El amor de Jesucristo por nosotros es más fuerte que la muerte

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Juan 13, 1

Dios es amor. Esta es quizás la descripción más sencilla, más instructiva y más acertada para expresar lo que Dios debería de significar para todos los creyentes cristianos del mundo. Dicha frase se encuentra cerca del final de la Biblia en la primera epístola de San Juan: Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él.
(1 Juan 4, 8-9)

Dediquemos unos minutos a recordar la promesa de vida eterna del Señor Jesucristo y la obra de redención para el perdón de nuestros pecados; y también a imaginarnos primero, el rechazo y desprecio que recibió de sus hermanos de raza judíos; segundo, las vejaciones y humillaciones que Jesús tuvo que soportar antes de ser crucificado, y finalmente, la terrible y lenta muerte que padeció en la cruz del Calvario.
Y ahora les ruego que pensemos, en que Jesucristo siendo Hijo único de Dios, pasó por todo eso, únicamente por amor a toda la Humanidad y por amor a Dios Padre.

Igualmente es oportuno que recordemos, que el amor de Dios hacia nosotros es eterno, puesto que Dios no ama a nuestros cuerpos mortales que perecen, sino que ama sobre todo a nuestras almas o espíritus inmortales que vivirán eternamente.

El amor divino es inagotable, no tiene fin y tampoco tiene ningún obstáculo que lo detenga o interrumpa.
Dios nos ama desde que nacemos en este mundo y nos seguirá amando sin interrupción después de la muerte.

La promesa de vida eterna está plasmada clara y diáfanamente en el Evangelio para todos, solamente es necesario creer en Jesucristo y esperar con fervor en esa esperanza viva, confiando con la fe firme de un niño pequeño, en que el Hijo de Dios cumplirá su promesa.

Roguémosle al Espiritu Santo que nos fortalezca nuestra fe y nos conceda la humildad necesaria, para aferrarnos al amor y a la misericordia del Salvador que nos ama hasta el extremo.

Si sientes soledad es porque te dedicas poco tiempo a tí mismo

Dios nos ha creado con un intelecto para reflexionar por medio de pensamientos, con una conciencia para discernir lo que vamos a hacer y con una voluntad para realizar lo que hemos decidido hacer. Y para poder ejecutar bien y de forma adecuada estas tareas tan necesarias e importantes, se requieren dos factores indispensables: tiempo y estar dentro de sí mismo en su interioridad con sus propios pensamientos y anhelos.
Dicho de otra manera, para el ser humano la necesidad de estar a solas consigo mismo por unos momentos es vital.

El conocido filósofo hindú Jiddu Krishnamurti (1895-1986) en un artículo que escribió sobre la soledad, explicaba que existen dos tipos diferentes de soledad:

  1. la soledad incómoda. Es la de una persona que se siente sola, apartada o abandonada y que por sentirse interiomente incómoda, siente la necesidad de escapar de si misma y el deseo compulsivo de estar con otros, de entretenerse y de distraerse con algo.
  2. la soledad madura o inteligente. Es la de un ser humano que, en su interior, no depende de nadie ni de nada para ser o sentirse a gusto, y que por lo tanto, no necesita escapes de ninguna clase.

Esa soledad, que Krishnamurti denomina acertadamente como incómoda, es una clara señal de que nuestra vida interior ha estado perdiendo la antigua vitalidad y esplendor que tenía cuando éramos niños, porque la hemos dejado de atender y de cultivar apropiadamente, y en consecuencia, ha corrido la misma suerte que corre un jardín bien atendido cuando es abandonado: el jardín se deteriora, se cubre de malas hierbas, y termina convirtiéndose en un lugar escabroso y extraño. Morada interior y extraña esa, en la que ya no nos sentimos a gusto ni cómodos.

Los medios de comunicación nos han hecho excesivamente dependientes de los estímulos visuales externos, que atraen siempre nuestra mirada y nuestra atención. Esa es la realidad de la sociedad de consumo en la que vivimos y eso no va a cambiar.

Por esa razón, debemos crear estrategias que nos ayuden a reducir esa dependencia de los estímulos externos y a fortalecer nuestra vida interior, con el claro propósito de volver a ser los protagonistas de nuestra propia existencia y no simplemente unos espectadores, quienes por no saber lo que de verdad en su corazón quieren o no quieren, se dejan influenciar fácilmente por los medios y las modas.

La infinidad de productos, estímulos y acontecimientos que transmiten los medios, han despertado en nosotros un apetito tan voraz de las cosas y actividades que hay en mundo exterior, que nos hace estar demasiado tiempo atentos de lo que pasa afuera y cada vez tenemos menos tiempo de recogernos dentro de nosotros para atender nuestros anhelos o necesidades interiores, y también para ponernos de acuerdo con nosotros mismos y centrarnos de nuevo.

De ésta manera es como se debilita nuestra vida interior y por consiguiente, la soledad se nos va haciendo más incómoda, impulsándonos a escapar de nosotros mismos. Con el pasar de los años nos hemos olvidado de nuestro propio yo, de nuestra alma, de nuestra conciencia.

Tú eres tu mejor amigo y tu mejor compañía, y nuestra conciencia es nuestra mejor consejera.

Además, es muy importante tener siempre presente, que en realidad núnca estamos solos. Nuestra conciencia y nuestra alma nos acompañan constantemente como fieles e inseparables testigos. También el Espíritu de Dios está con nosotros todos los días.
Jesús lo dijo: « Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia » Mateo 28,20

 

¿Sabes por qué la palabra persona significa máscara?

«No salgas fuera de ti, vuelve a ti, en el interior del hombre habita la verdad.» San Agustín

En los tiempos del imperio Romano, persona se llamaba la máscara o careta que se ponían los actores para caracterizar el papel de un determinado personaje en las obras teatrales.
Los antiguos griegos y romanos no le pusieron ese nombre a la máscara por casualidad, sino por el claro conocimiento que tenían de las usuales actuaciones y apariencias en el comportamiento de los seres humanos, y porque sabían, que el cuerpo no es más que la máscara que muestra un individuo ante el mundo. Desde hace apenas unos 250 años, el término persona adquirió su nuevo significado de ser humano.

Ahora bien, lo más importante de este asunto es saber que detrás de esa máscara de actor está nuestra alma, quien es nuestro yo verdadero y auténtico. Si eso es así, entonces la gran pregunta que cualquiera de nosotros se haría es ¿Quién soy yo: el personaje que he aprendido y he interpretado en mi vida pública o mi vida interior espiritual?

La vida interior espiritual es aquélla que se desarrolla y acontece a escondidas de los demás, la cual consiste en nuestra conciencia, asi como también los pensamientos, sentimientos, vivencias, deseos, pasiones que guardamos en el corazón y en la memoria, hasta que lleguen el tiempo y la ocasión oportuna en que decidimos soberanamente, compartirlos con algún ser querido o bien directamente con Dios.

En vista de que nuestra vida espiritual es para los demás absolutamente inaccesible, es la que cuenta y vale para nosotros. Si bien la vida interior es la auténtica, por fortuna es secreta e invisible.

Sabemos muy bien que las apariencias engañan y que en la vida pública como gran escenario que es, todos desempeñamos papeles diversos aparentando unas veces más y otras veces menos, para poder quedar bien y convivir armoniosamente con los demás.

Nuestra conciencia, ideas, sentimientos y vivencias espirituales, es decir, nuestra vida interior, es lo más verdadero y auténtico de nuestra existencia, y por esa sencilla razón, es lo que más deberíamos de consultar y escuchar a la hora de tomar decisiones en la vida.

La unión por amor de una pareja para toda la vida, solamente puede ser obra de Dios.

« Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y serán una sola carne. » Génesis 2, 24

Sobre el amor se ha dicho y escrito muchísimo, pero son muy pocos los autores que han reconocido que el verdadero origen y la fuente del amor entre parejas es un misterio, puesto que no se sabe porqué el amor aparece y desaparece de repente, y además, porque es algo completamente inesperado. El amor humano es un misterio porque es una facultad del alma, y por lo tanto, es espiritual. Pero como la ciencia no quiere reconocer la existencia del alma ni de Dios, los científicos intentan explicar el origen del amor con unas teorías neuroquímicas cada vez más absurdas, que lindan ya con el ridículo.

Yo por mi parte estoy convencido de que el origen y la fuente del amor es Dios, no solamente porque así lo afirman las Sagradas Escrituras, sino también por mi propia experiencia y porque es una realidad espiritual tan evidente y perceptible en la vida, que resulta una necedad negarlo.

El enamoramiento es la manifestación espiritual por excelencia en la vida, y es igualmente la más notoria que pueda sentir un ser humano, sobre todo por su condición de ser tan misteriosa y hasta mágica. Tal como sucede con todo lo que es de la dimensión espiritual que forma parte de nuestro cuerpo, cada individuo lo percibe a su manera y por medio de las usuales vivencias, sentimientos, pensamientos, imaginaciónes, ideas, pasiones y emociones que se viven o se padecen en esos bellos instantes.

Asi como sucede en el fenómeno espiritual llamado la ofuscación del entendimiento, en que nuestra mente se oscurece o se nubla, y por consiguiente, no somos capaces de percibir todo lo que esta presente en la realidad. En el caso del enamoramiento sucede todo lo contrario, nuestra mente se aclara o se ilumina, y entonces de repente, percibimos nuevos detalles y aspectos en la persona amada, de los cuales anteriormente no nos habíamos percatado.

La persona amada tiene ahora algo que nos atrae mucho, posee un brillo que emite y centellea como lo hace un faro desde la costa a los barcos que navegan de noche en el mar oscuro, de ese mismo modo, la amada con su brillo resplandeciente señala y orienta al enamorado, quien a partir de ese momento sólo tiene ojos para mirarla a élla.

A continuación, se despierta en el enamorado su conciencia amorosa, la cual le susurra suavemente, que esa persona tan atrayente es muy digna de ser amada. Asi sucede entonces, como por arte de magia, que todo aquello que forma parte de la persona amada como su aspecto físico, su personalidad, sus gestos y hasta sus defectos, le gustan al enamorado.

En la experiencia del enamoramiento, lo que hace tan maravilloso al amor verdadero, es que el enamorado logra más adelante considerar a su amada como parte integrante de su propio ser, culminándose así la milagrosa obra de que ya no son dos seres opuestos y ajenos, sino que se han fusionado espiritualmente en un sólo ser.
Tal como Dios lo prometió y está escrito en el versículo del Génesis.

¿Sabías que Dios nos ha equipado con un chaleco salvavidas espiritual?

En Dios solamente espera en silencio mi alma; de Él viene mi salvación. Salmo 62, 1

Un modo muy efectivo de explicar asuntos abstractos o difíciles de comprender, consiste en recurrir a los ejemplos y a las comparaciones de algo más conocido. Ese es justamente el caso de la maravillosa promesa de Jesucristo a la Humanidad, de que después de la muerte inevitable, nos espera una nueva vida eterna. Comprender e imaginarnos la vida eterna es para nosotros algo sumamente difícil.

Ésta revelación divina se fundamenta a su vez en el Libro de Génesis, en donde se puede leer, que Dios creó al ser humano insuflando el alma inmortal en su cuerpo mortal de carne y huesos. Es por eso que en la larga historia del Cristianismo, se ha afirmado y predicado siempre que las personas vivimos dos vidas: la vida terrenal en este mundo material y la vida eterna espiritual en el más allá o después de la muerte.

El médico y filósofo inglés Thomas Browne (1605-1682), tratando de ilustrar la doble vida humana con un ejemplo conocido del reino animal,  escribió  en su libro La religión del médico, la siguiente comparación:
« Así el hombre es ese gran y verdadero anfibio cuya naturaleza está capacitada para vivir no sólo como otras criaturas en diferentes elementos, sino en mundos bien separados y distintos; pues aún cuando para los sentidos no haya más que un solo mundo, para la razón hay dos: uno visible, otro invisible.»

Anfibio es un ser vivo que puede vivir en dos mundos muy diferentes: el acuático y el terrestre. Los que hemos estudiado ciencias naturales en la escuela sabemos que los animales anfibios como el sapo, viven su primera etapa de vida en el agua como renacuajos, y después que se han transformado en sapos, viven en la tierra posteriormente.

Si Dios Todopoderoso pudo crear animalejos como los sapos, las salamandras y las ranas, capaces de vivir dos vidas, con mucho más razón creó a imagen y semejanza suya al ser humano con un espíritu inmortal, destinado a vivir eternamente en ese otro mundo que Jesús llamó el Paraíso. El supremo propósito de nuestra alma y su razón de ser es conducirnos a Dios en esta vida terrenal, y después de la muerte al Reino de los Cielos.

Según mi opinión, otro propósito muy particular del alma humana es el de servir como un chaleco salvavidas espiritual. A continuación les doy la explicación: Lo que le da alegría y color a esta vida dura que vivimos en este mundo, son esos bellos estados del alma, que surgen de nuestra alma de niño que guardamos en nuestro interior como reliquia de nuestra infancia, los cuales emergen espontáneamente en el precíso instante en que los necesitamos, para endulzar las inevitables tristezas, sinsabores, problemas y dificultades que nos agobian de vez en cuando.

Sin el condimento del buen ánimo, la diversión, la alegría de vivir, el humor, el deleite en las cosas sencillas y el encanto de la paz interior, atributos todos del alma de niño, la vida humana no sería digna de ser llamada vida.

El alma de niño tiene además en nosotros otra función importantísima de socorro y protección, ya que es también el chaleco salvavidas espiritual con el que hemos sido equipados por Dios, para poder mantenernos a flote en esos mares de penas y aflicciones, que en ciertas ocasiones, el destino nos obliga atravesar en nuestra vida.

Algunas explicaciones del por qué nuestra vida es una lucha constante y sin descanso

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Isaías 41, 10

Que la vida en este mundo es una lucha o un combate permanente, eso lo sabemos todos por experiencia propia, pero lo que no se conoce muy bien son las causas que determinan esa situación que afecta a todo ser humano, independientemente de que sea rico o pobre, esté sano o enfermo, tenga un trabajo pesado o sea un escritor de novelas. Es tan prolongada e intensa la lucha de la vida humana, que los epitafios más populares en las tumbas son: que en paz descanse (Q.E.P.D) y rest in peace (R.I.P). Ya ese deseo postrero a los difuntos, expresa claramente la magnitud de la lucha.

Lo que hace tan afanosa la lucha de la vida, es que estamos luchando al mismo tiempo en dos campos de batalla distintos: en nuestra vida pública con los demás y en nuestra vida interior con nosotros mismos. Tener luchas simultáneamente en dos frentes diferentes, es lo que le confiere a la vida humana la dureza y la complejidad que la caracterizan.

Nuestra lucha interior es la que menos conocemos, en primer lugar, porque no la podemos ver, pero si la podemos sentir muy bien a través de nuestros sentimientos y emociones; y en segundo lugar, porque estamos más ocupados con nuestra lucha exterior en la vida pública.

Mucha gente se pregunta: ¿de donde surge la lucha interior que tiene el ser humano consigo mismo y cuales son las causas?
Escuchamos y usamos las palabras cuerpo y alma en algunas ocasiones, pero lamentablemente no nos han enseñado la importantísima relación que existe entre el alma y el cuerpo. Los humanos somos unos seres compuestos de un cuerpo material y un alma espiritual insuflada por Dios. El cuerpo es nuestra dimensión biológica y visible,  mientras que el alma es nuestra dimensión espiritual e invisible que se oculta dentro del cuerpo. El cuerpo es impulsado principalmente por la satisfacción de necesidades físicas y por los instintos biológicos. El alma por su naturaleza espiritual e inmortal es una energía divina que tiende a conectarse con Dios y es impulsada por las virtudes espirituales como: la fe, el amor, la esperanza y la paz interior. De esas dimensiones e impulsos diferentes y antagónicos, es que resulta el conflicto interior de inclinaciones entre el cuerpo y el alma.

La conciencia, la voluntad y el intelecto humano son las facultades más conocidas e importantes del alma, con las que Dios dotó al ser humano y las que nos diferencian de los animales superiores. Para que una persona pueda vivir una vida plena, es necesario primero lograr vivir en armonía y en paz consigo mismo. La paz interior es un privilegio del que disfrutan los infantes y es justamente de esa paz, donde germinan el gozo, la alegría y el cariño que manifiestan los niños pequeños a los demás de forma espontánea y auténtica.

Mahatma Gandhi tenía la convicción de que si no alcanzamos la paz dentro de nosotros mismos, siempre estaremos en guerra con los demás. Y para alcanzar la paz interior y la armonía entre nuestro cuerpo y nuestra alma, es indispensable estar también en armonía y en paz con Dios.

Es sobre nuestra lucha íntima en la que más podemos intervenir y ejercer mayor influencia para lograr la paz y la armonía interior deseadas, eso sí, pero solamente con la ayuda de nuestra conciencia y la guía del Espíritu Santo. En lo más profundo de su conciencia descubre el ser humano la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se encuentra a solas con Dios.

En las luchas de la vida no estamos solos, Jesucristo lo dijo: Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” Mateo 28,20.

 

¿Qué le ha traído de bueno el feminismo a la mujer y a la familia?

Me gustaría que alguien me explicara, ¿qué ventajas o beneficios concretos le han aportado a la mujer moderna y a la familia, los cambios que ese movimiento internacional ha inducido en la vida familiar cristiana tradicional?
Aquí en suiza donde resido hace 27 años, la ideología del feminismo es muy popular y debido a eso, el tema de la emancipación femenina ha calado muy bien entre las mujeres y se ha propagado rápidamente. Por esa razón se puede afirmar, que la mujer suiza está bastante emancipada.

Ahora bien , lo que yo percibo como hombre, al tratarlas y observar sus actitudes ante la vida y su conducta social, es todo lo opuesto a los atributos del carácter femenino, que conozco y a los que estoy acostumbrado. En vez de desarrollar y perfeccionar las características naturales propias de las féminas, las mujeres emancipadas suizas lo que han hecho es imitar lo que los varones vienen haciendo desde hace miles de años, al copiar las actitudes y los defectos específicos del género masculino.

Tanto se asemejan hoy en día las mujeres feministas a los hombres, que a ese movimiento denominado feminista, deberían de llamarlo más bien movimiento machista, porque desde mi punto de vista de admirador incondicional de la mujer, la emancipación femenina desafortunadamente se ha degenerado, y me temo que, sus efectos se hayan tornado en contraproducentes para las propias mujeres.

A continuación paso a mencionar algunos de esos efectos contraproducentes:

IMITACIÓN DE ACTITUDES TÍPICAS DE LOS VARONES
Sin darse cuenta de éllo, las mujeres han adoptado las siguientes características del genio masculino: calculador, egoísta, interesado, ambicioso, mercantilista, astuto, inescrupoloso y malicioso. Todas estas pasiones innobles son producto de ese ambiente duro, brutal, despiadado y perverso del mundo laboral, de los negocios y de la política, ya que cada persona obligatoriamente tiene que imponerse a los demás, para poder mantenerse en la lucha y alcanzar sus metas.

MENOR ATRACTIVIDAD AFECTIVA Y ESPIRITUAL
Como consecuencia lógica del endurecimiento del corazón de la mujer, que resulta de la experiencia vivida en el cruel escenario de la vida pública, se disminuyen las propiedades singulares del espíritu femenino como son: la ternura, la sencillez, la delicadeza, la dulzura, la compasión, la sensibilidad, la clemencia, la comprensión, y la ingenuidad; es decir, el encanto afectivo del alma de niña. Precísamente esas cualidades espirituales femeninas, que son las que hacen irresistible a la mujer para cualquier hombre durante toda la vida.

MATRIMONIOS FRACASADOS Y MUJERES QUE VIVEN SOLAS
La tasa de divorcios en suiza ha pasado del 13% en el año 1950 al 53% en el 2008, de lo cual resulta la enorme cantidad de madres y mujeres divorciadas que terminan viviendo solas, y todo eso a pesar de que las mujeres disponen hoy en día de mucho mayor libertad sexual y de mayores posibilidades para elegir a su pareja que antes. A las divorciadas se les suman aquellas mujeres solteras, que no logran conseguir una pareja permanente, más por razones subjetivas (afectivas, espirituales) que por razones relacionadas con su cuerpo y apariencia.

La mujer moderna tiene que estar muy conciente de que la tentadora invitación del mal  llamado “feminismo”, es como todo en la vida: un arma de doble filo. El amor y la ambición son dos fuerzas espirituales antagónicas que se excluyen mutuamente. El egoísmo y las ansias de riquezas refrenan el amor. Y sabemos muy bien, que el amor verdadero es la fuerza espiritual que nutre y sustenta la relación de la pareja y las relaciones dentro de la familia.

La tradición cristiana milenaria de repartir los papeles del hombre y la mujer, en que la mujer labora en la privacidad y seguridad de su hogar, y el hombre en la calle expuesto al mundo despiadado y brutal, no es arbitraria ni injusta, sino muy sabia y conveniente para la familia entera.

Es bien sabido que el ambiente callejero y de trabajo tienden a influir y pervertir moralmente al ser humano, por lo tanto pienso que ustedes comprenderán, que es mucho más apropiado para la relación amorosa de la pareja, la convivencia y el bienestar de los hijos en una familia, cuando sólo uno de los dos integrantes del matrimonio (el hombre preferiblemente) sea el que esté pervertido o estropeado, y no los dos, como es el caso de la famila moderna: el hombre y su mujer emancipada.

¿Te sientes vacío y no le encuentras sentido a tu vida ?

Desde hace unos 50 años los psicólogos y psiquiatras han comprobado, que en nuestra sociedad de consumo hay cada vez más personas que sienten como si su vida careciera de sentido, que se sienten interiormente vacíos y que a pesar de poseer los bienes materiales y los contactos personales necesarios, siguen teniendo una profunda sensación de que aún les falta algo y no saben qué es. El conocido médico psiquiatra Viktor Frankl, quien se dedicó a estudiar a profundidad ese fenómeno social, lo llamó el vacío existencial. Para el doctor Frankl  la causa más importante de la crisis existencial es la pérdida de la esperanza y del sentido de la vida.

El sentido de la vida, es todo aquello que le confiere propósito a la vida, un significado, una misión a realizar. La esperanza es la virtud espiritual que le proporciona a la vida humana la fuerza vital para obrar y también el soporte interno a la existencia.

Esa frustración de no encontrar el sentido a la propia vida y la carencia de propósito, es una fuente de desajuste emocional que conduce con el tiempo a las personas afectadas, a tratar de compensarlo de alguna forma, surgiendo de allí los problemas de salud como las adicciones a drogas, las depresiones, el abuso del alcohol, la obesidad, la soledad, etc., los cuales atormentan hoy en dia a mucha gente, en particular, a los jóvenes.

Con la comprobación por parte de la medicina psiquiátrica, de la magnitud de la crisis existencial por la que está atravezando una buena parte de la sociedad moderna, he llegado al convencimiento de que ese sentimiento de vacío que afecta a tanta gente, está estrechamente relacionando con la crisis espiritual y la falta de fe en Dios que se percibe en los países más industrializados, donde debido a la sobreabundancia de bienestar material, de tecnología, de entretenimiento y de consumismo, muchos se han estado olvidando de su alma, de su propia espiritualidad y de Dios. Con propiedad se podría decir, que la causa principal de esa crisis existencial es la nueva pobreza espiritual de una sociedad incrédula en su mayoría, que ignora a Dios y menosprecia la religión.

En este mundo todos somos unos turistas

Señor, hazme saber mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que yo sepa cuán efímero soy. Salmo 39, 4

Cuando una persona conocida ha muerto, al referirnos al fallecido, decimos se nos fue Fulano!… porque creemos que al morir, el alma inmortal se separa del cuerpo y parte de este mundo material para vivir espiritualmente en otro mundo, al que nosotros los cristianos llamamos el Reino de Dios o Reino de los Cielos.

Sabemos muy bien, que en este mundo estamos de paso y sólo por un tiempo limitado, como unos turistas sencillamente. A nuestra vida terrenal la podríamos imaginar como un viaje existencial en el que: llegamos, nos quedamos un tiempo como turistas y partimos de repente.

Mucha gente vive, trabaja y compra cosas como si se fueran a quedar aquí para siempre, puesto que han logrado borrar de su mente, la idea de que están solamente de paso por este mundo. Para ilustrar esa situación voy a utilizar este popular relato:
Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, Egipto, con la finalidad de visitar a un famoso sabio.
El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
¿Dónde están sus muebles? preguntó el turista.
Y el sabio, rápidamente, también preguntó:
¿Y dónde están los suyos? –
¿Los míos?, se sorprendió el turista.
¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!
Yo también… le dijo  el  sabio.

Estar conscientes de la realidad de que estamos aquí de paso, nos trae beneficios a nuestra vida, porque se nos hace necesario adoptar una actitud más prudente, para dedicar nuestro tiempo en primer lugar a los asuntos más importantes, y dejar de lado aquellas cosas opcionales o innecesarias. Y esa es justamente la actitud que tomamos cuando preparamos un viaje turístico con la familia, durante esa fase previa en la que debemos analizar muy bien, cuáles son las cosas indispensables que se necesitan llevar y cuáles sitios más relevantes se van a visitar, para así evitar lamentaciones posteriormente.

Una enfermera inglesa, que trabaja en un hospital para pacientes moribundos en su fase terminal, hizo una interesante encuesta entre los enfermos antes de morir, sobre cuáles eran los asuntos que lamentaban profundamente no haber hecho en su vida. Estas fueron las respuestas más frecuentes:

  1. Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, y no la vida que los demás esperaban de mí.
  2. Me hubiese gustado compartir más tiempo con mi esposa y mis hijos. Pasé demasiado tiempo de mi vida dedicado al trabajo.
  3. Ojalá hubiera tenido el valor de expresar mis verdaderos sentimientos.

Es conveniente que aprendamos a hablar sobre la realidad de la muerte, porque aunque no nos guste pensar en élla, estará siempre presente en nuestra vida, y eso nos puede ayudar mucho a reflexionar sobre el destino final de nuestra alma y sobre Dios, nuestro Padre celestial.

“El cristianismo es grande, porque es una preparación para la muerte inevitable.” Esta frase de Cecilio Acosta (1818 – 1881), insigne intelectual y escritor venezolano, resume la portentosa obra que realiza en el alma del creyente, la esperanza viva que surge de la promesa de vida eterna que trajo Jesucristo a la humanidad.

¿Nos hemos convertido en personas light, en individuos sin contenido y sin sustancia?

El psiquiatra español Enrique Rojas escribió en 1992 el libro « El hombre light: una vida sin valores », cuya temática era de gran actualidad en esa época, y sin duda alguna, hoy en día sigue siendo más actual que nunca. Rojas en su obra afirma: « Un individuo asi se parece mucho a los denominados productos light de nuestros días: comidas sin calorías y sin grasas, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, tabaco sin nicotina, Coca-Cola sin cafeína y sin azúcar, mantequilla sin grasa… y un hombre sin sustancia, sin contenido, entregado al dinero, al poder, al éxito y al gozo ilimitado y sin restricciones…. « podríamos decir que estamos ante el retrato de un nuevo tipo humano cuyo lema es tomarlo todo sin calorías…. « La vida light se caracteriza porque todo está descalorizado, carece de interés y la esencia de las cosas ya no importa, sólo lo superficial es válido ».

Después de leer una observación tan crítica sobre la sociedad occidental contemporánea y sobre nuestro estilo de vida, como la que ha hecho el señor Rojas en su libro, uno no puede dejar de reflexionar y de reconocer que efectívamente vivimos en una sociedad cuyo propósito principal es consumir y pasarlo bien, sin pensar mucho en los valores humanos y las virtudes espirituales como la fe en Dios, el amor y la esperanza cristiana, es decir, ese estilo de vida superficial y sin contenido, al que nos han acostumbrado los medios de comunicación y la publicidad.

El uso permanente de la publicidad en los medios de comunicación, ha creado de manera artificial una infinidad de necesidades y de valores superfluos en la sociedad, logrando así persuadir a la gente a adquirir nuevos estilos de vida, los cuales por el efecto de demostración y esa tendencia natural a imitar nuevas modas, actitudes y aspiraciones, se han estado imponiendo paulatinamente sobre los viejos hábitos tradicionales.

Al olvidarse de Dios, el ser humano no se da cuenta de que simultáneamente se está olvidando de sí mismo, porque en realidad la esencia del hombre es su interioridad, es decir, el fondo de sí mismo, donde se encuentra el alma y por lo tanto la imagen de Dios. Y al olvidarse de su contenido, el hombre contemporáneo se siente entonces como si estuviera vacío, y al creerse vacío, pierde su finalidad original y termina así por perder el sentido de su propia vida.

Nosotros sí tenemos un gran contenido, un contenido espiritual e inmortal: nuestra alma. Ese espíritu que Dios nos insufló y que es la propia esencia de nuestra existencia. El alma humana vale por todo el universo, por ser el alma la imagen de Dios en el hombre. Y por esa misma razón, los seres humanos somos para Dios un fin y no un medio. Nuestro espíritu inmortal y con él nuestra conciencia son el objeto de amor por parte de Dios. Y fue justamente por amor y por la salvación de nuestras almas, que Dios envió a su Hijo Jesucristo a vivir entre nosotros, para revelarnos su inagotable amor y sus verdades eternas.

El alma está ciertamente en nuestro interior, pero si nosotros no nos volvemos hacia adentro y le prestamos atención, entonces, para nosotros, es como si élla no existiera. El alma está dentro de nosotros, y el fracaso en reconocer su existencia, es debido a nuestra incapacidad de apartar nuestra atención de la interminable cantidad de asuntos innecesarios y estímulos, que contínuamente nos transmiten los medios de comunicación.

Por tanto, la práctica de la oración diaria, o la meditación espiritual, es esencial en ésta búsqueda. La oración y la lectura de la Biblia harán posible el fortalecimiento de nuestra vida interior espiritual.

Termino con unas frases de uno de mis favoritos autores, el predicador inglés Charles Spurgeon, que aparecen en un libro de reflexiones para cada día llamado « manantiales en el desierto »:
“Levántate creyente, de tu baja condición. Arroja tu pereza, tu letargo, tu frialdad o cualquier otra cosa que pueda interferir con tu amor casto y puro a Jesucristo. Házle a Él la fuente, el centro y la circunferencia de los deleites de tu alma. No permanezcas por un momento más satisfecho con lo poco que has alcanzado. Aspira a una vida más noble, más elevada y más completa. Hacia el cielo!”