El amor verdadero es para corazones audaces y confiados

El amor es una doble manifestación de fe, puesto que uno al amar pone su confianza en sí mismo y también en la persona amada. En consecuencia, amar a alguién es actuar totalmente bajo la conducción de nuestra fe y de los sentimientos.

El proceso de enamoramiento podríamos ilustrarlo de la siguiente forma: Cuando aparece de improviso el sentimiento del amor en nuestra vida y ya lo hemos reconocido como tal, primero nuestro corazón nos confirma que es verdadero, y después, confiamos que es así. De la persona amada, nuestra alma nos dice que ella es efectivamente merecedora de nuestro amor y de nuestra confianza, y también decidimos confiar que es así. Esta es la audacia de la fe en el amor.

Cuando uno se pone a observar a las parejas en su entorno social, se puede notar que son pocas las que revelan estar enamorados de verdad y que se aman profundamente. El escritor francés François de La Rochefoucauld escribió refiriendose a esa realidad: “El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto».

La gran mayoría de las personas se enamoran en algún momento de su vida, y llegan por lo tanto a sentir, cómo el espíritu del amor dentro de su ser, brota impetuoso y fluye como un manantial, y en consecuencia, viven interiormente esa experiencia única y maravillosa que es el enamoramiento, pero, debido a diversos temores que les asaltan, refrenan sus sentimientos y tras amarga lucha interior terminan por aplacarlos gradualmente.

Entre los miedos a la pasión del amor puro, están el temor de no ser correspondido o de ser engañado; y existen otros que son actualmente los más frecuentes, aquellos generados por la poderosa influencia que ejerce el medio socioeconómico y cultural que nos rodea, como el miedo de disgustar a la familia, el de contrariar las exigencias de la clase social, y aún más a menudo, el temor a sacrificar un acomodado y fácil estilo de vida que le puede proporcionar otro pretendiente más adinerado y de una mejor condición profesional.

Platón en la antigua Grecia, hablando del amor puro, dijo una vez: “No hay hombre tan cobarde a quién el amor no haga valiente y transforme en un héroe.”

De ahí se puede derivar, que el dejarse guiar por los sentimientos amorosos puros es efectivamente un acto de heroísmo, lo cual explica claramente entonces, que sean muy pocas las parejas verdaderamente enamoradas, que se logran ver hoy en día entre nosotros.

San Pablo en su primera Epístola a los Corintios Cap. 13, 4-7 hace una descripción magistral del amor verdadero: El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.  El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Ése es el amor de los felices enamorados que son tan difícil de ver entre nosotros, ése es el amor que envalentona a los cobardes, el mismo que fabrica a los que podríamos llamar: héroes del amor.

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