En la casa de Mi Padre hay muchas moradas, si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros. Juan 14, 2

Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en el cielo.
2. Corintios 5, 1

El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10, 10

Esta frase del Señor Jesucristo que hace de título de este escrito, fue dicha a sus discípulos cuando se acercaba el momento de su muerte en la Cruz y se despedía de ellos, y les anunciaba: “Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir.” Simón Pedro le dice: “Señor, ¿adónde vas?” Jesús le respondió: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde”.
“No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mi”. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros.”

Al leer este diálogo con sus discípulos, Jesús transmite un mensaje claro y comprensible, que cualquier lector de la Biblia que lo lea con profunda fe en Él, es capaz de captar su significado de inmediato y de aceptarlo como una gran verdad, que Jesús le reveló a la humanidad, cuando vivió entre nosotros hace más de 2000 años. Si estas palabras dichas por Jesús, que quedaron escritas y plasmadas en las Santas Escrituras para las generaciones venideras, son leídas sin fe, sin prestar atención y sin interés, pasan desapercibidas o incomprendidas, lamentablemente.
Creo firmemente que tanto los Discípulos como los Apóstoles de Jesucristo, creyeron todas sus enseñazas y mensajes, que ahora nosotros tenemos el privilegio de poder leer.   

Hace poco tiempo, tuve la oportunidad de escuchar algunas entrevistas que le hicieron diversos canales de televisión a Facundo Cabral, un cantor, conferencista y escritor místico cristiano de Argentina. En varias de sus entrevistas, Cabral dijo la siguiente frase, que por cierto, nunca antes yo la había escuchado o leído: “La muerte no es morir, es mudanza o cambio de residencia”. Esa sola frase en el preciso instante en que la escuché, me fascinó de tal manera, que se me quedó grabada en la memoría y seguí pensando en ella, hasta hoy cuando en un momento de inspiración, me dí cuenta de que esa frase tiene relación directa con este diálogo entre Jesús y sus discípulos.

El término mudanza significa un cambio de lugar de vivienda principalmente, aunque también puede conllevar un cambio de vida. La palabra morada significa mansión o vivienda donde se vive, y la palabra tabernáculo quiere decir: la carpa, donde habitaban los antiguos hebreos.

Si analizamos la frase “La muerte no es morir, es mudanza o cambio de residencia” después de haber comprendido y aceptado este diálogo como verdadero, cualquier creyente no debería tener dificultad en llegar a la conclusión, de que la muerte del cuerpo es efectivamente el último cambio de residencia, que hace el alma desde este mundo hacia el Reino de los Cielos.
   
El Señor Jesucristo nos promete vida eterna en el Reino de los Cielos, y no descanso eterno, tal como de forma equivocada y sorprendente está escrito en la liturgia católica y protestante para funerales:  Concédele el descanso eterno, oh Señor. Descansa en Paz!

Para mi como creyente ha sido siempre un verdadero enigma, que lo que se predica y se dice en las misas católicas y servicios religiosos protestantes, no coincide con lo que dice la Palabra de Dios en la Biblia e incluso se contradice muchas veces, como en este caso del Evangelio de Juan.

El Señor Jesucristo nunca habló sobre descanso eterno, si no que habló siempre sobre la vida eterna y para que tengamos vida en abundancia en el Reino de Dios, después de nuestra muerte. Jesús dijo: en la casa de mi Padre hay muchas moradas, y NO dijo: hay muchos sepulcros para descansar en paz.

Cuando Simón Pedro le pregunta: “Señor, ¿adonde vas?” Jesús le respondió: “Adonde yo voy no puedes SEGUIRME AHORA: me SEGUIRÁS MÁS TARDE”.
Es muy necesario tener claro, que Jesús cuando habló con los discipulos y todos sus seguidores, siempre dirigía sus palabras y enseñanzas a las almas espirituales de las personas, que fueron creadas a imagen y semejanza de Dios, y que en consecuencia, están destinadas a vivir eternamente, porque son inmortales.

Recuerden que en el instante de la muerte, el alma se separa del cuerpo. El alma espiritual regresa a Dios a quien pertenece y el cuerpo regresa a la tierra, a la que pertenece. El alma continúa su vida espiritual y por lo tanto, eterna, y el cuerpo se descompone, quedando finalmente solo los huesos en el sepulcro.
La mejor y más clara evidencia de que el alma se separa del cuerpo en el momento de la muerte, la encontramos también en las Sagradas Escrituras, en la escena descrita de la Crucifixión, en la conversación que tuvieron Jesús con el malhechor arrepentido, quien estaba a su lado: “Y dijo a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Confiemos y aferrémonos en primer lugar, a las palabras y enseñanzas que dijo el Señor Jesucristo y que han quedado escritas en la Biblia, donde cada uno las podemos leer y nos podemos apropiar de ellás como el gran tesoro espiritual, que representa para la salvación de nuestras almas.

Desafortunadamente, las iglesias y sus autoridades en los últimos tres siglos han estando interpretando de manera equivocada la Palabra de Dios y en muchos casos, la han alterado tanto, que mucho de lo que éllos predican  y hacen no se corresponde con lo que está escrito en la Santa Biblia. Esa es la razón principal de la gravísima crisis de confianza y de espiritualidad, por la que estan atravezando las iglesias tradicionales en todo el mundo desde hace años.

Recordemos entonces, que la muerte es en realidad una mudanza o cambio de vivienda, por medio de la cual, nuestra alma pasará a vivir en una de las moradas que estarán preparadas para nosotros en el Reino de Dios, donde tendremos vida en abundancia, así como lo ha prometido el Señor Jesucristo, nuestro Redentor y Salvador.

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