La salvación prometida por el Señor Jesucristo, la alcanzaremos solamente por nuestra fe y no por nuestras obras.

Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5, 1

Creer o no creer, esa es una gran decisión, que cada ser humano tiene el absoluto poder de tomar de acuerdo a su propia voluntad, y por eso precísamente, nadie en el mundo puede impedir que cada uno de nosotros pueda escoger libremente en qué creer y en que no. La fe es una facultad espiritual exclusiva del ser humano, así como son igualmente el amor y la esperanza. Esas son las facultades del alma humana, que el cristianismo considera como las tres virtudes cardinales, porque son indispensables para ser capaces de creer, amar y esperar en Dios y de relacionarnos directamente con Él.

Creer en cualquier persona o cualquier cosa material conocida es muy fácil, pero creer de verdad en Dios, en Jesucristo y en el mundo espiritual invisible e imperceptible, no lo es en estos tiempos en que predominan el materialismo, el culto a la tecnología y el consumismo en el mundo.
De esa situación, los creyentes cristianos debemos estar conscientes.
Por eso, también podemos sentirnos contentos y muy agradecidos con Dios por la Gracia y la Misericordia que ha tenido con nosotros.

En el transcurso de mi vida como creyente he logrado aprender, el significado de la frase bíblica que dice: adorar en espíritu y en verdad (Juan 4, 24). Para mí significa creer en Dios exactamente como creen los niños pequeños en sus padres. Ellos creen de verdad y con toda su alma en su mamá y su papá. De esa misma manera, podríamos los cristianos permitirnos creer en Dios y en Jesucristo, así como creímos a nuestros padres cuando fuímos niños. Esa manera de creer en Dios, la he llamado creer con alma de niño, de ese niño que una vez fuimos y que todavía todos llevamos dentro.

Por supuesto, esa manera de creer es un privilegio y una exepción que le otorgamos solamente a Dios Padre, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo.

Todavía me sigue sorprendiendo el hecho, de que hoy en día exista gente que no creen en espíritu y verdad en Dios Todopoderoso y Creador del universo,  pero creen ciegamente en otras personas comunes y pecadoras como: políticos, médicos, científicos, artistas, cantantes, gurus espirituales, chamanes, etc.

Así dice el SEÑOR: Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su fortaleza, y del SEÑOR se aparta su corazón.
Jeremías 17, 5

Aprendamos a confiar en Dios con toda nuestra alma y toda nuestra mente y no en nuestras obras o en las obras de otras personas.

Muchos de los que no creen en el Señor Jesucristo y en su promesa de vida eterna en el Reino de los Cielos, deciden no creer, porque su mente considera la vida eterna prometida algo imposible e irrealizable. Sin embargo, se olvidan de que para Dios no existe nada imposible y de que Dios fue el Creador del universo.

Si Dios creó ese insignificante y repugnante insecto que se arrastra por la tierra y por las plantas, como es el gusano, al cual lo hizo capaz de convertirse en una pupa o crisálida, para después por medio de una singular metamorfosis, se pueda transformar en otro ser vivo como es una bella mariposa, que vuela graciosamente por los cielos. ¿Cómo no va haber podido Dios crear al ser humano, su criatura favorita, con un alma espiritual inmortal, la cual al morir el cuerpo de carne y huesos, se separa de él y se dirige al Cielo para encontrarse con el Dios Padre y vivir allí una vida nueva y eterna?

En mi caso personal, he decidido creer en Dios con alma de niño, pero en los hombres y las mujeres creo con muchas reservas y restricciones, porque los seres humanos somos mentirosos por naturaleza, así fuimos creados y así somos. Además, en estos tiempos en que la ambición por el dinero y los medios de comunicación reinan en las sociedades de consumo, están la mentira y el engaño presentes por doquier. En este mundo moderno todo es mentira y nada es verdad, lamentablemente.

Dios es el creador y la fuente de la verdad.

Jesús lo dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” Juan 14, 6

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