen que los árboles del Señor, que están llenos de savia, caerán también. Él guardará a los Suyos, pues conoce a los que son Suyos.

No prendan su fe con agujas a la manga de ningún hombre. Su confianza no ha de apoyarse en ningún brazo de carne, ni deben decir: “Yo creo gracias al testimonio de tal y tal, y retengo la forma de las sanas palabras porque mi ministro la ha retenido,” pues todas esos apoyos pueden desaparecer y pueden fallarte de pronto. Permítanme expresar esto muy, muy claramente: si nosotros no creemos o si quienes parecieran ser los más distinguidos maestros de la época, si quienes han sido los más exitosos evangelistas del período, si quienes ocupan un alto lugar en la estima del pueblo de Dios, en una mala hora, abandonaran las verdades eternas y comenzaran a predicarles algún otro evangelio que no sea el Evangelio de Jesucristo, yo les suplico que no nos sigan sin importar quiénes pudiéramos ser, o qué pudiéramos ser. No permitan que ningún maestro, por grande que pudiera ser, los conduzca a la duda, pues Dios permanece fiel. Apéguense a la voluntad y a la mente reveladas por Dios, pues “Él no puede negarse a sí mismo.

Acuérdate de lo que dijiste a este siervo tuyo porque esa palabra alentó mi esperanza. Ese fue mi consuelo en las angustias: tus palabras me dan vida. Salmo 119, 49-50

En las sociedades de los países occidentales y desde hace ya varias décadas, se ha estado haciendo cada vez más dominante y popular, una irreflexiva opinión que da por sentado, que la palabra Dios es un vocablo vacío, sin ningún contenido útil y verdadero para el hombre y la mujer modernos.

Esa gente temeraria afirma, que con los avances de la ciencia y la tecnología, el desarrollo económico y las nuevas necesidades, los mensajes de la Biblia han perdido su vigencia para este siglo, porque fueron escritos hace miles de años, en una época muy diferente y para pueblos con costumbres antiguas que estan en desuso.

Pero resulta, que las personas que así piensan, no saben todavía lo equivocadas y desorientadas que estan, ya que se han olvidado del elemento más importante, justamente de ahí donde está el detalle. Éstas personas porfiadas se olvidan, que éllos tienen un espíritu dentro de su cuerpo. Todo lo que es espíritu y es invisible NO cambia, porque es eterno, y es además la esencia y fuerza de la vida. Todo lo material y perceptible SÍ cambia, particularmente el aspecto exterior de las personas y la cosas, que es lo que se manifiesta y se muestra a la vista.

Lo que cambia son las apariencias que vemos, las cuales no son más que la representación material de esa realidad espiritual, que es inaccesible a nuestros sentidos corporales. El alma humana, sus pasiones y virtudes fueron, son y seguirán siendo las mismas por los siglos de los siglos. Cada ser humano que existió hace miles de años y los que existimos ahora tenemos exactamente el mismo núcleo espiritual, la misma interioridad y las mismas cualidades  y defectos.

Para refrescar la memoria de aquellos que no estan tan convencidos de ello todavía, paso a nombrar algunas de las facultades espirituales del alma:

conciencia, amor, odio, voluntad, estimación, discernimiento, desprecio, humildad, orgullo, generosidad, culpa, bajeza, el deseo, los celos, esperanza, la fe, remordimiento, el valor, la cobardía, alegría, tristeza, satisfacción, arrepentimiento, simpatía, agradecimiento, indignación, la ira, la gloria, la vergüenza, la añoranza, el hastío, la grandeza, la admiración, etc.

Cómo bien podrán constatar, éstas son las cualidades que nos diferencian de los animales, y no solamente el raciocinio y la inteligencia como afirman los antropólogos y la ciencia.

Por tener el alma, es que sentimos y experimentamos que somos seres eternos e intuímos que existe Dios, el Creador y Señor del universo. A éste respecto, algún agudo observador caracterizó al ser humano, si bien de una manera algo simplona pero sumamente acertada, como: un animal religioso.

Podríamos decir, que la Palabra de Dios fué primordialmente escrita para el alma humana como tal, por eso el Señor Jesucristo refiriéndose a nuestra dimensión espiritual, afirma en el evangelio de San Mateo 4, 4: « El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. » 
Jesúcristo hablando en forma figurada nos recuerda claramente, que para vivir una vida humana plena y en conformidad con nuestra condición de seres espirituales, también necesitamos el alimento espiritual, que es la Palabra de Dios.

Si tú en lo profundo de tu alma, sientes o intuyes un vacío espiritual, o bien estas pasando por una crisis existencial, o mejor todavía,  si eres una de esas personas que forma(ba) parte de ese grupo de escépticos que piensan que la Biblia es “un libro más de historia”;  te aseguro, que las Sagradas Escrituras son un innagotable tesoro de promesas y consejos de Dios, para ese ser espiritual y eterno que tú eres.

Concluyo con una reflexión del gran predicador inglés Charles H. Spurgeon, en la cual me inspirado para redactar éste escrito:
Cualquier sea tu particular necesidad, puedes hallar, en seguida, en la Biblia, alguna promesa apropiada a ella. Estás abatido y deprimido porque tu senda es áspera y tú te hallas cansado? Aquí está la promesa. „El da esfuerzo al cansado“. Estás buscando a Cristo y ansías tener comunión más íntima con él? Esta es la promesa que resplandece sobre ti como una estrella: „Bienaventurados los que tienen hambre  y sed de Justicia, porque ellos serán hartos“. Lleva continuamente al trono celestial esta promesa; no ruegues por ninguna otra cosa, preséntate a Dios una y otra vez así: „Señor, tú lo has dicho; haz conforme a tu promesa“.

Estás acongojado por el pecado y cargado con la pesada carga de tus iniquidades? Presta atención a estas palabras: „Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi; y no me acordaré de tus pecados“. No tienes méritos propios que invocar para tu perdón; pero, en cambio, puedes invocar su pacto y él lo cumplirá. Temes no ser capaz de proseguir hasta el fin, o que, después de haberte creído hijo de Dios, seas reprobado? Si pasas por tal situación, lleva la siguiente promesa al trono de la gracia: „Los montes se moverán, y los collados temblarán, más no se apartará de ti mi misericordia“.

Si has perdido la dulce sensación de la presencia del Salvador, y lo estás buscando con afligido corazón, recuerda esta promesa: „Tornaos a mí y yo me tornaré a vosotros“. „Por un pequeño momento te dejé; más te recogeré con grandes misericordias“. Deléitate en la fe que tienes en la palabra misma de Dios, y acude al Banco de la Fe con el pagaré de tu Padre Celestial, y dí: „ Acuérdate de lo que dijiste a este siervo tuyo porque esa palabra alentó mi Esperanza

“Ningún éxito en la vida justifica el fracaso en la vida familiar”

La frase que uso como título de esta reflexión es de Fernando Parrado, uno de los sobrevivientes del avión uruguayo que se estrelló con 45 personas a bordo en 1972 en los Andes a una altura de 4.000 metros sobre el nivel del mar, accidente éste del que surgieron el libro y la película titulados “El milagro de los Andes”.

Los 27 sobrevivientes del accidente tuvieron que enfrentarse a duras condiciones ambientales para lograr sobrevivir con temperaturas bajo cero de -25 a -42 °C en las montañas congeladas, aún en plena época de nevadas, en medio de la primavera austral.

Fernando Parrado, uno de los únicos 16 pasajeros que lograron sobrevivir después de más de 2 meses de una colosal lucha por sus vidas, a 36 años de aquella historia que asombró al mundo, consiguió conmover a 2.500 participantes de un foro de negocios y capacitación empresarial, al transmitirles las lecciones que aprendió de sus experiencias durante y después de la tragedia de vivir 72 días sin agua ni comida, sobre un glaciar en plena Cordillera.

Su conferencia en ese foro de capacitación empresarial, la inició con el relato acompañado de fotos y videos de cómo y por qué, él y sus otros 15 compañeros lograron sobrevivir en un lugar y bajo unas condiciones extremas donde no se podía sobrevivir. Parrado narró los momentos que lo marcaron de aquella terrible odisea a 4.000 metros de altura en la que perdió a su madre y a su hermana, además de buena parte de sus amigos.

Entonces sobrevino el momento más inesperado de la charla: «Esta no es la historia que vine a contar», avisó. Y se puso contar entonces, que su verdadera historia empezó al regresar a su casa, sin su madre y su hermana, sin sus amigos de la infancia y al encontrar a su padre con una nueva pareja.
Y dijo entre otras cosas lo siguiente: “Lo importante viene después del trabajo.
Las empresas son importantes, el trabajo lo es, pero lo verdaderamente valioso está en casa después de trabajar: la familia.
No se olviden de quien tienen al lado, porque no saben lo que va a pasar mañana.»

Con su insólito testimonio personal, el señor Parrado está transmitiendo una admirable y valiente exhortación para la reflexión, a cientos de miles de personas en el mundo, quienes tienden a considerar como más valiosos al éxito profesional, el ganar mucho dinero y el prestigio de tener una posición gerencial, que su propia vida sentimental y familiar.

Parrado con su mensaje al mundo, esta confirmando la gran importancia que tiene en nuestras vidas el hecho de reflexionar bien sobre las decisiones que estamos por tomar y que previamente deberíamos de establecer las prioridades: ¿Qué es en esta vida lo esencial, lo conveniente y lo accesorio para nosotros?

El señor Parrado asi como innumerables personas anónimas han logrado reconocer y percatarse de lo esencial de la vida, sin embargo, después de experimentar en carne propia duras y trágicas experiencias.

La otra gran guía verdadera y vasta en enseñanzas, que disponemos para conocer y poder instruirnos sobre los temas esenciales de la existencia humana es la Biblia. Las sagradas escrituras son las revelaciones de Dios, que como alimento espiritual del alma humana, se refieren casi exclusivamente a nuestras necesidades espirituales básicas o esenciales, las cuales son universales, es decir, son las mismas en todos los seres humanos que han existido en todas las épocas de la historia de la humanidad.

Como ejemplo transcribo a continuación un párrafo de la Biblia, que se refiere a lo más esencial de la vida de los hombres y las mujeres:

Cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él. Uno de ellos, que era maestro de la Ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?». Jesús le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos. Mateo 22, 34-40

Ya lo afirmaba Jesucristo hace más de 2.000 años que el amar a alguien y el ser amado, es para todo ser humano la necesidad espiritual más importante, porque es de las facultades humanas, la más esencial.

Parrado en su conferencia confirma con otras palabras lo anunciado al mundo por Jesús, cuando asegura que “lo importante viene después del trabajo”. ¿Y a qué personas les dedicamos nuestro tiempo y nuestra energía vital después del trabajo? A nuestra familia y amigos, es decir, a nuestros seres más amados y más estimados, a quienes nos unen verdaderos lazos invisibles de amor y de cariño.

Es en el ámbito de nuestras relaciones personales, donde ese dominio invisible de lo espiritual se hace realidad y está en constante actividad. Ése es el terreno fértil  donde la infinidad de lazos invisibles de amor nacen, se desarrollan, se alimentan e intercambian, haciendo posible las relaciones humanas.

Los lazos espirituales de amor entre familiares, los cuales no se ven pero se sienten,  es lo que verdaderamente tiene valor y lo que cuenta en la vida. Eso es lo fundamental en la vida humana. 

Sin duda, tener una vivienda, por ejemplo, es necesario e importante, pero lo ESENCIAL es la vida familiar que dicha vivienda abriga y que uno mismo sustenta y atiende con tanta dedicación todos los días.

Independiente de tus inclinaciones y preferencias, yo personalmente te aconsejo lo siguiente:  
Escucha primero lo que te dicen tu conciencia y los profundos deseos de tu corazón. No te dejes persuadir por lo que hacen los demás, por lo que está de moda, ni mucho menos creer los mensajes manipuladores de la publicidad, de que la vida sólo se puede disfrutar y vivir con mucho dinero, para poder satisfacer todos aquellos antojos, que esa misma publicidad, sin darte cuenta, te ha metido en la cabeza.

Concluyo con un refrán muy famoso creado por la sabiduría popular, cuyo acierto y prudencia son insuperables: “ El trabajo es tan malo, que pagan por hacerlo.”

Si un problema nos lleva a buscar la ayuda de Dios en oración, ese problema es una bendición para nuestra vida.

En esta vida incierta y arriesgada, estamos siempre propensos a pasar por dificultades, accidentes, enfermedades y situaciones imprevistas que incluso nos pueden colocar al borde de la muerte, las cuales están totalmente fuera de nuestro control y no las podemos evitar. Por lo tanto, nuestro destino en este mundo es el de enfrentar a menudo todo tipo de problemas.

Cada quien reacciona y enfrenta los problemas de una manera individual, según sean el carácter y el estado de ánimo de la persona y las consecuencias que causa el problema. Las posibles reacciones pueden ser muy variadas: rabia, desesperación, temor, pánico, inseguridad, frustración, tristeza, etc.
Según sea la gravedad del problema, el Espíritu Santo que mora entre nosotros, puede actuar sobre el alma de la persona afectada y animarla a acudir a Dios por ayuda.
Fíjense en este versículo del profeta Oseas, quien haciendo uso de metáforas, describe una manera de cómo Dios nos atrae hacia Él:
Con cuerdas de hombre los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse comida delante de ellos. Oseas 11, 4

La frase que hace de título es del predicador inglés Charles H. Spurgeon, y la he seleccionado, porque describe muy bien una experiencia común, de la que muy pocos creyentes estamos conscientes: que la mayoría de los problemas graves que nos afectan y nos llevan a buscar refugio en Dios, son en realidad bendiciones para nuestra vida espiritual, porque fortalecen nuestra fe y esperanza en Dios.

Como creyentes que somos, lo primero y más importante es entender el gran valor de la Sagrada Escritura para nuestra fe, recordemos que estos escritos provienen de la sabiduría de Dios, y en consecuencia las palabras alli contenidas, además del sentido literal de la letra, poseen un mensaje espiritual que es capaz de proveer a nuestra alma alimentos espirituales como son: amor, confianza, esperanza, consuelo, paz interior, perdón, serenidad, paciencia, fortaleza, ternura, perseverancia, valentía, etc; virtudes estas que nos proporcionan las fuerzas necesarias y nos alientan a superar las dificultades que nos depare el destino.

Los salmos son una fuente variada y abundante de magníficos ruegos, oraciones y clamores, con los que el Rey David clama a Dios por ayuda, perdón y misericordia, haciendo uso de un precioso lenguaje lleno de palabras edificantes, enternecedoras y conmovedoras. 

Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos. Salmo 57, 1-3

No hay nada como la fe en Dios para ayudarnos en el momento de gran temor y de  necesidad. La fe disuelve el temor, asi como el sol lo hace con la niebla.

Por el contrario, las palabras provenientes de los seres humano, pueden tener por lo general, efectos positivos o negativos en los sentimientos, en la conducta y en el estado de ánimo de las personas.
La palabra humana puede ser usada para comunicar y enseñar obras virtuosas y actitudes ejemplares, pero tambien para manipular las opiniones y las actuaciones de una población con fines de lucro o políticos.

En la sociedad de consumo en que vivimos, los medios de comunicación utilizan la palabra como instrumento de publicidad y de manipulación psicológica para estimular en los ciudadanos la compra de productos y servicios. Los medios hacen uso de las palabras para transmitir mentiras y falsas informaciones todos los días, con el único propósito de captar la atención del público y de ganar dinero.

Otro efecto negativo de la palabra en el lenguaje humano, es su capacidad de herir los sentimientos y la sensibilidad emocional de las personas a las que están dirigidas. Como todo en este mundo cruel, el uso de la palabra tiene lamentablemente tambien su lado oscuro y dañino.

Como ustedes bien pueden distinguir, en la palabra de Dios podemos confiar ciegamente, mientras que confiar en la palabra de este mundo, es como caminar sobre un campo minado: hay que tener mucha precaución.

En relación al uso de las palabras, el apostol Pablo nos da el siguiente consejo:
Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia a los oyentes. Efesios 4, 29

Reconoced que Jehová es Dios Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Salmo 100, 3

Debido a su incontenible vanidad natural, el ser humano podrá vanagloriarse de cualquier presunción que se le ocurra y hasta presumir de que es un Emperador o el dueño de medio mundo, pero creerse más sabio e inteligente que Dios, eso es la evidencia máxima de su estupidez.

Este magnífico versículo de David lo puedo describir con gusto y satisfacción, como el más efectivo y certero golpe de hacha que se puede dar en la raíz del orgullo y de la vanidad. Por esa razón, es recomendable leerlo esporádicamente, cuando notemos que la vanidad está ascendiendo hacia nuestra mente y nos estamos alejando de Dios.

Y debido precísamente a que la pura verdad está escrita en la Palabra de Dios, es que la mayoría de la gente en las sociedades occidentales le tienen cierta alergia a la Biblia y la rechazan, porque la perciben demasiada cruel y sincera para sus nuevos gustos y costumbres. Esto me hace recordar un artículo de periódico que leí hace años, sobre individuos y familias suizas que por su crueldad les incomodaba tener que ver unos Crucifijos tallados en madera, en los senderos para caminar en las colinas de los cantones católicos, lo cual es una antigua tradición cristiana de siglos. En el pasado el uso de los crucifijos eran algo normal, bien aceptado y muy extendido. Pero hoy, debido a un exceso de vanidad y orgullo que predomina en la sociedad moderna, los ciudadanos de hoy se creen que son más santos y más humanos que la gente en la antigüedad!

La crueldad humana es una realidad que es necesario aceptar, porque está en los genes de TODOS los seres humanos del mundo, lo cual significa que cualquier persona posee la capacidad natural de cometer crueldades y pecados graves, bajo ciertas circunstancias. Recordemos solamente dos inmensas crueldades: el terrorismo de estado y el Holocausto en la alemania Nazi y el lanzamiento de las bombas atómicas por USA sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en Japón.

En estos tiempos modernos en que el desarrollo de las ciencias y tecnologías ha tomado tanto auge, la vanidad y el orgullo han ido también aumentando en la sociedad en una proporción aún mayor, en particular y de manera muy intensa en el gremio de los científicos, investigadores y tecnólogos, quienes se consideran a si mismos ser semidioses, capaces de crear nuevas creaturas mediante la manipulación genética y la biología molecular, movidos en parte por la curiosidad científica, pero sobre todo, por la insaciable codicia y las ansias de poder.
Estos nuevos “Sacerdotes” de la estupidez, embriagados por su delirio de grandeza, están causando graves daños irreparables a la naturaleza y a la salud pública.
Y a pesar de las frecuentes advertencias y protestas que vienen haciendo públicamente infinidad de organizaciones ambientalistas y de salud, ellos continúan imperturbables y firmes en sus actividades destructivas y perjudiciales para la humanidad.

Esa actitud tan absurda e irracional es el fruto del orgullo y de la vanidad, las cuales son muy capaces de apagar la llama de nuestra fe en Dios, de alejarnos de Él e incluso de que lo ignoremos completamente.

Jesús le dijo: Tomás, porque me has visto, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Juan 20, 29

Tal como lo dijo el Señor Jesucristo, bienaventurados son los que creen.
En lo personal estoy convencido de que aquellos que creen en Jesús y en su promesa de vida eterna, también son más inteligentes para lograr vivir de manera  exitosa su vida en este mundo, puesto que los creyentes que confían en Dios y se dejan guiar por el Espiritu Santo, les son concedidos sus deseos más profundos de su corazón, y por lo tanto terminan siendo más felices.

Confia en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacenterás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Salmo 37, 3-4

Así mismo ha sido mi propia experiencia en mi vida como creyente:
de mis más profundos deseos desde mi juventud hasta hoy en día, Dios en su gran Misericordia y amor me ha concedido los dos más importantes: una excelente relación de amor con mi esposa; y una familia amorosa y armoniosa compuesta por 4 hijos, 5 nietos, una nuera y un yerno, todos magníficos. ¡Gloria a Dios y mi eterno agradecimiento!

Prefiero mil veces confiar en Dios, Creador y Señor del Universo, de la Humanidad, de la naturaleza y de este mundo en que vivimos, que confiar en la imperfecta y muy limitada sabiduría e inteligencia humanas.

No somos nada, mientras nuestra alma habite en este cuerpo tan frágil y mortal.

El hombre, como la hierba son sus días, florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más.
Salmo 103, 15-16

Durante estos angustiantes tiempos de la pandemia del virus Covid-19, han pasado imágenes de horror en las pantallas delante de nuestros ojos asombrados, que nos mostraron enormes multitudes de muertos y enfermos causados por esta nueva enfermedad contagiosa y mortal, en todo el mundo.

Una insignificante y despreciable criatura como es un microbio, puso a temblar de repente a los gobiernos más poderosos del planeta y a sus formidables ejércitos, los cuales no pudieron hacer nada en contra con sus armas, porque el enemigo resultó ser invisible esta vez.

A los sistemas de salud en los países más desarrollados les fue aún peor, aunque cuentan con una infraestructura de modernos hospitales y con un equipamiento óptimo de sus servicios básicos de personal paramédico, ambulancias, emergencias y suministro de medicamentos; el virus los puso de rodillas y muchas clínicas colapsaron totalmente, por no estar bien preparadas para esta contingencia, a pesar de que hace decenas de años, la Organización mundial de la salud y círculos profesionales de epidemiólogos de todos los continentes, estuvieron advirtiendo en varias oportunidades sobre la alta probabilidad de que una pandemia, podía ocurrir en cualquier momento.

La pandemia ha sido una clara señal para toda la humanidad, la cual se puede interpretar y analizar desde diversos aspectos de la vida y perspectivas.
Desde la perspectiva de la fe cristiana, considero que la pandemia ha sido un mensaje divino dirigido a sacudir la conciencia de la gente en las sociedades de los países industrializados, donde se adoran innumerables ídolos, entre los cuales están, en primer lugar, el hombre mismo, quien por su orgullo, vanidad y vanagloria se cree un superhombre que puede vivir bien olvidándose de Dios y de su fragilidad, y en segundo lugar, todos los objetos materiales creados por sus manos: el dinero, las máquinas, las edificaciones, la tecnología y la medicina moderna; con los cuales se siente más que seguro e imbatible.

Mientras millones de personas morían y se enfermaban por el virus, la naturaleza por el contrario, se recuperaba con vigor y hasta los indefensos pajaritos en los bosques, cantaban alegremente como siempre y como si nada estuviera sucediendo.

Desde hace más de 3 mil años fueron escritos en el Viejo Testamento, párrafos como el del salmo 103 citado arriba, que describen con metáforas y enseñan la verdad sobre los seres humanos: el hombre es tan frágil y perecedero como la hierba, o dicho de otra manera: el hombre no es nada.

La similitud entre las expresiones simbólicas del versículo y la forma de contagiarnos con el virus es asombrosa. La frase dice: “florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció”.
En el caso concreto del Covid-19, sabemos que la via principal de contagio, sucede al aspirar aire con micropartículas de agua (aerosoles) que contienen el virus, las cuales son transportadas por el viento.
Por lo tanto, así como el viento pasa por la vulnerable flor del campo y muere, igualmente podemos morir así de fácil, si un soplo de viento contaminado con el virus pasa por nosotros.

Ahora bien, lo más importante y la gran diferencia es que lo único que muere del hombre es su cuerpo de carne y huesos, pero no su alma inmortal, la cual en el instante de la muerte, pasa a una vida más abundante, eterna y libre de sufrimientos. Entonces tengamos bien claro y recordemos siempre lo siguiente: es sólo por culpa de nuestro cuerpo, que no somos nada. 

¿De qué le sirve vivir bien al que no puede vivir para siempre?

Os digo, pues hermanos: el tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa. Yo os quisiera libres de preocupaciones. 1. Corintios 7, 29-32

Si existe una pregunta universal, que se hacen todos los seres humanos en algún momento de su vida, se podría decir con toda certeza que es la siguiente: ¿Qué sentido tiene la vida?
Debido a que la respuesta está fuera del alcance de la razón y la inteligencia, el sentido de la vida humana siempre ha sido un misterio para la filosofía y la ciencia. Ese misterio y muchos otros más, como el de la vida después de la muerte, han sido siempre asuntos secretos que únicamente por medio de la fe y las religiones, podían ser explicados y resueltos.

A través de los tiempos, Dios le ha estado revelando al ser humano lo que le estaba vedado averiguar por sus propios medios. De ahí la enorme importancia que tarde o temprano la fe religiosa adquiere en la vida de los hombres y las mujeres.

La humanidad en toda su historia no había recibido una revelación más maravillosa que la Buena Nueva anunciada por Jesucristo: que el ser humano posee un alma inmortal y que después de la muerte hay una vida eterna en el Reino de los Cielos.
La promesa de Cristo Jesús sobre la vida eterna es la primera promesa de la que tiene que apoderarse un cristiano en su vida como creyente. Precisamente porque nuestra vida terrenal es pasajera y la apariencia de este mundo pasa. La esperanza de la vida eterna en el Reino de Dios es el ancla más firme y más potente en la vida cambiante, pasajera y atormentada de un ser humano.

En nuestras sociedades de consumo occidentales se ha impuesto la creencia en la mayoría de los ciudadanos, de que venimos a este mundo a disfrutar al máximo de los placeres, los viajes, las comodidades y los lujos que la vida moderna nos puede ofrecer, siempre y cuando tengamos el dinero necesario para comprarlos, es decir, que el sentido de la vida consiste:
en vivir bien o darse la buena vida.

Este moderno y agradable estilo de vida, el cual nos permite vivir en la abundancia de bienes y servicios, en la comodidad material y en la prosperidad social, nos hace considerar que es precísamente el bienestar económico y social, lo que le da pleno sentido a la vida humana. Pero sucede, que tan pronto como estamos en la cúspide de la prosperidad material, aparecen la enfermedad, la vejez y el pensamiento de la muerte, para recordarnos que en cualquier instante tendremos que abandonar todo esto.

Entonces, a causa de la única realidad segura que es la muerte inevitable, se desvanece el aparente y engañoso sentido de la vida, que la abundancia le había proporcionado transitoriamente.

El evangelio de Jesús nos enseña a vivir y a morir con metas eternas. El gran aporte del cristianismo a la humanidad ha sido el enseñarnos a vivir con esperanza, es decir, a ser seres esperanzados, así como también el preparar espiritualmente al creyente para recibir el momento de la muerte con la promesa de vida eterna.

«El cristianismo es grande porque es una preparación para la muerte inevitable». Esta frase de Cecilio Acosta (1818-1881), insigne intelectual y escritor venezolano, resume la prodigiosa obra que realiza en el alma del creyente, la esperanza viva que surge de la promesa de vida eterna que trajo Jesucristo a la humanidad.

Aunque es verdad que en Europa mucha gente está abandonando las iglesias, eso no debe inquietar a los creyentes fieles.

Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oir novedades; apartarán sus oidos de la verdad y se volverán a las fábulas. 2. Timoteo 4, 3-4

Los creyentes cristianos que vivimos en Europa, sabemos que nuestra vida se desarrolla en medio de una cultura que desde hace ya décadas, ha estado ignorando los principios cristianos tradicionales y que las iglesias tanto católicas como protestantes han estado perdiendo aceleradamente miembros de sus congregaciones. De seguir esa tendencia del desinterés por la religión y hasta el rechazo hacia las iglesias, los cristianos seremos pronto una minoría religiosa más entre los musulmanes, judíos y los budistas.

Todos sabemos también que los tiempos cambian, y que desde que existe la humanidad, según leemos en la historia, las costumbres y las culturas han estado cambiando con el paso de los siglos. En la actualidad, por el avance de la ciencia y la tecnología, esos cambios son cada vez más a menudo por la frecuencia en que aparecen las novedades, que generan las nuevas tecnologías.

Otro factor muy importante e influyente son los medios de comunicación, los cuales han sido transformados en medios de manipulación, y lo más grave es, que han perdido la necesaria sinceridad, honradez y objetividad al transmitir informaciones. Hoy en día, los medios de comunicación mienten y manipulan las noticias descaradamente, procurando así que el público solamente lea o escuche las cosas que el mismo público desean escuchar, con el propósito de atraernos y persuadirnos.

En su Carta a Timoteo, el apóstol Pablo explica de manera magistral cómo funciona el corazón humano y cuánto nos gusta ver y escuchar fantasías e ilusiones en las pantallas, las cuales hacen que muchos se aparten de la verdad del Evangelio. Estos versículos de Pablo son una verdadera profecía para nuestros tiempos, porque descríbe exactamente lo que está sucediendo en las sociedades de consumo europeas y de todo el mundo en la actualidad, que es lo siguiente: el enfriamiento del amor a Dios, por haber sido encendido el amor al dinero, por los medios de comunicación.
 
En relación a la ambición por acumular dinero, el Señor Jesucristo nos advirtió:
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno, y amará al otro; o apreciará al uno, y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.  

Sin embargo y a pesar de esta divina advertencia, algunos pastores de iglesias evangélicas en los Estados Unidos en la década de los años 80, inventaron lo que ellos llamaron “el evangelio de la prosperidad”, un falso evangelio bien disfrazado y transmitido por televisión, que por cierto, les sirvió para hacerse millonarios en poco tiempo. Los llamados “teleevangelistas” más descarados usaron lemas publicitarios, como por ejemplo: “Sirve a Dios y vuélvete rico”.

Con falsos profetas como estos pastores corruptos, quienes se han estado aprovechando indebidamente de la fe de cientos de miles de personas incautas, para enriquecerse; no debe extrañarnos entonces, que exista mucha gente decepcionada de la religión cristiana.

Todos estos problemas y las situaciones escandalosas que han ocurrido en las iglesias, en la larga historia milenaria del cristianismo en el mundo, ya habían sido profetizadas en las Sagradas Escrituras, y además, todas sin excepción son conocidas por Dios, y por lo tanto, deben estar cumpliendo un determinado propósito divino, que nosotros desconocemos.

Debemos recordar que el Espíritu de Dios está siempre obrando y cuidando de sus fieles y de las iglesias. Recordemos también que Dios Padre nos juzgará a cada uno de nosotros en el día del Juicio Final, y que cada creyente cristiano que se haya mantenido fiel y haya adorado a Jesucristo en verdad y en espíritu, recibirá de nuestro Dios Justo y Misericordioso, lo que bien merece.

La Buena Nueva del Señor Jesucristo fue: su promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos y el perdón de nuestros pecados por medio de su sacrificio, que por AMOR hizo en la Cruz.

Y esta es la promesa, la cual él nos prometió: la vida eterna. 1. Juan 2, 25

En esta reflexión, deseo dar respuesta a la siguiente pregunta, que se hacen actualmente cientos de millones de personas cristianas en el mundo: ¿Cuál es la Buena Nueva que el Señor Jesucristo trajo para la humanidad hace más de 2 mil años?
La pregunta es sencilla, pero dar una respuesta acertada es bastante dificil, puesto que primero, es indispensable saber enfocar lo esencial del nuevo Testamento, y segundo, ser capaz de resumirlo de forma comprensible para todos los hombres y mujeres.

La mayoría de los creyentes cristianos hoy en día no están seguros o no saben exactamente, cuál es la llamada Buena Noticia que anunció Jesús en persona, y que logró producir un cambio radical en la conciencia y en la vida de los apóstoles y de los primeros cristianos en la Antigüedad.
Recordemos que los doce discípulos dejaron sus actividades laborales y sus familias, para acompañar a Jesús como su Maestro, cuando él los llamó a acompañarlo y a predicar en su nombre. Eso sucedió cuando Jesús estaba en la región de Galilea y ya predicaba sobre el Reino de los Cielos. Allí conoció a los pescadores Simón Pedro y Andrés llamándolos a venir con él, quienes fueron los dos primeros apóstoles que Jesús escogió.

Para Jesús poder generar en los discípulos esa transformación en su voluntad y en su forma de pensar, que los animó a dejar todo y seguirlo de inmediato, tuvo el Señor que haberles dicho algo tan grandioso e insuperable, algo que ellos nunca antes habían escuchado, algo que ni siquiera se hubiesen podido imaginar. Según mi opinión, ese mensaje fue: la promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos.

Por supuesto, que también el gran carisma de Jesús, es decir, la fascinación y el encanto que su personalidad les transmitía, influyó mucho seguramente para que los discipulos se sintieran atraídos por él y creyeran todo lo que el Señor les decía.

Son incontables los escritos y los sermones que sobre las enseñanzas del Señor Jesucristo sobre los 4 libros de los evangelistas y las cartas del Apóstol Pablo, que han sido difundidos por una infinidad de sacerdotes y pastores en el mundo entero. Todo eso ha servido para la conversión y la formación religiosa de miles de millones de cristianos, así como para la aplicación de los valores y principios cristianos en los que se fundamenta la civilización y la cultura cristiana en todo el mundo.

Sin embargo, el inmenso mar de interpretaciones, enfoques y predicaciones sobre la Palabra de Dios, que se han publicado en los últimos 100 años, han dispersado y diluido tanto el contenido original de la Biblia en diversas direcciones y corrientes, que los mensajes se han alejado demasiado del fundamento del Evangelio del Señor Jesucristo, porque la gran mayoría de los temas de los escritos y sermones no están anclados en las Sagradas Escrituras, por no estar relacionados los asuntos tratados con lo que dice la Biblia, y así han terminado yéndose por las ramas o hablando de temas secundarios, los cuales no fortalecen la fe ni la esperanza en la vida eterna de los creyentes en Cristo Jesús.

Esta situación se podría muy bien ilustrar con la función del ancla de un barco. Cualquier embarcación en el mar que desea mantenerse en un lugar fijo por un tiempo determinado, para no alejarse del sitio o posición donde se encuentra, necesita echar al agua el ancla, que la mantiene fijo allí. De lo contrario, las corrientes del mar y el viento la arrastrarán a otro lugar no deseado.

El alejamiento de las enseñanzas de la Biblia al que me refiero, fue una consecuencia directa del movimiento intelectual conocido como la Ilustración que se inició en Europa en la década del año 1850. A partir de ese período los políticos, científicos y filósofos de la época, se negaron a aceptar muchos dogmas o principios cristianos basados en la Biblia, que habían sido establecidos muchos siglos antes por la iglesia católica.

Actualmente en muchas iglesias los púlpitos son utilizados para hablar sobre todos los temas imaginables de actualidad, tal como se hace en la televisión, por ejemplo: política, humor, catástrofes naturales, guerras, derechos humanos, la ideología del género, etc.

En vista de que esa es la realidad que estamos afrontando y de que esta situación va a continuar así, es conveniente que los creyentes cristianos nos dediquemos a leer las Santas Escrituras con más regularidad y empeño, las cuales contienen el verdadero alimento espiritual, que es capaz de llenar todas aquellas almas hambrientas de paz interior, de misericordia, de consuelo y de esperanza en la vida eterna, que solamente Dios Padre nos puede conceder por su inconmensurable Gracia y su Amor eternos.

Pero Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Mateo 4, 4

Tal como el Señor Jesucristo entregó su espíritu en el instante de su muerte, así mismo lo haremos nosotros también al morir, para pasar a la vida eterna prometida.

Y cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Juan 19, 30

Según su evangelio, Lucas describe las últimas palabras de Jesús antes de morir en la cruz, de la siguiente manera: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Y Juan, quien acompañó hasta el final a Jesús y estuvo presente en el Calvario cuando Jesucristo murió, menciona como sus últimas palabras: “consumado es”.
Lo que deseo destacar en esta oportunidad, es concretamente la expresión que el discípulo Juan utilizó para decir que Jesús murió: entregó el espíritu a Dios. Esta expresión tan llena de esperanza y de consuelo, es sin duda una confirmación adicional de que la muerte humana, consiste en la separación del alma inmortal del cuerpo mortal. La palabra de Dios nos enseña a los cristianos, que fallecer o morir es en realidad entregar nuestro espíritu vivo e inmortal a Dios, por lo tanto, lo que deja de existir es solamente nuestro cuerpo de carne y huesos.

Es precísamente por esa razón, que Jesús le dijo a un grupo de saduceos, esos judíos que niegan la resurrección: “¿no habeis leido aquellas palabras de Dios cuando os dice: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Mateo 22, 31-32

Esta verdad bíblica es de suma importancia y utilidad, para que los creyentes cristianos dejemos de considerar la muerte como el inesperado y terrible final de nuestra existencia, y aprendamos a aceptarla como lo que es en realidad: un acontecimiento natural y necesario en la vida, que si bien es triste y doloroso para los sobrevivientes, para la persona que deja este mundo, es pasar de una vida agotadora y moribunda a una mejor vida nueva y eterna. Y además, es conveniente pensar, que en la gran mayoría de los casos de enfermos incurables y de ancianos de avanzada edad, la muerte es seguramente para ellos más bien una bendición, porque los libra de sus insoportables dolores y sufrimientos.

Por su parte el apóstol Pablo, en su carta a los filipenses les mencionó una experiencia personal y muy íntima, sobre un conflicto existencial que él tenía consigo mismo sobre su vida y su muerte: “Pero si el vivir en la carne, esto significa para mí una labor fructífera, entonces, no sé cuál escoger, pues de ambos lados me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor”. Filipenses 1, 22-23
En algunas iglesias existe la vieja pero muy equivocada creencia, de que todos aquellos cristianos que han fallecido están: “descansando en paz” o “disfrutando del sueño eterno”. Esa falsa creencia es lamentablemente el resultado de una desafortunada lectura e interpretación de la Biblia, posiblemente por haberse concentrado solo en el cuerpo muerto o cadáver, que da la impresión de estar dormido. Por el contrario, el espíritu humano o alma espiritual continúa vivo y despierto para vivir eternamente en el Reino de Dios!
Últimamente, en muchas congregaciones cristianas se han percatado de esa equivocación y la han estado corrigiendo, pero una creencia tan popular como esa, será muy dificil que el público la vaya a sustituir por la creencia correcta en un futuro cercano.

Leer las Sagradas Escrituras con mucha atención y detenimiento, es lo mejor que podemos hacer para enterarnos y conocer de primera mano, lo que Jesús llamó: el alimento espiritual para todo creyente.