La fe es creer lo que no vemos, y la recompensa de esta fe es ver lo que creemos.

Frase de San Agustín de Hipona

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11, 1

En esta oportunidad y con la ayuda de un ejemplo concreto, voy ilustrar una de las numerosas maneras, de cómo la fe en Dios obra en la vida de los seres humanos y los hace capaces de vencer el efecto paralizador de las dudas y del miedo, el cual nos impide encontrar soluciones a los problemas, seguir adelante y, a la larga, disfrutar de la vida como nos gustaría.

Poco se conoce sobre la señal o el indicio, en que se inspiró Cristobal Colón para concebir la idea de su extraordinaria expedición, que culminó con el descubrimiento del continente americano, el cual era totalmente desconocido para el resto del mundo de aquella época. Lo cierto es que el almirante Colón se inspiró en algunos textos de la Biblia, tanto del viejo como del nuevo Testamento.
En una carta privada enviada por Colón a los Reyes de España al regresar de su segundo viaje al “nuevo mundo” a fines del año 1500, escribe: «Del nuevo cielo y tierra, que decía nuestro Señor por San Juan, en el Apocalipsis, después de dicho por boca de Isaías, me hizo de ello mensajero, y me mostró en cual parte. Ya he dicho que para la ejecución de la empresa de las Indias, no me aprovechó razón, ni matemática, ni mapamundi. Llanamente se cumplió lo que dijo Isaías, y esto es lo que deseo escribir aquí».

En realidad, Colón fue una persona muy creyente y conocía bien las Sagradas Escrituras, puesto que él descendía de una familia judía sefardita que se había convertido al cristianismo dos o tres generaciones antes de su nacimiento, en 1451.

Las grandes proezas o hazañas realizadas en la historia universal, por la iniciativa de una sola persona, como la de Cristobal Colón, no es posible llevarlas a cabo sin tener una gran fe que llene al individuo de entusiasmo, voluntad, coraje, valentía y perseverancia, cualidades indispensables estas de esos héroes, que emprendieron en su tiempo algo considerado como imposible.

Antes del viaje precursor de Colón, imperaba un miedo generalizado entre los navegadores europeos más experimentados de emprender la travesía del océano atlantico, debido a muchas dudas, riesgos de fracaso y peligros de muerte que implicaba la aventura de atravezar el inmenso mar:
– Miedo a las enormes olas, a las tormentas, a la falta total de viento, a perder el rumbo.
– Miedo de los tripulantes a perderse en la inmensidad, a las enfermedades a bordo, a la carencia de agua y de comida, a los monstruos marinos, etc.
– Miedo a la embarcación, de que no fuera suficientemente robusta y no soportara el embate de las olas y del viento.

Por muchos temores, nadie se atrevía a navegar desde Europa hacia el oeste en el océano atlántico, por el miedo de morir en el intento y por considerarlo un viaje sin regreso.
Lo extraordinario e increíble de ese viaje en particular, es que fue un proyecto original de Colón, quién en primer lugar se lo propuso al rey de Portugal, pero a este no le interesó. Después acudió a los reyes de España Fernando e Isabel de Castilla, quienes finalmente aceptaron financiar y proveer las embarcaciones al Almirante.

La lectura de la Palabra de Dios plasmada en la Biblia es el alimento espiritual por excelencia, que le proporciona al creyente cristiano todas las enseñanzas, consejos, recomendaciones prácticas y orientaciones necesarias, para guiar con fe, verdad y sabiduría nuestra vida a través de todas las dificultades, aflicciones, problemas, tormentos, sufrimientos y percances que se nos puedan presentar.

El que habita al amparo del Altísimo morará a la sombra del Omnipotente. Diré yo al SEÑOR: Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios, en quien confío. Porque Él te libra del lazo del cazador y de la pestilencia mortal, con sus plumas te cubre, y bajo sus alas hallas refugio; escudo y baluarte es su fidelidad. Salmo 91

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