El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Juan 6, 63

Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente.
Génesis 2, 7

Esas frases que hacen de título de esta reflexión, las dijo el Señor Jesucristo y fueron recopiladas por su discípulo Juan, quién lo acompañó y estuvo siempre a su lado. Como todo lo que dijo y enseño Jesús, esas frases tienen mucha médula y un gran significado relacionado con la vida eterna, prometida a todos los creyentes que creen en Él en espíritu y en verdad.

Según mi entendimiento, ese versículo contiene dos importantísimos mensajes para toda la humanidad, uno relacionado con la naturaleza del ser humano, y el otro con la Palabra de Dios como alimento espiritual, con el propósito de instruir a los pueblos sobre la existencia de las realidades espirituales, la cuales, hasta la venida de Jesucristo, eran solamente narraciones fantasiosas e imaginarias sobre un hipotético mundo sobrenatural, tal como lo imaginaron las civilizaciones antíguas en varios continentes, como por ejemplo: las mitologías griega y romana, o bien los egipcios con su culto del más allá.
Jesucristo con su venida al mundo, dió a conocer al Dios Todopoderoso y a su Reino espiritual de los Cielos, como una realidad auténtica y verdadera.

LA NATURALEZA HUMANA:
En la historia de la Creación del mundo según la Biblia, Dios al formar al hombre del barro, le insufló su espíritu creando así un ser viviente, constituido por un cuerpo de carne y un espíritu o alma. El ser humano fue entonces el único ser vivo sobre la tierra compuesto de una dimensión biológica (cuerpo) y una dimensión espiritual (alma).
El alma por ser espiritual es inmortal, y en consecuencia, puede vivir eternamente y es además, la que da vida. Por el contrario, el cuerpo de carne es mortal: nace, crece, se desarrolla, se deteriora y muere. Ese es el ciclo natural y de duración limitada del cuerpo del hombre y de los animales.

Jesús en ese versículo afirma, que la carne para nada aprovecha, debido a que nuestro cuerpo de carne lo que hace es servir de recipiente de nuestro espíritu inmortal, que es el que da vida y está destinado a vivir eternamente. Lo más valioso y lo que cuenta para Dios, es lo que llevamos dentro: nuestra alma inmortal.

LA PALABRA DE DIOS COMO ALIMENTO ESPIRITUAL:
Jesús nos enseña que sus palabras con las que nos ha hablado, son espíritu y son vida, pero no para nuestro cuerpo, sino para nuestra alma espiritual, la cual también necesita ese alimento espiritual, que se encuentra en las Sagradas Escrituras, indispensable para su fortalecimiento y desarrollo.
Así como nos alimentamos para suplir y nutrir al cuerpo con los alimentos de cada día, Jesucristo nos enseña e invita siempre, a alimentar nuestra alma con sus propias palabras, la cuales son el Pan de Vida Eterna.

Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo”. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.”   Juan 6, 33-35

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