La universalidad del amor eterno y de la justicia de Dios

Hay una pregunta existencial muy común entre los creyentes cristianos, que nos hacemos con cierta frecuencia: ¿Si Dios es bondadoso, justo y nos ama, por qué permite el mal, el sufrimiento y el dolor en esta vida terrenal?
Para tratar de responder a esa pregunta, el filósofo alemán Gottfried Leibniz creó el término en griego “Teodicea” en 1710, que significa la justificación de Dios, con el propósito de mostrar que el Mal en el mundo no está en contradicciõn con la bondad de Dios. Sin embargo, el intento de Leibniz no tuvo éxito, porque trató de responderla con argumentos racionales y filosóficos, sin fundamentarse en la fe cristiana y en la Palabra de Dios.

Sin fe y sin confiar firmemente en Dios no es posible comprender y captar el sentido adecuado y el significado correcto de las Sagradas Escrituras. La palabras en la Biblia poseen un sentido espiritual y un sentido literal, porque aunque fueron escritas por seres humanos, esos personajes bíblicos fueron inspirados directamente por Dios.

Un ejemplo destacado en la Biblia es la palabra “vida”, la cual se menciona allí infinidad de veces, pero tambiém tiene diferentes significados y sentidos en los idiomas originales en que fue traducida la Biblia. En el idioma griego antiguo que fue escrita originalmente la Biblia, fueron utlizados 3 diferentes términos griegos para la describir la palabra vida: Bíos, Psyque y Zoé.

Bíos, se refiere a la vida natural corporal de los seres vivos y mortales; Psyque, se refiere al alma o espíritu inmortal, insuflado por Dios en el ser humano durante la creación; Zoé, se refiere a la futura vida espiritual y eterna.

La vida verdadera, feliz, abundante, sin llanto, sin dolores y sufrimientos, sobre la que Jesús predicó durante su venida a este mundo, solamente puede ser la vida eterna en el Reino de los Cielos, prometida por Cristo a TODA la humanidad que crea en Él.

En el Evangelio de Juan, capítulo 10 y versículo 10, Jesús dice: yo he venido para que tengan vida (Zoé), y para que la tengan en abundancia. En esta frase Jesús no se refiere a mejorar y a enriquecer nuestra vida corporal y mortal (Bíos) en este mundo, sino a la vida eterna.

Para ser capaces de comprender adecuadamente la Biblia, es necesario en primer lugar, creer que el Señor Jesucristo es el Hijo de Dios, y en segundo lugar, creer en los dos más grandiosos mensajes que la humanidad haya recibido en toda su historia: el perdón de nuestros pecados por la obra de Redención de Cristo Jesús y su promesa de Vida Eterna en el Reino de los Cielos.

El sol que sale para todos, que irradia su luz y calor en el mundo entero, así como el aire de la atmósfera que nos suministra el oxígeno indispensable para poder vivir, son dos factores que ilustran muy bien, lo que efectivamente tiene carácter y vigencia universal para la existencia humana, en todos los tiempos de la Historia y en todos los lugares.  A eso es lo que me refiero cuando uso el término de universalidad.

La universalidad aplicándola específicamente a la humanidad, abarca entonces a todos los seres humanos sin distinción alguna en lo concerniente a sexo, raza, edad, época, educación, estrato social, estado de salud, etc.

La Gracia y el amor de Dios con respecto a la humanidad son universales. El alma humana como espíritu que es, y que fue hecha a imagen y semejanza de Dios es tambien universal. Todos los seres humanos tenemos un espíritu de origen divino. En consecuencia, la espiritualidad humana junto la fe, el amor, la esperanza, y todas sus virtudes, cualidades y pasiones espirituales son igualmente universales.

Dios como creador y Todopoderoso que es, debe necesariamente pensar de un modo muy diferente al nuestro, Dios debe pensar en todo en absoluto y comprender todo de manera global. Nosotros como sus criaturas predilectas, lógicamente no disponemos de esa misma capacidad de entendimiento, sino una muy limitada y con infinidad de restricciones.

Una de las restricciones es nuestra naturaleza altamente individualista. Tendemos a pensar y actuar según el criterio propio y no de acuerdo a la colectividad. Es por eso, que el concepto de universalidad para el ser humano es algo extraño, y además le cuesta imaginarse algo de condición universal, por no estar acostumbrado a pensar con esa amplitud de criterio.

Otra limitación muy importante son nuestros sentidos corporales, en particular la vista, a la cual le hemos otorgado demasiado poder de influencia en nuestras decisiones y criterios, al seguir ese principio simplista y muy equivocado: si no lo vemos, no existe y lo ignoramos.

Pensemos en las siguientes paradojas y contradicciones en la vida humana que existen y que siempre se han dado en este mundo:

•        el pobre hambriento y el rico opulento,

•        el individuo libre y el inocente condenado por un error a prisión perpetua, 

•        la persona sana sin ningún impedimento y el discapacitado permanente.

Cualquier ser humano de corazón sensible pensaría: ¿que ínjusticia la de Dios con respecto al pobre, al prisionero inocente y al discapacitado? ¿Cómo Dios permite que algo asi suceda en el mundo?

A nosotros como criaturas mortales y limitadas, Dios nos permite llegar a conocer sólamente una porción de la realidad del mundo, es decir, la realidad aparente que percibimos y conocemos bien. La otra realidad espiritual e invisible de la que nuestra alma forma parte, es del dominio absoluto de Dios. Por alguna divina razón, a nosotros no nos corresponde tener acceso a élla.

Fíjense a continuación, de que manera tan simple y al mismo tiempo tan instructiva le explica Dios al profeta Isaías, la imposibilidad de los hombres de comprender los misterios de la realidad del mundo, diciéndolo en los términos en que lo haría un padre amoroso a su pequeño hijo:

« Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos», dice Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. »  Isaias 55, 8-9

Aunque nunca lograremos comprender la realidad que nos rodea, qué maravillosos han sido el amor y la Justicia de Dios, ya que por su Gracia nos ha concedido la capacidad de poder creer y confiar plenamente en Él y en su Hijo Jesucristo, y creer que todo el universo y nuestras vidas están en sus manos.  Y así mismo, tener la certeza de que la Justicia de Dios es universal y que su amor hacia toda la humanidad es eterno y para todos sin excepción alguna.

Procuremos entonces no cometer el imprudente atrevimiento, de dudar del amor, de la Misericordia y la Justicia de Dios para cada uno de sus hijos, ni mucho menos de faltarle el respeto por llegar a pensar, que Dios pueda ser menos misericordioso y justo que nosotros, puesto que somos todos en realidad, unos pobres ignorantes mortales, quienes estamos tan necesitados siempre de su Amor, Gracia y Misericordia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *